Gay Talese: Vida de un escritor
Traducción: Patricia
Torres Londoño, Madrid, Alfaguara, por David Carrión Morillo
Si uno no conociese otras obras de Talese, podría
pensar, dado el título de este nuevo libro del autor norteamericano, que se
trata de la auto-biografía de un escritor al uso, aunque sería más apropiado,
una vez leído el voluminoso libro, tildarlo de ensayo sobre periodismo
travestido de literatura. Por ello, si uno espera ser absorbido por los deseos
y pasiones más profundas del alma de Talese se sentirá defraudado, ya que el
ilustre periodista proyecta su saber hacia fuera de su persona, centrando su
atención, casi de modo exclusivo, en sus contemporáneos o en los hechos acaecidos en la convulsa sociedad norteamericana desde la segunda mitad del siglo
pasado hasta la actualidad.
Apenas se puede encontrar introspección en la
mirada de este autor, que se encuentra mucho más interesado por los
acontecimientos que suceden a su alrededor que por los que le pudiesen acaecer
a él. En ese sentido, haber ejercido el periodismo en The New York Times
le ha dejado una impronta que, por muchos libros de ficción o literatura que
pudiese escribir, sería muy difícil logar eliminar.
De modo paralelo a la narración, asistimos al
derrumbamiento de la ética en el mundo contemporáneo o, por lo menos, al
quebranto de esta disciplina fundamental para la supervivencia de la
civilización. No deja de resultar sumamente curioso que las esperanzas que se
levantaron a partir de los años sesenta no se hayan cumplido en absoluto; tal
vez porque las abstracciones no pueden cumplirse. Es indudable que el mundo, en
términos generales, ha progresado: hay más igualdad legal, ha habido multitud
de avances científicos y la tecnología ha mejorado extraordinariamente,
convirtiéndose en accesible para casi todos. Junto a esto, hay un
individualismo exacerbado, una tiranía de la opinión pública y una asfixiante
competitividad. Al menos, ésa es la sensación que uno tiene al leer a Talese,
quien describe la mágica manera en que la sociedad moderna ha sido capaz de
llenar las alforjas del individuo con más libertades, más derechos, incluso con
más dinero; a la vez que ha sido capaz de vaciarlas de sus principios morales,
su integridad y su antigua lealtad.
En esa línea, el caso de la segregación racial de
Alabama se convierte en un auténtico paradigma. Talese, que había estudiado
allí periodismo, describe la época de aquel movimiento de derechos civiles que
surgió para reivindicar la igualdad de los negros frente a los blancos en los
Estados Unidos. No hay que olvidar que, en gran parte del sur de esa nación,
muchos de los crímenes quedaban impunes si se cometían sobre un negro -término
empleado por el propio autor-. Esto motivó una respuesta pacífica a través de
ese movimiento por los derechos civiles cuyo líder principal era Martin Luther
King. Una de las manifestaciones que querían llevar a cabo partiría del
diminuto pueblo de Selma a la ciudad de Montgomery, así que Talese acudió a
Selma para cubrir la noticia -de hecho, fue su último encargo en el Times-.
Pese a que la manifestación fue declarada ilegal, también transcurrió de modo
pacífico, por lo que no se puede entender que, tras haber lanzado botes de
humo, la policía cargase brutalmente contra hombres, mujeres y niños. Más que
las crónicas de los periodistas, lo que causó estupefacción y vergüenza fueron
las imágenes grabadas que se mostraron en los televisores de los
estadounidenses, provocando de manera directa que la afluencia a las siguientes
manifestaciones fuera mucho mayor, incluyendo a ciudadanos blancos. Ello probó
la superior repercusión de las imágenes frente a la palabra. Al final, el
presidente Johnson aprobó poco después la Ley del derecho al voto, que completó
la Ley de derechos civiles que él mismo había firmado en 1964, consiguiendo
extender la igualdad legal a todos los grupos que no la tenían, incluidos los
ciudadanos negros.
En 1990, veinticinco años después, se quiso llevar
a cabo la conmemoración de aquella manifestación en Selma para protestar por la
falta de derechos de los ciudadanos negros.
Una de las líderes de esta nueva manifestación era
Rose Sanders, una abogada que había sido ya activista en la U. de Harvard. Sus
métodos no se parecen a los utilizados por sus antecesores, pues no duda en
mentir, en fingir y en acusar injustamente a la policía de haber recibido malos
tratos y de haber sido violada.
Su actitud se muestra repulsiva si la comparamos
con la de la inspiradora de aquel movimiento por los derechos civiles, Rosa
Parks, quien no le dejó su asiento a un blanco en un autobús de Montgomery, por
lo que fue condenada por conducta desordenada y violación de la ley local. Esa
diferencia tan abismal entre una y otra actitud hace que la conclusión a la que
llega el autor a través de uno de sus entrevistados no deje de ser paradójica:
los manifestantes de 1965 fueron liderados por “pastores”, al contrario de los
manifestantes de 1990, que fueron liderados por “abogados” (p. 302).
El caso
del matrimonio Bobbitt también subraya la desintegración moral de la sociedad
en los últimos tiempos. Como se recordará, este asunto fue de manera masiva
tratado por los medios de comunicación no sólo de EU sino de todo el mundo.
Básicamente, el origen de la controversia fue la amputación, mientras dormía,
del miembro viril de John a manos de su mujer, Lorena. Esta situación se
transformó en un espejo en el que pudimos ver reflejados muchos de los males de
la sociedad contemporánea occidental. John, que tenía problemas para hablar,
había sido miembro del Cuerpo de Marines y era una persona de carácter
violento, lo que se agravó cuando fue despedido del ejército y se convirtió en
otro desempleado más con trabajos ocasionales duros y mal pagados. Lorena, de
origen ecuatoriano y criada en Venezuela, tenía antecedentes penales por robo,
siendo una persona ambiciosa y por completo materialista que, como recalca
Talese, al conocer a John vio la posibilidad de ser norteamericana de pleno
derecho. Aunque ninguno de ellos fuera un ángel, pues ambos presentaban
personalidades problemáticas, esto no puede tener como consecuencia la ridícula
absolución de Lorena por la justicia norteamericana. Lorena, entre otras
razones, alegó que John la había violado la noche en la que le cortó, con un
cuchillo de cocina, el miembro más preciado por su marido. En el juicio se
demostró que, si bien había tenido relaciones sexuales con John esa noche, no
había sido forzada. Pero eso no se tuvo en cuenta; la decisión parecía estar
tomada en un juicio cuyo veredicto ya lo había dictado la opinión pública, de la
que el jurado tan sólo fue altavoz. Por eso mismo, no sorprende leer el alegato
inicial que realizó la abogada de Lorena, Lisa Kemler, transcrito literalmente
por Talese: La evidencia mostrará que, en su mente, ella [Lorena Bobbitt]
sentía que no podía escapar de su pene, que eso era lo que le causaba el dolor
más grande, el temor más grande y la humillación más grande. Y yo les aseguro
que, al final de este caso, ustedes llegarán a una conclusión, y esa conclusión
es que una vida es más valiosa que un pene (p. 428).
El libro
manifiesta, en definitiva, un gran desencanto de su autor con la evolución de
la sociedad norteamericana, aunque por los datos, detalles y comentarios que
nos ofrece, resulta totalmente comprensible. Como conclusión, ilustrando su
admiración por la inmigración de sus padres y sus abuelos, se puede degustar su
crítica demoledora del fútbol: Es posible que el fútbol sea el deporte más
popular del mundo, que haya contado en el pasado con la participación de
reconocidos millonarios como Pelé y Maradona y que a veces aparezca
personificado por chusmas de apasionados fanáticos que empiezan a armar
alborotos en las graderías y luego corren enloquecidos por las calles de las
ciudades en las cuales sus adorados equipos se enfrentaron a un odiado rival,
pero los muchos millones de extranjeros que vinieron a EU y se asentaron
durante los siglos XIX y XX no lograron que este deporte se asimilara con ellos
en la cultura imperante norteamericana.
Habían
dejado el fútbol en sus antiguos países, tal como lo hizo mi padre,
abandonándolo en manos de parientes masculinos que, como de alguna manera
sugería mi padre, eran vagos de pueblo y candidatos a prisioneros de guerra.
Publicación semestral. ISSN: 1988-3927. Número 13, septiembre de 2013
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