La descripción física del mundo
basada en la idea de una realidad separable ¡falla!
En un artículo anterior, explicamos que
La Teoría Cuántica es una teoría netamente probabilista. En esta entrega
descubrimos que el Principio de Determinismo de la Física no es aplicable a los
sistemas descritos a través de la Teoría Cuántica. Asimismo, que cuánticamente
el proceso de medida afecta al estado sobre el que se mide, y además lo hace de
una manera impredecible, lo que constituye uno de los problemas de
interpretación más serios de la Teoría Cuántica. Finalmente descubrimos que una
descripción de los fenómenos basada en la Teoría Cuántica obliga a replantear
al menos una de las dos premisas que sustentan la idea de la realidad
separable. Por Mario Toboso.
Una de las
principales pretensiones de la Física es el estudio de la “evolución” de los
estados de un sistema. Al estudiar la evolución de cualquier sistema resulta
interesante la predicción de su estado en un instante futuro. Esta labor se apoya
en el denominado “Principio de Determinismo”, el cual afirma que si en un
instante dado son conocidas con precisión arbitrariamente grande:
1°. Las posiciones y
velocidades de todas las partículas del sistema, es decir, su “estado” en ese
instante y 2°. El conjunto total de influencias, tanto internas como externas,
a que quedan sometidas.
Entonces es posible
“determinar”, a través de las ecuaciones de movimiento, el estado del sistema
en cualquier instante posterior.
Veamos cómo funciona
el Principio de Determinismo en los tres casos siguientes:
A. La evolución de los
planetas en sus órbitas.
B. La evolución de las
nubes y las masas de aire.
C. La evolución de los
sistemas atómicos.
Los casos A y B corresponden a sistemas macroscópicos (clásicos) en cuyo estudio
no resulta necesario aplicar la Teoría Cuántica. No sucede así en el caso C, como ya hemos visto en nuestro
artículo anterior.
En A es posible hallar con precisión
arbitrariamente grande tanto 1 como 2, de ahí los buenos resultados experimentales
y predictivos de la Astronomía, que se ilustran por ejemplo en el
descubrimiento de Neptuno en 1846 a partir de los cálculos teóricos realizados
por Le Verrier.
En el caso B la situación es un poco más
complicada, y puede llegar a determinarse 1 pero no 2, es decir, conocemos con precisión la posición y velocidad de una
masa de aire en un instante dado, pero no el conjunto total de influencias a
que está sometida, de ahí que en Meteorología las predicciones no sean del todo
satisfactorias a medio y largo plazo. Se trata de una “limitación subjetiva”,
es decir, una falta de conocimiento de los detalles experimentales por nuestra
parte.
El Principio de Indeterminación de Heisenberg
En el caso C resulta imposible cumplir la condición 1 a causa del denominado Principio de Indeterminación de
Heisenberg. Este Principio establece que para todo sistema cuántico existen
magnitudes físicas denominadas “complementarias”.
Que dos magnitudes físicas
sean complementarias significa que resulta imposible determinar
simultáneamente, con precisión arbitraria, sus valores sobre un mismo estado.
Si, por ejemplo, M y N son dos magnitudes complementarias, y D(M) y D(N)
son las respectivas imprecisiones experimentales que se obtienen al realizar la
medida de tales magnitudes, entonces la relación de indeterminación de
Heisenberg establece que:
D(M) x D(N) > h (Obsérvese el notable protagonismo de la
constante de Planck, h, en este fenómeno cuántico de complementariedad).
De manera que si para
un estado particular queremos precisar mucho, por ejemplo la magnitud M,
haciendo D(M) más y más pequeño, a cambio, para mantener la validez de la
relación anterior (y puesto que h es diferente de cero), deberá aumentar el
valor de D(N), volviéndose más imprecisa la medida simultánea de la magnitud
complementaria N.
La quiebra cuántica del Principio de Determinismo
Resulta que en la Teoría Cuántica la posición
y la velocidad son magnitudes “complementarias”, de manera que la imprecisión
en sus medidas se halla ligada a través de la relación de Heisenberg, lo que
prohíbe su conocimiento simultáneo con precisión arbitrariamente grande, y por
ello la condición 1 del Principio de Determinismo no puede cumplirse.
Al contrario de lo
que sucedía en el caso B, aquí en C no se trata de una limitación experimental
subjetiva, sino de un Principio inherente a la Realidad Cuántica, el Principio
de Indeterminación de Heisenberg, que establece la existencia de magnitudes
complementarias imposibles de precisar de manera simultánea. De modo que
debemos hablar en este caso de una “limitación objetiva” del conocimiento sobre
las características del sistema.
De este resultado se
deriva una conclusión inmediata: no es aplicable el Principio de Determinismo a
los sistemas descritos a través de la Teoría Cuántica. Es este el primer
conflicto de esta teoría con la idea de determinismo.
No obstante, como
veremos más adelante, se puede reformular el concepto de “estado” para los
sistemas descritos por la Teoría Cuántica y obtener todavía una evolución
determinista. Aunque sólo será uno de los dos posibles modos de evolución del
estado cuántico. El otro resultará nuevamente indeterminista, no en el sentido
que acabamos de ver, sino en un sentido aún más fuerte.
El estado de los sistemas en la Teoría Cuántica
El estado E más general de los sistemas
descritos por la Teoría Cuántica viene representado por una “superposición” de
todos sus estados posibles EP(n): E = sup. EP(n) siendo
n = 1, 2, 3, ... tantos estados como pueda adoptar el sistema.
La noción de
superposición de estados posibles es fundamental en la Teoría Cuántica y no se
presenta en la Física Clásica. En esta última, los estados posibles nunca se
superponen, sino que se muestran directamente como descripciones reales del
estado del sistema.
Al contrario,
especificar el estado del sistema en la Teoría Cuántica implica tener en cuenta
la superposición de todos sus estados posibles; no podemos atribuir “a priori”
ninguno de tales estados posibles al sistema, sino únicamente su superposición
(salvo tras una “operación de medida”; más adelante veremos el papel tal
importante que juegan estas operaciones en la Teoría Cuántica). Tales
superposiciones tienen un carácter totalmente real; de hecho, las
superposiciones de estados posibles adquieren en la Teoría Cuántica un
significado ontológico, es decir, describen “lo que realmente es” el estado del
sistema.
El estado E (también
denominado función de onda, y representado por la letra griega “psi”)
corresponde al aspecto superposicional del sistema cuántico, en tanto que el
conjunto de estados posibles EP(n) representa su aspecto experimental.
El experimento de la doble rendija
Sólo si se considera que la superposición E de
estados posibles EP(n) representa realmente el estado del sistema se pueden
explicar fenómenos observados de interferencia cuántica, que constituyen un
aspecto esencial de la Teoría Cuántica, como en el caso del experimento de la
doble rendija, o experimento de Young.
El experimento de
Young original data de 1803 y fue propuesto por Thomas Young, dentro del marco
de la Física Clásica, como demostración supuestamente “concluyente” de la
naturaleza exclusivamente ondulatoria de la radiación.
La versión cuántica
del experimento de la doble rendija es un elemento de análisis importante en la
Teoría Cuántica, ya que permite estudiar, no sólo el fenómeno de interferencia
cuántica, sino también la dualidad que la teoría establece entre las
descripciones de partícula y onda.
Evolución de los estados cuánticos
En la formulación de la Teoría Cuántica
presentada por Jon von Neumann en 1932, denominada “ortodoxa”, el estado
superposición E del sistema (o su función de onda “psi”), que consideramos como
representante real de su estado físico, puede evolucionar de dos modos
distintos y excluyentes.
La elevada exactitud
de las predicciones cuánticas descansa en la intervención combinada de estos
dos modos de evolución:
La ecuación de evolución de Schrödinger (modo 1)
Esta ecuación gobierna la evolución en el
tiempo de los estados superposición E, en presencia, o no, de influencias y
campos externos. Puede reformularse el Principio de Determinismo para adaptarlo
a este tipo de evolución, considerando que si en un momento de tiempo inicial,
dado como t0, son conocidos:
1. El estado E(t0) del sistema, como superposición del
conjunto de sus estados posibles EP(n), y 2.
El conjunto total de influencias externas que sobre dicho estado actúan.
Entonces, en estas
condiciones, la resolución de la ecuación de Schrödinger permite determinar el
nuevo estado superposición E(t1) del sistema en cualquier momento de tiempo
posterior t1.
Así pues, el estado E
del sistema evoluciona con la ecuación de evolución de Schrödinger, de una
manera determinista, en el sentido de que dado el mismo en un momento inicial,
la evolución ofrecida por dicha ecuación “determina” exactamente el estado del
sistema en cualquier instante posterior.
Operaciones de medida (modo 2)
Hagámonos la siguiente pregunta: ¿qué es una
operación o un proceso de medida? Se trata de un proceso que supone la
interacción de un observador (sujeto) con un sistema (objeto) sometido a
estudio del que se quiere extraer información referente al valor experimental
de una o varias de sus propiedades. Ejemplos de proceso de medida son la medida
de la longitud de un objeto mediante una regla, o una medida de temperatura por
medio de un termómetro, o la medida de una corriente eléctrica a través de un
amperímetro.
El experimento de Aspect. Sepiensa.
Problemas de interpretación
Clásicamente se supone, sobre la base del
sentido común y de la experiencia cotidiana, que una operación de medida no
afecta al estado sometido a la misma, y así el estado anterior y posterior a la
observación o medida son idénticos (la altura de una mesa, por ejemplo, no
varía porque la midamos). Cuánticamente la situación es del todo distinta: el
proceso de medida afecta al estado sobre el que se mide, y además lo hace de
una manera impredecible, lo que constituye uno de los problemas de
interpretación más serios de la Teoría Cuántica.
Analicemos el esquema
típico de un proceso cuántico de medida: el estado previo a la misma es un
estado E, formado por la superposición de todos los estados posibles
experimentales EP(n) asociados a la propiedad que se desea medir. Cada uno de
tales estados posibles tiene una probabilidad de obtenerse como resultado de la
medida.
De manera que, a
partir del estado previo E conocemos sólo la probabilidad de los diferentes
estados posibles EP(n), pero no cuál de ellos actualizará. De hecho, la
actualización del estado experimental tras la medida ocurre totalmente al azar.
La Teoría Cuántica predice probabilidades de sucesos, en tanto que la Física
Clásica predice sucesos.
El proceso cuántico
de medida provoca que el estado superposición E del sistema se reduzca
(“colapse”, suele decirse) a uno de sus estados posibles EP(n), cuya probabilidad
de actualización pasa a valer 1, en tanto que la del resto toma el valor 0.
En este proceso de
medida, u observación, la superposición inicial de estados posibles, que
configura el estado E previo a la misma, se rompe y pasamos del aspecto superposicional
al aspecto experimental del sistema cuántico. Los aspectos paradójicos del
proceso cuántico de medida, relacionados con la superposición de estados
posibles y su ruptura, suelen ilustrarse por medio del denominado experimento
del gato de Schrödinger.
La interpretación de Copenhague de la Teoría Cuántica
Es el resultado de los trabajos de Heisenberg,
Born, Pauli y otros, pero fundamentalmente fue promovida por el físico danés
Niels Bohr (de ahí su denominación). Sus puntos esenciales pueden resumirse de
la siguiente manera:
1. Dentro del esquema de la Teoría Cuántica se establece
una relación esencial entre el sistema microscópico y el aparato de medida
macroscópico.
2. Sólo el conjunto (sistema + aparato) posee propiedades
físicas definidas.
3. Sólo después de una medida (pasando del aspecto
superposicional al aspecto experimental del sistema) se puede atribuir al
estado obtenido la propiedad física que se mide.
4. El Principio de Complementariedad: supone que los
sistemas cuánticos muestran características y propiedades “complementarias” que
no pueden determinarse de manera simultánea (por ejemplo: el carácter
onda-partícula, o la pareja de magnitudes posición-velocidad).
En la Teoría Cuántica
la presencia de los aspectos complementarios, corpuscular y ondulatorio, de un
sistema depende del aparato elegido para su observación. Al contrario, la
Física Clásica suponía que onda y partícula representaban dos descripciones
distintas mutuamente excluyentes.
5. La descripción de
las propiedades físicas del estado cuántico E, anterior a una medida, no está
definida. Sólo aporta los estados posibles EP(n) y sus probabilidades
respectivas de obtenerse tras la medida en cuestión.
El argumento, o paradoja, EPR
Propuesto por Einstein, Podolsky y Rosen en
1935, el argumento, o paradoja, EPR se planteó como un reto directo a la
interpretación de Copenhague y, tácitamente, como un argumento “ad hominen”
dirigido por Einstein contra Bohr como un nuevo capítulo de su particular
debate, iniciado en el Congreso Solvay de 1927.
El argumento EPR no
pretendía mostrar que la Teoría Cuántica fuese incorrecta, sino “incompleta”, y
que, por lo tanto, debía completarse introduciendo una serie de elementos de
realidad (denominados “variables ocultas”) que, debidamente acomodados dentro
del formalismo de la teoría, permitiesen elaborar predicciones deterministas,
no probabilistas, ya que Einstein pensaba que las probabilidades cuánticas
tenían un origen subjetivo como consecuencia de carecer de una información
completa relativa a las propiedades de los sistemas estudiados.
La descripción del
argumento EPR se basa en el análisis de un experimento “mental”, es decir, un
experimento conceptualmente consistente, aunque imposible de llevar a la
práctica, al menos en el momento histórico en que se plantea.
El Teorema de Bell
Desarrollado por John
Bell en 1965, se trata de un teorema matemático que analiza teóricamente el
“nivel de correlación” entre los resultados de medidas realizadas sobre
sistemas separados (como los sistemas S1 y S2 del argumento EPR). De hecho, las
dos premisas implícitas en el Teorema de Bell son las mismas que en el
argumento EPR:
1. Realidad objetiva: la realidad del mundo externo es
independiente de nuestras observaciones y se basa en un conjunto de variables
oculta; y 2. Condición de “separabilidad”: no existe “acción a distancia” ni
comunicación a velocidad mayor que la luz entre regiones separadas del espacio.
Las premisas 1 y 2
constituyen la base de la denominada “realidad separable”. Basándose en ellas
el Teorema de Bell predice un cierto valor de dicho nivel de correlación, que
vamos a denominar N(EPR). Por otra parte, la interpretación de Bohr
(Copenhague) de la Teoría Cuántica predice un nivel análogo de correlación N(B)
algo mayor que N(EPR), debido a la propiedad conocida como entrelazamiento
cuántico.
Esta diferencia
sugería que podía establecerse una diferencia real (no sólo de opinión) entre
el planteamiento de la realidad separable de Einstein y el planteamiento de
Bohr basado en la interpretación de Copenhague. Si la predicción de la Teoría
Cuántica para el valor N(B) resultase ser experimentalmente correcta, entonces
el planteamiento de Einstein fallaría, y al menos una de las dos premisas
implícitas en la realidad separable debería abandonarse.
La cuestión clave
era, entonces: ¿podría dirimirse de manera experimental la diferencia teórica
entre los niveles de correlación N(EPR) y N(B)?
El veredicto del experimento
El experimento llevado a cabo por Aspect,
Dalibard y Roger en 1982, supuso, después de cuarenta y siete años, la
materialización práctica del experimento “mental” expuesto en el argumento EPR
en 1935. El resultado fundamental de este experimento es que la predicción de
la Teoría Cuántica para el valor del nivel de correlación N(B) es
experimentalmente correcta.
De manera que el
nivel de correlación obtenido experimentalmente no coincidía con el valor
N(EPR) deducido a partir del Teorema de Bell, sobre la base de las dos premisas
de la realidad separable implícita en el argumento EPR. La conclusión es clara:
la descripción física del mundo basada en la idea de una realidad separable
¡falla! Hay que destacar que la Física Clásica acepta igualmente la descripción
de los fenómenos basada en dicha realidad separable.
En su vertiente
“realista” la descripción clásica se basa en el concepto intuitivo de una
realidad “exterior”, a la que se le suponen propiedades definidas, sean o no
observables por el hombre. Esto permite, como consecuencia, hacer referencia al
estado real de un sistema, con independencia de cualquier observación.
En su vertiente
“separable” la descripción clásica se basa en el concepto intuitivo de una
realidad mentalmente separable en elementos distintos y localizados, cuya
posible relación mutua vendría limitada por el valor máximo permitido para la
velocidad de las señales (la velocidad de la luz en el vacío).
Pero, lamentablemente
para la descripción clásica, “intuitivo” no es sinónimo de “verdadero”.
El resultado del
experimento de Aspect indica que una descripción de los fenómenos basada en la
Teoría Cuántica obliga a replantear al menos una de las dos premisas que
sustentan la idea de la realidad separable. La actitud más frecuente adoptada
por los estudiosos es conservar su vertiente “realista” y someter a revisión su
naturaleza “separable”, tratando de integrar en esa vertiente, entre otros, los
efectos característicos del entrelazamiento cuántico.
Mario Toboso es
Doctor en Ciencias Físicas por la Universidad de Salamanca y miembro de la
Cátedra Ciencia, Tecnología y Religión de la Universidad Pontificia Comillas.
Editor del Blog Tempus de Tendencias21 y miembro del Consejo Editorial de
nuestra revista. Este artículo es la segunda entrega de una serie de dos sobre
Teoría Cuántica. Ver el anterior: La Teoría Cuántica, una aproximación al
universo probable.
http://www.tendencias21.net/La-Teoria-Cuantica-cuestiona-la-naturaleza-de-la-realidad_a1001.html
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