En un amplio patio de la casa más elevada del poblado, descansaba un hombre anciano cuyo rostro se decía que inspiraba una extraña mezcla entre misericordia y firmeza. Era conocido por el nombre de Kalil, y de todos era sabido que de sus palabras parecían brotar un manantial de sabiduría. Un día de sol, en el que el anciano se hallaba meditando bajo la sombra de una vieja higuera, se presentó, ante el umbral de su jardín, un joven que dijo:
-
“Amigo sabio ¿Puedo pasar?”
- “La
puerta está abierta”, respondió Kalil.
El
joven, cruzando el umbral y acercándose al anciano, le dijo:
- “Me
llamo Maguín y soy artista. Mi trabajo es sincero y pleno de sentimiento, sin
embargo tengo un gran problema: Me atormentan las críticas que se hacen de mi
vida, mi obra y mi persona. Vivo obsesionado por las descalificaciones de los
críticos de arte, y por más que trato de que no me afecten, me acaban
esclavizando. .. Se que eres un hombre sabio y que tu fama de sanador alcanza
los horizontes más remotos.
Dicen
también que tus remedios son extraños, y sin embargo no me falta confianza para
acudir a ti, a fin de conseguir la paz que tanto necesito en la defensa de mi
imagen”. Kalil, miró al joven con cierta displicencia y le dijo:
- “Si
quieres realmente curarte, ve al cementerio de la ciudad y procede a injuriar,
insultar y calumniar a los muertos allí enterrados. Cuando lo hayas realizado,
vuelve y relátame lo que allí te haya sucedido”. Ante esta respuesta, Maguín se
sintió claramente esperanzado en la medicina del anciano. Y aunque se hallaba
un tanto desconcertado por no entender el porqué de tal remedio, se despidió y
salió raudo de aquella casa. Al día siguiente, se presentó de nuevo ante Kalil.
- “Y
bien ¿Fuiste al cementerio?”, le pregunto éste.
-
“Si”. Contestó Maguín, en un tono algo decepcionado.
- “Y
Bien ¿Que te contestaron los muertos?”
-
“Pues en realidad no me contestaron nada, estuve tres horas profiriendo toda
clase de críticas e insultos, y en realidad, ni se inmutaron”. El anciano
sin variar el tono de su voz le dijo a continuación:
-
“Escúchame atentamente. Vas a volver nuevamente al cementerio, pero en esta
ocasión vas a dirigirte a los muertos profiriendo todos los elogios,
adulaciones y halagos que seas capaz de sentir e imaginar”. La firmeza
del sabio eliminó las dudas de la mente del joven artista por lo que
despidiéndose, se retiró de inmediato. Al día siguiente Maguín volvió a
presentarse en la casa de anciano…
- “¿Y
bien?”
-
“Nada”, contestó Maguín en un tono muy abatido y desesperanzado. “Durante tres
horas ininterrumpidas, he articulado los elogios y elegías más hermosos acerca
de sus vidas, y destacado cualidades generosas y benéficas que difícilmente
pudieron oír en sus días sobre al tierra, y… ¿Qué ha pasado? Nada, no pasó
nada. No se inmutaron, ni respondieron. Todo continuó igual a pesar de mi
entrega y esfuerzo”. Así que…
¿Eso
es todo?”, preguntó el joven con cierto escepticismo.
-
“Si”. Contestó el viejo Kalil. “Eso es todo…porque así debes ser tú, Magín; indiferente
como un muerto a los insultos y halagos del mundo, porque el que hoy te
halaga mañana te puede insultar, y quien hoy te insulta mañana te puede
halagar. No seas como una hoja a merced del viento de los halagos e insultos.
Permanece en Ti mismo, más allá de los claros y los oscuros del mundo”.
Cuento
popular árabe
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