La nueva cara del racismo en Alemania
Columnista The New York Times - El
Colombiano
A Alemania no le faltan sentimientos derechistas, pero la mayoría de las personas son cuidadosas en cuanto a cómo despliegan su retórica
antiinmigrante. Y luego está Björn Höcke.
El mes pasado
Höcke, una figura líder del partido populista de la derecha Alternative für
Deutschland, dio un discurso abiertamente racista sobre las “discrepantes
estrategias reproductivas” de africanos y europeos. No es la primera vez que
tocaba sobre temas nacionalistas-socialistas, pero en esta ocasión causó
alboroto, incluso en su propio partido, el cual le ha pedido renunciar a su
membresía.
Sin embargo, pase
lo que pase con Höcke, su voluntad para utilizar lenguaje tan abiertamente
racista ha reavivado un temor antiguo en Alemania. Él es, a fin de cuentas, un
alemán típico, un ciudadano honesto de clase media, lo que llamamos
“Biedermann.” Ellos son el núcleo de nuestra auto-percepción nacional. Si ellos
se van hacia el lado oscuro, ¿qué dice eso de Alemania?
Durante años, el
racismo y el odio en Alemania principalmente venían acompañados de claros
marcadores sociales. En las mentes de la mayoría, los racistas llevaban cabezas
rapadas, botas pesadas en los pies y brazos tatuados con runas. Vivían al
margen de la sociedad, con frecuencia en viviendas públicas, y se ganaban la vida ilegalmente. Pero Höcke no. De joven, era miembro de la “Unión Junge,”
la organización juvenil de los cristiano-demócratas derechistas de la
canciller Angela Merkel. Es profesor de
historia de la secundaria, casado y padre de cuatro hijos. Vive en el campo y
siempre está bien vestido, aunque no de manera ostentosa.
¿Es esta la nueva cara del odio en Alemania?
La palabra
“Biedermann” es difícil de traducir; tiene una historia cultural larga y
ramificada. La palabra va tan atrás como la figura literaria de Gottlieb Biedermaier, inventada a finales de la década
de 1840 por intelectuales como una parodia de la docilidad y fatuidad de la clase media de esa era conservadora.
El Gottlieb Biedermaier ficcional, así como Björn Höcke, era un maestro rural. Sin embargo hay una diferencia crítica:
Biedermaier no era ningún misántropo. Sus inventores lo pintaron como
totalmente apolítico; su autoexpresión estaba limitada a la publicación de mala
poesía alabando el crecimiento de la papa de manera apasionada. Sin embargo
desde el comienzo Biedermaier, y el tipo que personificaba, el “Biedermann”,
fue sospechado de ser intolerante. En medio de su organización y conformidad,
parecía existir una semilla de compulsión, el tipo de adicción a la estabilidad
y la continuidad que se convierte en agresión cuando se ve amenazada.
En la Alemania de
la posguerra, los Biedermänner fueron (y aún son) vistos como un factor
facilitador de la llegada al poder de Hitler. Al mismo tiempo, las generaciones
posguerra de los alemanes de clase media demostraron ser confiablemente
centristas, algo conservadores pero también comprometidos con el estado de la
economía social de mercado y su constitución pacifista.
Ellos aceptaron a
los millones de turcos que llegaron en los años 50 y 60, e incluso a los
refugiados de los Balcanes de los 90. Ahora eso podría estar cambiando una vez
más. Todos están preguntando, ¿Björn Höcke es único? ¿Representa algo? ¿Nos encenderá? ¿O simplemente es un chiflado
solitario?
En internet parece
haber muchos como él y peores. Se están permitiendo violentas fantasías de
“reconstruir” campos de concentración, de matar a inmigrantes con granadas, hachas y llamas. Sin embargo
no sabemos quiénes son los que odian; no hay estudios representativos, solo
pistas aleatorias.
Muchos sociólogos
tienden a ver las manifestaciones antiinmigrante recientes y el alza en comentarios
odiosos como apenas un incremento en la visibilidad del pensamiento racista
preexistente, en lugar de una señal de mentalidades cambiantes.
La misma impresión
un tanto ambigua se refleja en las encuestas. Nuevas encuestas demuestran que
el apoyo por el partido Alternative für Deutschland se ha estancado en un 8 a
10 por ciento. Y muchos de quienes lo apoyan no son racistas de por sí, sino
que están hartos de los partidos grandes.
Nada de esto apacigua los temores de Alemania. Es la
falta de un diagnóstico claro lo que es desconcertante en particular. Es como
un dolor que no se localiza, un dolor sin nombre que lo pone tenso. De hecho
hay un riesgo oculto.
Si permitimos a
personas como Höcke darle mala fama a “Biedermänner”, Alemania podría crear una profecía autocumplida, empujándose hacia la derecha extrema y
desestabilizando la política alemana. Por más irrisorio que podrá haber
parecido Biedermann a sus inventores, por más peligroso que haya parecido a los
reformistas de la posguerra, Alemania no puede vivir sin él.
http://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/la-nueva-cara-del-racismo-en-alemania-YF3373537
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