Me declaro en rebelión
Dirán que me he vuelto
sentimental, pero cuando vi a esa bancada ahí, arengando en el vacío, como
pollitos sin gallina, se me partió el corazón.
Tengo una
hija que está próxima a hacer la primera comunión y con ella me encontraba
viendo el noticiero cuando informaron de la captura de Santiago Uribe.
-¿Ese señor
era el jefe de los 12 apóstoles? -preguntó perpleja.
-Aparentemente
-le respondí.
-¿Pero
acaso no era Jesús, es decir, el Mesías?
-Pues el
Mesías está reflexionando en su tristeza, pero el jefe era este…
-¿Y cómo se
llama?
-Santiago…
-Qué raro -dijo ella-: el profesor de catequesis nos enseñó que Santiago era uno de los
apóstoles, pero no el jefe…
-¿Y quién
es el profesor de catequesis? -indagué.
-El curita.
-¿César
Mauricio Velásquez? ¿Está en el país, para avisar a las autoridades?
En ese momento intervino mi mujer para salvar la situación.
-Ese señor -le
explicó- no es el jefe de los 12 apóstoles…
-Eso está
por verse -intervine yo-: pregúntale a Olga Behar…
-No, porque
el verdadero líder de los apóstoles era un santo -insistió, mientras me abría
los ojos como quien implora que no cometa más errores ante la niña…
-¿Un santo?
-intervino la niña-: ¿cómo el santo
Job?
-Así es -asentí-: como alias Job.
Sé que la pobre niña hace curso para ingresar a una religión en
la cual a uno le echan sal y agua en la cabeza apenas nace; le explican que una
paloma engendró a un Mesías con una mujer que no perdió la virginidad, y
le dicen en la comunión que se va a comer la sangre y el cuerpo de Cristo, como
un caníbal. Pero mi mujer es creyente, y la niña quiere comulgar, y en el fondo
el cirio nos va a resultar muy útil cuando comience el apagón. Además, la
religión católica enseña valores bonitos, como la compasión, a la que apelo
cuando necesito algo: desde que mi hija asiste a catequesis, por ejemplo, la
fórmula me ha resultado infalible.
-Pon el
noticiero -le digo cada noche-:
hazlo por compasión.
Y la niña cede. Esta vez también lo hizo, y por eso pude
observar la protesta del uribismo luego de la captura de don Santiago. La
organizaron frente a la Casa de Nari, como si todavía se manejara el poder
judicial desde allá. Pero el lugar parecía adecuado para el retiro espiritual
de mi hija, pobre gente: asustaban. Para mover las masas
uribistas, es mejor poner a bailar merengue al doctor Granados. Parecían gritar
arengas los 11 apóstoles restantes y nada más. En esa soledad se destacaban
José Obdulio quien, quizás como homenaje a su primo, sostenía un cartel con sus
propias manos; Óscar Iván Zuluaga, aplaudido por sus escoltas tras un vibrante
discurso, y Paloma Valencia, con su costal de naranjas al hombro y el pelo
esponjado:
-¿Y a ella
qué le pasó? -preguntó mi hija,
asustada.
-No te
afanes: es Paloma.
-¿Paloma
como el Espíritu Santo?-se angustió.
-Sí,
señora, igual.
-¿Y qué le
pasó en el peinado?
-Nada: tiene los pelos de punta, como todo
el país…
-¿Y por qué
grita que está en rebeldía? ¿Qué significa ‘rebeldía’?
Era una buena pregunta:
¿exactamente qué hace un uribista cuando se declara en rebeldía? ¿No chuza, no
cambia articulitos? Que se rebelen todos, entonces: que Paloma Valencia se peine; María Fernanda Cabal se vuelva
sensata; Ernesto Yamhure no difame cobardemente desde la distancia. Y que
respeten a Pachito.
-Rebeldía -le expliqué a mi hija- significa que no van a obedecer.
En ese momento hacían el paneo de la pálida manifestación, y
dirán que me he vuelto débil o sentimental, pero cuando vi a toda esa bancada
ahí, arengando en el vacío, como pollitos sin gallina, se me partió el corazón.
Antes de aquellas imágenes no sabía qué sentir. Sí: cuando el
apóstol Santiago organizó unos buenos muchachos en Yarumal no estaría recogiendo café, para decirlo en
un término muy de ellos. Indigna la paradoja, además, de que en el uribismo
utilicen una decisión judicial para movilizarse, cuando precisamente la medida
busca su desmovilización. Y desespera que disfracen la decisión
de la Fiscalía como una mera persecución política, cuando todos sabíamos que
don Santiago hace rato se encontraba en capilla: como mi hija por estos días.
Eso sí: la captura es
tan impertinente, que parece determinada por un logaritmo de madame
Tocarruncho: ¿a quién se le ocurre torear a Uribe en momentos previos a la
firma de la paz? ¿No resultaría triste que el mismo año en que las Farc dejan
las armas, el uribismo las empuñe?
Pero como ahora observo la realidad con la misericordia que mi
hija me enseñó, pienso que el doctor Uribe escribió algunos de los capítulos
más importantes de la historia colombiana, así lo haya hecho con la ortografía
de su hijo Tomás. Y que todavía tiene mucho por entregar. Para empezar, a sus
cómplices, casi todos prófugos. Y por eso, yo también decidí declararme en rebelión. De hecho, quería
asistir a la convocatoria de uribistas promovida por María Fernanda Cabal en el
noticiero, esta vez frente a la Fiscalía. Pero mientras discernía si se trataba
de un plantón o de una entrega masiva, mi hija me quitó el control remoto.
-Cambia,
por compasión -le imploré.
-No: estoy en rebeldía -decretó.
Y dejó de obedecerme, de modo que no podré asistir. Pero no
importa: ya la perdoné. Me conmueve verla tan piadosa. Ahora mismo prepara su
primera confesión. En eso también se parece a Santiago Uribe.
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