sábado, marzo 05, 2016

Cuentos para Descubrir la Vocación
Ser salesiano


No hay ninguna duda, que el discernimiento vocacional ha de ser un proceso largo, en el que se van dando pasos, grandes o pequeños. Son muchos los elementos que se han de tener en cuenta y normalmente necesitamos más tiempo que el de una simple reunión: tenemos convivencias vocacionales de varios días, procesos de discernimiento muy serios, acompañamientos eternos...

Sin embargo, hemos de reconocer que quienes participan de todo esto han tenido algún momento previo en el que “el gusanillo” ha comenzado a moverse.

Es en este momento previo donde situamos este cuento. En una convivencia normal, en un día de tutoría, en un encuentro de reflexión, en un rato de oración personal... se puede plantear la vocación. Ya sabemos que la profundidad no puede ser la misma, pero si se mueve la superficie tal vez salga lo del fondo.

Desconozco el autor del cuento (un amigo me lo pasó y él se lo mandó otro amigo), pero estoy seguro que lo escribió para ayudar. Hoy es patrimonio de todos... y nos sirve de pretexto para cuestionar la propia vida y la vocación de cada uno.

El valor del anillo

Primera Parte: LA  BÚSQUEDA      

Hacia el Siglo XII el maestro Agbahar era reconocido por todos en Medina por su sabiduría. A él concurrían muchos en busca de consejo y aliento.

Yuzzef hizo un largo viaje para llegar a la casa del Maestro y al llegar su turno le dijo: “Maestro Agbahar, siento que la vida me da menos de lo que merezco... Sé que debería estar mejor, ser más feliz, poseer más riquezas y sin embargo mi vida es mediocre y en el fondo poco placentera...”

 eres Yussef. Te has presentado ante el Maestro para decirle que esperabas más de la vida, que esperabas haber sido más feliz. Y él te pregunta ¿Por qué? ¿Qué esperabas que no hayas conseguido?

Dibuja en una hoja, con símbolos, la historia de tu vida.
Escribe cuáles eran tus preocupaciones más importantes en ese momento, qué esperabas y cuáles eran tus ilusiones.

Segunda Parte: EL  CAMINO

“Bien, bien...” -contestó el maestro
- “Mira... en estos momentos tengo un problema yo, así que te pido tu ayuda para resolverlo y luego podremos seguir con lo tuyo”.

Yuzzef se sintió sorprendido de que el maestro no tomase en cuenta su pregunta y le saliese con esta respuesta, pero no pudo menos que decir:
“¿Qué necesita, maestro?”
“Tengo que vender urgente este anillo por no menos de una moneda de oro... Te pido que tomes tu caballo, vayas al mercado y lo vendas... pero no aceptes menos de una moneda de oro”.

Dicho esto, tomó el anillo de su dedo y se lo entregó a Yuzzef quién -bastante molesto, para qué negarlo- subió a su caballo y se dirigió al mercado a cumplir el encargo.

Una vez en el mercado Yuzzef ofreció a la gente que pasaba el anillo pidiendo el precio que el maestro le había indicado. No consiguió más que burlas de la gente.

“¡Una moneda de oro por ese anillo! Muchacho, tú sí que estás loco... Te ofrezco tres de cobre y esta daga...”

La mejor oferta que recibió la obtuvo de una dama de buen aspecto quién envió a su criado para que ofreciese una moneda de plata. Horas después, cuando el mercado empezaba a cerrar, Yuzzef, agotado por el esfuerzo y totalmente decepcionado de tan ridículo encargo, optó por regresar a la casa del Maestro.

En el viaje de regreso incluso pensó para sus adentros: “¿Será realmente Agbahar tan buen maestro y sabio como se dice?... O ¿sólo un viejo ñoño y ambicioso que pretende una moneda de oro por este pedazo de lata sin valor?”.

Al llegar dijo -con cierto tono de molestia en su voz: “Agbahar... me desgañité en el mercado ofreciendo este anillo a todos los que pasaron, pero lo máximo que obtuve fue la oferta de una moneda de plata...”

“¡Ajá! “ -dijo el maestro casi sin mirarlo- “Entonces hazme otro favor. Ve a la casa de Joyero Real que está frente a la Mezquita y dile a él que te indique el valor del anillo. Pero no se lo vendas te ofrezca lo que te ofrezca. ¿Has entendido?”
Allí partió Yuzzef a cumplir el nuevo encargo, decepcionado y con la sensación de que el viejo lo tomaba como un sirviente y, lo que era peor, no había prestado aún ninguna atención a su consulta.

- - - - - - - - - - -

Sería fácil hacer preguntas y recibir respuestas. Nos quitaría problemas, no habría dudas, ni equivocaciones. Sin embargo no es así, el camino está lleno de pruebas, de subidas y bajadas, de caminos de tierra y autopistas.

Buscar el propio camino en la vida tampoco es fácil

En el cuento, Yuzzef pasa por diversos momentos que están muy presentes en la vida de cada uno y en nuestra relación con Dios.

Intenta identificar estos momentos en el relato y luego busca en tu vida.

       La decepción

* Busco a alguien y me decepciona
* El Maestro no me hace caso, no soy importante
* Lo que me pide no tiene sentido    
         
       Las dudas

* ¿Será este mi camino?
* Este Maestro ¿tiene algo que decirme, algo que ofrecerme?
* Yo pongo todo mi esfuerzo y no consigo nada ¿para qué me sirve?       
         
- - - - - - - - - - -

Al llegar al sitio indicado encontró al Joyero Real a punto de cerrar su negocio. Tras rogarle insistentemente, consiguió que entrase nuevamente y analizase el anillo.

“¿Cuánto cree que puede valer esto?”, preguntó Yuzzef convencido de antemano del escaso valor de la pretendida joya.

“Bueno... la verdad es que... yo diría...”, titubeaba el Joyero Real, mientras miraba el anillo desde todos sus ángulos. “Digamos que podría llegar a valer unas setenta monedas de oro... pero bueno, dado tu apuro, yo podría pagarte ya alrededor de cincuenta... cincuenta y tres como máximo...”.
La mandíbula de Yuzzef cayó dando a su rostro una estúpida imagen e impidiéndole articular palabra alguna. Esto fue tomado por el Joyero como una hábil estrategia de regateo, ya que sin darle tiempo a recuperarse le dijo:

“Está bien, está bien... Veo que eres un duro negociante, pero no tengo forma de conseguir más de sesenta y dos monedas de oro en este instante...”.

Yuzzef sin poder articular palabra aún, logró recuperar el anillo de la mano del Joyero -que se resistía a soltar la joya- y regresó a la casa de Agbahar.

Al ver su rostro sorprendido, Agbahar le dijo: “Hola, Yuzzef, ¿Qué te ha dicho el Joyero?”

“Realmente no lo puedo creer... Valoró el anillo en 70 monedas de oro y llegó a ofrecerme 62 en aquel momento. Quiere que regrese y se lo venda”.


La necesidad de encontrar respuestas, de dar sentido a la propia vida, de ser un poco más feliz, de compartir la propia felicidad... hace que los inconvenientes carezcan de sentido. Es más fuerte la confianza en el Maestro... a pesar de todo.

Sólo con paciencia, con esfuerzo, con fé... podemos seguir  caminando. Es entonces cuando se comienza a ver el horizonte, cuando las oscuridades se vuelven luces.

También existen estos momentos en tu vida: cuando todo parece hundirse, cuando estás a punto de tirar la toalla, cuando la soledad es más dolorosa... entonces surge una pequeña luz, allí donde menos lo esperas, donde es imposible, busca estos momentos, estas situaciones.


La sorpresa

* Ya estaba todo perdido pero...
* Lo que me pide sí tiene sentido      
           
La ilusión

* ¿Será este mi camino?
* Este Maestro ¿tiene algo que decirme, algo que ofrecerme?
* Mi esfuerzo produce frutos ¿Es éste el inicio de mi camino?  
         

Tercera Parte: UNA  NUEVA  BÚSQUEDA

“No, Yuzzef” -contestó el viejo mientras volvía a colocarse el anillo en su dedo.

“Conozco el valor del anillo y se trata de una joya más valiosa aún de lo que el pillo del joyero te dijo.

Este anillo perteneció a Mustafá II, el Supremo Sultán; aquí está su sello y cualquier joyero puede reconocerlo al instante”.

“Pero... no entiendo... ¿Por qué nadie en el mercado llegó a ofrecer más que unas pocas monedas de cobre por él?”

“Porque, Yuzzef, para advertir el valor de ciertas cosas hay que ser un experto. La gente en el mercado a lo sumo podría advertir el brillo del oro o el tamaño de una piedra incrustada, pero ninguno de ellos reconocería el Sello Real en el anillo”.

Tras invitar a Yuzzef con un gesto de su mano a sentarse, Agbahar prosiguió:

Lo mismo ocurre con tu vida... Estás esperando que la gente te reconozca o que el destino te favorezca, y no adviertes que el verdadero valor lo da el «sello real» que todos tenemos dentro... Regresa y saca provecho de tu vida, no por lo que los demás opinen o te den, sino por el verdadero valor de tu «sello real».

- - - - - - - - - - -

El Maestro conoce el valor de tu vida. Hasta ahora has ido de aquí para allá, buscando algo que pocas personas saben ver y apreciar.

Te has encontrado con gentes que desconocen tu búsqueda y no la dan ningún valor; otros han intentado aprovechar tu necesidad para satisfacerse a sí mismos.

Sin embargo el Maestro te ha ayudado a descubrir tu propia búsqueda, te ha dado pistas para que empieces a buscar de verdad.

Esta búsqueda es tu vocación, nadie la puede hacer por ti, muchos te pueden ayudar, pero sólo si actúan como el Maestro.

- - - - - - - - - - -

Ahora, intenta re-escribir en tu vida esta parte del cuento.
Utiliza estas pistas:

“Yo conozco el valor del anillo.
Se trata de una joya más valiosa de lo que te han dicho.”

El Maestro es Jesús y el anillo es tu vida.
¿Cómo crees que valora tu vida? ¿Tiene interés por ti?
¿Y tú, cómo valoras tu anillo: como el Maestro o como te han dicho?

“Muchos sólo pueden advertir el brillo del anillo, pero no su verdadero valor.”

“El verdadero valor lo da el «sello real» que lleva el anillo”

¿Cuál es el «sello real» que Dios ha puesto en tu vida?

¿Estás dispuesto a descubrir el valor de tu «sello real»  y orientar tu vida en consonancia con su valor?

¿Estás dispuesto a descubrir y vivir tu vocación?


Oscar Jesús Fernández, dominico

PD:   Si tenéis algún cuento que pueda ser utilizado para esta sección,
por favor enviadlo al Servicio Vocacional de CONFER 

No hay comentarios:

Publicar un comentario