El cataclismo de Damocles
Gabriel García Márquez
“No sé cómo será la III Guerra
Mundial, pero sí la IV… con piedras y palos”.
A. Einstein
Los pocos
seres humanos que sobrevivan al primer espanto, y que hubieran tenido la
oportunidad de un refugio seguro después del aciago día de la catástrofe
magna, sólo habrán salvado la vida para morir después por el horror de sus
recuerdos. La Creación habrá terminado. En el caos final donde las noches son
eternas y el único vestigio de lo que fue la vida serán las cucarachas.
Un minuto después de la última explosión, más de la mitad de los seres
humanos habrá muerto, el polvo y el humo de los continentes en llamas
derrotarán a la luz solar, y las tinieblas absolutas volverán a reinar en el
mundo. Un invierno de lluvias anaranjadas y huracanes helados invertirá el
tiempo de los océanos y volteará el curso de los ríos, cuyos peces habrán
muerto de sed en las aguas ardientes, y cuyos pájaros no encontrarán el cielo.
Las nieves perpetuas cubrirán el desierto del Sahara, la vasta Amazonía desaparecerá de la faz del planeta destruido por el granizo, y la era del rock y de los corazones transplantados estará de regreso a su infancia glacial. Esto no es un mal plagio del delirio de Juan en su destierro de Patmos, sino la visión anticipada de un desastre cósmico que puede suceder en este mismo instante: la explosión -dirigida o accidental- de sólo una parte mínima del arsenal nuclear que duerme con un ojo y vela con el otro en las santabárbaras de las grandes potencias.
Las nieves perpetuas cubrirán el desierto del Sahara, la vasta Amazonía desaparecerá de la faz del planeta destruido por el granizo, y la era del rock y de los corazones transplantados estará de regreso a su infancia glacial. Esto no es un mal plagio del delirio de Juan en su destierro de Patmos, sino la visión anticipada de un desastre cósmico que puede suceder en este mismo instante: la explosión -dirigida o accidental- de sólo una parte mínima del arsenal nuclear que duerme con un ojo y vela con el otro en las santabárbaras de las grandes potencias.
En 1986, existían en el mundo más de 50.000 ojivas nucleares
emplazadas. En términos caseros, esto quiere decir que cada ser humano, sin
excluir a los niños, está sentado en un barril con unas cuatro toneladas de
dinamita, cuya explosión total puede eliminar 12 veces todo rastro de vida en
la Tierra. La potencia de aniquilación de esta amenaza colosal, que
pende sobre nuestras cabezas como un cataclismo de Damocles, plantea la
posibilidad teórica de inutilizar cuatro planetas más que los que giran
alrededor del Sol, y de influir en el equilibrio del Sistema Solar. Ninguna
ciencia, ningún arte, ninguna industria se ha doblado a sí misma tantas veces
como la industria nuclear desde su origen, ni ninguna otra creación del ingenio
humano ha tenido nunca tanto poder de determinación sobre el destino del mundo.
El único consuelo de estas simplificaciones terroríficas -si de algo nos
sirven-, es comprobar que la preservación de la vida humana en la Tierra sigue
siendo todavía más barata que la peste nuclear. Pues con el sólo hecho de
existir, el tremendo Apocalipsis cautivo en los silos de muerte de los países
más ricos está malbaratando las posibilidades de una vida mejor para todos.
En la asistencia infantil, por ejemplo, la UNICEF calculó en 1981
un programa para resolver los problemas esenciales de los 500 millones de niños
más pobres del mundo, incluidas sus madres. Comprendía la asistencia sanitaria
de base, la educación elemental, la mejora de las condiciones higiénicas, del
abastecimiento de agua potable y de la alimentación. Todo esto parecía un sueño
imposible de 100.000 millones de dólares. Sin embargo, ese es apenas el costo
de 100 bombarderos estratégicos B-1B, y de menos de 7.000 cohetes Crucero, en
cuya producción ha de invertir el gobierno de los Estados Unidos 21.200
millones de dólares.
En la salud, por ejemplo: con el costo de 10 portaviones nucleares
Nimitz, de los 15 que fabricó EU antes
del año 2000, podría realizarse un programa preventivo que protegiera en esos
mismos 14 años a más de 1.000 millones de personas contra el paludismo, y
evitara la muerte -sólo en África- de más de 14 millones de niños. En la
alimentación, por ejemplo: según cálculos de la FAO, unos 565 millones
de personas con hambre. Su promedio calórico indispensable habría costado menos
de 149 cohetes MX, de los 223 que serán emplazados en Europa Occidental. Con 27
de ellos podría comprarse los equipos agrícolas necesarios para que los países
pobres adquieran la suficiencia alimentaría en los próximos cuatro años. Ese
programa, además, no alcanzaría a costar ni la
novena parte del presupuesto militar soviético de 1982.
En la educación, por ejemplo: con sólo dos submarinos atómicos
tridente, de los 25 que planea fabricar el gobierno de los Estados Unidos, o
con una cantidad similar de los submarinos Typhoon (construidos en la antigua
Unión Soviética), podría intentarse por fin la fantasía de la alfabetización
mundial. Por otra parte, la construcción de las escuelas y la calificación de
los maestros que harán falta al Tercer Mundo para atender las demandas
adicionales de la educación en los 10 años por venir, podrían pagarse con el
costo de 245 cohetes Tridente II, y aún quedarían sobrando 419 cohetes para el
mismo incremento de la educación en los 15 años siguientes.
Puede decirse, por último, que la cancelación de la deuda externa
de todo el Tercer Mundo, y su recuperación económica durante 10 años,
costaría poco más de la sexta parte de los gastos militares del mundo en ese
mismo tiempo. Con todo, frente a este despilfarro económico descomunal, es
todavía más inquietante y doloroso el despilfarro humano: la industria de la
guerra mantiene en cautiverio al más grande contingente de sabios jamás reunido
para empresa alguna en la historia de la humanidad. Gente nuestra, cuyo sitio
natural no es allá sino aquí, en esta mesa, y cuya liberación es indispensable
para que nos ayuden a crear, en el ámbito de la educación y la justicia, lo
único que puede salvarnos de la barbarie: una cultura de la paz.
A pesar de estas certidumbres dramáticas, la carrera de las armas no se
concede un instante de tregua. Ahora, mientras almorzamos, se construyó una
nueva ojiva nuclear. Mañana, cuando despertemos, habrá nueve más en los
guadarneses de muerte del hemisferio de los ricos. Con lo que costará una sola
alcanzaría -aunque sólo fuera por un domingo de otoño- para perfumar de sándalo
las cataratas del Niágara.
Un gran novelista de nuestro tiempo se preguntó alguna vez si la Tierra
no será el infierno de otros planetas. Tal vez sea mucho menos: una aldea sin
memoria, dejada de la mano de sus dioses en el último suburbio de la gran
patria universal. Pero la sospecha creciente de que es el único sitio del
Sistema Solar donde se ha dado la prodigiosa aventura de la vida, nos arrastra
sin piedad a una conclusión descorazonadora: la carrera de las armas va en
sentido contrario de la inteligencia.
Y no sólo de la inteligencia humana, sino de la inteligencia misma de la
naturaleza, cuya finalidad escapa inclusive a la clarividencia de la poesía.
Desde la aparición de la vida visible en la Tierra debieron transcurrir 380
millones de años para que una mariposa aprendiera a volar, otros 180 millones
de años para fabricar una rosa sin otro compromiso que el de ser hermosa, y
cuatro eras geológicas para que los seres humanos a diferencia del bisabuelo
pitecántropo, fueran capaces de cantar mejor que los pájaros y de morirse de
amor. No es nada honroso para el talento humano, en la edad de oro de la
ciencia, haber concebido el modo de que un proceso milenario tan dispendioso y
colosal, pueda regresar a la nada de donde vino por el arte simple de oprimir
un botón. Para tratar de impedir que eso ocurra estamos aquí, sumando nuestras
voces a las innumerables que claman por un mundo sin armas y una paz con
justicia. Pero aún si ocurre -y más aún si ocurre-, no será del todo inútil que
estemos aquí.
Dentro de millones de millones de milenios después de la explosión, una
salamandra triunfal que habrá vuelto a recorrer la escala completa de las
especies, será quizás coronada como la mujer más hermosa de la nueva creación.
De nosotros depende, hombres y mujeres de ciencia, de las artes y las
letras, de la inteligencia y la paz, de todos nosotros depende que los
invitados a esa coronación quimérica no vayan a su fiesta con nuestros
mismos terrores de hoy. Con toda modestia, pero también con toda la
determinación del espíritu, propongo que hagamos ahora y aquí el compromiso de
concebir y fabricar un arca de la memoria, capaz de sobrevivir al diluvio atómico.
Una botella de náufragos siderales arrojada a los océanos del tiempo
para que la nueva humanidad de entonces sepa por nosotros lo que no han de
contarle las cucarachas: que aquí existió la vida que en ella prevaleció el
sufrimiento y predominó la injusticia pero que también conocimos el amor y
hasta fuimos capaces de imaginarnos la felicidad. Y que sepa y haga saber para
todos los tiempos quiénes fueron los culpables de nuestro desastre y cuán
sordos se hicieron a nuestros clamores de paz para que esta fuera la mejor de
las vidas posibles y con qué inventos tan bárbaros y por qué intereses tan mezquinos
la borraron del Universo.
“El cataclismo de Damocles”: Conferencia ofrecida por el
Nobel de Literatura Gabriel García Márquez sobre Hiroshima, en Ixtapa, México, 1986.
1.
¿De qué trata el escrito?
2.
¿Qué le llamó la atención del texto?
3.
¿Cuál es la tesis o idea central planteada por el autor?
4.
¿Cuál es la importancia del escrito de García Márquez?
5.
¿De qué manera se manifestaría usted en contra de la guerra?
6.
Consulte el significado de los Términos seleccionados
en el texto.
7.
Consulte que ocurrió en A) Nagasaki
B) Hiroshima C) Chernobyl
8.
¿Cuáles consecuencias traería una hecatombe nuclear en la
Tierra?
9.
Seleccione y copie los Términos Específicos 1 que encuentre en el texto.
10. Consulte los programas nucleares que llevan a
cabo Irán y Corea del Norte.
11. ¿Quiénes
se benefician con los contratos de fabricación y venta de armas?
12. Explique: “la carrera de las armas va en sentido contrario de la inteligencia”.
13. ¿Cómo justificar los altísimos costos y
presupuestos dirigidos a las armas y
a la guerra, qué sólo significan: pobreza, dependencia y destrucción?
1. Los Términos Específicos
son aquellos que le dan una connotación, un sentido y una especificidad directa
al texto o escrito; de acuerdo a la intencionalidad del autor. Su importancia
radica en que su significado es esencial
en el texto.
Cuales son los argumentos en contra de la tesis?
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