Discurso de John Taylor Gatto
Maestro del Año durante tres años consecutivos -1990
Acepto este premio en nombre de todos los buenos
profesores que he conocido a lo largo de los años y que han luchado para hacer
de sus relaciones con los estudiantes algo digno, hombres y mujeres que nunca están conformes, siempre cuestionando y esforzándose
por definir y redefinir lo que la palabra “educación” debería significar. Un Profesor del Año no es el mejor profesor, éstos
suelen pasar demasiado desapercibidos para ser fácilmente descubiertos, pero es
un modelo, símbolo
de esas gentes anónimas que utilizan sus vidas gratamente al servicio educativo.
Este es su premio tanto como mío.
Vivimos
en una época de profunda crisis escolar. Nuestros niños se clasifican a la cola
de las diecinueve naciones más industrializadas en lectura, escritura y
aritmética.
La economía mundial narcótica está basada sobre nuestro propio consumo de
las mercancías, de forma que si no compramos tantos sueños de humo
el negocio colapsaría – y las escuelas
son un importante centro de compra -.
Nuestra tasa de suicidios de adolescentes es la
mayor del mundo y los que se suicidan son niños ricos en su mayor parte, no los
pobres. En Manhattan el cincuenta por ciento de los nuevos matrimonios duran
menos de cinco años. Algo debe ir mal con seguridad.
La crisis de nuestra escuela es un reflejo de una
crisis social más amplia. Parece
que hemos perdido nuestra identidad.
Niños y
ancianos son encerrados y aislados de fuera de lo que sucede en el mundo hasta
un grado sin precedentes – nadie habla con ellos ya – y sin niños y ancianos
mezclándose en la vida diaria una comunidad no tiene futuro ni pasado, solo un
presente continuo. De hecho, el nombre “comunidad” apenas se aplica ya a la
forma en que interactuamos con los demás. Vivimos en redes, no en comunidades, y todos los que conozco están
solos por eso. En cierto modo la escuela es responsable privilegiado de esta
tragedia tal y como lo es también en la creciente brecha entre clases sociales.
Utilizar
las escuelas como un mecanismo de selección no hace sino crear un sistema de
castas, lleno por abajo de intocables que vagan por los trenes del metro
pidiendo y durmiendo en las calles.
He
observado un fenómeno fascinante en mis veinticinco años de ejercicio de la
profesión: que las escuelas y la escolarización
son crecientemente irrelevantes para las grandes empresas del planeta.
Nadie cree ya que los científicos son enseñados en clases de ciencias o que los
políticos en clases de civismo o que los poetas lo son en clases de inglés. La verdad es que las escuelas no enseñan nada
salvo como obedecer órdenes. Esto es un gran misterio para mí porque
miles de personas, gentes responsables trabajan en las escuelas como
profesores, cuidadores y gestores, pero la lógica abstracta de la institución
sobrepasa sus contribuciones individuales.
Aunque
los profesores se preocupan y trabajan duro, la institución es psicopática – no tiene conciencia -. Suena la
sirena y el joven que se encontraba escribiendo un poema debe cerrar su
cuaderno y moverse a otra aula donde deberá memorizar que el hombre y el mono
derivan de un ancestro común.
Nuestro
sistema de enseñanza obligatoria es un invento del Estado de Massachussets
hacia 1850. Fue resistido – a veces hasta con las armas por un considerable 80%
de la población de Massachussets- con un último reducto en Barnstable On Cape
Cod que no entregaron a los niños hasta la década de los 1880 cuando la localidad fue asediada por el ejército y los niños marcharon a la escuela
escoltados. Aquí tenemos un curioso dato para meditar.
Un
estudio indica que antes de la
educación obligatoria la tasa de alfabetización en el estado era del 98%
y que después jamás volvió a alcanzar el 91%, donde se mantiene en 1991. Espero
que les sirva. Aquí hay otra curiosidad sobre la que pensar. El movimiento de “escuela en casa” ha ido
creciendo paulatinamente hasta un tamaño de un millón y medio de jóvenes
que son educados por completo por sus padres y sus comunidades.
La prensa
educativa reportó la increíble noticia de que los niños
escolarizados en casa parecen estar entre cinco y diez años por delante de sus
compañeros escolarizados formalmente en sus capacidades cognitivas.
No creo
que nos libremos de las escuelas en un futuro cercano, no ciertamente en lo que
me queda de vida, pero si hemos de
cambiar lo que se está convirtiendo en un desastre de ignorancia, hemos
de entender que la institución educativa “escolariza” muy bien, pero no “educa”
– algo por completo inherente al diseño organizacional. No es la culpa de los
malos profesores o del poco dinero gastado, es que es imposible que la
educación y la escolarización puedan llegar a ser alguna vez la misma cosa.
Las
escuelas fueron diseñadas por Horace Mann
y Barnard Sears Harper de la U. de Chicago y por Thorndyke de la Escuela Normal
de Columbia y otros hombres para ser
instrumentos de la dirección científica de las masas. Las escuelas están
diseñadas para producir, a través de la aplicación de fórmulas, seres humanos
estandarizados cuyo comportamiento pueda ser predecible y controlado.
En gran
medida, las escuelas han cumplido su objetivo. Pero nuestra sociedad se está
desintegrando, y en esta sociedad, sólo las personas exitosas son
auto-suficientes, seguras en sí mismas e individualistas – porque la comunidad
de vida que protege al dependiente y al débil está muerta -.
Lo que
produce la escuela es, como dije, irrelevante. Las personas bien-escolarizadas son irrelevantes. Pueden vender
películas y hojas de afeitar, recoger papel reciclado o hablar al teléfono en
líneas de teleoperación, o sentarse estúpidamente delante de un terminal de
ordenador pero como seres humanos son inservibles. Completamente inservibles
para los demás y para si mismos.
La
miseria diaria a nuestro alrededor está causada en gran medida por el hecho de
que – tal y como lo estableció Paul Goodman,
forzamos a los niños a crecer en el
absurdo. Cualquier reforma de la escolaridad tiene que tratar con
elementos absurdos en su naturaleza intrínseca.
Es
absurdo y anti-vital ser parte de un
sistema que te obliga a sentarte en lugares recluidos para gente de la misma
edad y clase social que tú. Ese sistema te aparta radicalmente de la
inmensa diversidad de la vida y de las sinergias de la variedad, de hecho te
castra tu propio ser y futuro, acoplándote a un presente continuo de igual
forma a como lo hace la televisión.
Es
absurdo y anti-vital ser parte de un
sistema que te obliga a escuchar a un extraño leyendo poesía cuando lo que
realmente quieres es construir casas, o sentarte a discutir con un
extraño sobre la construcción de casas cuando lo que realmente quieres es leer
poesía; moverte de aula en aula al
sonido de una sirena durante todos los días de tu infancia natural en
una institución que no te permite ninguna privacidad y que incluso te la quita
en el santuario de tu propia casa pidiéndote que hagas tus “deberes”.
“¿Cómo
aprenderán a leer?” dirán algunos y mi respuesta es “Recuerda la lección de Massachusetts”.
Cuando los niños reciben experiencias completas en vez de las graduadas en
aularios, entonces aprenden a leer, a escribir y cálculo con total facilidad si
esas cosas tienen sentido en el ambiente vital que les rodea. Pero recordad que
en los Estados Unidos casi nadie que lea, escriba o sepa cálculo tiene mucho
respeto. Somos una tierra de charlatanes, pagamos mejor a los charlatanes y les
admiramos, así que nuestros hijos hablan constantemente, siguiendo el modelo de
la televisión y de sus profesores. Es muy difícil enseñar incluso lo más
“básico” porque ya no son “básicos” en la sociedad que hemos creado.
Dos instituciones controlan a día de hoy la vida de
nuestros hijos: la televisión y la escuela, por este orden. Ambos reducen el mundo real de
sabiduría, fortaleza, templanza y justicia hacia una abstracción sin final y
sin frenos.
En los
siglos pasados los niños y adolescentes estaban ocupados en trabajo real,
caridad real, aventuras reales, y en la búsqueda real de maestros que pudieran
enseñarnos lo que realmente queríamos aprender.
Mucho
tiempo se pasaba en desempeños
comunitarios, practicando el afecto mutuo, el entendimiento y estudiando
cada nivel de la comunidad, aprendiendo cómo hacer una casa, y docenas de otras
tareas necesarias para convertirse en un hombre o mujer íntegro.
Pero aquí
está el cálculo del horario que dispone
cualquier niño de los que enseño:
·
De las
168 horas que tiene la semana, tienen que dormir 56
·
Lo que
les deja 112 hora a la semana en las que formarse
·
Ven unas 55 horas de televisión a la semana de
acuerdo a informes recientes
·
Lo que
les deja 57 horas a la semana en las que crecerse
·
Tiene que
ir a la escuela unas 30 horas a la semana, usando unas 6 horas en prepararse,
ir y volver a casa, y gastan una media de 7 horas a la semana en deberes- en
total hacen 45 horas
·
Durante
este tiempo, están en constante vigilancia, no tienen tiempo ni espacio privado, y son reñidos si tratan de
acoplarse individualmente al uso de espacio y tiempo
·
Eso deja
12 horas a la semana para crearse una conciencia de si individualizada
·
Por
supuesto que mis alumnos comen también, y eso añade algo de tiempo – no mucho,
porque hemos perdido la tradición de la comida familiar, por lo que si quitamos
3 horas a la semana para cenas
·
llegamos
a la cantidad neta de tiempo privado
para cada niño de 9 horas a la semana.
No es
suficiente, ¿verdad? Cuánto más rica es la familia del niño, menos televisión
que ve pero más tiempo que tiene dirigido por una oferta más amplia de
entretenimientos comerciales y su inevitable inclusión en una serie de áreas de
formación complementaria raramente a su libre elección. Y todas estas cosas son
curiosamente una forma más solapada de
crear seres humanos dependientes, incapaces de llenar su tiempo libre, incapaces de iniciar senderos que le den un significado
sustancioso y feliz a su existencia.
Es una
enfermedad nacional, esta dependencia y falta de objetivo, y creo que la
escolarización, la televisión y las lecciones – toda la idea Chautauqua - tienen mucho que ver con ello. Pensad en
lo que nos está matando como nación:
·
drogas
narcotizantes
·
competición
desenfrenada
·
sexo
recreacional
·
pornografía
de la violencia
·
juego,
alcohol
·
y la peor
pornografía de todas – vidas dedicadas a comprar cosas, la acumulación como filosofía
-
Todas
ellas son adicciones de personalidades
dependientes, y eso es la marca que deja inevitablemente la
escolarización.
Quiero
contaros el efecto que produce en los chicos el quitarles todo su tiempo – tiempo que necesitan para desarrollarse – y forzándoles a
gastarlo en abstracciones. Tenéis que escuchar esto, porque ninguna reforma que
no ataque estas patologías específicas no serán más que un mero lavado de cara.
1. Los niños a los que enseño son indiferentes al mundo adulto. Esto
desafía la experiencia de miles de años. Un observación intensiva de lo que
“los mayores” hacían siempre fue una de las más excitantes ocupaciones de los
jóvenes, pero nadie quiere crecer ahora, ¿y quien les puede culpar de ello?
Nosotros somos los juguetes.
2. Los niños a los que enseño ya apenas sienten curiosidad y la poca que
muestran es transitoria, no pueden concentrarse durante mucho tiempo, incluso
en lo que quieren hacer. ¿Podéis ver la conexión entre las sirenas sonando una
y otra vez para cambiar de clase y este fenómeno de atención evanescente?
3. Los niños a los que enseño
tienen un pobre sentido del futuro,
de como el mañana está indefectiblemente unido al presente. Como dije antes,
viven en un presente continuo, el preciso momento en el que se encuentran es el
límite de su conciencia.
4. Los niños a los que enseño son
ahistóricos, no tienen conciencia de
cómo el pasado ha dado forma a su propio presente, limitando sus
elecciones, moldeando sus valores y sus vidas.
5. Los niños a los que enseño son
crueles entre si, muestran falta de
compasión ante los infortunios, se ríen de las debilidades de otros, y
muestran desprecio por aquellos que muestran necesidad de ayuda demasiado abiertamente.
6. Los niños a los que enseño se
encuentran intranquilos ante la
intimidad y la franqueza. No soportan una verdadera intimidad debido a
una costumbre de por vida de guardar los secretos dentro de si mismos por lo
que van formando su personalidad a base de trozos y partes de comportamiento
prestados de la televisión o adquiridos para manipular a sus profesores. Puesto
que no son ellos quienes dicen ser, el disfraz se les cae en la intimidad por
lo que las relaciones íntimas deben ser evitadas.
7. Los niños a los que enseño son materialistas, siguiendo la estela de
sus maestros que materialistamente “gradúan” todo -y sus tutores televisivos
que ofrecen todo lo imaginable “gratis”.
8. Los niños a los que enseño son dependientes, pasivos, y tímidos ante la
presencia de nuevos desafíos. Esto es a menudo ocultado mediante actos
de bravuconería, mediante enfados y agresividades que en el fondo solo expresan
un vacío sin fortaleza interior.
Podría
hablar de otras cuantas condiciones que una reforma de la escolarización
tendría que afrontar si nuestro declive nacional pretendiera detenerse, pero
por el momento ya habéis comprendido mi postura, tanto si estáis de acuerdo con
ella como si no.
Puede que
sean las escuelas las que causen estas patologías, o la televisión, o ambas. Es
una simple cuestión de aritmética, entre escuela y televisión todo el tiempo
que los chicos tienen libre es absorbido por ambas. Eso es lo que destruyó la familia americana, que ya no es más un factor
en la educación de sus propios hijos. Televisión y escuela, ahí debe
buscarse a los responsables.
¿Qué
hacer? Necesitamos un feroz debate nacional que no decaiga, día tras día, año
tras año. Necesitamos gritar y discutir sobre este modelo de escuela hasta que
se arregle o se retire de la circulación para su reparación, una cosa u otra.
Si
podemos arreglarlo, de acuerdo; si no podemos, entonces el éxito del movimiento de “escuela en casa” muestra una
vía alternativa con futuro prometedor. Poner el dinero que ahora
gastamos en escolarización, hacia la educación en la familia podría matar dos
pájaros de un tiro, reparar las familias al tiempo que reparamos a los hijos.
Una
reforma genuina es posible pero no debería costarnos nada.
Necesitamos
volver a pensar en las premisas fundamentales de la escolarización y decidir qué es lo que queremos que los niños aprendan
y por qué. Durante 140 años esta nación ha tratado de imponer objetivos
de arriba a abajo desde los altivos puestos de mando centrales conformados por “expertos”, una élite central de ingenieros
sociales. No ha funcionado. No va a funcionar. Y es una gran traición a
la promesa democrática que hizo en su día de esta nación un noble experimento.
El
intento soviético de crear una república platónica en el Este de Europa ha
sucumbido ante nuestra vista, nuestro propio intento de imponer el mismo tipo de
ortodoxia centralizada utilizando las escuelas como un instrumento también se
está resquebrajando, solo que más lenta y dolorosamente.
No
funciona porque sus premisas
fundamentales son mecanicistas, anti-humanas, y hostiles a la vida familiar.
Las vidas pueden ser controladas por la maquinaria educativa pero siempre se
revolverán con las armas de la patología social: drogas, violencia,
auto-destrucción, indiferencia y todos los síntomas que veo en los niños que
educo. Ya es hora de que miremos hacia atrás para recobrar una filosofía
educacional que funcione. Una que me gusta especialmente fue la favorita de las
clases dirigentes europeas durante miles de años.
Utilizo
tanto de ella como me lo permite mi condición de profesor, es decir, tanto como
puedo dentro de la institución de la escolarización obligatoria. Creo que
funciona tanto para los niños pobres como para los ricos.
En el
núcleo de este sistema de educación para las élites está la creencia de que el auto-aprendizaje es la única base del
verdadero aprendizaje. En cualquier sitio en este sistema, a cualquier
edad, encontrarás acuerdos para colocar al niño solo en un punto no definido y
con un problema que resolver.
Algunas
veces el problema lleva implícito grandes riesgos, como el problema de cabalgar
un caballo o hacerlo saltar, pero eso, claro, es un problema satisfactoriamente
resuelto por miles de niños de la élite antes de cumplir diez años.
¿Podemos
imaginar a alguien que haya superado tal desafío que alguna vez le faltara
confianza en su habilidad para hacer algo? A veces el problema es un problema
de superar la soledad, como hizo Thoreau en Wald en Pond o Einstein en Suiza. Uno
de mis antiguos alumnos, Roland Legiardi-Lura, aunque huérfano de sus dos
padres y sin herencia, cogió una
bicicleta y atravesó solo los Estados Unidos cuando apenas había superado la
niñez.
No nos puede extrañar entonces que ya siendo un adulto, decidiera hacer
una película sobre Nicaragua, aunque no tuviera dinero ni experiencia previa en
la realización de películas, y que ganara un premio internacional, aunque su
trabajo regular fuera el de carpintero. Ahora estamos hablando todo el rato de
que nuestros jóvenes necesitan desarrollar auto-conocimiento. Ya basta de tanta charlatanería.
Tenemos que crear experiencias escolares que devuelvan a los niños su tiempo, necesitamos confiarles desde una
edad temprana con independencia de estudios, quizás programado desde el colegio
pero que tenga lugar fuera de la institución educativa. Necesitamos crear un
curriculum donde cada niño tenga la
oportunidad de desarrollar su individualidad y su auto-confianza.
Hace poco
cogí setenta dólares y envié a una niña de doce años de mi clase con su madre –
que no hablaba inglés – en un autobús hacia la costa de New Jersey para
encontrarnos con el jefe de policía del distrito de Sea Bright para comer y
disculparnos por contaminar la playa con un frasco de Gatorade. A cambio de
esta disculpa pública habíamos quedado en que el jefe de policía le enseñaría
el trabajo de un policía de barrio durante un día cualquiera. Unos días
después, dos más de mis alumnos de doce años viajaron solos a la Calle West
First desde Harlem donde empezaron el aprendizaje con un editor de periódicos,
la siguiente semana tres de mis alumnos se encontraban en mitad de los muelles-descarga
de Jersey a las seis de la mañana, estudiando la mente del presidente de una
compañía de transporte por carretera que despachaba trailers hacia Dallas,
Chicago y Los Ángeles.
¿Pertenecen
estos chicos “especiales” a algún programa” especial”? Bueno, en cierto modo
si, pero nadie sabe sobre este programa salvo los chicos y yo. Solo son buenos
chavales de Harlem, brillantes y alertas, pero tan mal escolarizados cuando me
los encontré que la mayoría de ellos no sabían sumar o restar cantidades. Ni
uno de ellos sabía la población de Nueva York o cuan lejos está Nueva York de
California. ¿Eso me preocupaba? Por supuesto, pero tenía confianza en que según iban ganando confianza en si mismos
también se convertirían en sus propios maestros, y solo la
auto-enseñanza tiene un valor a largo plazo. Tenemos que devolver a los niños tiempo libre desde ya mismo porque esa
es la clave para el auto-aprendizaje, y debemos re-introducirles en el
mundo real tan rápido como sea posible para que el tiempo libre pueda ser
gastado en algo más que abstracciones.
Una
emergencia, requiere una drástica acción de corrección -nuestros niños están
cayendo como moscas dentro de la institución escolar, ya sea buena o mala, no
importa. Es irrelevante.
¿Qué más necesita un sistema
escolar re-estructurado? Necesita
que deje de ser un parásito del trabajo
de la comunidad en la que se inserta. De todas las páginas escritas en
la contabilidad de la historia, solo existe una entrada donde se recluya a
nuestros jóvenes y no les pidamos nada de ellos al servicio del bien común. Llego
incluso a creer que necesitamos hacer de los servicios a la comunidad una parte importante de la enseñanza escolar.
Además de la experiencia enriquecedora que supone trabajar de forma no egoísta,
es la forma más rápida de dotar a los jóvenes de responsabilidades reales en la
vida corriente.
Durante
cinco años manejé un programa escolar “autónomo” donde cada niño, pobre y rico,
listo y no tan listo, tenía que dar 320 horas de trabajos o servicios a la
comunidad.
Decenas
de estos niños volvieron años después, ya crecidos, y me contaron que la experiencia de ayudar a alguien les había
cambiado sus vidas. Les había enseñado a ver desde otra perspectiva, a
repensar metas y valores. Ocurrió cuando tenían trece años, durante el programa
de practicas de Laboratorio, y solo fue posible porque el distrito escolar rico
de al lado estaba en reestructuración. Cuando volvió la “estabilidad” , el
laboratorio común cerró. Fue una experiencia muy satisfactoria con un grupo de
jóvenes bastante heterogéneos, a un coste demasiado bajo, como para permitir
que continuara.
Estudio
independiente, servicios a la comunidad, aventuras y experiencia, largos
periodos de privacidad y soledad, un millar de diferentes formas de aprendizaje,
una por día o más tiempo – estas son medidas
potentes, baratas, y efectivas de empezar una reforma real de la
escolarización. Pero ninguna reforma a gran escala va a funcionar de forma que
permita recuperar a nuestros jóvenes ya dañados ni a nuestra sociedad enferma
hasta que impongamos abiertamente la idea de que la escuela debe incluir a la familia como motor principal de la educación.
Si
utilizamos la escolarización para separar a los hijos de los padres – y no nos
engañemos, esa fue la principal función de las escuelas desde que John Cotton
lo anunciará como el propósito de las escuelas de Bay Colony en 1650 y Horace
Mann lo enunciara como el propósito de las escuelas de Massachussets en 1850 –
vamos a continuar con el espectáculo de horror que tenemos ahora.
El
“Curriculum de la Familia” está en el corazón de cualquier buena vida. Nos
hemos alejado de ese curriculum; es hora de volver a ello. La forma de devolver
la salud a la educación es que nuestras
escuelas se liberen del dominio absoluto de las instituciones sobre la vida
familiar, es promocionar durante el tiempo de escolarización
confluencias de padres e hijos que fortalezcan los lazos familiares. Ese fue mi
fin último cuando envié a la chica y su madre al distrito de la costa de Jersey
para encontrarse con el jefe de policía.
Tengo
muchas ideas para formular un curriculum familiar y estoy seguro que muchos de
ustedes también las tienen. Nuestro mayor problema en conseguir que una vez
popularizada esta forma de pensar pueda el sistema educativo ser reformado ya
que tenemos unos intereses creados que se apropian de antemano de estas ideas
para continuar con la escuela como está, a pesar de la utilización de una
retórica aparentemente contraria.
Tenemos
que exigir que nuevas voces y nuevas ideas sean escuchadas, mis ideas y las
vuestras. Ya hemos tenido un amplio repertorio de voces muy autorizadas y con
eco en medios escritos y televisión; una década de debate para todos es lo que
se necesita ahora, no más opiniones de “expertos”.
Los expertos en educación nunca han tenido razón, sus “soluciones” son costosas, auto-complacientes, y siempre
requieren mayor centralización. Ya hemos visto los resultados. Es hora de volver a la democracia, al
individualismo a la individualidad y a la familia. Ya dije lo que quería
decir. Gracias.
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