Hernán Gonzalo Verdugo Fabiani
Cuentos Didácticos de Física
En un lugar muy lejano y cercano a la vez había un hombre que se había hecho conocido por inventar cosas inútiles. Le llamaban el señor Deschavetado.
Un día, viendo que la lluvia inundaba su entorno y que no tenía cómo impedirlo inventó un dispositivo que hacía que las gotas de lluvia en vez de caer hacia abajo caían hacia arriba.
Los demás hombres estudiaron y analizaron el nuevo invento del señor Deschavetado y vieron que con ese dispositivo los aviones se podían elevar más rápido y sin dificultad.
Con el mismo dispositivo, los hombres, hicieron volar vacas y elefantes.
Lo usaron con ellos mismos y empezaron a viajar de un lado a otro sin necesidad
de usar el automóvil, ni los trenes, ni los aviones. Muchas empresas de
transporte se fueron a la quiebra con el invento del señor Deschavetado.
Algunos hombres usaron exageradamente el dispositivo y viajaron a la Luna, otros se equivocaron de rumbo y se perdieron en el espacio.
Un día un afamado hombre, famoso por sus acrobacias en paracaídas fue a
hacer una de sus gracias, pero se dio cuenta que no pudo practicar el
paracaidismo. Las alas delta se elevaban y se perdían sin retornar, los
futbolistas no podían patear la pelota sin que saliera de los estadios.
Un señor que se hacía llamar Gravitón, y que también era un conocido locutor de radio y televisión, encontró que el nuevo invento del señor Deschavetado era incomprendido y hacía que la gente se confundiera y también se perdiera en el espacio. Llamó a toda la población y les invitó a un concurso, aquel que encontrara un dispositivo que anulara el dispositivo del señor Deschavetado sería premiado con la mano de su hija, la hermosa Gravedad.
Y pasaba el tiempo y la gente no podía ya levantar un pie sobre la Tierra pues terminaba elevándose en el aire.
Los que más se alegraron del invento del señor Deschavetado fueron los dueños
de la única empresa que vendía motores para bajar.
Otros que ganaron con el ya discutido invento fueron los fabricantes de cordeles, pues la gente tenía que amarrar todas las cosas para que no se les arrancaran hacia arriba.
Los inventores de motores para bajar y cuerdas para amarrar las cosas que suben
reclamaban la mano de la hija de Gravitón, pero él decía: ¡no señores!, el
invento debe ser tal que la gente y las cosas se comporten en forma natural,
como siempre solían hacerlo.
Además ustedes inventaron esas cosas para ganar dinero, pensaron solo en cómo llenar sus bolsillos y no en cómo hacer feliz a la gente. Y fue entonces que apareció un señor que se hacía llamar Leydela.
Leydela ideó un dispositivo que hacía que todo cuerpo que tuviera masa se atrajera entre sí.
Primero lo aplicó con una manzana que había en un árbol. Convocó a toda la
gente y a todos los medios de difusión para que vieran el uso de lo que había
ideado. Entonces, tomó una tijera, cortó la ramita que sostenía la manzana y,
¡Oh sorpresa!, la manzana cayó para abajo y no para arriba como ya se había
hecho normal.
El poder de los inventores de los motores para bajar y de las cuerdas para amarrar era tan grande que lograron detener la aplicación del invento del señor Leydela durante mucho tiempo. Pero, poco a poco la gente se empobrecía y ya no podía comprar motores para bajar y cuerdas para amarrar. Y nuevamente empezó a perderse gente que se iba al espacio y otras cosas que seguían el mismo camino. Muchas especies animales empezaron a extinguirse.
Y no sabemos si fue al comienzo o al final de los tiempos cuando por fin la gente se dio cuenta de que el invento del señor Deschavetado no resultó ser todo lo bueno que al comienzo se creyó.
La gente protestó, hacían reuniones y sacaban declaraciones. La gente ya no
resistía más.
Las autoridades viendo que podían perder la confianza del pueblo convocaron a
los legisladores para que estudiaran la situación. Al cabo de cierto tiempo
apareció la llamada Ley de la Antigravedad. En ella se impedía el uso de
cualquier dispositivo que hiciera elevarse las cosas sin uso de motor o alas.
Entonces Leydela fue convocado por la autoridad y a petición de ella aplicó el dispositivo, por él diseñado, a todo el mundo.
La gente al fin pudo saltar sin perderse en el cielo, las vacas dejaron de volar y la lluvia volvió a mojar la Tierra.
Gravitón llamó a Leydela y le entregó la mano de Gravedad en una hermosa ceremonia. Desde entonces Leydela y Gravedad empezaron a ser conocidos como Ley de la Gravedad. Y la humanidad volvió a ser feliz.
Los inventores del motor para bajar, rediseñaron el aparato y lo rehicieron como motores para subir. Desde entonces se han hecho más ricos aún.
Ahora, el hombre no puede vivir si no es por la buena acción de la pareja llamada Ley de la Gravedad; que se hizo tan y tan famosa en todo el universo, que ahora se le conoce como: la Gravitación Universal.
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