Cuando Midas aún era un niño, una adivina le había predicho que conseguiría poseer una gran riqueza. Con ello en mente a lo largo de toda su madurez, consiguió convertirse en un rico y poderoso rey, pero nunca se conformaba con la riqueza y poder que ostentaba, si no que siempre deseaba más, queriendo poseer y disfrutar de todo aquello que fuera posible.
Un día Sileno, un amigo del dios Dionisio, fuertemente afectado por los efectos del vino, terminó quedándose dormido en el impresionante jardín de rosas propiedad del rey Midas. Cuando a la mañana siguiente los jardineros lo descubrieron, fue inmediatamente enviado ante la presencia del rey, quien lo reconoció y trató con hospitalidad.
Durante diez días y diez noches, Sileno le entretuvo con una incesante
serie de relatos y diversiones, al cabo de los cuales como huésped del rey
Midas, Sileno regresó sano y salvo junto a Dionisio, el cual estaba preocupado
por la larga ausencia de su amigo.
Ante la alegría por el regreso de su amigo, Dionisio, en recompensa, le
ofreció a Midas el cumplimiento de cualquier deseo que quisiera por cuidar de
Sileno durante esos días.
La codicia de Midas le poseyó entonces por completo, confesando a
Dionisio su deseo: “Que todo lo que toque se convierta en oro”. Dionisio se lo
concedió, pero le entristeció que la elección no hubiese sido mejor. Simplemente
con esa petición, el deseo se convirtió instantáneamente en realidad. Midas
hizo el camino de regreso regocijándose con su recién adquirido poder, el cual
se apresuró en comprobar; tocó una rama partida en el suelo, y esta se
convirtió en oro; cogió una piedra con su mano y esta se convirtió en oro, tomó
una manzana del árbol, y esta se convirtió en oro.
Pero la felicidad del rey no duró mucho tiempo. En cuanto llegó el
momento de celebrar con un manjar el deseo concedido por Dionisio, tomó pan, y
este se transformó en forma de oro en su boca, intentó entonces beber un poco
de vino, pero éste fluía por su garganta como oro derretido. Todo aquello que
tocaba con sus manos o se llevaba a la boca se convertía en oro.
Consternado y desesperado ante esta desgracia sin precedentes, odió el
don que antes codiciara, esto le llevó a pedir al dios Dionisio que lo
liberase de su poder, que se había
transformado en maldición. Éste no tardó en compadecerse de él, y le contestó:
“Ve a la montaña en busca del río Pactoló, sigue su corriente hasta su
nacimiento y sumerge en el agua tu cabeza y cuerpo. Lava allí tu falta y tu
castigo”. Midas inmediatamente obedeció la orden divina, y salió en busca del
río. En el momento que lo encontró en lo alto de la montaña, se sumergió bajo sus
aguas, y la maldición lo abandonó instantáneamente.
Análisis y
Comprensión Lectora
1. ¿Qué le llamó la atención de este relato mitológico
griego?
2. ¿Qué enseñanzas refleja este relato?
3. ¿Cuál deseo pediría ser concedido si tuviese esa
posibilidad?
4. ¿Por qué antes de criticar las actuaciones ajenas no
pensamos en las nuestras?
5. La envidia, la
avaricia, la gula, la pereza, la ira, la soberbia y la lujuria son considerados
pecados capitales.
¿Qué piensa al respecto de
estos pecados capitales?
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