jueves, abril 20, 2023

Acerca de nuestra imposibilidad para trascender

 



 

por Mercedes González García

Trascendencia puede significar muchas cosas en contextos muy diversos. Pero es una palabra que tiene cierto peso en los debates filosóficos y teológicos. Sin embargo, tengo que decir que, en mi opinión, a menudo hay equívocos en su uso. Esto implica que su significado puede cambiar o no estar claro cuando lo utilizan personas que, a su vez, pueden cambiar dentro de la misma discusión.

Es un término escurridizo. Intentemos precisarlo.

De lo que no quiero hablar es del “trascendentalismo” como fenómeno espiritual, solo para acotar la discusión que sí quiero tener. Como palabra, “trascender” significa ir o escalar más allá, así que, en términos espirituales, se trataría de alguna forma de autorrealización en la que la mente puede ir más allá de sus límites normales.



También existe el ámbito filosófico moderno de la fenomenología, que en filosófico significa el estudio y el ámbito de la experiencia consciente. Podríamos ir más allá de nosotros mismos para experimentar otro objeto, o algo parecido.

Nosotros, individualmente, concebimos estas cosas: aquí, una manzana verde (donde los realistas dirían que existen los universales de “verdor” y “aplicación” y cualquier otro universal que pudiera estar implicado). Otra cosa verde u otra manzana instanciarán estas propiedades. Son propiedades similares o comunes, pero esa relación es conceptual y depende del experimentador. Estos objetos no se basan en un universal objetivo que exista en una dimensión abstracta.

Para volver a relacionar todo esto con la trascendencia, lo que creo que Hart y la interpretación de su escrito arriba indican es la idea de universales.

Así que cuando todos deseamos cosas, y el teísta aquí (Hart es un universalista, para tu información, creyendo que todos accederemos al cielo, etc.), la observación es que hay algún “Bien” o “deseo” trascendente.

Pero, para mí, solo veo lo común. No es que esta idea de bondad o deseo conecte a todas las personas, o que todos estemos extrayendo de alguna forma perfecta o algo en el éter. Simplemente, todos deseamos la bondad, o lo que sea que se proponga.

Todos nos movemos. ¿Significa eso que el “movimiento” es trascendente?

Un ejemplo mediante el color

Parte del problema con el realismo platónico y la idea de los universales es exactamente cómo son trascendentes.

¿Cómo accede una manzana verde a los universales de “verdor” y “aplicación”?

¿Qué ocurre ahí?

Hay que suponer que existe otra dimensión abstracta o éter en la que estos universales solo existen en abstracto, pero también hay que sugerir no solo una relación entre la manzana verde real y los universales (¿es la relación real o conceptual? Véase el problema de la regresión de Bradley), sino también que existe algún tipo de conexión tangible entre ellos.

¿Qué conecta lo verde con todo lo verde?

¿Existe siquiera lo verde?

No. No fuera de nuestras cabezas. No hay que confundir las propiedades de un objeto que nos llevan, como observadores, a interpretar ese objeto como verde. No confundas el mapa (lo que utilizamos para navegar por la realidad: nuestros marcos mentales y nuestra interpretación o percepción) con el terreno (la realidad real).

Podría decirse que no existe un color individual (rojo o verde) fuera de nuestro etiquetado conceptual subjetivo, de nuestro truncamiento, o troceado, de una sección arbitraria del espectro cromático. Cuando estamos de acuerdo -porque tenemos cerebros, sociedades y culturas similares- creamos enciclopedias, diccionarios, lecciones de arte y ruedas de colores. Pero estas ideas sobre el color morirán con nosotros. No son… trascendentes. No en ningún sentido objetivo. Sí, trascienden el tiempo y el espacio a medida que avanzamos en la historia y seguimos manteniendo el sentido de estos colores.

¿Trascendencia del alma?

La trascendencia de las almas es otro tipo de trascendencia y esto bien podría ejemplificar un equívoco del término. Lo que los teístas creen aquí es en un vehículo que trasciende de forma más evidente (aparentemente) distintos ámbitos de la existencia: la vida terrenal, el cielo y el infierno.

Cuando morimos, argumentan, hay algún aspecto de nuestra dualidad cuerpo y mente, o existencia eterna, que mantiene y va más allá de la realidad material para llevar nuestro ser al cielo o al infierno, dependiendo de lo que Dios haya predeterminado diseñado creado ordenado concedida gracia (o no) conocido de antemano permitido que suceda.

Puedo entender este tipo de trascendencia. Es decir, el alma no existe y, como me he esforzado en explicar en innumerables ocasiones, el cielo y el infierno son totalmente incoherentes a la luz de un Dios (omnisciente, poderoso y amoroso). Este tipo de trascendencia tiene algún sentido, aunque no se produzca realmente.

Cita este artículo (APA):

González, M. (2023, 13 de abril). Acerca de nuestra imposibilidad para trascender. Filosofía en la Red.

 https://filosofiaenlared.com/2023/04/acerca-de-nuestra-imposibilidad-para-trascender

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