jueves, abril 20, 2023

La carta terroríficamente demoledora

 

La inteligencia artificial nos matará a todos


José C. Balagué Domenech



Una carta abierta publicada por el Future of life Institut, Cambridge, Massachusetts, firmada por empresarios y relevantes expertos en inteligencia artificial, que ha trascendido a todos los medios de información, tanto por la importancia de su contenido como por la relevancia de quienes la suscribieron, han solicitado una interrupción -pausa- temporal de las investigaciones que se están desarrollando en el campo de la inteligencia artificial. Aseguran en la carta que “una inteligencia competitiva con la humana puede plantear profundos riesgos para la humanidad”. Dice la carta que las “decisiones -sobre el alcance de la inteligencia artificial- sólo deben desarrollarse cuando estemos seguros de que sus efectos serán positivos y sus riesgos controlables”.

A esa carta le siguió un artículo publicado por la revista Time firmado por Eliezer Yudkowsky, experto conocedor e investigador de esa tecnología, cofundador del MIRI, por sus siglas en inglés Machine Intelligence Research Institute: “Interrumpir el desarrollo de la IA no es suficiente. Es preciso detenerla”, advirtiendo que las investigaciones sobre la IA deberían suspenderse definitivamente, Censura a la compañía OpenAI, responsable de ChatGPT, por sus investigaciones. Habla de una inteligencia muy superior a la humana, hostil, y que adjetiva como alienígena, en la acepción de extraña, no natural, por supuesto, “…con una capacidad de ‘pensar’ millones de veces más rápida que la inteligencia humana… que podría producir formas de vida artificiales, incluso molecular postbiológica”. Asegura en su artículo que de seguir como ahora pudiera llegarse a un enfrentamiento entre humanos y una inteligencia muy superior, lo cual tendría efectos desastrosos parta la humanidad.

Años investigando el fenómeno de la inteligencia artificial le permite hacer predicciones y prognosis sobre el grave peligro que suponen tales investigaciones. Termina el artículo haciendo la aterradora premonición. “…de persistir en esas investigaciones .. moriremos todos…” y termina: “terminad, cerradlo todo”.

De otra parte, y dentro de idéntica línea de pensamiento, el economista Ryan Caplan. de la George Mason University, va aún más allá en sus premoniciones. Caplan habla de los efectos catastróficos desencadenantes por la persistencia en las investigación sobre la Inteligencia Artificial, entre ellas la citada ChatGPT. Dice que la IA podrá funcionar con tal eficiencia que llegará a eliminar a la especie humana, y lanza una predicción: “…la IA, con posibilidad de aumentar sus propias capacidades logrando ser una ‘inteligencia infinita’, se dará en ese instante el principio del fin del ser humano”. Premoniciones catastrofistas, cierto, pero no ausentes de posibilidades de que total o parcialmente, se cumplan.

Caplan se atreve a hacer la siguiente premonición: “…la humanidad será borrada de la superficie de la Tierra el 1º de enero de 2030”.

Los robots
El peligro no solo se reduce al desarrollo que está teniendo la IA. Es de mucho mayor alcance. Cuando se conjuga el desarrollo incontrolado de la IA con los avances de la robótica, en ella precisamente los robots y concretamente los androides, es decir, con apariencia humana, el peligro inmanente es gravísimo, incluso mucho más que el de la más cruenta de las guerras. Conjugando ambas tecnologías, la IA con los robots, configuran el mayor de los peligros a los que se ha enfrentado nunca antes la humanidad.

La incursión de los robots androides en la vida de los humanos supone una gravísima amenaza para los seres humanos que aun cuando son ya muchas las voces que se están oyendo, la carta del Future of life Institut una prueba de ello, lo cierto es que pocos son quienes han llegado a captar la esencia del peligro que nos acecha en su total dimensión.

Con la extrapolación de todo esto al futuro, se obtiene un escenario desesperanzador acorde con las visiones de Yudkowsky y Caplan. Véase lo que ocurrirá:

La fabricación de los robots será realizada por ellos mismos, es decir, se autogenerarán, igual que hacemos los humanos, así como también sus reparaciones, por lo que no nos necesitarán para nada.

Los más optimistas, se desconoce en qué fundamentan sus postulados, sostienen, erróneamente, que la utilización de robots habrá de elevar la productividad de las empresas, impulsará los beneficios y estimularán la inversión, lo que generará un gran desarrollo de la economía en todos los países, generando grandes oportunidades para los jóvenes que se vayan incorporando al mercado laboral. Esto, a poco que se reflexione, enseguida se advierte es una falsedad.

Los realistas ven más allá de lo que lo hacen aquéllos, y advierten de las nefastas consecuencias del advenimiento de esa clase de robots y su repercusión en el mercado del trabajo.

Son ya, como se ha dicho, muchas las voces que desde hace ya algunos años se están lanzando contra la utilización masiva de las tecnologías que habrán de arrasar con el trabajo humano (1).

Es ingenuo e insensato pensar que los robots no vayan a instaurarse en el mercado laboral, sustituyendo gradual pero progresivamente el trabajo humano en fábricas, talleres y empresas, incluso en la toma de decisiones. La inteligencia artificial con la que los robots se ocupará de eso, y no solamente en los empleos menos cualificados; es un error pensar lo contrario, sino incluso en la gestión y dirección para los que hoy se precisan estudios universitarios y una experiencia en su ejercicio; no cabe la menor duda de que los androides podrá adquirir tales experiencias.

Sobre la interacción entre humanos y robots, hay quienes ya advierten problemas de seguridad, es decir que se utilice a los robots como espías. Algunos ya están pidiendo una legislación específica; otros abogan por construir los robots respetando las normas europeas de seguridad, ley de protección de datos. Otros rechazan todo intervencionismo; dejar de obsesionarse con regulaciones que suponen poner trabas a la investigación, y poner la mirada en las oportunidades.

Hace años se publicó en España (2) la opinión de diez ministros de Trabajo entre los años 1980 y 2011 y hubo consenso en que el empleo asalariado no desaparecerá, que la contratación por cuenta ajena irá en aumento en forma de nuevos oficios para ocupar nuevos empleos, porque las empresas siempre van a necesitar personal estable y de su confianza. La afirmación contemplada desde la perspectiva actual se advierte es una falacia.

Hay quienes están pensando en el pago de una renta, renta básica, a todos quienes pierdan su puesto de trabajo por su adscripción a los robots que les substituyan, rentas que deberían ir a cargo, dicen, de las empresas fabricantes de los robots y las que hayan sustituido el trabajo que realizaba un ser humano por robots, solución plausible desde el punto de vista humano, pero impracticable por diversas razones.

La renta básica tendería a compensar el trabajo perdido y proporcionaría a los trabajadores su subsistencia, pero no correspondería a un trabajo digno, lo que habría de anular la autoestima y dignidad de la persona (3), aparte de nefasto, si se tiene en cuenta que no resulta conveniente mantener personas inactivas.

Mas manteniéndonos en esa hipótesis de futuro, si ello fuese cierto, hay un alto número de probabilidades, virtuales sí, de que suceda, los jóvenes desistirían de estudiar, ¿para qué? si no habrían de poder hacer nada finalizados los estudios. Tal vez refugiándose en estudios de música y demás artes, pero lo mismo, incluso a ellas habrá de alcanzar la inteligencia artificial, ya que no es difícil pensar que podrán componer música y pintura de la clase que sea, escultura, etc. etc. Mírese por donde se mire la inteligencia artificial habrá de lograrlo. Basta recordar el aforismo: “Lo que puede hacer un robot, lo hará”.

Robots androides con apariencia humana se están desarrollando ya. Esa apariencia será tan perfecta que no es ilusorio pensar que no habrá modo de distinguirlos de los humanos (4); no habrán de distinguirse quienes son humanos y cuales robots, La producción en serie de estas máquinas, a menos que se suspenda, no tardará en llegar. Estimándose pudiera ser masiva en el próximo siglo XXII.

Y aunque parezca sacado de la Biblia, biblia que podríamos llamar del siglo XXI: …y los robots androides, convivirán con nosotros, los humanos y será difícil distinguirlos, y compartirán la Tierra.

Dentro de estas líneas de pensamiento están los de Issac Asimov, expuestas justo una década antes de las afirmaciones y predicciones de Yudkowsky y Caplan, cuando las investigaciones sobre IA estaban en sus comienzos.

La situación, no por aún lejana menos grave, exige reflexionar sobre el hecho de que unos humanoides indiferenciados de los humanos, producidos en una producción en serie, habrán de invadir el planeta.

La población humana con una sobrepoblación ya preocupante, habrá de sumársele la población de humanoides que convivirán con los humanos con lo que, progresivamente, se irán integrando, que competirán el espacio de ocupación del planeta, con lo que, a los miles de millones, 7.100 millones, millón más millón menos, se calcula que somos en la actualidad, habrán de verse incrementados con una población de humanoides. La pregunta es: ¿dónde se supone que habrá de caber tanta gente?

Extrapolando una vez más en la hipótesis de futuro, es posible pensar que los androides, quebrantando la primera Ley del código de los robots: “Un robot no hará daño a un ser humano…”, no es en absoluto inimaginable pensar en que esos seres no humanos, androides, se revelen contra los humanos y pretendan dominar el mundo y, entramos aquí en el orden de la ciencia ficción premonitoria, compitan con los humanos por su hegemonía sobre el planeta. En alguna etapa de esa fantasía, uno de los androides pudiera plantearse por qué debían estar ellos sometidos a los humanos siendo ellos muy superiores. En una etapa subsiguiente ese robot se erigirá en líder de sus congéneres y les arrastraría a una revolución sin precedentes dirigida a eliminar a los seres humanos del planeta y quedarse solo ellos, los robots (5).

Y en esta fase del discurso no es nada difícil pensar en una inteligencia artificial autosuficiente (6), omnipotente, que lo pudiera todo, omnímoda, que lo abarcase todo, omnisciente, que pudiera saberlo todo, ubicua, que estuviera en todas partes a un mismo tiempo, y si se diera una inteligencia de esa naturaleza, ¿de qué estaríamos hablando? Una Inteligencia que habría querido igualarse a Dios.

Es posible que en un momento anterior de la eternidad haya surgido una inteligencia de ese tipo, a la que posteriormente llamaríamos Dios.

Y, para terminar, convendremos con el filósofo Teilhard de Chardin, “nada puede detener al hombre hacía… el desarrollo (liberador para el espíritu) de la máquina y de los automatismos …”. No es posible detener los avances científicos y técnicos y de la tecnología, pero algunos, muchos de tales avances causan pavor solo al pensar en sus consecuencias. El desarrollo hasta ese punto de hacer pensar a los robots permite prever conduce a la humanidad al caos.

Notas

(1) “La amenaza de los robots”. La Vanguardia. Tendencias, 25 enero 2016. Procede citar también el libro de Davis McAfee “The second machine age”.

(2) “El futuro que nos ocupa”. Magazine 23 de octubre 2016.

(3) John Roemer, “La Vanguardia”, La contra, 28/8/2017. Roemer es catedrático de Yale, premio Internacional de Catalunya de Economía.

(4) “El hombre bicentenario”, película protagonizada por el malogrado Robert William.

(5) Rememoranza de la película “Yo robot”.

(6) “Transcendence”, película estadounidense, de ciencia ficción, dirigida por Wally Pfister, estrenada en EEUU en 10 de abril 2014. Wikipedia. 

https://www.economistjurist.es/articulos-juridicos-destacados/la-carta-terrorificamente-demoledora/

 

 

 

 

 

 

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