viernes, marzo 25, 2016

La nueva cara del racismo en Alemania


       Columnista The New York Times -  El Colombiano


A Alemania no le faltan sentimientos derechistas, pero la mayoría de las personas son cuidadosas en cuanto a cómo despliegan su retórica antiinmigrante. Y luego está Björn Höcke.

El mes pasado Höcke, una figura líder del partido populista de la derecha Alternative für Deutschland, dio un discurso abiertamente racista sobre las “discrepantes estrategias reproductivas” de africanos y europeos. No es la primera vez que tocaba sobre temas nacionalistas-socialistas, pero en esta ocasión causó alboroto, incluso en su propio partido, el cual le ha pedido renunciar a su membresía.

Sin embargo, pase lo que pase con Höcke, su voluntad para utilizar lenguaje tan abiertamente racista ha reavivado un temor antiguo en Alemania. Él es, a fin de cuentas, un alemán típico, un ciudadano honesto de clase media, lo que llamamos “Biedermann.” Ellos son el núcleo de nuestra auto-percepción nacional. Si ellos se van hacia el lado oscuro, ¿qué dice eso de Alemania?

Durante años, el racismo y el odio en Alemania principalmente venían acompañados de claros marcadores sociales. En las mentes de la mayoría, los racistas llevaban cabezas rapadas, botas pesadas en los pies y brazos tatuados con runas. Vivían al margen de la sociedad, con frecuencia en viviendas públicas, y se ganaban la vida ilegalmente. Pero Höcke no. De joven, era miembro de la “Unión Junge,” la organización juvenil de los cristiano-demócratas derechistas de la canciller Angela Merkel. Es profesor de historia de la secundaria, casado y padre de cuatro hijos. Vive en el campo y siempre está bien vestido, aunque no de manera ostentosa.

¿Es esta la nueva cara del odio en Alemania?

La palabra “Biedermann” es difícil de traducir; tiene una historia cultural larga y ramificada. La palabra va tan atrás como la figura literaria de Gottlieb Biedermaier, inventada a finales de la década de 1840 por intelectuales como una parodia de la docilidad y fatuidad de la clase media de esa era conservadora.

El Gottlieb Biedermaier ficcional, así como Björn Höcke, era un maestro rural. Sin embargo hay una diferencia crítica: Biedermaier no era ningún misántropo. Sus inventores lo pintaron como totalmente apolítico; su autoexpresión estaba limitada a la publicación de mala poesía alabando el crecimiento de la papa de manera apasionada. Sin embargo desde el comienzo Biedermaier, y el tipo que personificaba, el “Biedermann”, fue sospechado de ser intolerante. En medio de su organización y conformidad, parecía existir una semilla de compulsión, el tipo de adicción a la estabilidad y la continuidad que se convierte en agresión cuando se ve amenazada.

En la Alemania de la posguerra, los Biedermänner fueron (y aún son) vistos como un factor facilitador de la llegada al poder de Hitler. Al mismo tiempo, las generaciones posguerra de los alemanes de clase media demostraron ser confiablemente centristas, algo conservadores pero también comprometidos con el estado de la economía social de mercado y su constitución pacifista.

Ellos aceptaron a los millones de turcos que llegaron en los años 50 y 60, e incluso a los refugiados de los Balcanes de los 90. Ahora eso podría estar cambiando una vez más. Todos están preguntando, ¿Björn Höcke es único? ¿Representa algo? ¿Nos encenderá? ¿O simplemente es un chiflado solitario?

En internet parece haber muchos como él y peores. Se están permitiendo violentas fantasías de “reconstruir” campos de concentración, de matar a inmigrantes con granadas, hachas y llamas. Sin embargo no sabemos quiénes son los que odian; no hay estudios representativos, solo pistas aleatorias.

Muchos sociólogos tienden a ver las manifestaciones antiinmigrante recientes y el alza en comentarios odiosos como apenas un incremento en la visibilidad del pensamiento racista preexistente, en lugar de una señal de mentalidades cambiantes.

La misma impresión un tanto ambigua se refleja en las encuestas. Nuevas encuestas demuestran que el apoyo por el partido Alternative für Deutschland se ha estancado en un 8 a 10 por ciento. Y muchos de quienes lo apoyan no son racistas de por sí, sino que están hartos de los partidos grandes.

Nada de esto apacigua los temores de Alemania. Es la falta de un diagnóstico claro lo que es desconcertante en particular. Es como un dolor que no se localiza, un dolor sin nombre que lo pone tenso. De hecho hay un riesgo oculto.

Si permitimos a personas como Höcke darle mala fama a “Biedermänner”, Alemania podría crear una profecía autocumplida, empujándose hacia la derecha extrema y desestabilizando la política alemana. Por más irrisorio que podrá haber parecido Biedermann a sus inventores, por más peligroso que haya parecido a los reformistas de la posguerra, Alemania no puede vivir sin él.


http://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/la-nueva-cara-del-racismo-en-alemania-YF3373537

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