Diógenes de Sinope
También llamado el cínico.
1. Diógenes, hijo de Icesio, banquero, natural
de Sinope. Diocles dice que como su padre tuviese banco público y fabricase
moneda adulterina, huyó Diógenes.
Pero Eubúlides, en el libro
De Diógenes, afirma que el
mismo Diógenes fue quien lo hizo, y salió desterrado con su padre. Aun él mismo
dice de sí en su Podalo que fue monedero falso. Algunos escriben que habiendo
sido hecho director de la Casa
de Moneda se dejó persuadir de los oficiales a fabricar moneda, y que pasó a
Delfos, o a Delos, patria de Apolo, donde fue preguntado «si ejecutaba aquello
a que lo habían inducido». Que no habiendo entendido el oráculo, y creído se le
permitía la falsificación de la moneda pública, lo ejecutó, fue cogido y, según
algunos, desterrado; bien que otros dicen se fue voluntariamente por miedo que
tuvo. Otros, finalmente, afirman que falsificó moneda que le dio su padre; que
éste murió en la cárcel, pero que Diógenes huyó y se fue a Delfos. Que preguntó
no si adulteraría moneda, sino qué debía practicar para ser hombre célebre, y
de esto recibió el oráculo referido.
2. Pasádose a Atenas, se encaminó a Antístenes;
y como éste, que a nadie admitía, lo repeliese, prevaleció su constancia. Y aun
habiendo una vez alzado el báculo, puso él la cabeza debajo, diciendo:
«Descárgalo, pues no hallarás leño tan duro que de ti me aparte, con tal que
enseñes algo.» Desde entonces quedó discípulo suyo, y como fugitivo de su
patria, se dio a una vida frugal y parca.
Habiendo visto un ratón que
andaba de una a otra parte (refiérelo Teofrasto en su Megárico), sin buscar lecho, no temía la oscuridad ni anhelaba
ninguna de las cosas a propósito para vivir regaladamente, halló el remedio a
su indigencia. Según algunos, fue el primero que duplicó el palio, a fin de
tener con él lo necesario y servirse de él para dormir. Proveyóse también de
zurrón, en el cual llevaba la comida, sin dejarlo jamás en cualquier parte que
se hallase, ya comiendo, ya durmiendo, ya conversando; y decía señalando al
pórtico de Júpiter que «los atenienses le habían edificado otro pompeyo donde
comiese».
3. Hallándose un tiempo débil de fuerzas,
caminaba con un báculo; mas después lo llevó ya siempre, no en la ciudad, sino
viajando, y entonces llevaba también el zurrón, como refieren Olimpiodoro,
príncipe de los atenienses; Polieucto, orador, y Lisanias, hijo de Escrión.
Habiendo escrito a uno que
le buscase un cuarto para habitar, como éste fuese tardo en hacerlo, tomó por
habitación la cuba del metroo (358), según él mismo lo manifiesta en sus Epístolas. Por el estío se echaba y
revolvía sobre la arena caliente, y en el invierno abrazaba las estatuas
cubiertas de nieve, acostumbrándose de todos modos al sufrimiento. Era
vehemente en recargar a los demás; y a la escuela de Euclides la llamaba χολήν
(cholen) (359); a la disputa de
Platón le daba el nombre de consunción
(360); a los juegos bacanales grandes
maravillas para los necios; a los gobernadores del pueblo ministros de la plebe. Cuando veía a
los magistrados, los médicos y los filósofos empleados en el gobierno de la
vida, decía que el hombre es el animal más recomendable de todos; pero al ver
los intérpretes de sueños, los adivinos y cuantos los creen, o a los que se
ciegan por la gloria mundana y riquezas, nada tenía por más necio que el
hombre. Decía que su ordinario modo de pensar era que «en esta vida, o nos
hemos de valer de la razón o del dogal».
Viendo una vez a Platón que
en un gran convite comía aceitunas, dijo: «¿Por qué causa, oh sabio, navegas a
Sicilia en busca de semejantes mesas, y ahora que la tienes delante no la
disfrutas?» Y respondiendo Platón: «cierto, oh Diógenes, también comía allá
aceitunas y cosas semejantes», repuso Diógenes: «¿Pues de qué servía navegar a
Sicilia? ¿Acaso el Ática no producía entonces aceitunas?»
Favorino escribe en su Historia varia que esto lo dijo
Aristipo; y que una vez, comiendo higos secos, se le puso delante, y le dijo:
«Puedes participar de ellos»; y como Platón tomase y comiese, le dijo:
«Participar os dije, no comer».
4. Pisando una vez las alfombras de Platón en
presencia de Dionisio, dijo: «Piso la vana diligencia (361) de Platón»; mas
éste le respondió: «¡Cuánto fasto manifiestas, oh Diógenes, queriendo no
parecer fastuoso!» Otros escriben que Diógenes dijo: «Piso el fasto de Platón»,
y que éste respondió: «Pero con otro fasto, oh Diógenes». Soción dice en el
libro IV que este Can dijo a Platón lo siguiente: Habíale Diógenes una vez
pedido vino y al mismo tiempo higos secos, y como le enviase un cántaro lleno,
le dijo: «Si te preguntaren cuántos hacen dos y dos, ¿responderías que veinte?
Tú ni das según te piden, ni respondes según te preguntan». Con esto lo
motejaba de verboso.
5. Habiendo sido preguntado dónde había visto en
Grecia hombres buenos, respondió: «Hombres en ninguna parte; muchachos sí los
he visto en Lacedemonia». Haciendo una vez un discurso muy sabio y provechoso,
como nadie llegase a oírlo, se puso a cantar (362). Concurrieron entonces
muchos; mas él, dejando el canto, los reprendió diciendo que «a los charlatanes
y embaidores concurrían diligentes, pero tardos y negligentes a los que enseñan
cosas útiles». Decía que «los hombres contienden acerca del cavar y del acocear
(363), pero ninguno acerca de ser honestos y buenos». Admirábase de los
gramáticos que «escudriñan los trabajos de Ulises e ignoran los propios.»
También de los músicos que
«acordando las cuerdas de su lira, tienen desacordes las costumbres del ánimo».
De los matemáticos, «porque mirando al sol y a la luna no ven las cosas que
tienen a los pies» (364): De los oradores, «porque procuran decir lo justo, mas
no procuran hacerlo». De los avaros, «porque vituperan de palabra el dinero y
lo aman sobre manera». Reprendía a «los que alaban a los justos porque
desprecian el dinero, pero imitan a los adinerados». Se conmovía «de que se
ofreciesen sacrificios a los dioses por la salud, y en los sacrificios mismos
hubiese banquetes, que le son contrarios». Admirábase de los esclavos «que
viendo la voracidad de sus amos nada hurtaban de la comida». Loaba mucho «a los
que pueden casarse y no se casan; a los que les importa navegar y no navegan; a
los que pueden gobernar la república y lo huyen; a los que pueden abusar de los
muchachos y se abstienen de ello; a los que tienen oportunidad y disposición
para vivir con los poderosos y no se acercan a ellos» (365). Decía que «debemos
alargar las manos a los amigos con los dedos extendidos, no doblados».
6. Refiere Menipo en La almoneda de Diógenes que, habiendo sido hecho cautivo, como
al venderlo le preguntasen qué sabía hacer, respondió: «Sé mandar a los hombres»
Y al pregonero le dijo: «Pregona si alguno quiere comprarse un amo».
Prohibiéndole que se sentase, respondió: «No importa; los peces de cualquier
modo que estén se venden.» Decía que «se maravillaba de que no comprando
nosotros olla ni plato sin examinarlo bien, en la compra de un hombre nos
contentamos sólo con la apariencia».
A Jeníades, que lo compró,
le decía: «Que debía obedecerle, por más que fuese su esclavo; pues aunque el
médico y el piloto sean esclavos, conviene obedecerlos».
7. También Eubulo, en el libro igualmente
titulado La almoneda de Diógenes,
dice que instruyó a los hijos de Jeníades, de manera que después de haberles
enseñado las disciplinas, los adiestró en el montar a caballo, a disparar la
flecha, tirar con honda y arrojar dardos. Después no permitía que el que
instruía a los muchachos en la palestra ejercitase los suyos para ser atletas,
sino sólo para adquirir buen color y sanidad. Sabían de memoria estos muchachos
varias sentencias de los poetas, de los otros escritores y aun de Diógenes
mismo; y para que mejor aprendiesen, les enseñaba todas las cosas en compendio.
Enseñábales también a servir en casa, a comer poco y a beber agua.
Hacíales raer la cabeza a
navaja; los llevaba por las calles sin adornos, sin túnica, descalzos, con
silencio y sólo mirándolo a él. Llevábalos también a caza. Los discípulos
tenían igual cuidado que él, y lo recomendaban a sus padres encarecidamente.
Refiere el mismo autor que envejeció y murió en casa de Jeníades y lo
enterraron sus hijos; y preguntándole Jeníades cómo lo había de enterrar,
respondió: «Boca abajo». Diciéndole aquél por qué causa, respondió: «Porque de
aquí a poco se volverán las cosas de abajo arriba». Dijo esto porque ya
entonces los macedones tenían mucho poder, y de humildes iban a hacerse
grandes.
8. Habiéndolo uno llevado a su magnífica y
adornada casa y prohibídole escupiese en ella, arrancando una buena reuma se la
escupió en la cara diciendo que «no había hallado lugar más inmundo». Otros
atribuyen esto a Aristipo. Clamando una ocasión y diciendo: «hombres, hombres»,
como concurriesen varios, los ahuyentó con el báculo diciendo: «Hombres he
llamado, no heces». Refiérelo Hecatón en el libro I de sus Críos. También cuentan haber dicho
Alejandro que «si no fuera Alejandro, querría ser Diógenes».
Llamaba (366) (anaperous), lisiados, no a los sordos
y ciegos, sino a los que no llevaban zurrón. Habiendo entrado una vez al
convite de ciertos jóvenes con la cabeza a medio esquilar, le dieron algunos
golpes; pero él, escribiendo después los nombres de los que le habían dado en
una tablita blanca, se la ató encima y anduvo con ella. De este modo vindicó su
injuria, exponiéndolos a la reprensión y censura de todos. Esto lo trae
Metrocles en sus Críos.
Llamábase perro a sí mismo;
pero decía que «lo era de los famosos y alabados, no obstante que ninguno de
los que lo alababan saldría con él de caza».
Para reprender a uno que tenía
vergüenza de coger el pan que se le había caído, le colgó al cuello una vasija
de barro y lo condujo por el Cerámico diciendo «imitaba a los maestros de coro,
los cuales se salen a veces del tono para que los demás tomen el
correspondiente».
10. Decía que «muchos distan sólo un dedo de
enloquecer, pues quien lleva el dedo de en medio extendido, parece loco; pero
que no si el índice (368). Que las cosas mejores se venden por muy poco precio,
y al contrario; pues una estatua se vende por tres mil dracmas, y un quénice
(369) de harina no más que por dos dineros». A Jeníades, que lo compró, le
dijo: «Cuidado de hacer lo mandado», al cual, como le dijese:
Eso es correr los ríos hacia arriba.
Le respondió: «Si estando
enfermo hubieras comprado un médico, ¿no lo obedecerías? ¿diríasle que los ríos
corren hacia arriba?» A uno que quería ser su discípulo en la filosofía le dio
un pececillo que llaman saperda para que lo siguiese con él; mas como el tal
por vergüenza lo arrojase y se fuere, habiéndolo después encontrado, le dijo:
«Una saperda deshizo tu amistad y la mía».
11. Diocles cuenta el caso de este otro modo.
Diciéndole uno: «Mándanos, Diógenes», sacó un pedacito de queso, y se lo dio
que lo llevase. Rehusándolo aquél, dijo Diógenes: «Medio óbolo de queso deshizo
tu amistad y la mía». Habiendo visto una vez que un muchacho bebía con las
manos, sacó su colodra (370) del zurrón y la arrojó, diciendo: «Un muchacho me
gana en simplicidad y economía». Arrojó también el plato, habiendo igualmente
visto que otro muchacho, cuyo plato se había quebrado, puso las lentejas que
comía en una poza de pan.
12.
Silogizaba de esta forma: «De los dioses son todas las cosas; los sabios son
amigos de los dioses, y la cosas de los amigos son comunes; luego todas las
cosas son de los sabios». Habiendo una vez visto que una cierta mujer se
postraba ante los dioses indecentemente, queriéndola corregir, le dijo: «¿No te
avergüenzas, oh mujer, de estar tan indecente teniendo detrás a Dios que lo
llena todo?» Esto lo refiere Zoilo Pergeo. Dedicó a Esculapio la imagen de uno
que hacía dar contra tierra la cara de los que la bajaban hasta junto a ella en
sus adoraciones (371). Solía decir que habían caído sobre él las imprecaciones
de las tragedias; pues ni tenía ciudad ni casa, estaba privado de la patria,
era pobre, errante y pasaba una vida efímera. Que oponía a la fortuna el
ardimiento; a la ley la naturaleza, y la razón a las pasiones.
Estando tomando el sol en
el Cranión, se le acercó Alejandro y le dijo: «Pídeme lo que quieras»; a lo que
respondió él: «Pues no me hagas sombra».
13. Leyendo un cierto escrito sobradamente largo,
como ya llegase al fin y se viese la última hoja sin letras, dijo: «Buen ánimo,
señores, que ya veo tierra». A uno que con silogismos le probaba que tenía
cuernos (372), tocándose la frente, le dijo: «Yo no los veo». Igualmente,
diciendo otro que no había movimiento, se levantó y se puso a pasear. A uno que
discurría de los meteoros, le dijo: «¿Cuánto ha que viniste del cielo?»
Habiendo cierto eunuco, hombre
perverso, escrito sobre el ingreso de su casa: «No entre por aquí ningún malo»,
dijo: «¿pues cómo ha de entrar el dueño de la casa?» (373). Ungíase los pies
con ungüento, y decía: «Que el ungüento puesto en la cabeza se iba por el aire;
pero el que ponía en los pies subía al olfato».
14. Diciéndole los atenienses que se iniciase,
porque los iniciados presiden en el infierno, respondió: «Cosa ridícula es que
Agesilao y Epaminondas vivan en el lodo, y que los que son viles, sólo por
estar iniciados hayan de poseer las islas de los bienaventurados». Habiendo
subido los ratones sobre su mesa, dijo: «He aquí que Diógenes también mantiene
parásitos». Como Platón lo llamase perro,
respondió: «Dices bien, puesto que me volví a los que me vendieron» (374).
Saliendo de los baños, a uno que le preguntó si se bañaban muchos hombres, dijo
que no; pero a otro que le preguntó si había mucha gente, dijo que sí. Habiendo
Platón definido al hombre animal de
dos pies sin plumas, y agradádose de esta definición, tomó Diógenes un
gallo, quitóle las plumas y lo echó en la escuela de Platón, diciendo: «Éste es
el hombre de Platón». Y así se añadió a la definición, con uñas anchas. A uno que le preguntó a qué hora conviene
comer, le respondió: «Si es rico, cuando quiere; si es pobre, cuando puede».
15. Habiendo visto en Megara las ovejas cubiertas
con pieles (375), y desnudos los muchachos, dijo: «Entre los megarenses más
vale ser carnero que hijo». A uno que le dio un golpe con un madero, y luego
decía: «guarda, guarda», le dijo: «¿Quieres acaso herirme nuevamente?» A los
oradores del pueblo (376) los llamaba «ministros (377) de la turba»; y a las
coronas «vejigas de glorias». Encendía de día un candil, y decía: «Voy buscando
un hombre». Una vez le daba encima un canal de agua; y como muchos se
compadeciesen, Platón, que también estaba presente, dijo: «Si queréis
compadeceros de él, idos», con lo cual quiso significar su gran deseo de
gloria. Habiéndole uno dado un bofetón, dijo: «Por Dios que yo ignoraba una
bella cosa, y es que debo llevar casquete». Abofeteándolo también Midias, y
diciéndole: «Sobre la mesa hay para ti tres mil», al día siguiente, tomando las
correas de los púgiles, lo golpeó muy bien, diciendo: «Tres mil hay para ti
sobre la mesa». Preguntándole un boticario, llamado Lisias, si creía que había
dioses, respondió: «¿Cómo no lo creeré si te tengo a ti por enemigo de ellos?»
Algunos atribuyen esto a Teodoro.
16. Viendo una vez a uno todo mojado de una
aspersión (378), dijo: «¡Oh infeliz! ¿no sabes que así como las aspersiones no
te lavan de tus pecados en la gramática, tampoco lavarán los crímenes de tu
vida?» Culpaba los hombres acerca de la oración, diciendo que «piden no las
cosas realmente buenas, sino las que les parecen buenas». A los que se
amedrentaban de los sueños, les decía: «¡No os conmovéis de lo que hacéis
despiertos, y vais escudriñando lo que imagináis dormidos!» En los juegos
olímpicos, habiendo pronunciado el pregonero: «Venció Dixipo a los hombres»,
dijo Diógenes: «Ése venció a los esclavos; yo a los hombres». Era amado de los
atenienses, pues a un mozo que le quebró la tinaja lo castigaron con azotes, y
a Diógenes le dieron otra. Dionisio Estoico dice que habiendo quedado
prisionero después de la batalla de Queronea, fue llevado a Filipo; y como éste
le preguntase quién era, respondió: «Un espía de tu insaciabilidad». Fue
admirado por esto, y puesto en libertad.
17. Habiendo Alejandro enviado una carta a
Antípatro, que estaba en Atenas, por mano de un tal Atlías, como Diógenes se
hallase presente, dijo: «Atlías, de Atlías, por Atlías, a Atlías» (379).
Habiéndolo Perdicas amenazado de que lo había de matar si no iba a verlo, le
dijo: «No harás una gran cosa; pues un escarabajo (380) y un falangio lo harían
también»; y le dijo por contraamenaza que «sin él viviría feliz».
Solía clamar con
frecuencia, diciendo que «los dioses han dado a los hombres una vida fácil;
pero que ésta se oculta a los que van buscando dulzuras, ungüentos y cosas
semejantes». Así, a uno a quien un criado estaba calzando, le dijo: «Todavía no
eres dichoso si no te suena también las narices; pero esto será cuando te sean
cortadas las manos».
18. En una ocasión, habiendo visto a los
diputados llamados hieromnémones
que llevaban preso a uno que había robado una taba del erario, dijo: «Los
ladrones grandes llevan al pequeño». Viendo una vez a un joven que tiraba
piedras a un patíbulo, le dijo: «Buen ánimo, mancebo, que tú darás en el
blanco». A unos mozos que le estaban alrededor y decían: «Cuidamos que no nos
muerdas», les respondió: «No os dé cuidado, muchachos; el perro no come
acelgas». A uno que por delicia vestía una piel de león, le dijo: «Deja de
afrentar los vestidos del valor». A otro que llamaba dichoso a Calístenes, y
decía que disfrutaba las magnificencias de Alejandro, le dijo: «Ante es
infeliz, pues come y cena cuando a Alejandro le da la gana». Cuando necesitaba
de dinero lo pedía a sus amigos, no como prestado, sino como debido.
19. Haciendo una vez en el foro acciones torpes
con las manos, decía: «¡Ojalá que frotándome el vientre no tuviese hambre!»
Habiendo visto a un joven que se iba a cenar con los sátrapas, retirándolo de
ellos, lo restituyó a los suyos, mandándoles cuidasen más de él. A un mozo muy
adornado que le preguntaba cierta cosa, le dijo que no le respondería si
primero no se levantaba la ropa y mostraba si era mujer u hombre. A otro joven
que estando en el baño echaba vino del jarro al vaso haciendo ruido, le dijo:
«Cuanto mejor, tanto peor» (381). Estando en una cena, hubo algunos que le
echaron los huesos como a un perro, y él, acercándose a los tales, se les meó
encima como hacen los perros. A los oradores y demás que ponen toda su gloria
en la retórica, los llamaba tres veces
hombres por tres veces
miserables. Al rico ignorante lo llamaba oveja con la piel de oro. Habiendo visto escrito en la portada
de la casa de un pródigo: «Se vende», dijo: «Ya sabía yo que por la ebriedad
desmoderada habías de vomitar presto a tu dueño». A un mozo que se quejaba de
la turba popular que lo perturbaba, le dijo: «Deja tú también de dar indicio de
lo que deseas».
20. Hallándose en un baño poco limpio, dijo:
«¿Los que se bañan aquí dónde se lavan?» Como un mal citarista fuese
despreciado de todos, sólo él lo alababa; y preguntado por qué, respondió:
«Porque tal como es, toca su cítara y canta, mas no roba». A otro citarista y
cantor a quien siempre desamparaban los oyentes, lo saludaba así: «Dios te
guarde, gallo». Preguntándole él la causa de esto, respondió: «Porque cantando
haces levantar a todos» (382). Estando una multitud de gentes mirando a un
joven que refería alguna cosa (383), Diógenes se llenó el seno de altramuces y
se puso a comer enfrente; y como las gentes se volviesen a el, dijo que «se
maravillaba de que dejando al otro, lo mirasen a él».
21. Diciéndole uno muy supersticioso: «De un
golpe te romperé la cabeza», le respondió: «Y si yo estornudo (384) a tu lado
izquierdo, te haré temblar». Habiéndole Hegesias pedido alguno de sus escritos
para leerlo, le dijo: «Necio eres, Hegesias, que buscas los higos pintados y no
los verdaderos, dejando la verdadera y efectiva ejercitación y yéndote a la
escrita». A uno que le objetaba el destierro, le dijo: «Por ese mismo
destierro, oh infeliz, he sido filósofo». Diciéndole también otro: «Los
sinopenses te condenaron a destierro», respondió: «Y yo a ellos a quedarse».
Habiendo visto a un
vencedor en los juegos olímpicos que guardaba ovejas, le dijo: «Presto, amigo,
pasaste de los Juegos Olímpicos a los Nemeos» (385).
22. Preguntado por qué los atletas eran
insensibles respondió: «Porque son compuestos de carne de puerco y de buey».
Pidió una vez le pusieran estatua; y preguntado por que pedía esto, respondió:
«Porque quiero no conseguirlo». Pidiendo asistencia a uno (pues en los
principios la pobreza le obligó a pedir), le dijo: «Si has dado ya a otro, dame
también a mí; y si a nadie has dado, comienza por mí». Preguntado una vez por
un tirano qué metal sería mejor para una estatua, respondió: «Aquel de que se
fundieron las de Harmodio y Aristogitón». Preguntado cómo usaba Dionisio de los
amigos, respondió: «Como costales de harina, que cuando están llenos los
cuelga, y cuando vacíos los arroja». Habiendo un recién casado escrito sobre la
puerta de su habitación: «Hércules Calinico, hijo de Júpiter, habita aquí: nada
malo entre», añadió Diógenes a continuación: «Después de la batalla el
socorro». Al amor del dinero lo llamaba «la metrópoli de todos los males».
Viendo en una hostería a un pródigo que comía aceitunas, le dijo: «Si así
hubieras comido, no cenarías así».
Opiniones
de Diógenes
23. Decía que «los hombres buenos son imágenes de
los dioses»; y el amor «ocupación de desocupados». Preguntado qué cosa es
miserable en esta vida, respondió: «El viejo pobre». Preguntado también qué
animal muerde más perniciosamente, respondió: «De los bravíos, el calumniador;
de los domados, el adulador». Habiendo en una ocasión visto dos centauros muy
mal pintados, dijo: «¿Cuál de éstos es Quirón?» (386).
Decía que «una oración
hecha para conseguir favores es un dogal almibarado». Al vientre lo llamaba
«Caribdis de la vida». Sabiendo que Dídimo había sido preso por adúltero, dijo:
«De su propio nombre es digno de que lo cuelguen» (387).
Preguntado por qué causa es
el oro de color pálido, respondió: «Porque tiene muchos que lo buscan» (388).
Viendo a una mujer en silla de manos, dijo: «No es la jaula ajustada a la
fiera». Como viese a un esclavo fugitivo que estaba sentado junto a un pozo, le
dijo: «Mozo, mira no caigas». Viendo en los baños un muchacho ladroncillo de
ropa, le dijo: «¿Vienes por algún poco de ungüento o de ropa?» (389).
24. Habiendo visto una vez unas mujeres ahorcadas
en un olivo, dijo: «¡Ojalá que todos los árboles trajesen este fruto!» Viendo a
uno que solía robar las vestiduras de los muertos, le dijo: «¿A qué venís, amigo? ¿Por ventura pretendes
desnudar algún difunto?» (390)
Preguntado si tenía algún
criado o criada, dijo que no; y replicándole que quién lo llevaría al sepulcro
cuando muriese, respondió: «El que necesite de casa». Habiendo visto a un joven
muy hermoso que dormía sin que nadie lo cuidase, lo despertó diciéndole:
«Levántate, No sea que durmiendo por
detrás con su dardo alguien te hiera» (391)
Disputando
Platón acerca de las ideas, y usando de las voces mesalidad y vaseidad,
dijo: «Yo, oh Platón, veo la mesa y el vaso; pero no la mesalidad ni la
vaseidad». A esto respondió Platón: «Dices bien; pues tienes ojos con que se
ven el vaso y la mesa, pero no tienes mente con que se entiende la mesalidad y
vaseidad».
Preguntado por uno quién le
parecía que había sido Sócrates, respondió: «Un loco». Preguntado cuándo deben
casarse los hombres, respondió: «Los jóvenes todavía no; los viejos nunca».
Preguntándole uno qué quería, y dejarse dar una bofetada, respondió; «Un
morrión». Visto un mocito que se adornaba mucho, le dijo: «Si lo haces por los
hombres, es inútil; si por las mujeres, malo». Viendo a un otro joven a quien
le salían los colores al rostro, le dijo: «Ten ánimo, que ése es el color de la
virtud».
25. Habiendo una vez oído a dos abogados, los
condenó a entrambos diciendo: «El uno nada ha quitado; el otro nada ha
perdido». Preguntado qué vino le gustaba más, respondió: «El ajeno». A uno que
le decía: «Muchos se burlan de ti», le respondió: «Pero yo no soy burlado». A
otro que decía que el vivir es malo, le dijo: «No el vivir, sino el vivir mal».
A los que lo instaban a que buscase un esclavo que se le había huido, les
respondió: «Cosa es ridícula que pudiendo Manes vivir sin Diógenes, no haya
Diógenes de poder vivir sin Manes». Estando comiendo aceitunas, como le sacasen
una torta, arrojó las aceitunas, diciendo:
Cede al momento, oh huésped, a
los tiranos el lugar que ocupas (392).
Y aun añadió: Azotó la aceituna (393).
Preguntado qué raza de
perro era la suya, respondió: «Cuando hambriento, melitense (394); cuando
harto, molósico. También soy de aquellos perros que muchos alaban, pero por el
trabajo no se atreven a salir con ellos a caza; y así, ni conmigo podéis vivir
por miedo de los trabajos».
26. Preguntado si los sabios comen tortas,
respondió: «De todo, como los demás hombres». Siendo igualmente preguntado por
qué los hombres socorren a los mendigos y no a los filósofos, dijo: «Porque ser
cojos y ciegos bien lo esperan; pero hacerse filósofos no lo esperan». Estaba
pidiendo a un avaro, y como éste se excusase, le dijo: «Hombre, para comer te
pido, no para el sepulcro». Objetándole uno el que había hecho moneda falsa, le
dijo: «Hubo un tiempo en que era yo tal cual tú ahora; pero cual yo soy ahora,
no serás tú nunca». Culpándolo otro sobre lo mismo, dijo: «También antes (395)
me meaba encima, y ahora no». Habiendo ido a Mindo, como viese las puertas
grandes siendo la ciudad pequeña, dijo: «¡Oh varones mindios!, cerrad las
puertas, no sea que la ciudad se salga por ellas».
27. Habiendo una vez visto a un ladrón de púrpura
cogido en el hurto, dijo: Una purpúrea
muerte (396), y una Parca violenta lo
cogieron.
Rogándole Crátero se
viniese a vivir con él, respondió: «Mas quiero yo lamer sal en Atenas que
disfrutar con Crátero mesas abundantísimas». Habiendo ido a ver al retórico
Anaxímenes, que era muy recio de cuerpo, dijo: «Danos también a nosotros pobres
un poco de tripa, y con eso tú te aligerarás y a nosotros nos serás útil».
Disputando en cierta ocasión el mismo Anaxímenes, levantó Diógenes en alto un
pedacito de pescado salado (397), con lo cual se le volvió el auditorio, y como
Anaxímenes se indignase, dijo Diógenes: «Un óbolo de pescado salado disolvió la
disputa de Anaxímenes». Notándole una vez de que comía en el foro, respondió:
«En el foro me cogió el hambre».
28. Dicen algunos que es suyo lo siguiente:
habiéndole visto Platón lavando unas hierbas, se le acercó y le dijo: «Si
sirvieras a Dionisio, cierto no lavarías hierbas»; mas él, acercándosele
también, le respondió: «Y si tú lavaras hierbas, seguramente no sirvieras a
Dionisio». A uno que le dijo que muchos se reían de él, le respondió: «Y acaso
de ellos los asnos; pero ni ellos se cuidan de los asnos ni yo de ellos».
Viendo a un joven que filosofaba, le dijo: «¡Grandemente!, tú induces a los
adoradores del cuerpo a la belleza del alma». Admirando uno los muchos votos
que había en Samotracia, dijo: «Muchos más habría si también los hubieran
puesto los que perecieron». Algunos atribuyen esto a Diágores Melio (398).
30. Cogía higos de una higuera, y como el guarda
le dijese: «De ella hace poco se colgó un hombre», respondió: «Pues yo la
dejaré pura». Viendo que un olimpiónico miraba mucho a una ramera, dijo: «He
aquí el carnero belicoso cómo es llevado del cuello por una muchacha vulgar».
Decía que las meretrices hermosas son semejantes al vino-miel envenenado (403).
Comiendo una vez en el foro, las gentes que estaban allí lo llamaron perro repetidas veces; pero él les
decía: «Vosotros sois los perros, que estando yo comiendo me estáis alrededor».
Como dos muy afeminados se escondiesen de él, les dijo: «No temáis, que el
perro no come acelgas». Como le preguntasen de dónde era cierto muchacho
estuprado, respondió: «De Tegea» (404). Habiendo visto que uno que había sido
palestrita muy flojo profesaba medicina, le dijo: «¿Qué es esto? ¿Ahora vences
tú a los que te vencieron en otro tiempo?» Viendo al hijo de una meretriz que
tiraba una piedra a la gente, le dijo: «Mira no des a tu padre». A un muchacho
que le enseñaba una espada que le había dado su amante, le dijo: «La espada es
bella, pero el puño feo» (405). Alabando algunos a quien le había dado socorro,
dijo: «¿Y no me alabáis a mí que soy digno de recibirlo?» Como uno le pidiese
el palio que le había prestado, dijo: «Si me hiciste gracia de él, lo tengo; si
para usarlo, lo uso». Un bastardo prohijado (406) le dijo que tenía oro en el
palio, a que respondió: «Verdad es: por eso duermo sobre él».
31. Preguntado qué había ganado de la filosofía,
respondió: «Cuando no otra cosa, a lo menos he sacado el estar prevenido a toda
fortuna». Preguntándole de dónde era, respondió: «Ciudadano del mundo».
Sacrificando unos para conseguir de los dioses un hijo, les dijo: «¿Y no
sacrificáis por cuál deba ser ese hijo?» Habiéndosele una vez pedido cierto
impuesto público, dijo al recaudador:
«A los otros desnuda; pero de Héctor apartarás tus manos (407).»
Decía que «las rameras son
reinas de los reyes, pues piden cuanto les da la gana». Como los atenienses
decretasen que Alejandro era Libero-Padre (408), dijo: «Hacedme a mí Sérapis».
A uno que le afeaba el que entrase en lugares inmundos, le respondió: «También
el sol entra en los albañales y no se ensucia». Estando cenando en un templo,
como le sacasen el pan corrompido, lo cogió y arrojó ,diciendo: «En el templo
no debe entrar cosa inmunda». A uno que le decía: «filosofas sin saber cosa
alguna», le respondió: «Me arrogo la ciencia, y esto también es filosofar». A
otro que le traía y encargaba un muchacho, diciéndole que tenía talento y era
de muy buenas costumbres, le dijo: «¿Pues para que necesita de mí?»
32. Solía decir que «los que dicen cosas buenas y
no las hacen, no se diferencian de una cítara, pues ésta ni oye ni siente».
Entraba en el teatro contra la gente que salía, y preguntado por qué,
respondió: «Esto tengo resuelto hacer toda mi vida». Viendo una vez que cierto
joven se afeminaba mucho, le dijo: «¿No te afrentas de hacerte peor de lo que
la naturaleza te hizo? ¡Ella te hizo hombre, y tú te fuerzas en ser mujer!»
Viendo que uno muy imprudente acordaba un salterio, le dijo: «¡No tienes
vergüenza de que acordando los sones a un madero, no concuerdas tu ánimo con la
vida!» (409). A uno que decía era inepto para la filosofía, le dijo: «Pues ¿por
que vives si no piensas en vivir bien?» A otro que menospreciaba a su padre, le
dijo: «¿No tienes vergüenza de menospreciar a aquel por quien tú eres un
sabio?» Viendo a un joven dotado de hermosura y que hablaba cosas feas, le
dijo: «¿No te afrentas de sacar de una vaina de marfil una espada de plomo?»
Motejado de que bebía en la taberna, respondió: «Y en la tienda del barbero me
corto el pelo».
33. Notado de que había recibido de Antípatro un
palio pequeño, dijo: No deben desecharse
dones esclarecidos de los dioses (410).
34. Habiéndole uno dado un encontrón con un
madero, y díchole después «guarda, guarda», le dio él un palo con su báculo,
diciendo también: «Guarda, guarda». A uno que rogaba continuamente a una
ramera, le dijo: «¿Por qué anhelas alcanzar, miserable, una cosa de la cual
vale más carecer?» A uno muy ungido con ungüentos olorosos le dijo: «Mira no
sea que la fragancia de tu cabeza cause hedor en tu vida».
35. Decía que
«los esclavos sirven a sus amos, y los hombres malos (411) a sus deseos».
Preguntado por qué los
esclavos (412) se llamaban andrápodas,
respondió: «Porque tienen los pies de hombre, y el alma como tú que me lo
preguntas». Pedía una mina a un pródigo, y como éste le preguntase por qué a
los otros pedía un óbolo y a él una mina, respondió: «Porque de los otros
espero recibir otra vez; pero si he de recibir de ti otra vez, sábenlo
solamente los dioses». Objetándole que él pedía y Platón no, dijo:
«También él pide, pero es la cabeza acercando para que los demás no lo
conozcan.»
36. Viendo a un arquero inhábil, se sentó junto
al blanco diciendo: «No sea que me hiera». Decía que los amantes son unos
infelices en orden a sus deleites.
37. Preguntado si la muerte es mala, respondió:
«¿Cómo será mala, cuando estando presente no es sentida?»
Habiendo Alejandro venido
repentinamente a su presencia y díchole: «¿No me temes?», le preguntó si era
bueno o malo; diciendo aquél que bueno, respondió Diógenes: «¿Pues al bueno
quién le teme?»
Decía que «el saber es para
los jóvenes templanza, para los viejos consuelo, para los pobres riqueza y para
los ricos ornato». A Dídimo, notado de adúltero, que curaba un ojo enfermo a
una muchacha, le dijo: «Mira no sea que curando el ojo a la doncella corrompas
la pupila». Diciéndole uno que era perseguido de sus propios amigos, dijo: «¿Y
qué hemos de hacer, si ya es preciso usar de los amigos del modo mismo que de
los enemigos?» Preguntado qué es lo mejor en los hombres, respondió: «La
libertad en el decir» (413). Habiendo entrado un día en una escuela, como viese
muchas musas en ella y pocos estudiantes, dijo: «Con los dioses (414), maestro,
tenéis muchos discípulos».
38. Solía hacer todas las cosas en público, tanto
las de Ceres cuanto las de Venus, valiéndose de estos argumentos: «Si el comer
no es absurdo alguno, tampoco lo será comer en el foro. Es así que el comer no
es absurdo; luego ni lo es en el foro». Ejecutando a menudo con las manos
operaciones torpes a vista de las gentes, decía: «¡Ojalá que restregándome el
vientre cesase de tener hambre!» Atribuyéndosele además otras cosas, que fuera
largo traer aquí por ser muchas.
39. Decía que la ejercitación es en dos maneras:
una del alma y otra del cuerpo. Que en esta ejercitación del cuerpo se conciben
frecuentes imaginaciones que dan fácil soltura para acciones valerosas, por lo
cual es imperfecta la una sin la otra, no obstante que el buen hábito y la
fortaleza se agregan al alma o al cuerpo a quienes pertenecen. Daba sus pruebas
de que del ejercicio a la fortaleza se pasa fácilmente, pues veía que en las
artes mecánicas y otras adquieren los artesanos no poca destreza con el
ejercicio continuado. Que los flautistas, v.gr., y los atletas se diferencian
entre sí al paso que se ejercitaron con más o menos aplicación a su trabajo. Y
que si éstos hubiesen trasladado al alma al ejercicio, no hubieran trabajado
inútil e imperfectamente. Así, concluía que nada absolutamente se perfecciona
en la vida humana sin el ejercicio, y que éste puede conseguirlo todo. Por lo
cual, debiendo nosotros vivir felices abandonando los trabajos inútiles y
siguiendo los naturales, somos infelices por demencia propia. Aun el mismo
desprecio del deleite puede sernos gustosísimo una vez acostumbrados, pues así
como los acostumbrados a vivir voluptuosamente con dificultad pasan a lo
contrario, así también los ejercitados contra los deleites fácilmente los
desprecian.
40. Estas cosas decía, y aun las practicaba
abiertamente, siendo con ello un falsificador de moneda, que no daba menos
estimación a la natural que a la legítima, y afirmando que «su vida se
conformaba con la de Hércules, que nada prefería a la libertad». Decía que
todas las cosas son de los sabios, afianzándolo con los argumentos arriba
puestos, a saber: «Todas las cosas son de los dioses; los dioses son amigos de
los sabios, y las cosas de los amigos son comunes entre ellos; luego todas las
cosas son suyas». Semejantemente disputaba acerca de las leyes, porque sin
ellas no puede gobernarse la república. Decía así: «Sin ciudad de nada sirve lo
ciudadano y urbano; la ciudad son los mismos ciudadanos; sin leyes de nada
sirve la ciudad y los ciudadanos; luego las leyes son cosa indispensable en la
ciudad».
41. Tenía por cosa pueril la nobleza, la gloria
mundana y demás cosas así, diciendo son adornos de la malicia (415); y concluía
que sólo la república natural es la buena en el mundo (416). Decía que las
mujeres debieran ser comunes, sin tener cuenta con el matrimonio (417); sino que
cada cual usase de la que pudiese persuadir, y por consiguiente que fuesen
también comunes los hijos.
Que no es mal alguno tomar
cosas de los templos, comer de todos los animales, y aun carne humana, como
constaba por costumbre de otras naciones, pues en la realidad todas las cosas
están unas en otras, y entre sí se participan (418). La carne, v.gr., está en
el pan, y el pan en las hierbas, y así en los demás cuerpos, en todos los
cuales por ciertos ocultos poros penetran las partículas y se coevaporan y
unen. Esto lo hace manifiesto en su Tiestes,
si acaso son suyas las tragedias que se le atribuyen, y no de Felisco Egineta
su amigo, ni de Pasifonte Luciano, de quien afirma Favorino en su Historia varia escribió después de
muerto Diógenes.
42. Menospreció la música, la geometría, la
astrología y semejantes, como inútiles y no necesarias. Era prontísimo en
ocurrir a lo que se le objetaba, como consta de lo antedicho. Sufrió
constantemente la venta de sí mismo cuando navegando a Egina fue cogido de piratas,
cuyo capitán era Escirpalo, y vendido en Creta. En esta ocasión, preguntándole
el pregonero «qué sabía hacer», respondió: «Mandar a los hombres»; y señalando
con el dedo a cierto corintio que pasaba por allí muy bien vestido (era el
Jeníades que dijimos arriba), dijo: «Véndeme a éste; éste necesita de amo».
Comprólo en efecto Jeníades; llevóselo a Corinto; lo hizo preceptor de sus
hijos y administrador de toda su casa. Portóse en ella de manera que Jeníades
decía por todas partes: «El buen genio vino a mi casa».
43. Refiere Cleómenes, en su libro titulado Pedagógico, que sus amigos quisieron
rescatarlo, y que él los trató de necios, diciendo que «los leones no son
esclavos de los que los mantienen, sino que éstos lo son de los leones, pues es
cosa de esclavos el temer, y las fieras son temidas de los hombres». Tenía una
persuasiva maravillosa, tanto, que a cualquiera embelesaba fácilmente con sus
palabras. Por tanto, se refiere que un tal Onesicrito, egineta, envió a Atenas
a uno de sus hijos, llamado Andróstenes, el cual, luego que oyó a Diógenes, se
quedó allí; que envió después al otro hermano, que era mayor, llamado Felisco,
de quien ya hicimos memoria, y se quedó también; y finalmente fue allá el mismo
Onesicrito, y no menos se quedó con sus hijos a estudiar la filosofía. Tanto
hechizo contenía la elocuencia de Diógenes.
44. También fueron discípulos suyos Foción,
apellidado el Bueno (419);
Estilpón Megarense y otros muchos ciudadanos. Dícese que murió a los noventa
años de su edad. Acerca del modo de su muerte hay variedad de pareceres. Hay
quien dice que habiéndose comido crudo un pie de buey, se le movió cólico y
murió de ello. Otros dicen que detuvo la respiración; y de éstos es también
Cecridas Megalopolitano o Cretense, el cual, en sus Meliambos, dice:
Cierto no lo sufría en otro tiempo
el sinopense, el llevador de palo,
el doblado, el que en público comía;
pero murió cerrando fuertemente sus dientes y sus labios,
y oprimiendo el aliento. Hijo de Jove
Diógenes fue sin duda, y Can celeste.
el sinopense, el llevador de palo,
el doblado, el que en público comía;
pero murió cerrando fuertemente sus dientes y sus labios,
y oprimiendo el aliento. Hijo de Jove
Diógenes fue sin duda, y Can celeste.
Otros dicen que queriendo
repartir un pulpo a los perros, le mordió uno el tendón del pie, y murió de
ello. Pero sus amigos, según Antístenes en las Sucesiones, asienten más a que detuvo la respiración.
45. Vivía en el Cranio, que es un gimnasio que hay
cercano a Corinto; y como sus amigos viniesen según acostumbraban y lo hallasen
cubierto con su palio, no lo tuvieron por dormido, porque era muy poco dormidor
(420); y así, tirándole del palio, vieron que había expirado, y sospecharon que
él mismo se había muerto por deseo de dejar la vida. Dicen que se movió allí
cuestión entre sus amigos acerca de quien lo había de enterrar, de manera que
casi vinieron a las manos; pero habiendo acudido los padres de éstos y algunos
señores, lo enterraron junto a la puerta que conduce al istmo. Erigiéndole una
columna, y sobre ella un perro de mármol pario. Después también sus paisanos lo
honraron con estatuas de bronce, poniendo esta inscripción:
Caducan aun los bronces con el tiempo; mas no podrán, Diógenes,
tu gloria sepultar las edades, pues tú solo supiste demostrar a los mortales facilidad
de vida, y a la inmortalidad ancho camino.
Mi epigrama a él en metro
proceleumático es:
-Diógenes, ea, dime: ¿qué muerte a los infiernos te condujo?
-De un perro la cruenta mordedura.
-De un perro la cruenta mordedura.
Dicen algunos que en su
muerte mandó arrojasen su cadáver sin darle sepultura, para que todos los
animales participasen de él; o bien lo metiesen en un hoyo, cubriéndolo con un
poco de polvo. Otros, que lo echasen al Eliso para ser útil a sus hermanos
(421). Demetrio trae en sus Colombroños
que el mismo día en que murió Alejandro en Babilonia, murió Diógenes en
Corinto. Lo cierto es que en la Olimpíada CXIII era ya viejo.
46. Corren de él estos libros: diálogos titulados
Cefalión, Ictias, Grajo, Leopardo, La
plebe ateniense, República, Arte moral, De la riqueza, Amatorio, Teodoro,
Hipsias, Aristarco, De la muerte, Cartas. Siete tragedias, a saber: Helena, Tiestes, Hércules, Aquiles, Medea,
Crisipo y Edipo. Pero Sosícrates en el libro I de las Sucesiones, y Sátiro en el IV de las Vidas, dicen que nada de esto es de
Diógenes. Las tragedias, dice Sátiro, son de Filisco Egineta, discípulo de
Diógenes. Soción en su libro VII dice que sólo son de Diógenes las obras
siguientes: De la virtud, De lo bueno,
Amatorio, El pobre, Tolomeo, Leopardo, Casandro, Cefalión, Filisco, Aristarco,
Sísifo, Ganimedes, Críos y Cartas.
47. Hubo cinco Diógenes. El primero, natural de
Apolonia, fue físico. El principio de sus escritos es: «Lo primero que ha de
practicar el que va a escribir de alguna materia es poner de ella un principio
incontrastable.» El segundo fue sicionio, y escribió Del Peloponeso. El tercero, éste de que hemos tratado. El cuarto
fue estoico, natural de Selencia, aunque llamado Babilónico por la cercanía de
ambas ciudades. El quinto, de Tarso, y escritor de Cuestiones poéticas, con sus soluciones. Atenodoro dice en el
libro VIII “De los paseos”
(422) que nuestro filósofo iba siempre muy limpio a causa de que se ungía.
__________
Notas
(357) Del
Pompeyo se trató en la nota 106 de la vida de Sócrates.
(358) Acerca del metroo, véase la nota 102 de la vida de Sócrates.
(359) Esto es, bilis o cólera .
(360) Llamando χατατρι βήν, consumación, a la διατρι βή, disputa o concurso.
(361) χενοσπουδίαν.
(362) τερετίξειν, cantillare, lascive canere.
(363) Entiendo esto de las luchas de las palestras.
(364) Esto lo decía sin duda por Tales Milesio, el cual, observando las estrellas, cayó en un hoyo, como se dice en su vida, pár. 10.
(365) Todo este período está dudoso, y puede admitir diverso sentido, pues el texto έπήιει τούς μέλλοντας γαμεϊν χαί μή γαμεϊν, χαί τούς μέλλοντας χαταπλεϊν χαί μή χαταπλ είν, etc., puede muy bien traducirse así: Loaba a los que se habían de casar y a los que no, etc. Pero la interpretación que pongo en el texto traducido me parece la más natural.
(366) άναπήρος significa el lisiado del cuerpo; y también el que no tiene zurrón o burjaca.
(367) Juega con las voces άνόρας y άνδράποδα. Juzgado loco o impudente; pero nada de esto tenía el dedo índice que está al lado. Así, la sentencia de Diógenes se interpreta bien diciendo que el parecer loco o no, dista entre sí sólo un dedo.
(358) Acerca del metroo, véase la nota 102 de la vida de Sócrates.
(359) Esto es, bilis o cólera .
(360) Llamando χατατρι βήν, consumación, a la διατρι βή, disputa o concurso.
(361) χενοσπουδίαν.
(362) τερετίξειν, cantillare, lascive canere.
(363) Entiendo esto de las luchas de las palestras.
(364) Esto lo decía sin duda por Tales Milesio, el cual, observando las estrellas, cayó en un hoyo, como se dice en su vida, pár. 10.
(365) Todo este período está dudoso, y puede admitir diverso sentido, pues el texto έπήιει τούς μέλλοντας γαμεϊν χαί μή γαμεϊν, χαί τούς μέλλοντας χαταπλεϊν χαί μή χαταπλ είν, etc., puede muy bien traducirse así: Loaba a los que se habían de casar y a los que no, etc. Pero la interpretación que pongo en el texto traducido me parece la más natural.
(366) άναπήρος significa el lisiado del cuerpo; y también el que no tiene zurrón o burjaca.
(367) Juega con las voces άνόρας y άνδράποδα. Juzgado loco o impudente; pero nada de esto tenía el dedo índice que está al lado. Así, la sentencia de Diógenes se interpreta bien diciendo que el parecer loco o no, dista entre sí sólo un dedo.
(369) El
quénice ático era una medida de cosas áridas, cuya capacidad era igual a la de
dos sextarios romanos, o dos cuartillos nuestros de vino. (370) χολύλην.
371) Sin duda quiso con esto loar mucho la manía del tal hombre, para castigar a los hipócritas que besan la tierra en sus adoraciones, uso (no sé si indecente, a lo menos en las mujeres) que todavía dura entre los cristianos.
(372) De este argumento tratamos en la vida de Euclides, pár. 9. Parece que Diógenes, con decir yo no los veo, por yo no los toco, quiso hacer burla del que le argüía, dándole a entender que el argumento no concluía.
(373) πούέισέθοι, acaso pudiera también traducirse: ¿Por dónde entra?
(374) Ésta es burla y motejo de Platón, el cual, después que lo vendió Dionisio, todavía volvió a Sicilia. Así hacen los perros, que siempre se vuelven al primer amo.
(375) Solían cubrirlas con ciertas pieles traídas de África, para que la lana fuese más fina y suave, no tocándola el sol. Varrón, Columela, Plinio.
(376) δημαγωγούς, los que con sus discursos y oraciones iban induciendo al pueblo a lo que querían. (377) διαχόνους, sirvientes.
(378) Sería alguna aspersión lustratoria.
(379) Es un equívoco griego; pues άθλιος significa miserable: así, la carta era miserable, venía de miserable, por mano de miserable e iba a miserable.
(380) Acaso quiso significar una cantáride y no un escarabajo común, pues aquélla es venenosa y éste no; además tiene el mismo nombre en lengua griega. Falangio, phalangium, es especie de araña.
(381) Era una especie de superstición; pues del sonido que el vino hacía al verterlo sacaban el suceso próspero o adverso de sus amores.
(382) Éste es un equívoco que en nuestra lengua no tiene gracia, ni aun es equivoco, como en griego y latín. Consiste en que el verbo έγείω significa despertar a alguno; y también, levantar o levantarse. Así, aquel músico era como el gallo, pues si éste despierta, aquél hacia levantar y marcharse al auditorio.
(383) La dicción διαδειχνυμένου se cree ilegítima. Sigo a Joaquín Kühnio, que sustituye έπιδειχνυμένου, enseñando, manifestando, refiriendo, etc., un mozo cierta cosa. Aldobrandini traduce celebrando un convite: debió hallar en algunos códices δεδειπνισσμενου.
(384) Esta voz, estornudo, no está en los textos impresos, pero se halla en algunos códices; y viendo que sin ella queda la sentencia fría y sin gracia alguna ni concepto, la restituye Menagio, observando que los supersticiosos tomaban mal agüero de que uno les estornudase al lado siniestro. Así, donde el texto dice παρών, estando o poniendose, se ha de leer πιαρών, estornudando. Esto me hizo entender mejor lo que dice en sus Generaciones y semblanzas Fernán Pérez de Guzmán, cap. XXVIII, hablando de don Enrique de Villena, que se había dado a interpretar sueños y estornudos, y señales, etc.
(385) Es un juego de palabras tomando νέμειν, apacentar, y Νέμεα, los juegos nemeos, que se celebraban en la selva Nemea cerca de Fliunte, en honor de Hércules, el cual dicen había matado allí al león de la selva nemea.
371) Sin duda quiso con esto loar mucho la manía del tal hombre, para castigar a los hipócritas que besan la tierra en sus adoraciones, uso (no sé si indecente, a lo menos en las mujeres) que todavía dura entre los cristianos.
(372) De este argumento tratamos en la vida de Euclides, pár. 9. Parece que Diógenes, con decir yo no los veo, por yo no los toco, quiso hacer burla del que le argüía, dándole a entender que el argumento no concluía.
(373) πούέισέθοι, acaso pudiera también traducirse: ¿Por dónde entra?
(374) Ésta es burla y motejo de Platón, el cual, después que lo vendió Dionisio, todavía volvió a Sicilia. Así hacen los perros, que siempre se vuelven al primer amo.
(375) Solían cubrirlas con ciertas pieles traídas de África, para que la lana fuese más fina y suave, no tocándola el sol. Varrón, Columela, Plinio.
(376) δημαγωγούς, los que con sus discursos y oraciones iban induciendo al pueblo a lo que querían. (377) διαχόνους, sirvientes.
(378) Sería alguna aspersión lustratoria.
(379) Es un equívoco griego; pues άθλιος significa miserable: así, la carta era miserable, venía de miserable, por mano de miserable e iba a miserable.
(380) Acaso quiso significar una cantáride y no un escarabajo común, pues aquélla es venenosa y éste no; además tiene el mismo nombre en lengua griega. Falangio, phalangium, es especie de araña.
(381) Era una especie de superstición; pues del sonido que el vino hacía al verterlo sacaban el suceso próspero o adverso de sus amores.
(382) Éste es un equívoco que en nuestra lengua no tiene gracia, ni aun es equivoco, como en griego y latín. Consiste en que el verbo έγείω significa despertar a alguno; y también, levantar o levantarse. Así, aquel músico era como el gallo, pues si éste despierta, aquél hacia levantar y marcharse al auditorio.
(383) La dicción διαδειχνυμένου se cree ilegítima. Sigo a Joaquín Kühnio, que sustituye έπιδειχνυμένου, enseñando, manifestando, refiriendo, etc., un mozo cierta cosa. Aldobrandini traduce celebrando un convite: debió hallar en algunos códices δεδειπνισσμενου.
(384) Esta voz, estornudo, no está en los textos impresos, pero se halla en algunos códices; y viendo que sin ella queda la sentencia fría y sin gracia alguna ni concepto, la restituye Menagio, observando que los supersticiosos tomaban mal agüero de que uno les estornudase al lado siniestro. Así, donde el texto dice παρών, estando o poniendose, se ha de leer πιαρών, estornudando. Esto me hizo entender mejor lo que dice en sus Generaciones y semblanzas Fernán Pérez de Guzmán, cap. XXVIII, hablando de don Enrique de Villena, que se había dado a interpretar sueños y estornudos, y señales, etc.
(385) Es un juego de palabras tomando νέμειν, apacentar, y Νέμεα, los juegos nemeos, que se celebraban en la selva Nemea cerca de Fliunte, en honor de Hércules, el cual dicen había matado allí al león de la selva nemea.
(386) Juego de palabras que en un
sentido dicen: ¿Cuál de estos dos es
el centro Quirón?, y en otro: ¿Cuál
de éstos es peor?, pues
χείρων significa también peor.
(387) Digno es de que lo cuelguen de su nombre, ex didimis.
(388) Quia multos habet insidiatores.
΄Ότέ πολλούς έχει τούς έπι βονλεύοντας.
(389) Es otro juego de palabras entre άλειμάτιον, ungüentillo o uncioncilla, y άλλ΄ιμάτιον, otra ropa o vestidura. (390) Es el verso 343 del lib. X dela Ilíada , repetido al
v. 387 del mismo libro.
(391) Es el verso 95 del lib. VIII dela Ilíada ,
algo trovado o acomodado al caso presente.
(392) Es el verso 40 de las Fenisas de Eurípides.
(393) También éste es medio verso de Homero, aplicado a significación diversa. Hállase enla Ilíada , lib. V, v.
366 y se repite en el lib. VIII, v. 45.
(394) Es más probable que haya querido significar la inclinación de los perros de Malta, no obstante que hubo otra Mélite. También parece que hay aquí un equívoco, pues μελιταιόν χυνίδιον llaman también al perrito falderito y de recreo. Molósico, esto es, mordedor y fiero, como los de Molosia. (395) Esto es, cuando era infante. Καί γάρ ένεούρουν θχττον΄ άλλά νϋν, οϋ. Aquí θχττον significa antea, olim, quondam, y no celerius, como algunos entendieron, quitando toda la gracia a la respuesta.
(396) Es el verso 83 del lib. V dela Ilíada.
(397) Τάριχος.
(398) Efectivamente, Cicerón, lib. III, De nat. Deor., lo atribuye a Diágoras, y pone la respuesta misma. Samotracia es isla pequeña del mar Egeo, cercana al Quersoneso. Había allí una cueva en donde sacrificaban a Hécate. Suidas.
(399) Χείρωνέπανίξεις; Quirón volverás; y también: Peor volverás. Χείρων significa un centauro que hubo ebrio y vinoso, llamado Eurutión; y asimismo significa peor. Véase la nota 386.
(400) Eurutión significa en parte amplior, laxior.
(401) Εχ τής ανδρωνίτιδυς είς τήν γυνατχωνίτιν. Del cuarto o pieza de los hombres al de las mujeres. (Vitrubio, lib. VI, cap. X.)
(402) Fue una célebre ramera.
(403) Οανασίμψ, lethali.
(404) Juego de palabras. Tegea era una ciudad de Arcadia, y tegos significa el lupanar.
(405) Es un equivoco de la palabra χα βή, que significa mango o puño, y también dádiva o don recibido.
(406) ύπο βολιμαίον τινός έιπόντος άυτώ. Supposititio quodam ipsi dicente, etc.- Véase Suidas en dicha voz. Consta que éstos solían prohijarse ad poederantiam; en cuyo caso pudo haber mayor malicia de lo que parece en la respuesta de Diógenes.
(407) Verso de Homero.
(408) Διόνυσον, Dionisio o Baco.
(409) Con la vida honesta.
(410) Verso 66 del lib. III dela
Ilíada.
(411) Φαύγους.
(412) Falta esta voz en el texto: se suple por elipsis.
(413) Παρρησία en propiedad significa la confianza y satisfacción propia tomada en buena parte; pero bien puede interpretarse de otras maneras.
(414} Σύν θεοϊς traducido literalmente carece de gracia; debe entenderse así: Gracias a los dioses, oh maestro, tenéis muchos discípulos, esto es, contando las musas por discípulos.
(415) Porque debajo del especioso hábito de noble, caballero, hidalgo, etc., suelen anidar los mayores vicios y licencias.
(416) Añado la voz natural, que es lo que quiere decir Diógenes.
(417) La misma disparatada opinión sigue Platón en su República, lib. V, no haciéndose cargo de que el matrimonio es el principio y base de la sociedad humana.
(418) Opinión de Anaxágoras, que refuta Lucrecio, lib. I, v. 875.
(419) χρηστός.
(420) νυχταλός χαί ύπνηλός.
(421) A sus hermanos los perros querría entender; pero arrojándolo al río sería útil a los peces, no a los perros. Así, los ilustradores de Laercio enmiendan de varios modos el texto, sin duda trastornado. Sigo la corrección de Samuel Bochart que me parece la mejor, pues sólo con anteponer un período a otro que se le pospone en el texto común queda corriente el sentido. Debe, pues, decir: O que lo metiesen en algún hoyo y lo cubriesen con un poco de polvo, para que fuese útil a sus hermanos. Otros dicen fue echado al Eliso. Menagio añade que este río Eliso es el que corre por Sición, junto al istmo, no el de Ática, puesto que Diógenes murió en Corinto, como Laercio y Demetrio dicen.
(422) Véase la nota198 a
la vida de Platón. De este Atenodoro siempre cita Laercio el libro VIII de esta
obra: De los paseos.
(389) Es otro juego de palabras entre άλειμάτιον, ungüentillo o uncioncilla, y άλλ΄ιμάτιον, otra ropa o vestidura. (390) Es el verso 343 del lib. X de
(391) Es el verso 95 del lib. VIII de
(392) Es el verso 40 de las Fenisas de Eurípides.
(393) También éste es medio verso de Homero, aplicado a significación diversa. Hállase en
(394) Es más probable que haya querido significar la inclinación de los perros de Malta, no obstante que hubo otra Mélite. También parece que hay aquí un equívoco, pues μελιταιόν χυνίδιον llaman también al perrito falderito y de recreo. Molósico, esto es, mordedor y fiero, como los de Molosia. (395) Esto es, cuando era infante. Καί γάρ ένεούρουν θχττον΄ άλλά νϋν, οϋ. Aquí θχττον significa antea, olim, quondam, y no celerius, como algunos entendieron, quitando toda la gracia a la respuesta.
(396) Es el verso 83 del lib. V de
(397) Τάριχος.
(398) Efectivamente, Cicerón, lib. III, De nat. Deor., lo atribuye a Diágoras, y pone la respuesta misma. Samotracia es isla pequeña del mar Egeo, cercana al Quersoneso. Había allí una cueva en donde sacrificaban a Hécate. Suidas.
(399) Χείρωνέπανίξεις; Quirón volverás; y también: Peor volverás. Χείρων significa un centauro que hubo ebrio y vinoso, llamado Eurutión; y asimismo significa peor. Véase la nota 386.
(400) Eurutión significa en parte amplior, laxior.
(401) Εχ τής ανδρωνίτιδυς είς τήν γυνατχωνίτιν. Del cuarto o pieza de los hombres al de las mujeres. (Vitrubio, lib. VI, cap. X.)
(402) Fue una célebre ramera.
(403) Οανασίμψ, lethali.
(404) Juego de palabras. Tegea era una ciudad de Arcadia, y tegos significa el lupanar.
(405) Es un equivoco de la palabra χα βή, que significa mango o puño, y también dádiva o don recibido.
(406) ύπο βολιμαίον τινός έιπόντος άυτώ. Supposititio quodam ipsi dicente, etc.- Véase Suidas en dicha voz. Consta que éstos solían prohijarse ad poederantiam; en cuyo caso pudo haber mayor malicia de lo que parece en la respuesta de Diógenes.
(407) Verso de Homero.
(408) Διόνυσον, Dionisio o Baco.
(409) Con la vida honesta.
(410) Verso 66 del lib. III de
(411) Φαύγους.
(412) Falta esta voz en el texto: se suple por elipsis.
(413) Παρρησία en propiedad significa la confianza y satisfacción propia tomada en buena parte; pero bien puede interpretarse de otras maneras.
(414} Σύν θεοϊς traducido literalmente carece de gracia; debe entenderse así: Gracias a los dioses, oh maestro, tenéis muchos discípulos, esto es, contando las musas por discípulos.
(415) Porque debajo del especioso hábito de noble, caballero, hidalgo, etc., suelen anidar los mayores vicios y licencias.
(416) Añado la voz natural, que es lo que quiere decir Diógenes.
(417) La misma disparatada opinión sigue Platón en su República, lib. V, no haciéndose cargo de que el matrimonio es el principio y base de la sociedad humana.
(418) Opinión de Anaxágoras, que refuta Lucrecio, lib. I, v. 875.
(419) χρηστός.
(420) νυχταλός χαί ύπνηλός.
(421) A sus hermanos los perros querría entender; pero arrojándolo al río sería útil a los peces, no a los perros. Así, los ilustradores de Laercio enmiendan de varios modos el texto, sin duda trastornado. Sigo la corrección de Samuel Bochart que me parece la mejor, pues sólo con anteponer un período a otro que se le pospone en el texto común queda corriente el sentido. Debe, pues, decir: O que lo metiesen en algún hoyo y lo cubriesen con un poco de polvo, para que fuese útil a sus hermanos. Otros dicen fue echado al Eliso. Menagio añade que este río Eliso es el que corre por Sición, junto al istmo, no el de Ática, puesto que Diógenes murió en Corinto, como Laercio y Demetrio dicen.
(422) Véase la nota
http://www.e-torredebabel.com/Biblioteca/Diogenes-Laercio/Vida-Filosofos-Ilustres-Diogenes.htm
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