Luisa Corradini. La Nación, Buenos Aires
Entrevista de Luisa Corradini
publicada en La Nación de Buenos Aires con el título:
Peter
Sloterdijk: “El fascismo de izquierda nunca hizo su duelo”.
Estamos
en el mundo en burbujas, esferas,
incubadoras, invernaderos, donde el hombre se
construye, se protege y cambia. La esfera no es más la imagen morfológica del mundo poliesférico que habitamos, sino la
espuma:
Peter Sloterdijk.
Para algunos, Peter
Sloterdijk es un visionario, un “nuevo
y genial Nietzsche”. Para otros, el
filósofo alemán más célebre después de Jurgen Habermas y el responsable de
abrir las puertas al eugenismo, una corriente que aprueba el diseño genético
para mejorar la salud del ser humano. Como sea, desde hace 20 años cada libro
de este profesor de estética termina transformándose en un best-seller.
Entrevista al filósofo pos - pesimista
y pos - cínico
La Nación: ¿Cuál es la
razón de esa fascinación?
Probablemente, la forma que tiene de describir el
mundo y el hombre a través de conceptos como “burbuja”, “esfera” y “espuma”. Según
su teoría, el día en que Copérnico demostró que la Tierra estaba suspendida en
el espacio, la humanidad entera vaciló: el ser humano fue presa del pánico ante
la idea de caer en el vacío y desaparecer en un infinito agujero negro. Desde
entonces, los hombres sólo aspiran a recuperar un manto protector, algo
parecido a la placenta confortable de la cual salimos. Tanto, que toda obra
humana tiende a reconstruir esa forma original.
En los tres tomos de casi 1000 páginas cada uno que
componen “Esferas”, trata de demostrar que, en ese esfuerzo titánico por
protegerse de “los terrores del espacio abismal”, los
países
ricos de Occidente han desarrollado un “constructivismo ofensivo, extendido
hasta el infinito mediante la edificación, utópica y pragmática, de una casa de
vidrio
planetaria
que
debe
asegurar
un
hábitat
moderno
en
el
espacio
abierto”.
Pero no todas son loas para la nueva estrella de la filosofía mundial, que
dirige la U. de Karlsruhe. Muchos lo
acusan
de
haber
transgredido
la prohibición moral y política que pesa sobre las manipulaciones genéticas. El
más tenaz de sus críticos es Habermas.
El escándalo
estalló
en
1999, en una conferencia que Sloterdijk tituló “Reglas para el Parque Humano”.
Yendo más lejos que Nietzsche, presentó a
la escuela, la educación, la Iglesia y
el humanismo como técnicas de
domesticación del hombre: “Esa práctica -dijo- nos ha llevado a
vivir en un zoológico temático lleno de animales civilizados, donde el hombre
se domestica a sí mismo y trata de hacer lo mismo con los recién llegados”.
El humanismo educativo, sostuvo, abrió una “era
antropotécnica”, donde la ingeniería genética
y la clonación son inevitables.
- Después de esa
conferencia, Habermas, la conciencia de la Alemania antinazi, lo acusó de
utilizar “la jerga
nacionalsocialista” y denunció su “antropología de los años 1940”. La prensa, por su parte, lo calificó
de eugenista. ¿Cuál es su respuesta?
- El eugenismo
forma parte del pensamiento moderno. Es la base misma del progresismo. Esta es una
idea de la izquierda clásica, retomada por los nacionalistas después de la PGM.
Es el progresismo aplicado al terreno de la
genética. Cada individuo razonable es eugenista en el momento en que se casa.
Cada mujer es eugenista si prefiere casarse con un hombre que posee cualidades
favorables en su apariencia física. Es el eugenismo de todos los días.
- ¿Completamente
inconsciente?
- No, para nada.
Uno no es inconsciente si se casa con una bella mujer. La preferencia de la
belleza en los asuntos eróticos no es inconsciente:
es la conciencia misma. Como decía Platón en
“El
banquete”,
es
la voluntad de engendrar en la belleza. Es el acto más consciente y el más
razonable del ser humano.
- O
sea que el eugenismo no es fascista. ¿El hombre puede creerse Dios y decidir
quién debe vivir y quién no?
- Nunca existió un
eugenismo fascista. Lo que hubo fue un exterminismo racista. Esa voluntad de
matar nunca tuvo la más mínima relación con el concepto de eugenismo concebido
como un medio de reflexionar sobre las mejores condiciones en que será creada
la próxima generación. Los nazis se aprovecharon de algunos pretextos
seudocientíficos para eliminar enfermos. Eso no tiene nada que ver con el
eugenismo. Es un abuso total de lenguaje llamarlo así.
- ¿Y
a qué atribuye esa confusión?
- A
que
el
fascismo
de
izquierda
nunca
fue
revelado
como
lo
que
en verdad es. El antifascismo, como ideología dominante, se debe a que el
fascismo de izquierda nunca hizo sus duelos. Sus representantes nunca
confesaron lo que en verdad son. Acusando de fascistas a los fascistas de
derecha ocultaron su propia calidad de fascistas, incluido el maoísmo, que fue
el peor de los fascismos. Al lado de Mao, Hitler parece un loco y un
neurasténico, un pobre personaje comparado con la envergadura fascista de Mao
Tsé-Tung.
- Cuando usted empleó la expresión “zoológico humano temático”
naturalmente tenía que causar conmoción. ¿Fue una provocación?
- Para nada. Son
sólo metáforas que permiten evocar una realidad antropológica que existe, con o
sin esa metáfora. Porque el hábitat del ser humano no es la naturaleza en
estado puro ni la casa en estado puro. Es una organización intermedia, que se
parece a un zoológico. Una ciudad que fuera sólo una ciudad sería una suerte de
prisión. Las ciudades vivibles son como zoológicos. Y un zoológico humano es
simplemente una metáfora que remite a la calidad urbana del estar humano. No
veo dónde está la provocación. El pensamiento de los seres humanos con relación
a los animales está dominado por esa zoofobia, ese racismo de la especie. Los
hombres hacen sus propias proyecciones en esa terminología, creyendo que hago
una reducción de la humanidad a la animalidad, cuando es exactamente lo
contrario.
- ¿Es
en ese sentido que, para usted, “el hombre es un animal de lujo”?
- Es tan lujoso
que no es capaz de seguir siendo un verdadero animal. Perdió la facultad de ser
un animal. Esa es mi definición de la humanidad:
la incapacidad adquirida de quedar en el terreno de la animalidad. Somos seres
condenados a la fuga hacia adelante, y en esa carrera nos volvemos extáticos.
Ese éxtasis corresponde a lo que Heidegger llamaba
“la apertura al mundo”. Volviendo al eugenismo, soy partidario de un
eugenismo de lujo. Me interesa particularmente el ser humano como fenómeno de
lujo, casi milagroso, aparecido en forma
aleatoria.
Esa
criatura
lleva
una
carga hereditaria de enfermedades genéticas que no sirven
para
nada,
pero
que
nos
acompañan. La única pregunta eugenista que las generaciones futuras podrían
plantearse sería si suprimir, gracias a la ingeniería genética, algunos de esos
acompañantes. En 50 o 100 años, estoy seguro de que la mayoría de la humanidad
estará de acuerdo con esas técnicas. Pero esto no tiene nada que ver con un
eugenismo eliminador. Es necesario habituarse a pensar al hombre como un ser de
lujo, aun cuando los dogmáticos no dejen de decirnos que el hombre es hombre sólo
en función de sus carencias.
- Con
sus tres tomos de “Esferas” dejó el terreno de la bioética para plantear nada
menos que una morfología general del espacio
humano. En esa trilogía retoma la gran pregunta de Heidegger: ¿adónde estamos cuando decimos que estamos en el mundo?
- Y
yo
respondo:
“En
burbujas, esferas, incubadoras, invernaderos, donde el hombre se construye, se
protege y cambia”. La vida humana se auto-organiza
siempre creando espacios protegidos e inmunes, de la célula y su protoplasma a
los niños dentro del útero, pasando por los hombres cuando construyen su
intimidad, sus casas, sus ciudades y sus espacios metafísicos o imaginarios.
- Para
usted, el modelo de la esfera es la isla. ¿El hecho humano se construiría
mediante la separación?
- Una isla es,
porque está aislada, y el hecho humano es el resultado de una gran operación de
aislamiento. El proceso que lleva a la realidad humana es el autoencierro de un
grupo humano que transforma a sus miembros como se transforman los monos en
hombres. Ese proceso comienza con una utilización perversa y particular de la
mano del mono, que se metamorfosea en mano humana. Nosotros tocamos de otra
manera, como lo muestra Sartre en “El ser y la nada” cuando habla de
la caricia. La caricia es exactamente el gesto que prueba que la mano humana se
ha vuelto extática. Ya no se contenta con el gesto de tomar algo: la mano se
vuelve la antena del ser.
- ¿Y
qué es lo que usted llama “uterótopo”?
- Es otra de las
dimensiones de la isla del hombre. Es necesario comprender que los seres
humanos están condenados a una práctica metafórica que consiste en la necesidad
de repetir extraútero la situación intrauterina. El medio uterino se vuelve el símbolo de la actividad mundial, debido a
que el ser humano depende
siempre de un espacio protector para realizar su naturaleza humana.
- En
“Espumas”, el último volumen de su
trilogía, usted dice que esas innumerables esferas humanas se aglomeran hasta formar paquetes de “espuma” que
permiten pensar esa multitud de espacios humanos cerrados.
- No podía
quedarme en el nivel de las burbujas protectoras del núcleo familiar o de la
pequeña horda. Yo interpreto la metafísica clásica como un sistema inmunitario
simbólico que construía una película trascendente e indestructible en torno del
ser humano. Mientras los mortales vivían bajo ese cielo, era plausible pensar
que el cosmos era la casa de Dios -esa esfera donde el centro está en todas
partes y la circunferencia en ningún sitio- y los hombres, los inquilinos. En “Espumas” demuestro por qué esa monoesfera
metafísica estaba destinada al fracaso.
- ¿Por
qué?
- Hay una
contradicción que refleja el dilema formal de la situación actual del mundo: a
través de los mercados y los medios de comunicación globales asistimos a una
guerra sin cuartel entre modos de vida y entre mercancías de la información.
Allí donde todo es centro no puede existir un verdadero centro. Allí donde todo
emite, el supuesto centro emisor se pierde entre los mensajes entremezclados.
Vemos entonces que la era del círculo unitario -el único, el más grande, el que
engloba todo lo demás- ha terminado irrevocablemente. La esfera no es más la
imagen morfológica del mundo poliesférico que habitamos, sino la espuma.
- En todo caso, ese espacio vital cada vez está más amenazado: el aire que
respiramos es acondicionado, filtrado, purificado. Después de la utilización de
gases mortales, ese aire se ha transformado en un elemento amenazador. El aire
y el medio ambiente forman parte de la estrategia militar y, como el hombre
necesita inmunizarse contra esos peligros…
-…esto acelera la
construcción de esferas protectoras, sean ellas el espacio aéreo, nuestras
ciudades climatizadas o nuestras oficinas y apartamentos. Nuestro mundo
occidental quisiera ser un
inmenso
palacio
de
cristal.
Algo
parecido
al
Palacio
de
Cristal de los británicos, ese invernadero gigante y lujoso construido en
Londres en 1850 para la Exposición Universal. Occidente ha reemplazado el mundo de los metafísicos por un gran
espacio interior organizado por el poder adquisitivo. El capitalismo
liberal encarna la voluntad de excluir el mundo exterior, de retirarse en un
interior absoluto, confortable, decorado, suficientemente grande como para que
no nos sintamos encerrados. Creo que ese palacio de cristal urbano, con sus
calles peatonales, sus casas con aire acondicionado, da una respuesta adecuada
a ese deseo.
Walter Benjamin ya lo decía en la época de la
Restauración en Francia, cuando hablaba de las galerías comerciales y las
calles comerciales de París. Para él, construyendo esos pasajes, el régimen de
Napoleón III mostró su verdadera naturaleza tratando de transformar el mundo
interior en una especie de fantasmagoría: un gran salón abierto donde uno
recibe el mundo sin estar obligado a salir de su casa. Para él, ése era el
fantasma burgués de base: querer disfrutar de la totalidad de los frutos del
mundo sin tener que salir de su casa.
- ¿En
función de ese objetivo, la globalización de los medios de comunicación ayuda
enormemente, porque uno puede traer el mundo a su casa sin tener que moverse?
- Exactamente.
-Y
con el resto, ¿qué se hace? ¿Qué se hace con la periferia subdesarrollada del
mundo?
- Se usa para
hacer turismo y practicar la caridad. Para darse buena conciencia.
- ¿Usted habla del hombre posmoderno?
- Sí. El modernismo
fue la época de la construcción del gran invernadero de cristal. El
posmodernismo es la vida después de su inclusión total en ese gran invernadero.
La periferia está allí simplemente para recordarnos que todo es muy seguro y
que es necesario proteger la estructura a cualquier precio.
- ¿El sistema
militar llamado “Guerra de las Galaxias”, desarrollado por EE.UU., forma parte
de ese gran invernadero?
- Desde luego,
porque ellos son los guardianes de ese gran palacio de cristal, sobre todo de su
superficie. Una superficie que es muy frágil y, al mismo tiempo, muy elástica.
Después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, los norteamericanos se pusieron a construir otras
estructuras más sofisticadas y aún más grandes que las Torres Gemelas. Lo
curioso es que nadie parece extrañar esas torres. Apenas fueron destruidas, sus
funciones pasaron a ser cumplidas por otras estructuras.
La verdadera
consecuencia
del
11
de septiembre fue que, desde entonces, los estadounidenses poseen algo muy
precioso: tienen por primera vez un monumento nacional mítico. Algo así como la
Jerusalén de los cristianos en la Edad Media: el sitio donde se encontraba la
tumba de Cristo. Por primera vez, los norteamericanos tienen esa Tierra Santa
en territorio estadounidense. Para hacer una Cruzada, es necesario poseer una
Tierra Santa.
- Usted no sólo es duro con los norteamericanos; también lo es con los europeos, a
quienes acusa de ser unos cínicos: miran el mundo con sus principios de libertad,
igualdad y fraternidad, pero dicen: es así y no se puede cambiar.
- Sí, el cinismo es una suerte de pragmatismo
aplicado al terreno de la reflexión ética. El cinismo
antiguo
era
otra cosa, era simplemente un naturalismo, una reclamación de la naturaleza en
tanto que régimen razonable que reglamentaba el movimiento de los
astros
y
los
cuerpos
celestes,
y
que
al
mismo
tiempo
podía
ser
aplicado
al
comportamiento humano.
Esa
suerte
de
naturalismo indicaba que había que renunciar a las necesidades creadas por la
sociedad y llevar la vida de un perro feliz.
- ¿Y usted es un cínico?
- No, para nada.
Yo no creo que se puedan ignorar las necesidades creadas por la sociedad.
Finalmente, Diógenes, dentro de su barril, no consiguió ignorarlas. La prueba
es que él también quiso entrar en la conversación urbana, transformarse en
objeto de la atención pública gracias a su tonel y a esa marginalidad
espectacular. Para él, ésa era la única forma que tenía un filósofo de hacerse
notar en una sociedad donde todos los buenos puestos ya estaban distribuidos.
En nuestros días, se podría decir que el cinismo es un mecanismo de marketing
filosófico y que la invención de gestos espectaculares es una filosofía à coté
de la filosofía hablada; es una suerte de ampliación de los medios de la
comunicación filosófica.
- Volviendo al palacio de cristal, y como nada es eterno, ¿qué sucederá
después del gran invernadero?
- Tendrá
fin,
porque
la
dolce
vita en ese gran palacio de cristal está basada en una tecnología que
no
es
sostenible.
Es
decir,
en las energías fósiles. En la historia de la humanidad, el fosilismo habrá
sido un episodio de apenas unos 300 años. Tenemos energías fósiles aún por 50,
100 años como máximo. En todo caso, nuestro placer ya no es el mismo: ha sido
prácticamente demolido, porque las energías fósiles son sólo agradables cuando
son baratas, y esa época se terminó para siempre. No volverá nunca más. Cuando
todo se vuelve caro, no hay más confort, porque la democratización del lujo es
imposible. Los regalos de la naturaleza se terminan allí. Ahora los hombres se
preguntan cómo se pueden reemplazar esos regalos. La verdad es que el hombre
detesta el trabajo. Los hombres simulan trabajar, pero trabajando sueñan con un
regalo, con un tesoro que buscan en forma permanente. El trabajo es sólo una
suerte de intermezzo que se acepta en espera del gran regalo. Ahora, ante el
fin de las energías fósiles, el trabajo regresa como una carga insoportable.
- No podemos quejarnos: desde mediados del siglo XIX hasta ahora hemos
reducido en dos tercios el tiempo de trabajo.
- Así es. Pero eso
se terminó para siempre. El fin de la vida fácil es irreversible.
- Después de esto, me parece bastante difícil
comprender por qué usted se declara optimista sobre el futuro del hombre.
- Porque tenemos
una buena posibilidad de administrar ese gran giro hacia una tecnología que
será al mismo tiempo barata, compatible con las exigencias de la democracia y,
sobre todo, abordable para los países que hoy están en la periferia. Esos
pueblos aprovecharán la situación cuando las nuevas tecnologías solares estén
disponibles a precios razonables. Esos nuevos recursos permitirán una
estructura de civilización completamente diferente.
- ¿Se podría decir entonces que usted es un filósofo pos pesimista?
- No se me había
ocurrido, pero me parece muy apropiada esa definición.
http://rizomas.blogspot.com/2006/01/el-comienzo-de-la-era-antropotcnica.html
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