El hombre soviético
El más reciente libro de Svetlana Aleksiévich, premio
nobel de literatura, da las claves para entender lo que está ocurriendo en
Rusia.
El fin del ‘Homo
sovieticus’
Svetlana Aleksiévich
Acantilado, diciembre 2015
643 páginas
La Unión
Soviética se acabó en 1991 pero el Homo sovieticus sigue existiendo. El ‘nuevo
hombre’, que quiso inventar el estado comunista durante más de 70 años, aún
permanece en la conciencia de muchos rusos. Eso es lo que descubre Svetlana
Aleksiévich, la más reciente premio nobel de literatura, en su extraordinario
libro El fin del ‘Homo sovieticus’. Un hombre trágico. Y un hombre patético:
‘sovok’ (pobre soviet anticuado), le llaman despectivamente. Pero en todo caso
se trata de un tipo de ser humano que no desapareció del todo tras la caída del
comunismo: “Tengo la impresión de conocer bien a ese género de hombre. Hemos
pasado muchos años viviendo juntos, codo con codo. Ese hombre soy yo. Ese
hombre son mis conocidos, mis amigos, mis padres”.
Al Homo
sovieticus, se lo distingue de buenas a primeras: tiene un léxico propio, una
concepción propia del bien y del mal, de los héroes y los mártires, de la
muerte. Es resentido y prejuicioso porque es heredero del gulag, de “la más
horrible de las guerras”, de la colectivización, de las deportaciones de
pueblos enteros. Se siente orgulloso de la hazaña de Yuri Gagarin y de haber
formado parte de un vasto imperio. Le gustaba más el mundo cuando el diario
Pravda le decía cuál era la verdad única y no tenía que confrontar varias
versiones de la verdad. Más que un cómplice, se ve a sí mismo como una víctima.
“¿Y de qué tengo que arrepentirme?”, fue una pregunta que Svetlana Aleksiévich
escuchó a lo largo de sus entrevistas. Por cierto, cientos de entrevistas
durante varios años, y no solo en Rusia, también en los países que hicieron
parte de la Unión Soviética: Bielorrusia, Kazajistán, Turkmenistán, Ucrania.
Svetlana pregunta, grabadora en mano, y obtiene unos testimonios impresionantes. ¿Cuál es el secreto? Su manera de preguntar. No pregunta sobre el comunismo, pregunta acerca del amor, los celos, la infancia, la vejez, la música, el baile, los peinados: los detalles de una vida que se fue, las huellas de la civilización soviética. El comunismo ‘doméstico’, ‘interior’. Interroga a la historia como un escritor, no en los grandes acontecimientos sino en los efectos que estos tienen en las personas concretas: “Siempre me ha atraído ese espacio minúsculo, el espacio que ocupa un solo ser humano, uno solo… Porque, en verdad, es ahí donde ocurre todo”.
Svetlana pregunta, grabadora en mano, y obtiene unos testimonios impresionantes. ¿Cuál es el secreto? Su manera de preguntar. No pregunta sobre el comunismo, pregunta acerca del amor, los celos, la infancia, la vejez, la música, el baile, los peinados: los detalles de una vida que se fue, las huellas de la civilización soviética. El comunismo ‘doméstico’, ‘interior’. Interroga a la historia como un escritor, no en los grandes acontecimientos sino en los efectos que estos tienen en las personas concretas: “Siempre me ha atraído ese espacio minúsculo, el espacio que ocupa un solo ser humano, uno solo… Porque, en verdad, es ahí donde ocurre todo”.
Los diversos
testimonios se encuentran organizados en dos grandes partes. La primera, ‘El
consuelo del apocalipsis’, empieza en la época de Gorbachov -“el sepulturero
del comunismo”, “el traidor de la patria”, según dice un mariscal entrevistado-
y empieza en las cocinas, el único lugar donde se podía hacer chistes y
criticar al poder sin temor. “Ay, la misteriosa alma rusa… Todos se esfuerzan
por comprenderla, buscan desentrañar su esencia en las novelas de Dostoievski.
‘¿Qué hay detrás del alma rusa?’, se preguntan todos. No es más que un alma:
nos gusta charlar en las cocinas, leer libros”. Abundan los suicidas, aquellos
que no pudieron vivir sin la presencia omnipresente del Estado y no se
adaptaron a la nueva libertad y a la nueva sociedad capitalista.
Acostumbrados
al látigo y a la esclavitud, no supieron qué hacer con una libertad que les
llegó sin buscarla, impuesta desde arriba. Aunque la cacareada libertad
finalmente no fue gran cosa: la posibilidad de elegir entre más marcas de
salchichones y de vodkas. Una libertad de supermercado. Y la tal sociedad
capitalista resultó ser una banda de pillos vendiendo islas y recursos
naturales.
De la utopía fracasada al vacío. ‘El encanto del vacío’ se titula la segunda parte, que da cuenta del desencanto 25 años después. Y continúan los suicidios. Una policía, madre de una niña de 5 años, enviada a reprimir Chechenia, antes de suicidarse, deja la siguiente nota: “No sabía que era tan fácil matar. No puedo vivir con eso”.
De la utopía fracasada al vacío. ‘El encanto del vacío’ se titula la segunda parte, que da cuenta del desencanto 25 años después. Y continúan los suicidios. Una policía, madre de una niña de 5 años, enviada a reprimir Chechenia, antes de suicidarse, deja la siguiente nota: “No sabía que era tan fácil matar. No puedo vivir con eso”.
Ahora, ha
renacido Stalin, la moda soviética, los anhelos imperialistas; Putin es como un
zar o un secretario general del partido, que cambió el marxismo-leninismo por
la religión ortodoxa. Svetlana nos da las claves de lo que está ocurriendo en
Rusia.
http://www.semana.com/cultura/articulo/el-hombre-sovietico-resena-literaria-de-luis-fernando-afanador/464998
El Gulag (Dirección General de
Campos de Trabajo) era la rama del NKVD que dirigía el
sistema penal de campos de trabajos forzados y otras muchas
funciones de policía en la Unión Soviética. Aunque los campos de trabajos
forzados operaron en Rusia antes de esa fecha y del
establecimiento de la Unión Soviética, el Gulag fue oficialmente creado el 25
de abril de 1930, y disuelto el 13 de enero de 1960.
A pesar de que este
sistema albergaba también a criminales de todo tipo, el Gulag se ha conocido
principalmente como el lugar de encarcelamiento de prisioneros «políticos»
(ex-ministros, sacerdotes, ciudadanos deportados...) y como un mecanismo de
represión a la oposición al Estado Socialista. Sin embargo, al no existir una
categoría específica de presos políticos, estos tenían que soportar una doble
presión tanto por parte de los carceleros como de los delincuentes comunes.
Gulag también es un acrónimo para
denominar a la Dirección General de Campos de Trabajo. Con el tiempo, y según
explica la escritora Anne Applebaum en su libro Gulag:
Una historia:
La palabra Gulag ha venido a
denominar además no solo la administración de los campos de concentración sino
también al sistema soviético de trabajos forzados en sí mismo, en todas sus
formas y variedades: campos de trabajo, de castigo, de criminales y políticos,
de mujeres, de niños o de tránsito. O incluso más, los prisioneros en alguna
ocasión lo llamaron «triturador de carne»: las detenciones, los
interrogatorios, el transporte en vehículos de ganado, el trabajo forzoso, la
destrucción de familias, los años perdidos en el exilio, las muertes prematuras
e innecesarias.
Aunque la encarcelación de
millones de individuos fue reportada en fuentes contemporáneas, el nombre de
GULAG se hizo conocido en Occidente únicamente tras la publicación en 1973 de Archipiélago Gulag, de Aleksandr Solzhenitsyn, que comparó los
dispersos campos con una serie de islas y lagos.
Prólogo
El Archipiélago Gulag es uno de esos libros que hacen Historia por el sólo hecho de atreverse a narrarla.
Antes de su publicación, los simpatizantes del comunismo y los intelectuales marxistas en general podían
hasta cierto punto rechazar las críticas al sistema soviético calificándolas de "propaganda capitalista".
Después, hasta los más recalcitrantes tuvieron que terminar admitiendo que el régimen impuesto por la
Revolución Bolchevique se apoyó en el terror y en el horror. Y, aún así, - o quizás precisamente también
por eso - terminó colapsando y derrumbándose en 1989.
Esta obra de Solyenitzin trata sobre el sistema de campos de concentración y trabajos forzados diseminados
por toda Rusia. GULAG es el acrónimo en ruso por "Administración Central de Campos Correccionales de
Trabajo" El título original del libro en ruso es: "Arkhipelag GULag" con dos palabras que riman no por
casualidad. (Un detalle de este "archipiélago" formado por una enorme cantidad de campos puede
consultarse en la Semblanza de Alexander Solyenitzin publicada en forma separada en esta misma Editorial
Virtual).
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