"Tengo que demoler la sociedad, tengo que demoler
a Colombia": Fernando Vallejo
Entrevista
Arcadia habló con Fernando
Vallejo en Buenos Aires, donde hizo parte de la de la gran muestra Cultural de
Colombia en la capital argentina.
Por: Ricardo Castro
Fernando Vallejo estuvo en Buenos Aires invitado por el
Ministerio de Cultura al tándem cultural Colombia Cultural en Buenos
Aires. En la capital argentina se vio a un Vallejo sonriente y accesible, que
incluso fue a varias de las presentaciones del evento "Por desocupado iría hasta un entierro si me invitaran". El autor de El desbarrancadero retoma el tema de su muerte en una
nueva novela que quiere terminar este año.
Después
de Entre fantasmas, La rambla paralela y El don de la vida,
serán cuatro novelas sobre el tema de su muerte ¿Siente que se le escapa lo que
quiere contar sobre el tema?
Lo que tengo claro es que no puedo escribir sino
sobre eso porque ya me voy a morir. Lo he tratado antes y cada día soy más
consciente de cómo me repito y de cómo me estoy repitiendo. Pero ¿quién no se
está repitiendo toda la vida? Nos repetimos todos los días. Cambiamos un
poquitito de lunes a viernes, pero en todos los instantes nos estamos repitiendo
adentro. Pero son muy distintas las novelas, y esta va a ser muy distinta a las
otras tres.
¿En qué sentido?
Porque tiene otros procedimientos. No tan distinta
de El don de la vida, porque en ese libro inventé unos diálogos donde no
se dice quién es el que está hablando pero se entiende claramente quien es
quien. En esta retomo ese procedimiento aunque resulta difícil para los
que estaban acostumbrados a la otra novela.
¿La muerte es el gran tema de la literatura?
No creo. La literatura tiene infinidad de temas. Pero de estos libros míos la muerte sí es el tema central. Morirse en primera persona es muy difícil, en tercera persona es
más fácil matar al personaje, pero en primera persona ¿cómo? No se puede decir
“yo me morí”.
Ha
anunciado su retiro de la literatura más de una vez pero siempre ha vuelto…
Vuelvo por desocupación, porque no tengo nada que
hacer. Pero también me gusta resolver problemas, como cuando un niño arma un
rompecabezas, para vencer una dificultad. La gran dificultad ya la puedo
precisar con claridad, y es que en los tres mil años de literatura de occidente
-que van desde Homero hasta ahora-, toda la literatura culta de occidente no da
cuenta de la realidad sino en mínima parte. Hay que lograr en una novela, que
es el gran género de la literatura, dar cuenta de lo más que se pueda y en eso
está la gran dificultad.
¿Cuál es la novela que usted recuerde que mejor
hace eso?
Ninguna lo hace bien. Y eso que la novela de
tercera persona tenía más posibilidades de hacerlo porque es muy fácil, pero
esto ya no es posible seguir haciéndolo. Ese camino ya lo dejó la novela, eso
está condenado ya al olvido, es decir, Balzac, Dickens, Dostoievski están
condenados. Es camino trillado y ya no va a ningún lado. Solo vale la novela
del yo y eso está cada vez más claro. Yo tomé ese camino instintivamente por
cierto respeto a una verdad y a no mentir.
La novela
en primera persona no es igual a una novela del yo de no-ficción…
Es un enredo más bien inútil el de distinguir entre
el autor y el personaje. Cuando la realidad se pasa al papel, así sea el
historiador más riguroso o el novelista del yo, tiene que estar acomodando el
lenguaje, está inventando, porque tú no puedes sino reinventar lo que viviste.
Entonces ¿Todo lo que está impreso es ficción?
Todo es ficción. En las primeras páginas de El
fuego secreto ya dije que cuando la vida se pasa al papel se vuelve novela. Y es así, uno la novela
pero no porque quiera, sino porque no es posible de otra forma, porque el
lenguaje humano es muy limitado. Lo que importa es la capacidad de sugerir, de
hacer sentir. Hay que decir más de lo que está escrito tomando las palabras
literalmente, en 200 páginas tienes que contar como si hubieras escrito dos mil
o veinte mil.
Usted
defiende la escritura en primera persona, y ahora va a volver a utilizar el recurso del diálogo, ¿No es un truco literario darle voz a otra persona?
Sí. Pareciera que fuera un truco. Pero hay trucos
de trucos. El lenguaje todo es truco, lo que pasa es que hay procedimientos
válidos e inválidos. Y la tercera persona es un truco miserable que se está
arrastrando más de la cuenta. Esa narración va en contra de la realidad
esencial de la vida de uno. Uno puede más o menos sospechar qué le pasa a los
demás porque tiene también el lenguaje y por comunidad de sentimientos, pero
nosotros estamos aislados, entonces esa novela es mentirosa.
Pero ¿no es también un truco darle voz a otra
persona en un diálogo en una novela?
En El don de la vida el interlocutor se
revela en la última frase y es la muerte. Eso es artificioso, pero es un
artificio muy humilde, no es pretencioso como el del novelista omnisciente que
se cree Dios padre todopoderoso, que está diciendo todos los pensamientos de
los personajes y repitiendo diálogos como grabados con grabadora.
¿Pero no
es igualmente pretencioso darle voz a la muerte? Si quiera pensar que la muerta
habla español…
Evidentemente. Pero tú decides, tú sopesa si lo mío
es aceptable o no es aceptable, y sí es inaceptable o no lo de Balzac. Tú sopésalo.
Que escoja el lector si entra al juego mío o le entra al juego de ellos. El
personaje omnisciente es odioso y el personaje mío es humilde porque es un tipo
caótico, está caótico, se está muriendo y tengo que decirle que me estoy
muriendo. La muerte soy yo mismo, no hay sino un interlocutor y el que dice yo
es la misma muerte, o la muerte no es sino el mismo yo si lo quieres
interpretar así.
¿Quiénes van a dialogar en su nueva novela?
Eso no te lo puedo decir. Pero son interlocutores
insólitos y son demoledores, porque tengo que demoler el cristianismo, tengo
que demoler la sociedad, tengo que demoler a Colombia.
¿Es tan demoledor como los anteriores?
Quiero escribir un libro que acabe con lo que odio.
Es un libro contra la iglesia, contra Cristo, contra Dios, contra la clase
política, contra lo que quieras. Pero ahí hay un tipo que se va a morir, o no
se va a morir pero lo que está haciendo se derrumba. Ya voy avanzado en el
libro y sé que lo voy a terminar rápido, será un libro de 200 hojas porque no
quiero de más.
¿Va a seguir marcada su prosa por
la sonoridad?
Sí. En un
texto continuo ahí hay sonoridad, pero en los diálogos ¿hay sonoridad o no la
hay? Ahí está la cosa. Los diálogos pueden tener sonoridad, y pueden ser la
lengua hablada vuelta lengua literaria. Los diálogos no son grabados con una
grabadora, son calculados porque tienen las sílabas que tenían que tener con
los acentos donde tenían que ir y con el ritmo con que tenían que ir.
Es una constante en sus novelas,
reproducir el habla local, especialmente de Antioquia…
Parece que así habla la gente en los libros míos,
pero nadie habla así. Yo quise hacer una obra que fuera en un lenguaje
literario vivificado por la lengua hablada, ¿por cuál? Por la de Colombia, y
más específicamente por la de Antioquia. Eso yo lo tengo claro. No voy a
escribir como Mujica Laínez que era puro lenguaje literario, no: voy a escribir
en lenguaje literario vivificado por el habla, con ritmo literario porque la
esencia de la prosa es el ritmo.
Pero ¿si
es tan nuevo? Por lo que ha dicho va a ser ‘demoledor’ y va contra el
cristianismo, contra Colombia… temas que ya ha tratado antes. ¿En qué es nuevo?
Es que si te digo en qué es nuevo te estoy contando
el libro. Yo cuento una historia en el libro, una historia que tiene un poder
simbólico inmenso, y un poder real clarísimo. Hay que avanzar un poquito y creo
que avancé. Sino ¿para qué lo hago? No me voy a empantanar en el otro. Sino no
tendría caso que hiciera ese libro. Lo ideal es que cada libro fuera nuevo,
todo.
Ha dicho
que hay que cambiar e instaurar una nueva moral en el
planeta y
ha dado unos mandamientos para el comportamiento.
No hay posibilidad sino de una sola moral. Lo que
pasa es que no la hemos tenido. Y esa moral no es la del cristianismo, ni es la
del Islam, que suman 3500 millones, la mitad de la humanidad. Esos no tienen la
moral. La moral es la que yo he reducido a dos principios esenciales: no te
reproduzcas que no tienes derecho de imponerle la vida a nadie; y respeta los animales
de sistema nervioso complejo, sobre todo a los que el hombre domesticó porque
son tu prójimo. Cosa que no dijo Mahoma y que no dijo Cristo.
¿Y el tercero?
El tercero era ‘no
votes’, pero eso es por molestar. No se necesitan diez mandamientos, solo
dos. Y no estoy imponiéndole nada a nadie, no estoy diciendo ‘ama a los
animales’, estoy diciendo ‘respétalos’ porque no le puedes imponer el amor a
nadie. ¿Cómo puede haber un mandamiento que sea ‘ama a tus enemigos? ¿Y si tú
no tienes enemigos como mi abuela? Cómo vas a construir una religión sobre un
precepto tan inmoral, que diga ‘amar a los enemigos’, ¿por qué tienes que tener
enemigos? Es que la basura del
cristianismo es despreciable
por donde lo veas. Estúpido, miserable y mentiroso.
Esta farsa no puede seguir, hay que desenmascararla. Dizque ama a tus enemigos ¿Cómo
puede decir Dios eso? ¿Cómo puede hacer que los hombres tengan enemigos?
Usted siente una admiración especial por la música.
Ha dicho incluso que es el arte máximo, superior al cine y a la literatura. ¿Cuál es el poder de
la música?
A mí me conmueve la música pero la mía, la que
llevo en el alma, que es la que oyó Medellín cuando yo era niño, la que oían
mis tíos, mis papás.
Esa es la mía, y es música hispánica básicamente argentina
y mexicana. No tanto colombiana, porque nosotros teníamos música menos buena
que ellos. La oigo muy de vez en cuando para que no se me vuelva empalagosa. Me
conmueve muchísimo y mucha de ella me lleva a mi niñez o a mi juventud.
¿Qué otra cosa lo lleva a ese tiempo? ¿Un olor? ¿La
comida?
Nada. Lo máximo es la música. Siempre se dijo que
en: En busca del tiempo perdido de Proust, el momento clave era el de la
madalena, que es la galletita que le despierta todo. Yo no creo que los sabores
tengan esa fuerza, ni tampoco los olores. Lo que más tiene peso para mí es la
música, y la música mía no es la música de los jóvenes de hoy. Para ellos esa
música no les dice nada, no les produce ninguna emoción, ni a mí la de ellos.
http://www.revistaarcadia.com/libros/articulo/tengo-demoler-sociedad-tengo-demoler-colombia-vallejo/31192
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