jueves, marzo 24, 2016

Poemas


Relato de Sergio Stepansky

¡Juego mi vida!
¡Bien poco valía!
¡La llevo perdida
sin remedio!

  Erik Fjordson
                     
Juego mi vida,
cambio mi vida.
De todos modos
la llevo perdida...

Y la juego o la cambio por el más infantil espejismo,
la dono en usufructo, o la regalo...

La juego contra uno o contra todos,
la juego contra el cero o contra el infinito,
la juego en una alcoba, en el ágora, en un garito,
en una encrucijada, en una barricada, en un motín;
la juego definitivamente, desde el principio hasta el fin,
a todo lo ancho y a todo lo hondo
en la periferia, en el medio,
y en el sub-fondo...— 

Juego mi vida, cambio mi vida,
la llevo perdida
sin remedio.

Y la juego o la cambio por el más infantil espejismo,
la dono en usufructo, o la regalo...:
o la trueco por una sonrisa y cuatro besos:
todo, todo me da lo mismo:
lo eximio y lo rüín, lo trivial, lo perfecto, lo malo...

Todo, todo me da lo mismo:
todo me cabe en el diminuto, hórrido abismo
donde se anudan serpentinos mis sesos.

Cambio mi vida por lámparas viejas
o por los dados con los que se jugó la túnica inconsútil:
por lo más anodino, por lo más obvio, por lo más fútil:
por los colgajos que se guinda en las orejas
la simiesca mulata,
la terracota nubia,
la pálida morena, la amarilla oriental,
o la hiperbórea rubia.

Cambio mi vida por un anillo de hojalata
o por la espada de Sigmundo,
o por el mundo
que tenía en los dedos Carlomagno: para echar a rodar
la bola...

Cambio mi vida por la cándida aureola
del idiota o del santo;
la cambio por el collar
que le pintaron al gordo Capeto;
o por la ducha rígida que le llovió en la nuca
a Carlos de Inglaterra;
la cambio por un romance, la cambio por un soneto;
por once gatos de Angora,
por una copla, por una saeta,
por un cantar;
por una baraja incompleta;
por una faca, por una pipa, por una sambuca...

O por esa muñeca que llora
como cualquier poeta.

Cambio mi vida ——al fiado—— por una fábrica de
crepúsculos
(con arreboles);
por un gorila de Borneo;
por dos panteras de Sumatra;
por las perlas que se bebió la cetrina Cleopatra
o por su naricilla que está en algún Museo;
cambio mi vida por lámparas viejas,
o por la escala de Jacob, o por su plato de lentejas...

¡O por dos huequecillos minúsculos
——en las sienes—— por donde se me fugue,  
en gríseas podres,
toda la hartura, todo el fastidio, todo el horror que
almaceno en mis odres...!

Juego mi vida, cambio mi vida.
De todos modos
la llevo perdida...
León De Greiff


Utopías
Cómo voy a creer / dijo el fulano
que el mundo se quedó sin utopías

cómo voy a creer
que la esperanza es un olvido
o que el placer una tristeza

cómo voy a creer / dijo el fulano
que el universo es una ruina
aunque lo sea
o que la muerte es el silencio
aunque lo sea

cómo voy a creer
que el horizonte es la frontera
que el mar es nadie
que la noche es nada

cómo voy a creer / dijo el fulano
que tu cuerpo / mengana
no es algo más de lo que palpo
o que tu amor
ese remoto amor que me destinas
no es el desnudo de tus ojos
la parsimonia de tus manos
cómo voy a creer / mengana austral
que sos tan sólo lo que miro
acaricio o penetro

cómo voy a creer / dijo el fulano
que la utopía ya no existe
si vos / mengana dulce
osada / eterna
si vos / sos mi utopía.
                                                                         Mario Benedetti


A la espera de la oscuridad

Ese instante que no se olvida
Tan vacío devuelto por las sombras
Tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
Desnudo, desnudo de sangre de alas
Sin ojos para recordar angustias de antaño
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.

Ampáralo niña ciega de alma
Ponle tus cabellos escarchados por el fuego
Abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el mundo convulsionado a tus pies
A tus pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes de pavor frente al futuro
Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir.

Pero ese instante sudoroso de nada
Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos
Alejandra Pizarnik


La canción desesperada 

Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy. 
El río anuda al mar su lamento obstinado.
 

Abandonado como los muelles en el alba. 
Es la hora de partir, oh abandonado!
 

Sobre mi corazón llueven frías corolas. 
Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos!
 

En ti se acumularon las guerras y los vuelos. 
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.
 

Todo te lo tragaste, como la lejanía. 
Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio!
 

Era la alegre hora del asalto y el beso. 
La hora del estupor que ardía como un faro.
 

Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego, 
turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio!
 

En la infancia de niebla mi alma alada y herida. 
Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!
 

Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo. 
Te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio!
 

Hice retroceder la muralla de sombra, 
anduve más allá del deseo y del acto.
 

Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí, 
a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto.
 

Como un vaso albergaste la infinita ternura, 
y el infinito olvido te trizó como a un vaso.
 

Era la negra, negra soledad de las islas, 
y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.
 

Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta. 
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.
 

Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme 
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!
 

Mi deseo de ti fue el más terrible y corto, 
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.
 

Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas, 
aún los racimos arden picoteados de pájaros.
 

Oh la boca mordida, oh los besados miembros, 
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.
 

Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo 
en que nos anudamos y nos desesperamos.
 

Y la ternura, leve como el agua y la harina. 
Y la palabra apenas comenzada en los labios.
 

Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
 
y en él cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio!
 

Oh, sentina de escombros, en ti todo caía, 
qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron!
 

De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste. 
De pie como un marino en la proa de un barco.
 

Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes. 
Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo.
 

Pálido buzo ciego, desventurado hondero, 
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!
 

Es la hora de partir, la dura y fría hora 
que la noche sujeta a todo horario.
 

El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa. 
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.
 

Abandonado como los muelles en el alba. 
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.
 

Ah más allá de todo. Ah más allá de todo. 

Es la hora de partir. Oh abandonado!
Pablo Neruda



He esparcido mis sueños bajo tus pies

Si fuesen míos los paños bordados de los cielos,
Tejidos con luz de oro y plata,
Los paños azules, sombríos y oscuros de la noche,
La luz y el crepúsculo,
Los tendería a tus pies. 
                                                                                                               
Pero yo, siendo pobre,
Sólo tengo mis sueños.
He esparcido mis sueños bajo tus pies.
Camina suave porque pisas mis sueños.

W. B. Yeats


La muerte el amor la vida

Creí poder romper la profundidad la inmensidad
Con mi desdicha entera sin contacto sin eco
Me extendí en mi prisión de puertas vírgenes
Como un muerto discreto que supo morir
Un muerto sólo coronado de su nada
Me extendí sobre las olas absurdas
Del veneno absorbido por amor de cenizas
La soledad me era más viva que la sangre

Quería desunir la vida
Quería compartir la muerte con la muerte
Devolver mi corazón al vacío
Y el vacío a la vida
Borrar todo que no hubiera nada ni vidrio ni vapor
Ni nada adelante ni nada detrás nada entero
Había eliminado el hielo de mis manos juntas
Había eliminado la invernal osamenta
Del ansia de vivir que se anula a sí misma

Viniste el fuego se reanimó
La sombra cedió el frío de abajo se consteló
Y la tierra se recubrió
De tu carne clara y me sentí liviano
Viniste la soledad estaba vencida
Tenía un guía sobre la tierra sabía
Dirigirme me sabía desmedido
Avanzaba ganaba espacio y tiempo

Iba hacia ti sin fin hacia la luz
La vida tenía un cuerpo
Tendía su vela la esperanza
El sueño rezumaba de sueños y la noche
Prometía miradas confiadas a la aurora
Los rayos de tus brazos entreabrían las brumas
Tu boca estaba húmeda del primer rocío
Deslumbrado reposo en lugar de fatiga
Yo adoraba el amor
Igual que cuando era muy joven

Los campos se cultivan y las usinas brillan
Y el trigo hace su nido en un oleaje enorme
Cosechas y vendimias tienen tantos testigos
Nada es simple ni singular
El mar está en los ojos del cielo o de la noche
El bosque da a los árboles la seguridad
Los muros de las cases tienen una piel única
Y las rutas siempre se cruzan

Los hombres están hechos pare escucharse
Pare comprenderse para amarse
Tienen niños que serán padres de hombres
Paul  Éluard

Poemas en prosa

VI

 Cada cual, con su quimera


Bajo un amplio cielo gris, en una vasta llanura polvorienta, sin sendas,
Ni césped, sin un cardo, sin una ortiga, tropecé con muchos hombres que caminaban encorvados.

Llevaba cada cual, a cuestas, una quimera enorme, tan pesada como un saco
de harina o de carbón, o la mochila de un soldado de infantería romana.

Pero el monstruoso animal no era un peso inerte; envolvía y oprimía,
por el contrario, al hombre, con sus músculos elásticos y poderosos; prendíase con sus dos vastas garras al pecho de su montura, y su cabeza fabulosa dominaba la frente del hombre, como uno de aquellos cascos horribles con que los guerreros antiguos pretendían aumentar el terror de sus enemigos.

Interrogué a uno de aquellos hombres preguntándole a dónde iban de aquel modo. Me contestó que ni él ni los demás lo sabían; pero que, sin duda, iban a alguna parte, ya que les impulsaba una necesidad invencible de andar.

Observación curiosa: ninguno de aquellos viajeros parecía irritado contra el furioso animal, colgado de su cuello y pegado a su espalda; hubiérase dicho que lo consideraban como parte de sí mismos. Tantos rostros fatigados y serios, ninguna desesperación mostraban; bajo la capa esplenética del cielo, hundidos los pies en el polvo de un suelo tan desolado como el cielo mismo, caminaban con la faz resignada de los condenados a esperar siempre.

Y el cortejo pasó junto a mí, y se hundió en la atmósfera del horizonte, por el lugar donde la superficie redondeada del planeta se esquiva a la curiosidad del mirar humano.

Me obstiné unos instantes en querer penetrar el misterio; más pronto la irresistible indiferencia se dejó caer sobre mí, y me quedó más profundamente agobiado que los otros con sus abrumadoras quimeras.

  Charles Baudelaire



Caminante No Hay Camino

Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar
.

Nunca perseguí la gloria,
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón
.

Me gusta verlos pintarse
de sol y grana,
volar bajo el cielo azul,
temblar súbitamente y quebrarse...

Nunca perseguí la gloria.
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar
.

Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar
.

Caminante no hay camino
sino estelas en la mar...

Hace algún tiempo en ese lugar
donde hoy los bosques se visten de espinos
se oyó la voz de un poeta gritar
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."


Golpe a golpe, verso a verso...

Murió el poeta lejos del hogar.
Le cubre el polvo de un país vecino.
Al alejarse le vieron llorar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."


Golpe a golpe, verso a verso...
Cuando el jilguero no puede cantar.
Cuando el poeta es un peregrino,
cuando de nada nos sirve rezar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."
Golpe a golpe, verso a verso.
Antonio Machado                                 



Te dejo
                                             
Te dejo con tu vida
tu trabajo, tu gente
con tus puestas de sol
y tus amaneceres
.

Sembrando tu confianza
te dejo junto al mundo
derrotando imposibles
segura sin seguro


Te dejo frente al mar
descifrándote sola
sin mi pregunta a ciegas
sin mi respuesta rota
.

Te dejo sin mis dudas
pobres y malheridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía.


Pero tampoco creas
a pie juntillas todo
no creas nunca creas
este falso abandono
.

Estaré donde menos
lo esperes,
en un árbol añoso
de oscuros cabeceos
.

Estaré en un lejano
horizonte sin horas
en la huella del tacto
en tu sombra y mi sombra
.

Estaré repartido
en cuatro o cinco pibes
de esos que vos mirás
y enseguida te siguen
.

Y ojalá pueda estar
de tu sueño en la red
esperando tus ojos
y mirándote
.
Mario Benedetti


20 Poemas de amor y una canción desesperada

Poema N° 15

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
    y me oyes desde lejos,
 y mi voz no te toca.

Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.

         Mariposa de sueño,           
te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

        Me gustas cuando callas                                                                  
y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.

Eres como la noche, callada y constelada.

Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.

Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.



   Percibo lo Secreto

Percibo lo secreto, lo oculto:
¡Oh vosotros señores!
Así somos, somos mortales,
De cuatro en cuatro nosotros los hombres,
Todos habremos de irnos,
Todos habremos de morir en la tierra


Nadie en jade,
Nadie en oro se convertirá:
En la tierra quedará guardado
Todos nos iremos
Allá, de igual modo.
Nadie quedará,
Conjuntamente habrá que perecer,
Nosotros iremos así a su casa
.

Como una pintura
Nos iremos borrando.
Como una flor,
Nos iremos secando
Aquí sobre la tierra.
Como vestidura de plumaje de ave zacuán,
De la preciosa ave de cuello de hule,
Nos iremos acabando
Nos vamos a su casa
.

Se acercó aquí
Hace giros la tristeza
De los que en su interior viven…
Meditadlo, señores
,
Águilas y tigres,
Aunque fuerais de jade,
Aunque allá iréis,
Al lugar de los descarnados…
Tendremos que desaparecer
Nadie habrá de quedar
.
Nezahualcóyotl



                   Canción de la vida profunda                                  
                  El hombre es una cosa vana, variable y ondeante...  Montaigne     
Hay días en que somos tan móviles, tan móviles, 
como las leves briznas al viento y al azar.
Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonríe.
La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar.
Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
como en abril el campo, que tiembla de pasión:
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,
el alma está brotando florestas de ilusión.
Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como la entraña obscura de oscuro pedernal:
la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,
en rútiles monedas tasando el Bien y el Mal.
Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos...
(¡niñez en el crepúsculo! ¡Lagunas de zafir!)
Que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
y hasta las propias penas nos hacen sonreír.
Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,
que nos depara en vano su carne la mujer:
tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.
    Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar.
El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos puede consolar.
     Mas hay también ¡Oh Tierra! un día... un día... un día...
en que levamos anclas para jamás volver...
Un día en que discurren vientos ineluctables
¡un día en que ya nadie nos puede retener!

Porfirio Barba Jacob


Poema 20 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, 

y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.» 


El viento de la noche gira en el cielo y canta. 


Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 

Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 


En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. 

La besé tantas veces bajo el cielo infinito. 


Ella me quiso, a veces yo también la quería. 

Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. 


Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 

Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 


Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. 

Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. 


Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 

La noche está estrellada y ella no está conmigo. 


Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. 

Mi alma no se contenta con haberla perdido. 


Como para acercarla mi mirada la busca. 

Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. 


La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. 


Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. 

Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 


De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. 

Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. 


Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. 

Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. 


Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, 

Mi alma no se contenta con haberla perdido. 


Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, 

y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

Pablo Neruda









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