¿Qué es la realidad?
Félix García Moriyón
Abordamos hoy uno de los temas cruciales y centrales de la Filosofía occidental, el problema de la
realidad, una cuestión que, con diversos nombres y desde planteamientos
distintos, ha ocupado a los filósofos de nuestra tradición desde su inicios
presocráticos. Para algunos, este es el problema central de la metafísica u
ontología, ámbitos de la reflexión filosófica que se definen precisamente por
dedicarse al estudio de lo real en cuanto que es real. El predicado “real”,
convertido en sustantivo “lo real” o “la realidad”, puede aproximarse al
concepto de “ser”, incluso llegar a identificarse puesto que “lo real” puede
ser entendido como el ser en plenitud, siendo la realidad la manera primaria de
ser.
En cierto sentido
podríamos decir que todo es real, lo que convertiría dicho concepto en un
concepto vacío de significado: si todo es real, nada es real, puesto que el
predicado deja de establecer una diferencia significativa. Sin embargo, en la
vida cotidiana aplicamos el término realidad en diversos contextos con clara
capacidad de establecer diferencias significativas que ayuden a una mejor comprensión de las cosas con las que
nos relacionamos.
Pensemos, sin ir más
lejos, en la advertencia que figura al final de numerosas películas: «cualquier
parecido de esta película con situaciones o personajes de la vida real es pura
coincidencia», aviso que afirma justo lo contrario que otro que es también
frecuente: «esta película se basa en hechos reales». Las dos frases sirven para
entender los dos enfoques tradicionales en la filosofía al abordar el problema
de la realidad: marcar negativamente lo que lo distingue de las cosas no reales
por un lado, o destacar aquellas características que permiten definir la
realidad.
Quizá el primer
enfoque sea el que pueda resultar más interesante para iniciar un fructífero
diálogo filosófico sobre este problema. En gran parte, eso es lo que hicieron
los primeros filósofos. Para ellos, lo que nos mostraban los sentidos, aquello
con lo que manteníamos una relación cotidiana estrecha, no correspondía a lo
que el ser realmente es, a la realidad en su sentido más pleno y más profundo.
No se trata de dirimir si las apariencias o los sentidos nos engañan, sino más
bien de ir algo más allá o más profundo, para desvelar lo que genuinamente
existe, la verdadera realidad, o la verdad sin más. En el fondo, todo es agua,
decía Tales de Mileto, y lo que aparece ante nuestros sentidos no son sino
manifestaciones diversas del agua, en distintos estados de condensación. Buscar
la verdad es levantar el velo que oculta la realidad a nuestros sentidos
cotidianos. La relación entre apariencia y realidad se convierte así en uno de
los ejes que vertebran la reflexión sobre el ser y sobre lo real y la alegoría
de la caverna pasa a constituirse en una de las metáforas más fecundas sobre la reflexión filosófica: solo un duro esfuerzo
personal permitirá a los seres humanos romper con las cadenas de un mundo de
sombras y apariencias para ascender hacia la captación de lo auténticamente
real.
Las apariencias pueden ser aquello
que nos impide definitivamente acceder a la realidad, pues solo hay apariencias
o puede ser el camino de acceso a la realidad: ¿Ocultan las apariencias la
realidad o la muestran? No es sencillo contestar esta pregunta. También los
griegos oscilaron entre las dos posibles respuestas a esta pregunta. Nadie como
los sofistas ejerció una crítica tan radical a nuestra capacidad de acceder a
la realidad como algo claramente distinto de nuestra manera de percibirla. El
ser humano es la medida de todas las cosas de tal modo que si nos
preguntamos si la realidad es un descubrimiento-desvelamiento o una
invención-construcción, es esto segundo lo que hay que admitir. Su posición ha
tenido seguidores importantes desde entonces, destacando las reflexiones de
Nieztsche sobre la condición metafórica de nuestro lenguaje y más recientemente
toda una familia filosófica que de un modo u otro defiende lo que podemos
llamar el constructivismo epistemológico: la realidad de la que hablamos no
pasa de ser un constructo social, fruto de acuerdos provisionales. Si cambiamos
de paradigma, según decía Kuhn, posiblemente está cambiando también la
realidad.
Esto supone poner en
cuestión otra de las aportaciones de los fundadores de nuestra tradición
filosófica. Siguiendo la senda de sus maestros Sócrates y Platón, Aristóteles
mantiene con claridad que la realidad es racional, es decir, que nuestra
razón, no nuestros sentidos, es la que nos permite acceder a un conocimiento
más ajustado de la realidad, de tal modo que la verdad puede ser definida como
la correspondencia entre nuestros juicios y la realidad. No parece adecuado
acusar a la posición aristotélica de racionalismo excesivo; más bien, cuando la
polémica se planteó en la filosofía medieval relacionada con el valor de los
conceptos universales, la posición aristotélica quedó definida como realismo
moderado. Sin duda, todas nuestras abstracciones conceptuales -incluso todo
nuestro lenguaje- son entes de razón, dicen los seguidores de Aristóteles. No
obstante, eso no es lo importante; lo decisivo es que algunos de ellos tienen
fundamento in re, lo que los aleja de posibles elucubraciones infundadas
y permite distinguir la realidad de la ilusión, o lo verdadero de lo falso.
Ahora bien, la
afirmación aristotélica puede ser invertida y eso es lo que, según algunos
intérpretes, hace Hegel, cerrando en cierto sentido la reflexión filosófica
occidental:
todo lo
racional es real. La realidad no es más que el despliegue dialéctico del
Espíritu en la Historia y esta no llegará a su plenitud hasta que se dé la
perfecta adecuación entre racionalidad y realidad. Hegel lleva hasta el extremo
el optimismo ilustrado, con su gran apuesta por una sociedad regida por la
razón. La izquierda hegeliana reinterpretará esa afirmación hegeliana y la
vinculará al pensamiento utópico presente en el mundo occidental desde el
Renacimiento: la sociedad real, la verdadera sociedad, será aquella regida por
el imperio de la razón y no por la arbitraria voluntad de monarcas absolutos
apegados a tradiciones injustificables. La utopía permitirá desvelar la más
auténtica realidad. Esa es la más fecunda y sólida relación entre la utopía
y la realidad. «Seamos realistas, pidamos lo imposible», decía un grafiti
en el Mayo francés. «Queremos democracia real ya», claman los indignados que
animan el movimiento del 15-M.
Ciertamente, la
modernidad no sólo engendró el pensamiento utópico. También recuperó y
reelaboró algo que estaba presente en la caverna de Platón. ¿Y si la
realidad, si todo lo que nos rodea, incluso nosotros mismos, no es más que un
sueño? Segismundo, al comienzo del barroco, se lamenta entristecido ante la
constatación de que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
Shakespeare tiene sueños en las noches de verano. Y Descartes, el más preclaro
fundador del pensamiento moderno considera crucial despejar la duda que
identifica sueños con realidad, o que es incapaz de distinguir los unos de la
otra. Difícil avanzar en un mundo hostil y duro como el de la Guerra de los
Treinta años si no podemos conjurar los sueños, mucho menos si no podemos
acallar las pesadillas. Hace falta encender la luz de la razón natural, dice
Descartes y se pone a ello. Eso sí, en la crisis de la modernidad que comienza
a gestarse a finales del XIX, voces menos optimistas descubren en nuestros
sueños la alargada sombra de un inconsciente fuera de control. Y eso puede
suponer tener que aceptar el insuperable malestar en la cultura.
Ya aquí y ahora,
crece desmesurada y rápidamente un nuevo mundo que añade nuevas complejidades,
nuevos recovecos difíciles de explorar: empezamos a estar rodeados por un mundo
virtual, por lo tanto no real, pero al mismo tiempo tan real que impacta
decisivamente sobre nuestras vidas. Atrapados por la red, pero también
ampliadas exponencialmente nuestras posibilidades por esa enorme red, puede
llegar un momento en el que vuelva a resultar difícil distinguir entre las
apariencias y la realidad, en que confundamos los amigos con los contactos de
Tuenti o Facebook. Un dicho popular se hace eco de esta situación: «eres más
falso que un amigo en Facebook». Hace unos pocos años, una película con gran
impacto mediático, Matrix, volvió a plantear la alegoría de la caverna,
esta vez sin paredes sobre las que se proyectaban las sombras. Al final, el
mundo en el que vivimos no es
más que
una apariencia de realidad, una realidad virtual con la que, también con duro
esfuerzo personal, debemos romper para acceder al mundo real.
No es
fácil, por tanto, ofrecer soluciones al problema planteado por la pregunta más
general ¿Qué es la realidad? Todas las preguntas más concretas que hemos
ido abordando en los párrafos anteriores nos ayudan a ir despejando el camino,
a establecer fructíferas distinciones y aclaraciones, a poner mojones en el
camino para evitar extraviarnos. Ahora bien, conviene ir algo más allá y
averiguar, hasta donde nos sea posible, cuáles son las propiedades que
caracterizan o definen lo real. No nos conviene, utilizando un ejemplo de
Kant, confundir cien euros reales con cien euros imaginarios, ni vamos a poder
encontrar refugios en oasis producto de un espejismo. Necesitamos, por tanto,
saber de qué estamos hablando cuando decimos que algo es real; esto es,
necesitamos saber cuáles son las notas que definen la realidad e incluso también
los niveles en los que esa realidad se manifiesta. Es posible que solo
lleguemos a respuestas provisionales, pendientes de posteriores reflexiones que
vayan resolviendo los nuevos problemas planteados por las anteriores
respuestas. Pero en eso consiste la reflexión filosófica, en emprender un
camino de reflexión que ayude a dotar a nuestra vida de sentido.
https://www.uam.es/servicios/apoyodocencia/ice/olimpiada/Que_es_la_realidad.pdf
Luego de la lectura, Realizar - Responder lo Siguiente:
1.
Sinopsis del video: “La mentira en la cual vivimos”.
2. ¿Qué
le llamó la atención del video?
3. Explique
por qué la realidad se considera como un problema filosófico.
4. ¿Por
qué lo que muestran los sentidos no necesaria
e indispensablemente corresponde a una realidad evidente?
5. Busque la biografía de los pensadores citados y
escriba que fue lo que más le llamó la atención de esta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario