Mientras
lo llevaba a su casa,
permaneció en silencio. Cuando llegamos, me
invitó a conocer a su familia.
Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño
árbol y tocó las puntas de las ramas con ambas manos.
Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación. Su
bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le
dio un beso entusiasta a su esposa.
De regreso me acompañó hasta el carro. Cuando
pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo que lo
había visto hacer un rato antes.
"Este es mi árbol de problemas -contestó-.
Sé que no puedo evitar tener problemas en el
trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a
mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada
noche cuando llego a casa, y en la
mañana los recojo
otra vez.
Lo
divertido -dijo sonriendo-
es que cuando
salgo a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la
noche anterior".
Tomado de: La culpa es de la vaca.
Responder:
1. ¿Qué hace con sus problemas?
2. ¿Carga sus problemas a
dónde va?
3. ¿Cómo enfrenta usted sus
problemas?
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