Conocido por su inteligencia, el filósofo clásico expandió sus ideas en torno a la moral a través de un método argumentativo novedoso: el diálogo.
Jonathan Lavilla
Junto a Aristóteles, se le considera uno de los más grandes filósofos de la Antigüedad.
Sócrates era un hombre
poco agraciado, bastante gordinflón y de ojos saltones. Pero tenía una mente
privilegiada. Nunca luchó por obtener riqueza o prestigio social. Aquel hombre
sabio y austero llevaba siempre la misma capa y apenas comía y bebía.
Su inconformismo le hizo
enfrentarse a la ignorancia popular y a las autoridades, que, poco a poco,
fueron señalándole como un individuo ajeno a las convenciones sociales, lo que
le hacía peligroso a sus ojos.
Influencia nociva. Se le
acusó de corromper a la juventud y de no reconocer a los dioses atenienses, por
lo que fue condenado a muerte en el Areópago o colina de Ares, un monte situado
al oeste de la Acrópolis de Atenas donde tenía su sede el tribunal que juzgaba
los asuntos criminales.
Su defensa ante ese
tribunal nos descubre la grandeza moral de Sócrates, su gran elocuencia y su
profundo civismo.
Platón, que no pudo
asistir a los momentos finales de su maestro, cuenta que Sócrates pudo haber
eludido la condena, pero que prefirió acatarla.
Con 70 años de edad, el
filósofo ingirió una dosis mortal de cicuta, método usado por los griegos para
quitar la vida a los reos que tenían que ser ajusticiados.
Inteligencia natural.
Sócrates nació en Atenas
en el seno de una familia bien asentada. Su padre era cantero y su madre,
comadrona. Cuando aún no se había convertido en un adolescente, los ancianos de
la ciudad quedaron prendados con su inteligencia natural y su agudeza de
razonamiento.
Se casó con la noble
Xantipa, una mujer de carácter que según la tradición le trató con dureza.
A lo largo de su vida,
Sócrates tuvo el privilegio de disfrutar el mayor esplendor cultural e
intelectual de su amada ciudad.
El pensamiento del
filósofo ateniense brilló gracias a Platón y a otros discípulos. A través de
ellos, Sócrates ejerció una gran influencia en el pensamiento occidental.
La importancia del
diálogo. El filósofo estaba convencido de que la discusión era mucho más
importante que la escritura. Por eso pasó la mayor parte de su vida en las
plazas públicas de Atenas provocando diálogos con sus conciudadanos.
Pese a haber tenido
numerosos seguidores, no fundó ninguna escuela de filosofía ni tampoco escribió
ningún libro. Creía que el primer deber del hombre es ser virtuoso y evitar la
injustica y el mal. “El que obra mal se perjudica a sí mismo”. Afirmaba que la
maldad y los vicios eran producto de la ignorancia y que ninguna persona desea
el mal de forma natural.
La
ironía socrática
Este maestro de la
elocuencia opinaba que el verdadero conocimiento radica en principios
universales válidos para todo el mundo. Empleaba la ironía para dialogar con
sus ciudadanos.
Les dejaba hablar y fingía
querer aprender de ellos, aparentando ser un hombre ignorante, para luego poner
en evidencia la incongruencia de sus afirmaciones. Era el método que se conoce
como “ironía socrática”, la cual queda expresada con su célebre frase: “Yo sólo
sé que no sé nada”. De esa forma lograba que sus interlocutores aprendieran a
pensar correctamente.
Sócrates criticó a los relativistas por afirmar que la virtud, la justicia o cualquier otro concepto moral no podían ser susceptibles de una definición universal. Según los relativistas, esos conceptos morales eran una convención. Decían que la justicia en una ciudad no tiene por qué ser igual en otra. Por el contrario, Sócrates creía que la justicia y otras categorías morales debían ser lo mismo en todas las ciudades y que su definición tenía que ser universal.
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