miércoles, febrero 24, 2021

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Godofredo Cínico Caspa - Café Picante

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Jaime Garzón

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María Jimena Duzán

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Juanpis

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Café Picante

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Me dicen Wally

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Protocolo de Bioseguridad IE O. Harry - J. Kennedy

  









domingo, febrero 21, 2021

La historia de Melquiades Olaf Nogueira Olivera





A este adolescente, algunos vecinos y unos pocos compañeros, le decían el Mono Olafo, apodo que a él le incomodaba porque no le gustaba. Esto, obedecía a una singular situación, resultado de la combinación de las iniciales de sus nombres y apellidos: Melquiades Olaf Nogueira Olivera. Además, el significado de su primer nombre era “el que pertenece a la familia pelirroja” y él era pelirrojo. Su segundo nombre, Olaf, evocaba a Olafo, el vikingo, el personaje de la tira cómica de Dik Browne.
  
Melquiades Olaf, se distinguía por acatar las normas, ser un ciudadano ejemplar, respetuoso con sus compañeros, familiares, amigos y vecinos; y con todo aquel con quien tuviera contactos, por esporádicos que fueran. Se destacaba por su rendimiento académico, y, aunque se le dificultaba la comprensión en algunas materias, se esforzaba por cumplir y hacer las tareas y consultas que ponían los profes, como cariñosamente les decía. Fue propuesto por sus compañeros como candidato a la Personería Escolar, siendo impugnada su aspiración, por haber sido amonestado al asistir a la Institución con unos cordones diferentes a los del uniforme, así que no pudo presentarse.

Su carácter era particular y excepcional, rechazaba el maltrato hacia todo ser vivo, así como cualquier situación de discriminación, señalamiento o injuria que alguien le hiciera a otra persona, ya fuera por sus rasgos particulares, su forma de ser o  idiosincrasia distintiva. Era una gran persona, de reconocida honestidad y de servicio al prójimo.

Logró que sus vecinos se respetaran entre sí, pues los convenció de que la coexistencia pacífica dependía en gran parte de la tolerancia y el respeto, de ser moderados y de tratar bien a  los demás; de reconocer y valorar la diferencia y la multiculturalidad, pues en el sector, habitaban familias de orígenes y costumbres disímiles: gitanos, indígenas, afrodescendientes, cristianos, católicos, extranjeros y gentes de muchas partes de Colombia, cuyos integrantes tenían diferentes actitudes e ideologías, así como personas de variadas preferencias y gustos: había rockeros, deportistas, poetas, fanáticos religiosos, físico-culturistas, rastas, pintores, entre otros.

Fue él quien acogió a la familia de don Antónimo Torrado, a su esposa, doña Voluntad  Agripina Chesster y a Libertad, hija de la pareja.

En su tierra natal, sufrieron discriminaciones y menosprecio, debido a los rasgos gitanos de don Antónimo, y a las facciones orientales de la madre, y de su particular hija.

Procedentes de una aldea lejana, venían por primera vez a una ciudad, llenos de temor e incertidumbre, a la desconocida mole de gigantes de cemento.
Conociendo su situación, les recomendó a los recién llegados, matricular a Libertad, en la Institución donde estudiaba, y debió defender con ahínco, ante algunos de sus compañeros, la singular apariencia de Libertad, a quien los estudiantes apodaron casi de inmediato como: “La estatua”, debido a su complexión, y también por la indumentaria que la caracterizaba, circunstancia que indujo a algunos, a solicitar a las directivas de la Institución, que le negaran el cupo, argumentando que era una chica rara.

No fue la única que llegó por esos días al barrio y al colegio. Por diferentes circunstancias, también vinieron a residir y estudiar, dos miembros de la comunidad Rom, una joven afrodescendiente de raíces nigerianas, un adolescente, auto-declarado hacker metalero, dos primos de tendencias góticas y un nerd.

Estos, se unieron a  Melquiades Olaf y a Libertad, y en compañía de otros estudiantes, pasaban el tiempo juntos y compartían sus vicisitudes, alegrías e inquietudes, formando un grupo de jóvenes con características personales muy particulares, abstemios, respetuosos y fraternos. Se hicieron buenos amigos, y compartían sus disímiles gustos, con respeto y admiración entre ellos, lo que llevó a comentarios irrespetuosos por parte de personas insensatas. Sin embargo, esto reafirmó su sincera y sana amistad.

De Melquiades Olaf, son conocidas varias anécdotas, que reflejan la personalidad y actitud de este joven. Una de ellas, se refiere a don Aquiles Agamenón, a quien, por hacerlo sentir mal, le decían “don Aquí”. Don Aquiles, era el señor del quiosco, al cual   Melquiades Olaf, le compraba desde hacía más de nueve años, periódicos y revistas; y aun siendo Lucas, “el peludo”, hijo de don Aquiles, uno de sus mejores amigos, don Aquiles no le respondía el saludo a Melquiades, quien en cambio,  le decía: “buenos días don Aquiles, ¿cómo está?, hoy voy a llevar…”, obteniendo como respuesta una indiferente mirada. En el barrio, era conocida la postura discriminatoria de don Aquiles.  

Ante esta reiterada situación, un día, Lucas, inquiere a Melquiades Olaf, y le dice: “¡vos si sos bobo!, ¿pa’que saludás a mi papá si él nunca te saluda ni te responde?” Ante lo cual, Melquiades le contesta: “esa es la naturaleza de tu papá, la mía es como soy, y no voy a permitir que la actitud áspera de don Aquiles, condicione la mía, por eso siempre lo voy a saludar y a dar las gracias, aún a sabiendas que no me responderá”. 

En otra ocasión, el sacerdote de la parroquia del barrio donde habitaba Melquiades Olaf, padre Alejandrino Moscatelli, prohibió a las jóvenes ingresar a la iglesia vestidas de faldas cuyos ruedos estuvieran más arriba de la rodilla. También vetó a las jóvenes que se vestían de jeans, pues “quedaban muy forradas”, y en pleno púlpito, denigró de las mujeres que se tinturaban el cabello y se maquillaban, ya que, según él, “resaltaba demasiado su figura, distrayendo a los feligreses y alejándolos de Dios”. Además, manifestó pública y abiertamente que las mujeres no deberían ser médicas, abogadas o ingenieras, pues su carácter les impedía un buen desempeño en estas profesiones.

Ante esto, el joven Melquiades, le manifestó que estaba cometiendo una ominosa arbitrariedad, siendo ignorado por el padre Moscatelli, persistiendo en su posición.

Queriendo Melquiades divulgar lo sucedido a Libertad Torrado Chesster, en su pueblo natal, escribe un artículo e intenta publicarlo en el periódico comunal, siendo censurado por el editor al considerarlo irrelevante para la comunidad, negando su publicación. Por esto, decide divulgarlo en su blog, generando buenos comentarios; sin embargo, hubo unos pocos injuriosos, descorteses y hasta calumniosos.       

El relato de Melquiades comienza, cuando, un día, en la escuela rural el Satélite Polar, donde estudiaba Libertad, tuvo que soportar la burla de un compañero de estudio, que venía de otro pueblo, al decirle que parecía adoptada, pues no se parecía a sus padres, que sus rasgos eran inciertos, y que por su idiosincrasia, estereotipo y género, el aprendizaje le era esquivo. La actitud discriminatoria y misógina de Abelardo, se repetía constantemente, ya fuera en el aula, en el patio, y aún en cualquier calle del pueblo.  

Libertad soporta las circunstancias con decoro, pues su queja no fue tenida en cuenta por la profesora Fecunda Valenciana, la directora del grupo, tampoco por el coordinador ni por el director de la escuela; ya que Abelardo es familiar del mandamás del pueblo; y don Antónimo, el padre de la pequeña Libertad, fue intimidado para  dejar las cosas como estaban y evitar situaciones incómodas para su familia, como quedarse sin trabajo, por ejemplo. Así que, mientras organizaban todo para marcharse, tuvo que soportar y tolerar la estigmatización y la discriminación de la que era víctima. 

Ante esta circunstancia Libertad intentó trasladarse a otra escuela cercana, posibilidad que le fue negada. Argumentaron las directivas que en el Informe se le acusada de injuria y calumnia, además de no cumplir los requisitos, siendo uno de ellos el que no comulgaba con el dogma religioso dominante en la región y que orientaba la labor misional de la Institución Educativa en la que pretendía un cupo para seguir estudiando. 

Intentando buscar alivio espiritual a este infortunio, cierto domingo se fue para la Iglesia del pueblo, siendo impedido su ingreso por un fervoroso feligrés, ante la mirada pasiva del sacerdote y demás parroquianos. Alegó el represor, que su presencia podía despertar susceptibilidades en los fieles que asistían al culto a orar.  

Para finalizar su artículo, Melquiades Olaf incluye un último y penoso episodio que le sucede a la familia Torrado Chesster.
Relata que un viernes, Libertad amaneció con fiebre y fuerte dolor de garganta, ante esto, los padres deciden llevarla al médico, pero el director del Hospital Municipal, les exige que paguen por adelantado una cifra muy alta de dinero; y además, afiliarse a un costoso programa de medicina prepagada, de lo contrario, no la atenderían.

Se regresan a su hogar y, desesperados, acuden a la Defensoría del Pueblo, buscando asesoría para que se diera solución a su situación, siendo atendidos por la delegada para la salud y seguridad social, quien recibe su solicitud y les manifiesta que los llamará más tarde, pero pasan las horas y al no recibir ningún comunicado, regresan a dicha oficina, donde les informan que su caso está en poder de uno de los abogados, pero que lamentablemente este funcionario tuvo un imprevisto y debió salir de la ciudad. Con cierto desdén y de manera burlona, el recepcionista de dicha oficina, les dice que acudan al hechicero de la tribu a la que pertenecen, “para que cure a la muchachita”.

Esta fue una de las razones, por las cuales Melquiades Olaf decide acoger a la familia,  orientarla y acompañarla mientras se adaptan a la ciudad, su nuevo hogar.

Esta actitud de Melquiades Olaf, es la que lo caracteriza como persona y por la cual es respetado y admirado en su comunidad.















         
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