André Glucksmann quizá sea el filósofo francés más polémico de las últimas décadas. Participó activamente en Mayo del 68 y hace poco escribió, junto a su hijo, un libro sobre ese año.
SEMANA habló con ambos en París.
Por Carlos de Lestraint
André Glucksmann (71 años) es probablemente el filósofo más polémico de Francia. Después de haber participado como militante maoísta en la rebelión juvenil de Mayo de 1968, accedió a la fama con su libro La cocinera y el devorador de hombres. Reflexiones sobre el Estado, el marxismo y los campos de concentración, una feroz denuncia del gulag soviético.
Posteriormente,
ayudó a los boat people vietnamitas, apoyó a Estados Unidos en la guerra de
Irak contra Saddam Hussein y ahora respalda a los rebeldes chechenos en su
lucha por la independencia contra Rusia. En 2007 escandalizó a la "divine
gauche" francesa cuando apoyó la candidatura presidencial de Nicolas
Sarkozy.
Junto a su hijo Raphaël (29), politólogo y realizador de documentales para
televisión, acaba de publicar el libro: Mayo del 68 explicado a Nicolas Sarkozy.
SEMANA los entrevistó a ambos en París para tener una
doble mirada sobre ese movimiento que hace 40 años conmovió al mundo.
SEMANA: ¿Cuál fue el principal desencadenante de Mayo de 1968?
André Glucksmann: Mayo del 68 puso en crisis los principios de un modo
de vida y de pensamiento que estaban totalmente reprimidos. Fue una de las
"crisis de civilización más profundas" de la historia, como dijo el
escritor André Malraux. Cuestionó con igual vigor el autoritarismo y los
valores de la sociedad francesa -incluso de toda la sociedad occidental-, como
la guerra de Vietnam y las dictaduras opresivas del comunismo soviético en Europa
Oriental.
SEMANA: ¿Un 'heredero' de mayo piensa lo mismo?
Raphaël Glucksmann: Esas tres semanas revolucionarias impusieron,
además, la ideología de la transparencia, que nació cuando el líder simbólico
de Mayo del 68, Daniel Cohn-Bendit, obligó a transmitir en directo por radio
las negociaciones entre estudiantes y representantes del poder. Ese
acontecimiento casi insignificante demolió la cultura del secreto, expresada
por Torcuato Tasso cuando le hace decir a su personaje Torrismondo: "No se
deben confiar los secretos de los reyes al vulgar insensato". Aun así, la
cultura del secreto persiste, sobre todo en la cúspide del Estado.
SEMANA: Durante la campaña electoral de 2007 en Francia, Nicolas Sarkozy
pretendió enterrar los valores de Mayo del 68...
A.G.: Fue un argumento táctico, como explicó la 'cronista' de la
campaña, Yasmina Reza. Sarkozy era consciente de su mala fe. Una condena
destinada a ganar votos.
SEMANA: ¿Fue sólo una jugada táctica o realmente quiso sepultar la
ideología lib-lib (liberal-libertaria) de Mayo del 68?
R.G.: Sin los cambios que provocó Mayo del 68 en las costumbres
políticas y en la sociedad, Sarkozy nunca habría podido ser presidente. Eso es
lo que no entendió. Su eslogan de "ruptura" es una idea que resume
todos los valores de 1968. La idea de nuestro libro nació en ese momento. Había
que explicarle el alcance que tuvo ese Mayo.
SEMANA: ¿Esa rebelión fue un 'accidente sociológico' y una 'sorpresa',
como dijo Edgar Morin?
A.G.: Ninguna de las dos cosas. La marmita había entrado en ebullición
desde hacía mucho tiempo. Por un lado, fue la respuesta a la opresión de un
autoritarismo político que no admitía la menor disidencia. Pero Mayo del 68
también es hijo de la intervención de los tanques rusos en Hungría, en 1956.
Todos los dirigentes estudiantiles eran ex comunistas expulsados del partido
por haber protestado contra esa intervención. No hay que olvidar que cuando el
poeta comunista Louis Aragon quiso entrar a la Sorbona, Cohn-Bendit le gritó
con el megáfono: "¡Aragon, no olvides que tus cabellos blancos están
manchados de sangre!".
SEMANA: ¿Los jóvenes también lo piensan de esa manera?
R.G.: Cuando filmaba mi documental La revolución naranja sobre la
rebelión ucraniana contra la herencia de sistema ruso, unos de sus
protagonistas me dijo: "Nuestra revolución fue una sorpresa, incluso para
quienes la preparábamos". Vaclav Havel (dramaturgo y ex presidente checo)
relata que la mayor sorpresa de la revolución de terciopelo en Checoslovaquia
fue advertir que había millones de personas dispuestas a dar la vida para
terminar con la opresión soviética. Toda revolución respeta una lógica y, al
mismo tiempo, es una sorpresa.
SEMANA: ¿Hay una herencia de Mayo 68?
A.G.: Todos los movimientos revolucionarios que estallaron en Europa y
América Latina en los últimos 40 años tuvieron como referencia a Mayo de 1968.
En algunos casos como modelo y en otros casos para repudiarlo. Pero no se puede
hacer un catálogo de la herencia. Una clave de ese movimiento es que no dejó un
dogma. Yo viví Mayo del 68 como una subversión filosófica, una experiencia
socrática: ponemos todos los problemas sobre la mesa, cuestionamos todo y, si
no hay solución, mala suerte.
R.G.: Uno de los dirigentes de la revolución naranja -un movimiento
antimarxista, pronorteamericano y liberal— me dijo: "¿Ves cómo se puede
hacer Mayo del 68 en invierno?". Cada uno extrae de ese Mayo las lecciones
que le parecen convenientes, pero no es una fuente de método. Tampoco se puede
soñar con repetir esa experiencia. Cada revolución es única e irrepetible.
SEMANA: ¿Los intelectuales tuvieron una influencia decisiva en Mayo 68 o
se apropiaron de la revolución 'a posteriori'?
A.G.: No se puede decir que los intelectuales hayan tenido la misma
influencia que ejercieron Diderot o Voltaire en la preparación de la Revolución
Francesa de 1789. Mayo 68 nació y creció de manera casi espontánea, y fue
manejada por activistas estudiantiles que tenían una fuerte experiencia en
movimientos que eran -a la vez- antisoviéticos y antinorteamericanos. Dany
Cohn-Bendit no era un intelectual y, posteriormente, nunca pretendió asumir ese
papel. Los intelectuales tuvieron una participación paralela: eran los encargados
de poner un poco de orden en las ideas y en los eslogans para darle contenido
al movimiento…
R.G.: …y luego se apropiaron de la herencia. Los activistas casi no han
hablado de aquella experiencia. El análisis y la teorización quedaron en manos
de los intelectuales.
SEMANA: En todo caso, fue la primera revolución sin sangre...
A.G.: Ese fue uno de sus aspectos sobresalientes. En Mayo del 68 había
barricadas, pero también hubo barreras. En Alemania, el sociólogo Rudy Dutschke
había desarrollado poco antes la teoría de que era necesario "atacar las
cosas, los símbolos y las ideas, pero no a los seres humanos". En París,
Cohn-Bendit iba todas las noches barricada por barricada tratando de calmar a
los más exaltados, a los que querían tomar las armas contra el Estado. Incluso,
se instaló un teléfono rojo entre la Sorbona y la policía para evitar
desbordes, tanto de los estudiantes como de las fuerzas del orden. Mayo del 68
fue un tsunami de ideas y eslogans -algunos geniales y otros bestiales-, pero
no se disparó un solo tiro.
SEMANA: Esa 'excepción francesa' fue luego imitada en el resto del
mundo...
R.G.: Así ocurrió desde la revolución de los claveles (en Portugal) en adelante. El posfranquismo en España y la revolución de terciopelo en Checoslovaquia se hicieron pacíficamente. Hasta el Muro de Berlín, que marcó simbólicamente el derrumbe de un imperio, cayó como resultado de uno de los movimientos de masas más grande y más pacífico de la historia de Europa del Este. El derrumbe pacífico de la Unión Soviética le debe mucho a Mayo 68.
https://www.semana.com/fue-tsunami-ideas/92495-3/
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