Hace bastante años, cuando trabajaba como paramédico voluntario en un lejano hospital de Detroit (en Michigan, Estados Unidos), conocí a una jovencita llamada Elizabeth, la cual sufría de una rarísima enfermedad.
Su única posibilidad de recuperarse era una transfusión de sangre de su hermano menor, un niño de 5 años, quien milagrosa e increíblemente había logrado sobrevivir a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla.
El doctor explicó con detalle la situación al pequeño hermano de la joven, y le preguntó si estaría dispuesto a darle su sangre. Lo vi dudar por un breve momento antes de tomar un gran suspiro y decir: "Sí, lo haré si eso salva a Eliza".
Mientras la transfusión se hacía, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, muy sonriente, mientras nosotros los asistíamos y velamos regresar el color a las mejillas de la jovencita.
De pronto el pequeño se puso pálido y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa: "¿A qué hora empezaré a morir?"
No había
comprendido al doctor;
pensaba que tendría
que darle toda
su sangre a su
hermana. Y aun así, había aceptado.
Adaptado
de: “La Culpa Es De La Vaca”.
Responder lo Siguiente:
1. ¿Valora el amor que le brinda su familia?
2.¿Logra amar con sinceridad a su
familia?
3. ¿Ha logrado una vida con fe,
amor y paz?
4. ¿Valora la amistad leal y sincera de sus amigos?
5. ¿Usted se esfuerza y da todo por
quienes quiere y ama?
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