Hernán Gonzalo Verdugo Fabiani Cuentos Didácticos de Física
Había una vez un
famoso vector, aburrido porque no se
le consideraba el sentido decidió viajar a la Luna, para ver si ahí, en ese
lugar, si había seres que lo consideraran en plenitud.
Y se encontró con unos enanitos verdes, fortachones y simpáticos, que le
hicieron miles de preguntas acerca de cómo era que en la tierra había seres que
no le encontraran sentido al sentido, siendo que es tan importante ya que si
así fuera no se sabría hacia dónde la Tierra atrae a la Luna o hacia dónde la
Luna atrae a la Tierra.
Los enanitos verdes le dijeron al vector: "no te ofendas, pero aquí también hay seres que se parecen a ti, pero nosotros los llamamos simplemente "flechas", así nadie se confunde".
El vector se miró a sí mismo y se quedó pensando un rato y ¡claro!, dice el vector, si toda la confusión nace de una tontera, yo nací para deleitar la matemática (un plato de comida muy rico que se sirve en la Tierra) y bueno llegaron unos que se decían físicos y me empezaron a utilizar y a usar. Ahí fue cuando algunos, que no eran físicos, no comprendieron mi naturaleza y no me entendieron y me quitaron parte de mi razón de ser.
Sin embargo, he visto que hasta el terrícola más simple, me utiliza correctamente, muchas veces ni siquiera me conoce, ni sabe de mi existencia. Permanezco oculto para miles y miles de personas, grandes, más grandes, chicos y más chicos, sin embargo, me usan y abusan.
Mira enanito verde, por ejemplo: a un niño terrícola lo envía su mamá terrícola a comprar un crédula (algo nuevo, que recién apareció en el mercado) y le dice: ándate en la dirección del viento y cuando llegues a la esquina toma el sentido de la aurora boreal pues ahí está lo que te pido, y el niño entendió muy bien el mensaje y no se perdió.
Yo, como soy un vector, me pongo a reflexionar y digo: si no hubiera un sentido ¿habría llegado el niño a buscar lo que su mamá le pidió?
Ves, hasta un niño puede usarme con facilidad, no sé por qué ahora, algunos terrícolas grandes me quieren ignorar, esto me entristece y ya no sé que hacer.
El enanito verde le dijo: “no te apenes, verás como aquí en la Luna te vamos a querer como te mereces” y el vector, muy entusiasmado, se quedó a vivir en la Luna.
Y no pasaron más de dos eclipses, y las campanas doblaron…El vector se prendó
de la Luna y aceptó vivir con ella para el resto de sus días o para la
eternidad, lo que llegue primero, y así el vector y la luna fueron felices para
siempre.
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