Friedrich Nietzsche
Prólogo
de Zaratustra
Cuando Zaratustra tenía treinta años1
abandonó su patria y el lago de su patria y marchó a las montañas. Allí
gozó de su espíritu y de su soledad y durante diez años no se cansó de hacerlo.
Pero al fin su corazón se transformó, - y una mañana, levantándose con la
aurora, se colocó delante del sol y le habló así:
«¡Tú gran astro! ¡Qué sería de
tu felicidad si no tuvieras a aquellos a quienes iluminas2!
Durante diez años has venido subiendo
hasta mi caverna: sin mí, mi águila y mi serpiente3 te
habrías hartado de tu luz y de este camino.
Pero nosotros te aguardábamos cada
mañana, te liberábamos de tu sobreabundancia y te bendecíamos por ello. ¡Mira!
Estoy hastiado de mi sabiduría como la abeja que ha recogido demasiada miel,
tengo necesidad de manos que se extiendan.
Me gustaría regalar y repartir hasta
que los sabios entre los hombres hayan vuelto a regocijarse con su locura, y
los pobres, con su riqueza.
Para ello tengo que bajar a la profundidad: como haces tú al atardecer, cuando traspones el mar llevando luz incluso al submundo, ¡astro inmensamente rico!
[1]
Es la edad en que Jesús
comienza su predicación. Véase el Evangelio
de Lucas, 3, 23: «Éste era Jesús, que al empezar tenía treinta años». En el
buscado antagonismo entre Zaratustra y Jesús es ésta la primera de las
confrontaciones. Como podrá verse por toda la obra, Zaratustra es en parte una
antifigura de Jesús. Y así, la edad en que Jesús comienza a predicar es aquella
en que Zaratustra se retira a las montañas con el fin de prepararse para su
tarea. Inmediatamente después aparecerá una segunda contraposición entre ambos:
Jesús pasó sólo cuarenta días en el desierto;
Zaratustra pasará diez años en las montañas.
2 Zaratustra volverá a pronunciar esta
misma invocación al sol al final de la obra. Véase, en la cuarta parte, El signo.
3 Los
dos animales heráldicos de Zaratustra representan, respectivamente, su voluntad
y su inteligencia. Le harán compañía en numerosas ocasiones y actuarán incluso
como interlocutores suyos, sobre todo en el importantísimo capítulo de la
tercera parte titulado El convaleciente.
Yo, lo mismo que tú, tengo que hundirme en mi ocaso, como dicen los
hombres a quienes quiero bajar. ¡Bendíceme, pues, ojo tranquilo, capaz de mirar
sin envidia incluso una felicidad demasiado grande!
¡Bendice la copa que quiere desbordarse para que de ella
fluya el agua de oro llevando a todas partes el resplandor de tus delicias!
¡Mira! Esta copa quiere vaciarse de nuevo, y Zaratustra
quiere volver a hacerse hombre.»
- Así comenzó el ocaso de Zaratustra.
1
Así habló Zaratustra reproduce
literalmente el aforismo 342 de La gaya ciencia; sólo «el lago Urmi»,
que allí aparece, es aquí sustituido por «el lago de su patria». El mencionado
aforismo lleva el título Incipit tragedia
(Comienza la tragedia) y es el último del libro cuarto de La gaya ciencia, titulado Sanctus Januarius (San Enero).
ye. Aquí se ha adoptado como terminus technicus castellano para
traducir Untergehen el de «hundirse
en su ocaso», que parece conservar los tres sentidos. De todas maneras,
Nietzsche juega en innumerables ocasiones con esta palabra alemana compuesta y
la contrapone a otras palabras asimismo compuestas. Por ejemplo, contrapone y
une Un tergangy Ubergang. Überganges
«pasar al otro lado» por encima de algo, pero también significa «transición».
El hombre, dirá Zaratustra, es «un tránsito y un ocaso». Esto es, al hundirse
en su ocaso, como el sol, pasa al otro lado (de la tierra, se entiende, según
la vieja creencia). Y «pasar al otro lado» es superarse a sí mismo y llegar al
superhombre. 6 Esta misma
frase se repite luego. El «ocaso» de
Zaratustra termina hacia el final de la tercera parte, en el capítulo titulado El convaleciente, donde se dice: «Así - acaba el ocaso de Zaratustra».
1 Untergehen. Es una de las
palabras-clave en la descripción de la figura de Zaratustra. Este verbo alemán
contiene varios matices que con dificultad podrán conservarse simultáneamente
en la traducción castellana. Untergehen es en primer término, literalmente,
«caminar (gehen) hacia abajo (unter)». Zaratustra, en efecto, baja de las
montañas. En segundo lugar es término usual para designar la «puesta del sol»,
el «ocaso». Y Zaratustra dice bien claro que quiere actuar como el sol al
atardecer, esto es, «ponerse». En tercer término, Untergehen y el sustantivo Untergang
se usan con el significado de hundimiento, destrucción, decadencia. Así, el
título de la obra famosa de Spengler es Der Untergang des Abendlandes (traducido
por La decadencia de Occidente). También Zaratustra se hunde en su tarea y
fracasa. Su tarea, dice varias veces, lo destruye. Aquí se ha adoptado como
terminus technicus castellano para traducir Untergehen el de «hundirse en su ocaso»,
que parece conservar los tres sentidos. De todas maneras, Nietzsche juega en
innumerables ocasiones con esta palabra alemana compuesta y la contrapone a
otras palabras asimismo compuestas. Por ejemplo, contrapone y une Un tergangy
Ubergang. Überganges «pasar al otro lado» por encima de algo, pero también
significa «transición». El hombre, dirá Zaratustra, es «un tránsito y un
ocaso». Esto es, al hundirse en su ocaso, como el sol, pasa al otro lado (de la
tierra, se entiende, según la vieja creencia). Y «pasar al otro lado» es
superarse a sí mismo y llegar al superhombre.
6 Esta misma frase se repite luego.
El «ocaso» de Zaratustra termina hacia el final de la tercera parte, en el
capítulo titulado El convaleciente, donde se dice: «Así - acaba el ocaso de
Zaratustra».
Zaratustra bajó solo de las montañas
sin encontrar a nadie. Pero cuando llegó a los bosques surgió de pronto ante él
un anciano que había abandonado su santa choza para buscar raíces en el bosque7.
Y el anciano habló así a Zaratustra:
No me es desconocido este caminante: hace algunos años pasó
por aquí. Zaratustra se llamaba; pero se ha transformado. Entonces llevabas tu
ceniza a la montaña8: ¿quieres hoy llevar tu fuego a los valles? ¿No
temes los castigos que se imponen al incendiario?
Sí, reconozco a Zaratustra. Puro es
su ojo, y en su boca no se oculta náusea alguna9. ¿No viene hacia
acá como un bailarín?
Zaratustra está transformado,
Zaratustra se ha convertido en un niño, Zaratustra es un despierto10:
¿qué quieres hacer ahora entre los que duermen?
En la soledad vivías como en el mar,
y el mar te llevaba. Ay, ¿quieres bajar a tierra? Ay, ¿quieres volver a
arrastrar tú mismo tu cuerpo?
Zaratustra respondió: «Yo amo a los hombres.»
¿Por qué, dijo el santo, me marché yo
al bosque y a las soledades? ¿No fue acaso porque amaba demasiado a los
hombres?
Ahora amo a Dios: a los hombres no
los amo. El hombre es para mí una cosa demasiado imperfecta. El amor al hombre
me mataría.
Zaratustra respondió: «¡Qué dije amor! Lo que yo llevo
a los hombres es un regalo.»
No les des nada, dijo el santo. Es
mejor que les quites alguna cosa y que la lleves a cuestas junto con ellos -
eso será lo que más bien les hará: ¡con tal de que te haga bien a ti!
¡Y si quieres darles algo, no les des
más que una limosna, y deja que además la mendiguen!
«No, respondió Zaratustra, yo no doy limosnas. No soy
bastante pobre para eso.»
El santo se rió de Zaratustra y dijo: ¡Entonces cuida de que
acepten tus tesoros! Ellos desconfían de los eremitas y no creen que vayamos
para hacer regalos.
Nuestros pasos les suenan demasiado solitarios por sus
callejas. Y cuando por las noches, estando en sus camas, oyen caminar a un
hombre mucho antes de que el sol salga, se preguntan: ¿adónde irá el ladrón?11.
¡No vayas a los hombres y quédate en el bosque! ¡Es mejor que
vayas incluso a los animales! ¿Por qué no quieres ser tú, como yo, - un oso
entre los osos, un pájaro entre los pájaros?
«¿Y qué hace el santo en el bosque?», preguntó Zaratustra. El
santo respondió: Hago canciones y las canto; y, al hacerlas, río, lloro y
gruño: así alabo a Dios.
Cantando, llorando, riendo y gruñendo alabo al Dios que es mi
Dios. Mas ¿qué regalo es el que tú nos traes?
Cuando Zaratustra hubo oído estas palabras saludó al santo y
dijo: «¡Qué podría yo daros a vosotros! ¡Pero déjame irme aprisa, para que no
os quite nada!» -Y así se separaron, el anciano y el hombre, riendo como ríen
dos muchachos.
Mas cuando Zaratustra estuvo solo, habló así a su corazón:
«¡Será posible! ¡Este viejo santo en su bosque no ha oído todavía nada de que Dios ha
muerto!»12 –
Hacia el final de la obra el papa jubilado
vendrá en busca de este anciano eremita y encontrará que ha muerto; véase, en
la cuarta parte, Jubilado.
7
Véase, en esta primera parte, De los trasmundanos,
y Del camino del creador, y en la
segunda parte, El adivino, donde
vuelve a aparecer la referencia a las cenizas. La ceniza es símbolo de la
cremación y el rechazo de los falsos ideales juveniles.
8
La pureza de los ojos y la ausencia de asco en la boca son atributos de
Zaratustra a los que se hace referencia en numerosas ocasiones; véase, por
ejemplo, en la segunda parte, De los sublimes,
y en la cuarta, El mendigo voluntario.
9
«El despierto» es un calificativo usual de Buda, que aquí se aplica a
Zaratustra.
10
Alusión a 1 Tesalonicenses, 5, 2:
«Pues sabéis perfectamente que el día
del Señor llegará como un ladrón de noche».
11
La idea de la muerte de Dios, que recorre la obra entera, y su ignorancia
por parte del santo eremita, será tema de conversación entre Zaratustra y el
papa jubilado cuando ambos hablen del eremita ya fallecido. Véase, en la cuarta
parte, Jubilado.
Cuando Zaratustra llegó a la primera
ciudad, situada al borde de los bosques, encontró reunida en el mercado13
una gran muchedumbre: pues estaba prometida la exhibición de un volatinero. Y
Zaratustra habló así al pueblo:
Yo os enseño el superhombre14.
El hombre es algo
que debe ser superado. ¿Qué habéis hecho para superarlo?
Todos los seres han creado hasta ahora algo por encima de sí
mismos: ¿y queréis ser vosotros el reflujo de ese gran flujo y retroceder al
animal más bien que superar al hombre?
¿Qué es el mono para el hombre? Una irrisión o una vergüenza
dolorosa. Y justo eso es lo que el hombre debe ser para el superhombre: una
irrisión o una vergüenza dolorosa15.
Habéis recorrido el camino que lleva desde el gusano hasta el
hombre, y muchas cosas en vosotros continúan siendo gusano. En otro tiempo
fuisteis monos, y también ahora es el hombre más mono que cualquier mono.
Y el más sabio de vosotros es tan sólo un ser
escindido, híbrido de planta y fantasma.
Pero ¿os mando yo que os convirtáis
en fantasmas o en plantas?
¡Mirad, yo os enseño el superhombre!
El superhombre es el sentido de la tierra. Diga vuestra
voluntad: ¡sea el superhombre el
sentido de la tierra!
¡Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de
esperanzas sobreterrenales! Son envenenadores, lo sepan o no.
Son despreciadores de la vida, son moribundos y están, ellos
también, envenenados, la tierra está cansada de ellos: ¡ojalá desaparezcan!
En otro tiempo el delito contra Dios
era el máximo delito, pero Dios ha muerto y con Él han muerto también esos
delincuentes. ¡Ahora lo más horrible es delinquir contra la tierra y apreciar
las entrañas de lo inescrutable más que el sentido de la tierra!
En otro tiempo el alma miraba al cuerpo con desprecio: y ese
desprecio era entonces lo más alto: - el alma quería el cuerpo flaco, feo,
famélico. Así pensaba escabullirse del cuerpo y de la tierra.
Oh, también esa alma era flaca, fea y famélica: ¡y la
crueldad era la voluptuosidad de esa alma!
Mas vosotros también, hermanos míos, decidme: ¿qué anuncia
vuestro cuerpo de vuestra alma? ¿No es vuestra alma acaso pobreza y suciedad y
un lamentable bienestar?
En verdad, una sucia corriente es el hombre. Es necesario ser
un mar para poder recibir una sucia corriente sin volverse impuro.
Mirad, yo os enseño el superhombre: él es ese mar, en él
puede sumergirse vuestro gran desprecio.
¿Cuál es la máxima vivencia que vosotros podéis tener? La
hora del gran desprecio. La hora en que incluso vuestra felicidad se os
convierta en náusea y eso mismo ocurra con vuestra razón y con vuestra virtud.
La hora en que digáis: «¡Qué importa mi felicidad! Es pobreza
y suciedad y un lamentable bienestar. ¡Sin embargo, mi felicidad debería
justificar incluso la existencia!»
La hora en que digáis: «¡Qué importa mi razón! ¿Ansía ella el
saber lo mismo que el león su alimento? ¡Es pobreza y suciedad y un lamentable
bienestar!»
La hora en que digáis: «¡Qué importa mi virtud! Todavía no me
ha puesto furioso. ¡Qué cansado estoy de mi bien y de mi mal! ¡Todo esto es
pobreza y suciedad y un lamentable bienestar!»
La hora en que digáis: «¡Qué importa mi justicia! No veo que
yo sea un carbón ardiente. ¡Mas el justo es un carbón ardiente!» La hora en que
digáis: «¡Qué importa mi compasión! ¿No es la compasión acaso la cruz en la que
es clavado quien ama a los hombres? Pero mi compasión no es una crucifixión.»
¿Habéis hablado ya así? ¿Habéis gritado ya así? ¡Ah, ojalá os
hubiese yo oído ya gritar así!
¡No vuestro pecado - vuestra moderación es lo que clama al
cielo, vuestra mezquindad hasta en vuestro pecado es lo que clama al cielo!16.
¿Dónde está el rayo que os lama con su lengua? ¿Dónde la
demencia que habría que inocularos?
Mirad, yo os enseño el superhombre: ¡él es ese rayo,
él es esa demencia! -
Cuando Zaratustra hubo hablado así, uno del pueblo gritó: «Ya
hemos oído hablar bastante del volatinero; ahora, ¡veámoslo también!» Y todo el
pueblo se rió de Zaratustra. Mas el volatinero, que creyó que aquello iba dicho
por él, se puso a trabajar.
13
Markt es la palabra empleada por Nietzsche,
que aquí se traduce literalmente por mercado. No se refiere sólo al lugar de
compra y venta de mercancías, sino, en general, a lugar amplio donde se reúne
la gente, a plaza pública. Todavía hoy la plaza central de muchas ciudades
alemanas se denomina Marktplatz.
14
Sobre el «superhombre», expresión que ha dado lugar a tantos
malentendidos, dice el propio Nietzsche en Ecce
homo: «La palabra “superhombre”, que
designa un tipo de óptima constitución, en contraste con los hombres
“modernos”, con los hombres “buenos”, con los cristianos y demás nihilistas,
una palabra que, en boca de Zaratustra, el aniquilador
de la moral, se convierte en una palabra muy digna de reflexión, ha sido
entendida, casi en todas partes, con total inocencia, en el sentido de aquellos
valores cuya antítesis se ha manifestado en la figura de Zaratustra, es decir,
ha sido entendida como tipo “idealista” de una especie superior de hombre,
mitad “santo”, mitad “genio”».
15
Eco de los fragmentos 82 y 83
de Heraclito (Diels-Kranz): «El más bello de los monos es feo al compararlo con
la raza de los humanos.» «El más sabio de entre los hombres parece, respecto de
Dios, mono en sabiduría, en belleza y en todo lo demás.»
16
«Clamar al cielo» es expresión bíblica. Véase Génesis, 4, 10: «La voz
de la sangre de tu hermano está clamando a mí desde la tierra» (palabras de
Yahvé a Caín). Corno hace casi siempre con estas «citas» bíblicas, Zaratustra
confiere a ésta un sentido antitético del que tiene en el original.
Mas Zaratustra contempló al pueblo y se maravilló.
Luego habló así:
El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el
superhombre, - una cuerda sobre un abismo.
Un peligroso pasar al otro lado, un peligroso caminar, un
peligroso mirar atrás, un peligroso estremecerse y pararse. La grandeza del
hombre está en ser un puente y no una meta: lo que en el hombre se puede amar
es que es un tránsito y un ocaso17.
Yo amo a quienes no saben vivir de otro modo que hundiéndose
en su ocaso, pues ellos son los que pasan al otro lado.
Yo amo a los grandes despreciadores, pues ellos son los
grandes veneradores, y flechas del anhelo hacia la otra orilla. Yo amo a
quienes, para hundirse en su ocaso y sacrificarse, no buscan una razón detrás
de las estrellas: sino que se sacrifican a la tierra para que ésta llegue
alguna vez a ser del superhombre. Yo amo a quien vive para conocer, y quiere
conocer para que alguna vez viva el superhombre. Y quiere así su propio ocaso.
Yo amo a quien trabaja e inventa para construirle la casa al
superhombre y prepara para él la tierra, el animal y la planta: pues quiere así
su propio ocaso.
Yo amo a quien ama su virtud: pues la virtud es voluntad de
ocaso y una flecha del anhelo.
Yo amo a quien no reserva para sí ni una gota de espíritu,
sino que quiere ser íntegramente el espíritu de su virtud: avanza así en forma
de espíritu sobre el puente.
Yo amo a quien de su virtud hace su inclinación y su
fatalidad: quiere así, por amor a su virtud, seguir viviendo y no seguir
viviendo.
Yo amo a quien no quiere tener demasiadas virtudes. Una
virtud es más virtud que dos, porque es un nudo más fuerte del que se cuelga la
fatalidad.
Yo amo a aquel cuya alma se prodiga, y no quiere recibir
agradecimiento ni devuelve nada: pues él regala siempre y no quiere conservarse
a sí mismo18.
Yo amo a quien se avergüenza cuando el dado, al caer, le da
suerte, y entonces se pregunta: ¿acaso soy yo un jugador que hace trampas? -
pues quiere perecer.
Yo amo a quien delante de sus acciones arroja palabras de oro
y cumple siempre más de lo que promete: pues quiere su ocaso.
Yo amo a quien justifica a los hombres del futuro y redime a
los del pasado: pues quiere perecer a causa dé los hombres del presente.
Yo amo a quien castiga a su dios porque ama a su dios19:
pues tiene que perecer por la cólera de su dios.
Yo amo a aquel cuya alma es profunda incluso cuando se la
hiere, y que puede perecer a causa de una pequeña vivencia: pasa así de buen
grado por el puente.
Yo amo a aquel cuya alma está tan llena que se olvida de sí
mismo, y todas las cosas están dentro de él: todas las cosas se transforman así
en su ocaso.
Yo amo a quien es de espíritu libre y de corazón libre: su
cabeza no es así más que las entrañas de su corazón, pero su corazón lo empuja
al ocaso.
Yo amo a todos aquellos que son como gotas pesadas que caen
una a una de la oscura nube suspendida sobre el hombre: ellos anuncian que el
rayo viene, y perecen como anunciadores.
Mirad, yo soy un anunciador del rayo y una pesada gota que
cae de la nube: más ese rayo se llama superhombre. -
17
Véase lo dicho en la nota 5.
18
Paráfrasis del Evangelio de Lucas, 17, 33: «Quien busca conservar su alma
la perderá; y quien la per-diere, la conservará.»
19
Cita literal, invirtiendo su sentido, de Hebreos, 12, 6: «Porque el
Señor, a quien ama, lo castiga.» Véa-se también, en la cuarta parte, El
despertar.
Cuando Zaratustra hubo dicho estas
palabras contempló de nuevo el pueblo y calló: «Ahí están», dijo a su corazón,
«y se ríen: no me entienden, no soy yo la boca para estos oídoo20.
¿Habrá que romperles antes los oídos, para que aprendan a oír
con los ojos? ¿Habrá que atronar igual que timbales y que predicadores de
penitencia? ¿O acaso creen tan sólo al que balbucea?
Tienen algo de lo que están orgullosos. ¿Cómo llaman a eso
que los llena de orgullo? Cultural21 lo llaman, es lo que los
distingue de los cabreros.
Por esto no les gusta oír, referida a ellos, la palabra
Vesprecid. Voy a hablar, pues, a su orgullo.
Voy a hablarles de lo más despreciable: el último hombre»22.
Y Zaratustra habló así al pueblo:
Es tiempo de que el hombre fije su propia meta. Es tiempo de
que el hombre plante la semilla de su más alta esperanza.
Todavía es bastante fértil su terreno para ello. Mas algún
día ese terreno será pobre y manso, y de él no podrá ya brotar ningún árbol elevado.
¡Ay! ¡Llega el tiempo en que el hombre dejará de lanzar la
flecha de su anhelo más allá del hombre, y en que la cuerda de su arco no sabrá
ya vibrar!
Yo os digo: es preciso tener todavía caos dentro de sí para
poder dar a luz una estrella danzarina. Yo os digo: vosotros tenéis todavía
caos dentro de vosotros.
¡Ay! Llega el tiempo en que el hombre no dará ya a luz
ninguna estrella. ¡Ay! Llega el tiempo del hombre más despreciable, el incapaz
ya de despreciarse a sí mismo.
¡Mirad! Yo os muestro el último hombre.
“¿Qué es amor? ¿Qué es creación? ¿Qué es anhelo? ¿Qué es
estrella?” - así pregunta el último hombre, y parpadea. La tierra se ha vuelto
pequeña entonces, y sobre ella da saltos el último hombre, que todo lo
empequeñece. Su estirpe es indestructible, como el pulgón; el último hombre es
el que más tiempo vive.
“Nosotros hemos inventado la felicidad” - dicen los
últimos hombres, y parpadean.
Han abandonado las comarcas donde era duro vivir: pues la
gente necesita calor. La gente ama incluso al vecino y se restriega contra él:
pues necesita calor.
Enfermar y desconfiar considéranlo pecaminoso: la gente
camina con cuidado. ¡Un tonto es quien sigue tropezando con piedras o con
hombres!
Un poco de veneno de vez en cuando: eso produce sueños
agradables. Y mucho veneno al final, para tener un morir agradable.
La gente continúa trabajando, pues el trabajo es un
entretenimiento. Mas procura que el entretenimiento no canse. La gente ya no se
hace ni pobre ni rica: ambas cosas son demasiado molestas. ¿Quién quiere aún
gobernar? ¿Quién aún obedecer? Ambas cosas son demasiado molestas.
¡Ningún pastor y un
solo rebaño!23 Todos quieren lo mismo, todos son iguales: quien
tiene sentimientos distintos marcha voluntariamente al manicomio.
“En otro tiempo todo el mundo desvariaba” - dicen los
más sutiles, y parpadean.
Hoy la gente es inteligente y sabe todo lo que ha ocurrido:
así no acaba nunca de burlarse. La gente continúa discutiendo, mas pronto se
reconcilia - de lo contrario, ello estropea el estómago.
La gente tiene su pequeño placer para el día y su pequeño
placer para la noche: pero honra la salud.
“Nosotros hemos inventado la felicidad” - dicen los
últimos hombres, y parpadean. -
Y aquí acabó el primer discurso de
Zaratustra, llamado también «el prólogo»24: pues en este punto el
griterío y el regocijo de la multitud lo interrumpieron. «¡Danos ese último
hombre, oh Zaratustra, - gritaban - haz de nosotros esos últimos hombres! ¡El
superhombre te lo regalamos!25. Y todo el pueblo daba gritos de
júbilo y chasqueaba la lengua.
Pero Zaratustra se entristeció y dijo
a su corazón:
No me entienden: no soy yo la boca
para estos oídos.
Sin duda he vivido demasiado tiempo
en las montañas, he escuchado demasiado a los arroyos y a los árboles: ahora
les hablo como a los cabreros.
Inmóvil es mi alma, y luminosa como las montañas por la
mañana. Pero ellos piensan que yo soy frío, y un burlón que hace chistes
horribles.
Y ahora me miran y se ríen: y mientras ríen, continúan
odiándome. Hay hielo en su reír.
20
Reminiscencia del Evangelio de Mateo,13,13: «Por esto les hablo en
parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender.»
21
Sobre el concepto de «cultura» puede verse, en la segunda parte, Del país de la cultura.
22
El «último» hombre significa sobre todo el «último» en la escala humana.
En Ecce homo dice Nietzsche: «En este
sentido Zaratustra llama a los buenos unas veces “los últimos hombres” y otras
el “comienzo del final”; sobre todo, los considera como la especie más nociva
del hombre, porque imponen su existencia tanto a costa de la verdad como a
costa del futuro».
23
Paráfrasis, modificando su sentido, del Evangelio de Juan, 10, 16: «Habrá un solo rebaño y un solo pastor.»
24
Mediante el juego de palabras en alemán entre erste Rede (primer discurso) y Vorrede
(prólogo o, también, discurso preliminar), Nietzsche quiere indicar que en
realidad este su primer hablar o discursear
(reden) a los hombres no ha sido más que un hablar preliminar, pero que su
verdadero hablar va a comenzar ahora. Por eso la verdadera primera parte de
esta obra se titulará precisamente «Los discursos (Reden) de Zaratustra».
25
Eco de la escena evangélica
(Evangelio de Lucas, 23, 17) en que la muchedumbre rechaza a Jesús y
reclama a Barrabás: «Pero ellos vociferaron a una: ¡Fuera ése! Suéltanos a
Barrabás!»
Pero entonces ocurrió algo que hizo
callar todas las bocas y quedar fijos todos los ojos. Entretanto, en efecto, el
volatinero había comenzado su tarea: había salido de una pequeña puerta y
caminaba sobre la cuerda, la cual estaba tendida entre dos torres, colgando
sobre el mercado y el pueblo. Mas cuando se encontraba justo en la mitad de su
camino, la pequeña puerta volvió a abrirse y un compañero de oficio vestido de
muchos colores, igual que un bufón, saltó fuera y marchó con rápidos pasos
detrás del primero. «Sigue adelante, cojitranco, gritó su terrible voz, sigue
adelante, ¡holgazán, impostor, cara de tísico! ¡Que no te haga yo cosquillas
con mi talón! ¿Qué haces aquí entre torres? Dentro de la torre está tu sitio,
en ella se te debería encerrar, ¡cierras el camino a uno mejor que tú!» - Y a
cada palabra se le acercaba más y más: y cuando estaba ya a un solo paso detrás
de él ocurrió aquella cosa horrible que hizo callar todas las bocas y quedar
fijos todos los ojos: - lanzó un grito como si fuese un demonio y saltó por
encima de quien le obstaculizaba el camino. Mas éste, cuando vio que su rival
lo vencía, perdió la cabeza y el equilibrio; arrojó su balancín y, más rápido
que éste, se precipitó hacia abajo como un remolino de brazos y de piernas. El
mercado y el pueblo parecían el mar cuando la tempestad avanza: todos huyeron
apartándose y atropellándose, sobre todo allí donde el cuerpo tenía que
estrellarse.
Zaratustra, en cambio, permaneció inmóvil, y justo a su lado
cayó el cuerpo, maltrecho y quebrantado, pero no muerto todavía. Al poco tiempo
el destrozado recobró la consciencia y vio a Zaratustra arrodillarse junto a
él. «¿Qué haces aquí?, dijo por fin, desde hace mucho sabía yo que el diablo me
echaría la zancadilla. Ahora me arrastra al infierno: ¿quieres tú impedírselo?»
«Por mi honor, amigo, respondió Zaratustra, todo eso de que
hablas no existe: no hay ni diablo ni infierno. Tu alma estará muerta aún más
pronto que tu cuerpo26: así, pues, ¡no temas ya nada!»
El hombre alzó su mirada con desconfianza. «Si tú dices la
verdad, añadió luego, nada pierdo perdiendo la vida. No soy mucho más que un
animal al que, con golpes y escasa comida, se le ha enseñado a bailar.»
«No hables así, dijo Zaratustra, tú has hecho del peligro tu
profesión, en ello no hay nada despreciable. Ahora pereces a causa de tu
profesión: por ello voy a enterrarte con mis propias manos.»
Cuando Zaratustra hubo dicho esto, el moribundo ya no
respondió; pero movió la mano como si buscase la mano de Zaratustra para darle
las gracias. -
26 Un desarrollo de esta idea puede
verse en esta primera parte, De los
despreciadores del cuerpo, y, en la tercera parte, El convaleciente: «Las almas son tan mortales como los cuerpos.»
Entretanto iba llegando el atardecer,
y el mercado se ocultaba en la oscuridad: el pueblo se dispersó entonces, pues
hasta la curiosidad y el horror acaban por cansarse. Mas Zaratustra estaba
sentado en el suelo junto al muerto, hundido en sus pensamientos: así olvidó el
tiempo. Por fin se hizo de noche, y un viento frío sopló sobre el solitario.
Zaratustra se levantó entonces y dijo a su corazón:
¡En verdad, una hermosa pesca ha cobrado hoy Zaratustra! No
ha pescado ni un solo hombre27, pero sí, en cambio, un cadáver.
Siniestra es la existencia humana, y carente aún de sentido:
un bufón puede convertirse para ella en la fatalidad.
Yo quiero enseñar a los hombres el sentido de su ser: ese
sentido es el superhombre, el rayo que brota de la oscura nube que es el
hombre.
Mas todavía estoy muy lejos de ellos, y mi sentido no habla a
sus sentidos. Para los hombres yo soy todavía algo intermedio entre un necio y
un cadáver.
Oscura es la noche, oscuros son los caminos de Zaratustra28.
¡Ven, compañero frío y rígido! Te llevaré adonde voy a enterrarte con mis
manos.
27
La expresión «pescador de hombres» es evangélica. Véase el Evangelio de Mateo, 4, 19, «Venid en pos
de mí y os haré pescadores de hombres» (Jesús a Pedro y a Andrés). Véase
también, en la cuarta parte, La ofrenda de la miel.
28
Cita ligeramente modificada de Proverbios, 4,19: «Oscuros son los caminos
del ateo» (traducción de Lutero). Lutero emplea el término gottlos (literalmente: sin-dios), expresión que luego va a ser
epíteto constante de Zaratustra. Pero son los «buenos y justos» los que se lo
aplican; véase, en la tercera parte, De
la virtud empequeñecedora. Pero luego Zaratustra se apropiará con orgullo
de esa calificación. Los buenos y justos son también los que llaman a
Zaratustra «el aniquilador de la moral»; véase, más adelante, De la picadura de la víbora.
Cuando Zaratustra hubo dicho esto a
su corazón, cargó el cadáver sobre sus espaldas y se puso en camino. Y no había
recorrido aún cien pasos cuando se le acercó furtivamente un hombre y comenzó a
susurrarle al oído - y he aquí que quien hablaba era el bufón de la torre.
«Vete fuera de esta ciudad, Zaratustra, dijo; aquí son demasiados los que te
odian. Te odian los buenos y justos29 y te llaman su enemigo y su
despreciador; te odian los creyentes de la fe ortodoxa, y éstos te llaman el
peligro de la muchedumbre. Tu suerte ha estado en que la gente se rió de ti: y,
en verdad, hablabas igual que un bufón. Tu suerte ha estado en asociarte al
perro muerto; al humillarte de ese modo te has salvado a ti mismo por hoy. Pero
vete lejos de esta ciudad - o mañana saltaré por encima de ti, un vivo por
encima de un muerto.» Y cuando hubo dicho esto, el hombre desapareció; pero
Zaratustra continuó caminando por las oscuras callejas.
A la puerta de la ciudad encontró a los sepultureros: éstos
iluminaron el rostro de Zaratustra con la antorcha, lo reconocieron y
comenzaron a burlarse de él. «Zaratustra se lleva al perro muerto: ¡bravo,
Zaratustra se ha hecho sepulturero! Nuestras manos son demasiado limpias para
ese asado. ¿Es que Zaratustra quiere acaso robarle al diablo su bocado? ¡Vaya!
¡Suerte, y que aproveche! ¡A no ser que el diablo sea mejor ladrón que
Zaratustra! - ¡y robe a los dos, y a los dos se los trague!» Y se reían entre
sí, cuchicheando.
Zaratustra no dijo ni una palabra y siguió su camino. Pero
cuando llevaba andando ya dos horas, al borde de bosques y de ciénagas, había
oído demasiado el hambriento aullido de los lobos, y el hambre se apoderó
también de él. Por ello se detuvo junto a una casa solitaria dentro de la cual
ardía una luz.
El hambre me asalta, dijo Zaratustra, como un ladrón. En
medio de bosques y de ciénagas me asalta mi hambre, y en plena noche.
Extraños caprichos tiene mi hambre. A menudo no me viene sino
después de la comida, y hoy no me vino en todo el día: ¿dónde se entretuvo,
pues?
Y mientras decía esto, Zaratustra llamó a la puerta de la
casa. Un hombre viejo apareció; traía la luz y preguntó: «¿Quién viene a mí y a
mi mal dormir?»
«Un vivo y un muerto, dijo Zaratustra. Dame de comer y de
beber, he olvidado hacerlo durante el día. Quien da de comer al hambriento
reconforta su propia alma: así habla la sabiduría»30.
El viejo se fue y al poco volvió y ofreció a Zaratustra pan y
vino. «Mal sitio es éste para hambrientos, dijo. Por eso habito yo aquí.
Animales y hombres acuden a mí, el eremita. Mas da de comer y de beber también
a tu compañero, él está más cansado que tú.» Zaratustra respondió: «Mi
compañero está muerto, difícilmente le persuadiré a que coma y beba.» «Eso a mí
no me importa, dijo el viejo con hosquedad; quien llama a mi casa tiene que
tomar también lo que le ofrezco. ¡Comed y que os vaya bien!» -
A continuación Zaratustra volvió a caminar durante dos horas,
confiando en el camino y en la luz de las estrellas: pues estaba habituado a
andar por la noche y le gustaba mirar a la cara a todas las cosas que duermen31.
Mas cuando la mañana comenzó a despuntar, Zaratustra se encontró en lo profundo
del bosque, y ningún camino se abría ya ante él. Entonces colocó al muerto en
un árbol hueco, a la altura de su cabeza - pues quería protegerlo de los lobos
- y se acostó en el suelo de musgo. Enseguida se durmió, cansado el cuerpo,
pero inmóvil el alma.
29
La pareja verbal «los buenos y justos», que aquí aparece por primera vez,
se repetirá numerosísimas veces en toda esta obra. Probablemente es imitación
de otra pareja verbal, «los hipócritas y fariseos», que también aparece con
mucha frecuencia en los Evangelios, y tiene el mismo significado que ella.
Véase, por ejemplo, en la tercera parte, De
tablas viejas y nuevas: «¡Oh hermanos míos! ¿En quién reside el mayor
peligro para todo futuro de los hombres? ¿No es en los buenos y justos, que
dicen y sienten en su corazón:
“nosotros sabemos ya lo que es bueno
y justo, y hasta lo tenemos”».
30
Cita del Salmo 146, 5-7: «Bienaventurado aquel... que da de comer a los
hambrientos.»
31
Sobre esta costumbre de Zaratustra de «mirar a la cara a todas las cosas
que duermen» véase también, en esta misma parte, Del amigo; y en la cuarta parte, La sombra.
Largo tiempo durmió
Zaratustra, y no sólo la aurora pasó sobre su rostro, sino también la mañana
entera. Mas por fin sus ojos se abrieron: asombrado miró Zaratustra el bosque y
el silencio, asombrado miró dentro de sí. Entonces se levantó con rapidez, como
un marinero que de pronto ve tierra, y lanzó gritos de júbilo: pues había visto
una verdad nueva32, y habló así a su corazón:
Una luz ha aparecido en mi horizonte: compañeros de viaje
necesito, compañeros vivos, - no compañeros muertos ni cadáveres, a los cuales
llevo conmigo adonde quiero.
Compañeros de viaje vivos es lo que yo necesito, que me sigan
porque quieren seguirse a sí mismos - e ir adonde yo quiero ir.
Una luz ha aparecido en mi horizonte: ¡no hable al pueblo
Zaratustra, sino a compañeros de viaje! ¡Zaratustra no debe convertirse en
pastor y perro de un rebaño!
Para incitar a muchos a apartarse del rebaño - para eso he
venido. Pueblo y rebaño se irritarán contra mí: ladrón va a ser llamado por los
pastores Zaratustra.
Digo pastores, pero ellos se llaman a sí mismos los buenos y
justos. Digo pastores: pero ellos se llaman a sí mismos los creyentes de la fe
ortodoxa.
¡Ved los buenos y justos! ¿A quién es al que más odian? Al
que rompe sus tablas de valores, al quebrantador, al infractor: - pero ése es
el creador.
¡Ved los creyentes de todas las creencias! ¿A quién es al que
más odian? Al que rompe sus tablas de valores, al quebrantador, al infractor33:
- pero ése es el creador.
Compañeros para su camino busca el creador, y no cadáveres,
ni tampoco rebaños y creyentes. Compañeros en la creación busca el creador, que
escriban nuevos valores en tablas nuevas.
Compañeros busca el creador, y colaboradores en la
recolección: pues todo está en él maduro para la cosecha. Pero le faltan las
cien hoces34: por ello arranca las espigas y está enojado.
Compañeros busca el creador, que sepan afilar sus hoces.
Aniquiladores se los llamará, y despreciadores del bien y del mal. Pero son los
cosechadores y los que celebran fiestas.
Compañeros en la creación busca Zaratustra, compañeros en la
recolección y en las fiestas busca Zaratustra: ¡qué tiene él que ver con
rebaños y pastores y cadáveres!
Y tú, primer compañero mío, ¡descansa en paz! Bien te he
enterrado en tu árbol hueco, bien te he escondido de los lobos. Pero me separo
de ti, el tiempo ha pasado. Entre aurora y aurora ha venido a mí una verdad
nueva.
No debo ser pastor ni sepulturero. Y ni siquiera voy a volver
a hablar con el pueblo nunca; por última vez he hablado a un muerto.
A los creadores, a los cosechadores, a los que celebran
fiestas quiero unirme: voy a mostrarles el arco iris y todas las escaleras del
superhombre.
Cantaré mi canción para los eremitas solitarios o en pareja35;
y a quien todavía tenga oídos para oír cosas inauditas, a ése voy a abrumarle
el corazón con mi felicidad.
Hacia mi meta quiero ir, yo continúo mi marcha; saltaré por
encima de los indecisos y de los rezagados. ¡Sea mi marcha el ocaso de ellos!
32
En la cuarta parte, Del hombre
superior, Zaratustra recordará esta «verdad nueva».
33
Juego de palabras en alemán entre Brecher
(destructor, rompedor, quebrantador) y Verbrecher
(infractor, criminal). También Moisés rompe las tablas; véase Éxodo, 32,19: «Al
acercarse al campamento y ver el becerro y las danzas, Moisés, enfurecido, tiró
las tablas y las rompió al pie del monte». En esta obra Zaratustra utiliza
numerosas veces esta contraposición.
34
Reminiscencia del Evangelio de
Mateo, 9,37: «La mies es abundante y los braceros, pocos.»
35
Juego de palabras en alemán entre Einsiedler
(eremitas) y Zweisiedler (término
este último creado por Nietzsche y que hace referencia al matrimonio, esto es,
a la «soledad de dos en compañía»).
Esto es lo que Zaratustra dijo a su
corazón cuando el sol estaba en pleno mediodía: entonces se puso a mirar
inquisitivamente hacia la altura - pues había oído por encima de sí el agudo
grito de un pájaro. Y he aquí que un águila cruzaba el aire trazando amplios
círculos y de él colgaba una serpiente, no como si fuera una presa, sino una
amiga: pues se mantenía enroscada a su cuello36.
«¡Son mis animales!, dijo Zaratustra, y se alegró de corazón.
El animal más orgulloso debajo del sol, y el animal más inteligente debajo del
sol - han salido para explorar el terreno. Quieren averiguar si Zaratustra vive
todavía. En verdad, ¿vivo yo todavía?
He encontrado más peligros entre los hombres que entre los
animales, peligrosos son los caminos que recorre Zaratustra. ¡Que mis animales
me guíen!»
Cuando Zaratustra hubo dicho esto, se acordó de las palabras
del santo en el bosque, suspiró y habló así a su corazón: ¡Ojalá fuera yo más
inteligente! ¡Ojalá fuera yo inteligente de verdad, como mi serpiente!
Pero pido cosas imposibles: ¡por ello pido a mi orgullo que
camine siempre junto a mi inteligencia!
Y si alguna vez mi inteligencia me abandona - ¡ay, le gusta
escapar volando! - ¡que mi orgullo continúe volando junto con mi tontería!
- Así comenzó el ocaso de Zaratustra.
36 Los amplios círculos que traza el águila y el enroscamiento de la
serpiente en torno al cuello del águila son ya aquí una premonición del «eterno
retorno», que es una de las doctrinas capitales de esta obra.
Los discursos de Zaratustra
De las
tres transformaciones
Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el
espíritu se convierte en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en
niño.
Hay muchas cosas pesadas para el
espíritu, para el espíritu fuerte, de carga, en el que habita la veneración: su
fortaleza demanda cosas pesadas, e incluso las más pesadas de todas.
¿Qué es pesado?, así pregunta el espíritu de carga, y se
arrodilla, igual que el camello, y quiere que lo carguen bien. ¿Qué es lo más
pesado, héroes?, así pregunta el espíritu de carga, para que yo cargue con ello
y mi fortaleza se regocije. ¿Acaso no es: humillarse para hacer daño a la
propia soberbia? ¿Hacer brillar la propia tontería para burlarse de la propia
sabiduría?
¿O acaso es: apartarnos de nuestra causa cuando ella celebra
su victoria? ¿Subir a altas montañas para tentar al tentador?37.
¿O acaso es: alimentarse de las bellotas y de la hierba del
conocimiento y sufrir hambre en el alma por amor a la verdad? ¿O acaso es:
estar enfermo y enviar a paseo a los consoladores, y hacer amistad con sordos,
que nunca oyen lo que tú quieres?
¿O acaso es: sumergirse en agua sucia cuando ella es el agua
de la verdad, y no apartar de sí las frías ranas y los calientes sapos?
¿O acaso es: amar a quienes nos desprecian38 y
tender la mano al fantasma cuando quiere causarnos miedo?
Con todas estas cosas, las más pesadas de todas, carga el
espíritu de carga: semejante al camello que corre al desierto con su carga, así
corre él a su desierto.
Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda
transformación: en león se transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su
libertad como se conquista una presa y ser señor en su propio desierto.
Aquí busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo
de él y de su último dios, con el gran dragón quiere pelear para conseguir la
victoria.
¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no quiere seguir
llamando señor ni dios? «Tú debes» se llama el gran dragón. Pero el espíritu
del león dice «yo quiero».
«Tú debes» le cierra el paso, brilla como el oro, es un
animal escamoso, y en cada una de sus escamas brilla áureamente «¡Tú debes!».
Valores milenarios brillan en esas escamas, y el más poderoso
de todos los dragones habla así: «todos los valores de las cosas - brillan en
mí».
«Todos los valores han sido ya creados, y yo soy - todos los
valores creados. ¡En verdad, no debe seguir habiendo ningún “Yo quiero!”» Así
habla el dragón.
Hermanos míos, ¿para qué se precisa que haya el león en el
espíritu? ¿Por qué no basta la bestia de carga, que renuncia a todo y es
respetuosa?
Crear valores nuevos - tampoco el león es aún capaz de
hacerlo: mas crearse libertad para un nuevo crear - eso sí es capaz de hacerlo
el poder del león.
Crearse libertad y un no santo incluso frente al deber: para
ello, hermanos míos, es preciso el león.
Tomarse el derecho de nuevos valores - ése es el tomar más
horrible para un espíritu de carga y respetuoso. En verdad, eso es para él
robar, y cosa propia de un animal de rapiña.
En otro tiempo el espíritu amó el «Tú debes» como su cosa más
santa: ahora tiene que encontrar ilusión y capricho incluso en lo más santo, de
modo que robe el quedar libre de su amor: para ese robo se precisa el león.
Pero decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño
que ni siquiera el león ha podido hacer? ¿Por qué el león rapaz tiene que
convertirse todavía en niño?
Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego,
una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí.
Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un
santo decir sí: el espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado del mundo
conquista ahora su mundo.
Tres transformaciones del espíritu os he mencionado: cómo el
espíritu se convirtió en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en
niño.
Y entonces residía en la ciudad que es llamada: La Vaca
Multicolor39.
37
Reminiscencia, modificando su sentido, del Evangelio de Mateo, 4, 1. En el evangelio es el Tentador el que
sube a la montaña para inducir a Jesús a pecar.
38
Véase el Evangelio de Mateo, 5,
44: «Amad a vuestros enemigos.»
39
La expresión «La Vaca Multicolor» (die
bunte Kuh) es traducción literal del nombre de la ciudad Kalmasadalmyra (en
pali: Kammasuddaman), visitada por Buda en sus peregrinaciones.
De las
cátedras de la virtud
Le habían alabado a Zaratustra un sabio que sabía hablar bien
del dormr40 y de la virtud: por ello, se decía, era muy honrado y
recompensado, y todos los jóvenes se sentaban ante su cátedra. A él acudió
Zaratustra, y junto con todos los jóvenes se sentó ante su cátedra. Y así habló
el sabio:
¡Sentid respeto y pudor ante el dormir! ¡Eso es lo primero!
¡Y evitad a todos los que duermen mal y están desvelados por la noche!
Incluso el ladrón siente pudor ante el dormir: siempre roba a
hurtadillas y en silencio por la noche. En cambio el vigilante nocturno carece
de pudor, sin pudor alguno vagabundea con su trompeta.
Dormir no es arte pequeño: se necesita, para ello,
estar desvelado el día entero.
Diez veces tienes que superarte a ti
mismo durante el día: esto produce una fatiga buena y es adormidera del alma.
Diez veces tienes que volver a reconciliarte a ti contigo mismo; pues la
superación es amargura, y mal duerme el que no se ha reconciliado.
Diez verdades tienes que encontrar durante el día: de otro
modo, sigues buscando la verdad durante la noche, y tu alma ha quedado
hambrienta.
Diez veces tienes que reír durante el día, y regocijarte: de
lo contrario, el estómago, ese padre de la tribulación, te molesta en la noche.
Pocos saben esto: pero es necesario tener todas las virtudes
para dormir bien. ¿Diré yo falso testimonio? ¿Cometeré yo adulterio?
¿Me dejaré llevar a desear la sierva de mi prójimo41.
Todo esto se avendría mal con el buen dormir.
Y aunque se tengan todas las virtudes, es necesario entender
aún de una cosa: de mandar a dormir a
tiempo a las virtudes mismas.
¡Para que no disputen entre sí esas lindas mujercitas!
¡Y sobre ti, desventurado!
Paz con Dios42 y con el vecino: así lo quiere el
buen dormir. ¡Y paz incluso con el demonio del vecino! De lo contrario, rondará
en tu casa por la noche.
¡Honor y obediencia a la autoridad, incluso a la autoridad
torcida!43 ¡Así lo quiere el buen dormir! ¿Qué puedo yo hacer si al
poder le gusta caminar sobre piernas torcidas?
Para mí el mejor pastor será siempre aquel que lleva sus
ovejas al prado más verde44 esto se aviene con el buen dormir.
No quiero muchos honores, ni grandes tesoros: eso inflama el
bazo. Pero se duerme mal sin un buen nombre y un pequeño tesoro.
Una compañía escasa me agrada más que una malvada: sin
embargo, tiene que venir e irse en el momento oportuno. Esto se aviene con el
buen dormir.
Mucho me agradan también los pobres de espíritu: fomentan el
sueño. Son bienaventurados, especialmente si se les da siempre la razón45.
Así transcurre el día para el virtuoso. ¡Mas cuando la noche
llega me guardo bien de llamar al dormir! ¡El dormir, que es el señor de las
virtudes, no quiere que lo llamen!
Sino que pienso en lo que yo he hecho y he pensado durante el
día. Rumiando me interrogo a mí mismo, paciente igual que una vaca: ¿cuáles han
sido, pues, tus diez superaciones?
¿Y cuáles han sido las diez reconciliaciones, y las diez
verdades, y las diez carcajadas con que mi corazón se hizo bien a sí mismo?
Reflexionando sobre estas cosas, y mecido por cuarenta
pensamientos, de repente me asalta el dormir, el no llamado, el señor de las
virtudes.
El dormir llama a la puerta de mis ojos: éstos se vuelven
entonces pesados. El dormir toca mi boca: ésta queda entonces abierta.
En verdad, con suave calzado viene a mí él, el más encantador
de los ladrones, y me roba mis pensamientos: entonces yo me quedo en pie como
un tonto, igual que esta cátedra.
Pero no estoy así durante mucho tiempo: en seguida me
acuesto. -
Mientras Zaratustra oía hablar así a aquel sabio se reía en
su corazón: pues una luz había aparecido entretanto en su horizonte. Y habló
así a su corazón:
Un necio es para mí este sabio con sus cuarenta pensamientos:
pero yo creo que entiende bien de dormir.
¡Feliz quien habite en la cercanía de este sabio! Semejante
dormir se contagia, aun a través de un espeso muro se contagia. Un hechizo mora
también en su cátedra. Y no en vano se han sentado los jóvenes ante el
predicador de la virtud.
Su sabiduría dice: velar para dormir bien. Y en verdad, si la
vida careciese de sentido y yo tuviera que elegir un sinsentido, éste sería
para mí el sinsentido más digno de que se lo eligiese.
Ahora comprendo claramente lo que en otro tiempo se buscaba
ante todo cuando se buscaban maestros de virtud. ¡Buen dormir es lo que se
buscaba, y, para ello, virtudes que fueran como adormideras!
Para todos estos alabados sabios de las cátedras era
sabiduría el dormir sin soñar46: no conocían mejor sentido de la
vida.
Y todavía hoy hay algunos como este predicador de la virtud,
y no siempre tan honestos: pero su tiempo ha pasado. Y no hace mucho que están
en pie: y ya se tienden.
Bienaventurados son estos somnolientos: pues no
tardarán en quedar dormidos. -
40
La alabanza del «sueño del justo» es tema que aparece con frecuencia en
los libros sapienciales de la Biblia; contra esa alabanza va principalmente
dirigido este capítulo.
41
Véase Éxodo, 20, 16: «No dirás falso testimonio»; Éxodo, 20, 14: «No cometerás adulterio»; Éxodo,
20, 17: «No desearás... la sierva de
tu prójimo.» Zaratustra cita textualmente estos tres preceptos bíblicos.
42
En los libros sapienciales de la Biblia la «paz con Dios» figura entre
los requisitos del «sueño del justo».
43
Sobre la obediencia a la autoridad véase Romanos, 13, 1: «Todos
debéis estar sometidos a la autoridad.»
44
Cita del Salmo 23,1-2: «Mi pastor... me pone en verdes pastos
y me lleva a frescas aguas.»
45
Parodia del Evangelio de Mateo,
5, 3: «Bienaventurados los pobres de
espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.»
46
Alusión a Proverbios, 3, 24:
«Te acostarás y dormirás dulce sueño. No tendrás temor de repentinos
temores...» También de Buda se dice que «dormía sin soñar, como un niño o un
gran sabio».
De los
trasmundanos47
En otro tiempo también Zaratustra proyectó su ilusión más
allá del hombre, lo mismo que todos los trasmundanos. Obra de un dios sufriente
y atormentado me parecía entonces el mundo.
Sueño me parecía entonces el mundo, e invención poética de un
dios; humo coloreado ante los ojos de un ser divinamente insatisfecho.
Bien y mal, y placer y dolor, y yo y tú - humo coloreado me
parecía todo eso ante ojos creadores. El creador quiso apartar la vista de sí
mismo, - entonces creó el mundo.
Ebrio placer es, para quien sufre, apartar la vista de su
sufrimiento y perderse a sí mismo. Ebrio placer y un perdersea-sí-mismo me
pareció en otro tiempo el mundo.
Este mundo, eternamente imperfecto, imagen, e imagen
imperfecta, de una contradicción eterna - un ebrio placer para su imperfecto
creador: - así me pareció en otro tiempo el mundo48.
Y así también yo proyecté en otro tiempo mi ilusión más allá
del hombre, lo mismo que todos los trasmundanos. ¿Más allá del hombre, en
verdad?
¡Ay, hermanos, ese dios que yo creé era obra humana y
demencia humana, como todos los dioses!
Hombre era, y nada más que un pobre fragmento de hombre y de
yo: de mi propia ceniza y de mi propia brasa surgió ese fantasma, y, ¡en
verdad!, ¡no vino a mí desde el más allá!
¿Qué ocurrió, hermanos míos? Yo me superé a mí mismo, al ser
que sufría, yo llevé mi ceniza a la montaña49, inventé para mí una
llama más luminosa. ¡Y he aquí que el fantasma se me desvaneció!
Sufrimiento sería ahora para mí, y tormento para el curado,
creer en tales fantasmas: sufrimiento sería ahora para mí, y humillación. Así
hablo yo a los trasmundanos.
Sufrimiento fue, e impotencia, - lo que creó todos los
trasmundos; y aquella breve demencia de la felicidad que sólo experimenta el
que más sufre de todos.
Fatiga, que de un solo salto
quiere llegar al final, de un salto mortal, una pobre fatiga ignorante, que ya
no quiere ni querer: ella fue la que creó todos los dioses y todos los
trasmundos.
¡Creedme, hermanos míos! Fue el cuerpo el que desesperó del
cuerpo, - con los dedos del espíritu trastornado palpaba las últimas paredes.
¡Creedme, hermanos míos! Fue el cuerpo el que desesperó de la
tierra, - oyó que el vientre del ser le hablaba.
Y entonces quiso meter la cabeza a través de las últimas
paredes, y no sólo la cabeza50, - quiso pasar a «aquel mundo». Pero
«aquel mundo» está bien oculto a los ojos del hombre, aquel inhumano mundo
deshumanizado, que es una nada celeste; y el vientre del ser no habla en modo
alguno al hombre, a no ser en forma de hombre.
En verdad, todo «ser» es difícil de demostrar, y difícil
resulta hacerlo hablar. Decidme, hermanos míos, ¿no es acaso la más
extravagante de todas las cosas la mejor demostrada?
Sí, este yo y la contradicción y confusión del yo continúan
hablando acerca de su ser del modo más honesto, este yo que crea, que quiere,
que valora, y que es la medida y el valor de las cosas.
Y este ser honestísimo, el yo - habla del cuerpo, y continúa queriendo
el cuerpo, aun cuando poetice y fantasee y revolotee de un lado para otro con
rotas alas.
El yo aprende a hablar con mayor honestidad cada vez: y
cuanto más aprende, tantas más palabras y honores encuentra para el cuerpo y la
tierra.
Mi yo me ha enseñado un nuevo orgullo, y yo se lo enseño a
los hombres: ¡a dejar de esconder la cabeza en la arena de las cosas celestes,
y a llevarla libremente, una cabeza terrena, la cual es la que crea el sentido
de la tierra!
Una nueva voluntad enseño yo a los hombres: ¡querer ese
camino que el hombre ha recorrido a ciegas, y llamarlo bueno y no volver a
salirse a hurtadillas de él, como hacen los enfermos y moribundos!
Enfermos y moribundos eran los que despreciaron el cuerpo y
la tierra y los que inventaron las cosas celestes y las gotas de sangre
redentoras51: ¡pero incluso estos dulces y sombríos venenos los
tomaron del cuerpo y de la tierra!
De su miseria querían escapar, y las estrellas les parecían
demasiado lejanas. Entonces suspiraron: «¡Oh, si hubiese caminos celestes para
deslizarse furtivamente en otro ser y en otra felicidad!» - ¡entonces se
inventaron sus caminos furtivos y sus pequeños brebajes de sangre!52.
Entonces estos ingratos se imaginaron estar sustraídos a su
cuerpo y a esta tierra. Sin embargo, ¿a quién debían las convulsiones y
delicias de su éxtasis? A su cuerpo y a esta tierra.
Indulgente es Zaratustra con los enfermos. En verdad, no se
enoja con sus especies de consuelo y de ingratitud. ¡Que se transformen en
convalecientes y en superadores, y que se creen un cuerpo superior!
Tampoco se enoja Zaratustra con el convaleciente si éste mira
con delicadeza hacia su ilusión y a medianoche se desliza furtivamente en torno
a la tumba de su dios: mas enfermedad y cuerpo enfermo continúan siendo para mí
también sus lágrimas.
Mucho pueblo enfermo ha habido siempre entre quienes poetizan
y tienen la manía de los dioses; odian con furia al hombre del conocimiento y a
aquella virtud, la más joven de todas, que se llama: honestidad.
Vuelven siempre la vista hacia tiempos oscuros: entonces,
ciertamente, ilusión y fe eran cosas distintas; el delirio de la razón era
semejanza con Dios, y la duda era pecado.
Demasiado bien conozco a estos hombres semejantes a Dios:
quieren que se crea en ellos, y que la duda sea pecado. Demasiado bien sé
igualmente qué es aquello en lo que más creen ellos mismos.
En verdad, no en trasmundos ni en gotas de sangre redentora:
sino que es en el cuerpo en lo que más creen, y su propio cuerpo es para ellos
su cosa en sí53.
Pero cosa enfermiza es para ellos el cuerpo: y con gusto
escaparían de él. Por eso escuchan a los predicadores de la muerte, y ellos
mismos predican trasmundos.
Es mejor que oigáis, hermanos míos, la voz del cuerpo sano:
es ésta una voz más honesta y más pura.
Con más honestidad y con más pureza habla el cuerpo sano, el
cuerpo perfecto y cuadrado54: y habla del sentido de la tierra.
47
Hinterweltler. Término forjado por Nietzsche y que
ya había empleado una vez en Humano, demasiado
humano, II, «Opiniones y sentencias varias». Aquí se traduce literalmente por «trasmundanos», pues parecen
innecesarias y artificiales las traducciones que ordinariamente se han dado:
«De los creyentes en ultramundos», «De los alucinados de un mundo pretérito»,
«De los visionarios del más allá», etc. Nietzsche formó esta palabra por
analogía con Hinterwäldler, de uso
corriente, que significa: el que habita en el Hinterwald (la parte de detrás del bosque), pero también:
«troglodita», «provinciano», «hombre inculto».
El «trasmundano» es, evidentemente, el «metafísico».
48
Zaratustra describe aquí las ideas de Nietzsche en su primera época
(véase sobre todo El nacimiento de la tragedia), que estuvo muy influida por
Schopenhauer y Wagner.
49
Véase antes el Prólogo de
Zaratustra, y la nota 8.
50
Mit dem Kopf durch die Wand (gehen) es
una frase hecha alemana que significa literalmente «(querer atravesar) la
pared con la cabeza», pero que alude a las personas muy tercas, «cabezotas»
(tanto, que se empeñan en algo imposible, a saber: «atravesar la pared con la
cabeza»). Al variar ligeramente la frase, mediante la adición del adjetivo letzte («últimas» paredes, es decir, los
límites de este mundo), Nietzsche ironiza sobre los trasmundanos.
51
La «sangre redentora» es expresión bíblica. Véase 1 Pedro, 1, 19. En La genealogía de la moral Nietzsche
reprocha a Wagner el que se dejase seducir por la «sangre redentora». Véase la
nota 72 de La genealogía de la moral.
52
Alusión al cáliz y a la Ultima Cena. Véase el Evangelio de Mateo, 26, 27: «Bebed
de él todos, que ésta es mi sangre.»
53
La «cosa en sí» es término procedente de Kant y contra el polemiza
Nietzsche en numerosas ocasiones. De él se deriva la expresión propia del
idealismo alemán «en sí y para sí» (an
sich und für sich). Más adelante, en
la cuarta parte, La ofrenda de la miel, Zaratustra
se burlará de esta última expresión, hablando de «en mí y para mí».
54
El poeta griego Simónides dice en uno de sus «trenos» (el 542 en la
numeración de D. L. Page): «Es difícil llegar a ser un hombre excelente,
cuadrado de manos, de pies, de inteligencia, terminado sin reproche...» Tanto
Platón en el Protágoras (339 b) como Aristóteles en su Retórica (1411 b 26) citan esta metáfora de Simónides. De
cualquiera de ellos pudo tomar Nietzsche esta imagen, que también repite más
tarde; véase, en esta primera parte, Del
hijo y del matrimonio, y en la cuarta parte, El saludo.
De los
despreciadores del cuerpo
A los despreciadores del cuerpo quiero decirles mi palabra.
No deben aprender ni enseñar otras doctrinas, sino tan sólo decir adiós a su
propio cuerpo - y así enmudecer.
«Cuerpo soy yo y alma» - así habla el niño. ¿Y por qué
no hablar como los niños?
Pero el despierto, el sapiente, dice: cuerpo soy yo
íntegramente, y ninguna otra cosa; y alma es sólo una palabra para designar
algo en el cuerpo.
El cuerpo es una gran razón, una pluralidad dotada de un único
sentido, una guerra y una paz, un rebaño y un pastor55.
Instrumento de tu cuerpo es también tu pequeña razón, hermano
mío, a la que llamas «espíritu», un pequeño instrumento y un pequeño juguete de
tu gran razón.
Dices «yo» y estás orgulloso de esa palabra. Pero esa cosa
aún más grande, en la que tú no quieres creer, - tu cuerpo y su gran razón: ésa
no dice yo, pero hace yo.
Lo que el sentido siente, lo que el espíritu conoce, eso
nunca tiene dentro de sí su final. Pero sentido y espíritu querrían persuadirte
de que ellos son el final de todas las cosas: tan vanidosos son.
Instrumentos y juguetes son el sentido y el espíritu: tras
ellos se encuentra todavía el símismo56. El sí-mismo busca también
con los ojos de los sentidos, escucha también con los oídos del espíritu.
El sí-mismo escucha siempre y busca siempre: compara,
subyuga, conquista, destruye.
El sí-mismo domina y es el dominador
también del yo.
Detrás de tus pensamientos y sentimientos, hermano mío, se
encuentra un soberano poderoso, un sabio desconocido - llámase sí-mismo. En tu
cuerpo habita, es tu cuerpo.
Hay más razón en tu cuerpo que en tu mejor sabiduría. ¿Y
quién sabe para qué necesita tu cuerpo precisamente tu mejor sabiduría?
Tu sí-mismo se ríe de tu yo y de sus orgullosos saltos. «¿Qué
son para mí esos saltos y esos vuelos del pensamiento?, se dice. Un rodeo hacia
mi meta. Yo soy las andaderas del yo y el apuntador de sus conceptos.»
El sí-mismo dice al yo: «¡siente dolor aquí!» Y el yo sufre y
reflexiona sobre cómo dejar de sufrir - y justo para ello debe pensar.
El sí-mismo dice al yo: «¡siente placer aquí!» Y el yo se
alegra yreflexiona sobre cómo seguir gozando a menudo - y justo para ello debe pensar.
A los despreciadores del cuerpo quiero decirles una palabra.
Su despreciar constituye su apreciar57. ¿Qué es lo que creó el
apreciar y el despreciar y el valor y la voluntad?
El sí-mismo creador se creó para sí el apreciar y el
despreciar, se creó para sí el placer y
el dolor. El cuerpo creador se creó para sí el espíritu como
una mano de su voluntad.
Incluso en vuestra tontería y en vuestro desprecio,
despreciadores del cuerpo, servís a vuestro sí-mismo. Yo os digo: también
vuestro sí-mismo quiere morir y se aparta de la vida. Ya no es capaz de hacer
lo que más quiere: - crear por encima de sí. Eso es lo que más quiere, ése es
todo su ardiente deseo.
Para hacer esto, sin embargo, es ya demasiado tarde para él:
- por ello vuestro sí-mismo quiere hundirse en su ocaso, despreciadores del
cuerpo.
¡Hundirse en su ocaso quiere vuestro sí-mismo, y por ello os
convertisteis vosotros en despreciadores del cuerpo! Pues ya no sois capaces de
crear por encima de vosotros.
Y por eso os enojáis ahora contra la vida y contra la tierra.
Una inconsciente envidia hay en la oblicua mirada de vuestro desprecio.
¡Yo no voy por vuestro camino, despreciadores del cuerpo!
¡Vosotros no sois para mí puentes hacia el superhombre! –
55
Véase la nota 23.
56
Selbst. Se traduce aquí, no por yo, como a
veces se hace, sino por sí-mismo. Nietzsche contrapone Ich (yo) y Selbst (sí-mismo),
como puede verse en el párrafo siguiente y, en general, en todo este capítulo.
57
Véase Más allá del bien y del mal 78: «Quien así mismo se desprecia continúa
apreciándose, sin embargo, a sí mismo en cuanto despreciador».
De las alegrías y de las pasiones58
Hermano mío, si tienes una virtud, y esa virtud es la tuya,
entonces no la tienes en común con nadie. Ciertamente, tú quieres llamarla por su
nombre y acariciarla; quieres tirarle de la oreja y divertirte con ella.
¡Y he aquí que tienes su nombre en común con el pueblo y que,
con tu virtud, te has convertido en pueblo y en rebaño! Harías mejor en decir:
«inexpresable y sin nombre es aquello que constituye el tormento y la dulzura
de mi alma, y que es incluso el hambre de mis entrañas».
Sea tu virtud demasiado alta para la familiaridad de los
nombres: y si tienes que hablar de ella, no te avergüences de balbucear al
hacerlo.
Habla y balbucea así: «Éste es mi bien, esto es lo que yo amo, así me agrada del todo, únicamente
así quiero yo el bien. No lo quiero como ley de un Dios, no lo quiero como
precepto y forzosidad de los hombres: no sea para mí una guía hacia
super-tierras y hacia paraísos.
Una virtud terrena es la que yo amo: en ella hay poca
inteligencia, y lo que menos hay es la razón de todos.
Pero ese pájaro ha
construido en mí su nido: por ello lo amo y lo aprieto contra mi pecho, - ahora
incuba en mí sus áureos huevos.» Así debes balbucir y alabar tu virtud.
En otro tiempo tenías pasiones y las llamabas malvadas. Pero
ahora no tienes más que tus virtudes: han surgido de tus pasiones.
Pusiste tu meta suprema en el corazón de aquellas pasiones:
entonces se convirtieron en tus virtudes y alegrías.
Y aunque fueses de la estirpe de los coléricos o de la de los
lujuriosos, o de los fanáticos de su fe o de los vengativos:
Al final todas tus pasiones se convirtieron en
virtudes y todos tus demonios en ángeles.
En otro tiempo tenías perros salvajes en tu mazmorra: pero al
final se transformaron en pájaros y en amables cantoras.
De tus venenos has extraído tu bálsamo, has ordeñado a tu
vaca Tribulación, - ahora bebes la dulce leche de sus ubres. Y ninguna cosa
malvada surgirá ya de ti en el futuro, a no ser el mal que surja de la lucha de
tus virtudes.
Hermano mío, si eres afortunado tienes una sola virtud, y
nada más que una: así atraviesas con mayor ligereza el puente.
Es una distinción tener muchas virtudes, pero es una pesada
suerte; y más de uno se fue al desierto y se mató porque estaba cansado de ser
batalla y campo de batalla de virtudes.
Hermano mío, ¿son males la guerra y la batalla? Pero ese mal
es necesario, necesarios son la envidia y la desconfianza y la calumnia entre
tus virtudes.
Mira cómo cada una de tus virtudes codicia lo más alto de
todo: quiere tu espíritu íntegro, para que éste sea su heraldo, quiere toda tu
fuerza en la cólera, en el odio y en el amor.
Celosa está cada virtud de la otra, y cosa horrible son los
celos. También las virtudes pueden perecer de celos.
Aquel a quien la llama de los celos lo circunda acaba
volviendo contra sí mismo el aguijón envenenado, igual que el escorpión.
Ay, hermano mío, ano has visto nunca todavía a una virtud
calumniarse y acuchillarse a sí misma?
El hombre es algo que tiene que ser superado: y por ello
tienes que amar tus virtudes, - pues perecerás a causa de ellas.
58 Von den Freudenschaften und
Leidenschaften. Por
analogía con Leidenschaft (pasión),
Nietzsche crea aquí la palabra Freudenschaft,
derivándola de Freude (alegría).
Con ello subraya el elemento Leiden (sufrimiento)
del término Leidenschaft. «Pasión»
implica aquí, pues, simultáneamente dos significados: pasión (como movimiento
afectivo) y padecimiento.
Del
pálido delincuente
Vosotros, jueces y sacrificadores, no
queréis matar hasta que el animal haya inclinado la cabeza? Mirad, el pálido
delincuente ha inclinado la cabeza: en sus ojos habla el gran desprecio.
«Mi yo es algo que debe ser superado: mi yo es para mí el
gran desprecio del hombre»: así dicen esos ojos.
El haberse juzgado a sí mismo constituyó su instante supremo:
¡no dejéis que el excelso recaiga en su bajeza!
No hay redención alguna para quien sufre tanto de sí
mismo, excepto la muerte rápida.
Vuestro matar, jueces, debe ser compasión y no venganza. ¡Y
mientras matáis, cuidad de que vosotros mismos justifiquéis la vida!
No basta con que os reconciliéis con aquel a quien matáis.
Vuestra tristeza sea amor al superhombre: ¡así justificáis vuestro seguir
viviendo!
«Enemigo» debéis decir, pero no «bellaco»; «enfermo» debéis
decir, pero no «bribón»; «tonto» debéis decir, pero no «pecador».
Y tú, rojo juez, si alguna vez dijeses en voz alta todo lo
que has hecho con el pensamiento: todo el mundo gritaría: «¡Fuera esa
inmundicia y ese gusano venenoso!»
Pero una cosa es el pensamiento, otra la acción, y otra la
imagen de la acción. La rueda del motivo no gira entre ellas. Una imagen puso
pálido a ese pálido hombre. Cuando realizó su acción él estaba a la altura de
ella: mas no soportó la imagen de su acción, una vez cometida ésta.
Desde aquel momento, pues, se vio siempre como autor de una sola acción. Demencia llamo yo a
eso: la excepción se invirtió, convirtiéndose para él en la esencia.
La raya trazada sobre el suelo hechiza a la gallina; el golpe
dado por el delincuente hechizó su pobre razón - demencia después de la acción llamo yo a eso.
¡Oíd, jueces! Existe todavía otra demencia: la de antes de la
acción. ¡Ay, no me habéis penetrado bastante profundamente en esa alma!
Así habla el rojo juez: «¿por qué este delincuente asesinó?
Quería robar». Mas yo os digo: su alma quería sangre, no robo: ¡él estaba
sediento de la felicidad del cuchillo!
Pero su pobre razón no comprendía esa demencia y le
persuadió. «¡Qué importa la sangre!, dijo; ¿no quieres al menos cometer también
un robo? ¿Tomarte una venganza?»
Y él escuchó a su pobre razón: como plomo pesaba el discurso
de ella sobre él, - entonces robó, al asesinar. No quería avergonzarse de su
demencia.
Y ahora el plomo de su culpa vuelve a pesar sobre él, y de
nuevo su pobre razón está igual de rígida, igual de paralizada, igual de
pesada.
Con sólo que pudiera sacudir su cabeza, su peso rodaría al
suelo: mas ¿quién sacude esa cabeza?
¿Qué es ese hombre? Un montón de enfermedades, que a través
del espíritu se extienden por el mundo: allí quieren hacer su botín.
¿Qué es ese hombre? Una maraña de serpientes salvajes, que
rara vez tienen paz entre sí, - y entonces cada una se va por su lado, buscando
botín en el mundo.
¡Mirad ese pobre cuerpo! Lo que él sufría y codiciaba, esa
pobre alma lo interpretaba para sí, - lo interpretaba como placer asesino y
como ansia de la felicidad del cuchillo.
A quien ahora se pone enfermo asáltalo el mal, lo que ahora
es mal: el enfermo quiere causar daño con aquello que a él le causa daño. Pero
ha habido otros tiempos, y otros males y bienes.
En otro tiempo eran un mal la duda y la voluntad de símismo.
Entonces el enfermo se convertía en hereje y en bruja: como hereje y como bruja
sufría y quería hacer sufrir.
Pero esto no quiere entrar en vuestros oídos: perjudica a
vuestros buenos, me decís. ¡Mas qué me importan a mí vuestros buenos!
Muchas cosas de vuestros buenos me producen náuseas, y, en
verdad, no su mal. ¡Pues yo quisiera que tuvieran una demencia a causa de la
cual pereciesen, como ese pálido delincuente!
En verdad, yo quisiera que su demencia se llamase verdad o
fidelidad o justicia: pero ellos tienen su virtud para vivir largo tiempo y en
un lamentable bienestar.
Yo soy un pretil junto a la corriente59: ¡agárreme
el que pueda agarrarme! Pero yo no soy vuestra muleta. -
59 Sobre los «pretiles junto a la corriente» puede verse
luego, en la tercera parte, De tablas viejas
y nuevas, 8, y la nota 375.
Del
leer y el escribir
De todo lo escrito yo amo sólo aquello que alguien escribe
con su sangre. Escribe tú con sangre: y te darás cuenta de que la sangre es
espíritu.
No es cosa fácil el comprender la sangre ajena: yo
odio a los ociosos que leen.
Quien conoce al lector no hace ya nada por el lector. Un
siglo de lectores todavía - y hasta el espíritu olerá mal.
El que a todo el mundo le sea lícito aprender a leer corrompe
a la larga no sólo el escribir, sino también el pensar.
En otro tiempo el espíritu era Dios60, luego se
convirtió en hombre, y ahora se convierte incluso en plebe.
Quien escribe con sangre y en forma de sentencias, ése no
quiere ser leído, sino aprendido de memoria.
En las montañas el camino más corto es el que va de cumbre a
cumbre: mas para ello tienes que tener piernas largas. Cumbres deben ser las
sentencias: y aquellos a quienes se habla, hombres altos y robustos.
El aire ligero y puro, el peligro cercano y el espíritu lleno
de una alegre maldad: estas cosas se avienen bien.
Quiero tener duendes a mi alrededor, pues soy valeroso. El
valor que ahuyenta los fantasmas se crea sus propios duendes,- el valor quiere
reír.
Yo ya no tengo sentimientos en común con vosotros: esa nube
que veo por debajo de mí, esa negrura y pesadez de que me río, - cabalmente ésa
es vuestra nube tempestuosa.
Vosotros miráis hacia arriba cuando deseáis elevación. Y yo
miro hacia abajo, porque estoy elevado.
¿Quién de vosotros puede a la vez reír y estar elevado? Quien
asciende a las montañas más altas se ríe de todas las tragedias, de las del
teatro y de las de la vida61.
Valerosos, despreocupados, irónicos, violentos - así nos
quiere la sabiduría: es una mujer y ama siempre únicamente a un guerrero62.
Vosotros me decís: «la vida es difícil de llevar». Mas ¿para
qué tendríais vuestro orgullo por las mañanas y vuestra resignación por las
tardes?
La vida es difícil de llevar: ¡no me os pongáis tan
delicados! Todos nosotros somos guapos, borricos y pollinas de carga63.
¿Qué tenemos nosotros en común con el capullo de la rosa, que
tiembla porque tiene encima de su cuerpo una gota de rocío?
Es verdad: nosotros amamos la vida no porque estemos
habituados a vivir, sino porque estamos habituados a amar64.
Siempre hay algo de demencia en el amor. Pero siempre hay
también algo de razón en la demencia65.
Y también a mí, que soy bueno con la vida, paréceme que
quienes más saben de felicidad son las mariposas y las burbujas de jabón, y
todo lo que entre los hombres es de su misma especie.
Ver revolotear esas almitas ligeras, locas, encantadoras,
volubles - eso hace llorar y cantar a Zaratustra.
Yo no creería más que en un dios que supiese bailar.
Y cuando vi a mi demonio lo encontré serio, grave, profundo,
solemne: era el espíritu de la pesadez66 - él hace caer a todas las
cosas.
No con la cólera, sino con la risa se mata 67.
¡Adelante, matemos el espíritu de la pesadez!
He aprendido a andar: desde entonces me dedico a correr. He
aprendido a volar: desde entonces no quiero ser empujado para moverme de un
sitio.
Ahora soy ligero, ahora vuelo, ahora me veo a mí mismo por
debajo de mí, ahora un dios baila por medio de mí.
60
Véase el Evangelio de Juan, 4,
24: «Dios es espíritu.» En la cuarta parte, La
fiesta del asno, 1, el papa jubilado criticará la frase
«Dios es espíritu».
61
Los tres párrafos que van desde «Vosotros miráis...» hasta aquí fueron
colocados por Nietzsche como motto al
frente de la tercera parte de esta obra (véase p. 221).
62
El tercer tratado de La genealogía de la moral lleva a su
frente, como motto, esta frase.
Nietzsche dice en el prólogo que ese tercer tratado, titulado «¿Qué significan
los ideales ascéticos?», es todo él «un comentario» del citado párrafo.
63
Reminiscencia irónica del Evangelio
de Mateo, 21, 5: «Y los discípulos... trajeron la borrica y el pollino»
(preparativos para la entrada de Jesús en Jerusalén).
64
Juego de palabras, en alemán, entre vivir (leben) y amar (lieben).
65
Paráfrasis de Hamlet, acto II,
escena 2: «Ocurrencias felices que
suele tener la demencia, y que ni la más sana razón y lucidez podrían soltar
con tanta fortuna» (palabras de Polonio a Hamlet).
66
Véase, en la tercera parte, De la visión y del enigma, así como Del espíritu de la pesadez, donde Nietzsche desarrolla con detalle
el significado del «espíritu de la pesadez».
67
En la cuarta parte, La fiesta del
asno, el más feo de los hombres recordará a Zaratustra esta enseñanza.
Del
árbol de la montaña68
El ojo de Zaratustra había visto que un joven lo evitaba. Y
cuando una tarde caminaba solo por los montes que rodean la ciudad llamada «La
Vaca Multicolor»: he aquí que encontró en su camino a aquel joven, sentado
junto a un árbol en el que se apoyaba y mirando al valle con mirada cansada.
Zaratustra agarró el árbol junto al cual estaba sentado el joven y dijo:
Si yo quisiera sacudir este árbol con mis manos, no podría.
Pero el viento, que nosotros no vemos, lo maltrata y lo dobla hacia donde
quiere. Manos invisibles son las que peor nos doblan y maltratan69.
Entonces el joven se levantó consternado y dijo: «Oigo a
Zaratustra, y en él estaba precisamente pensando.» Zaratustra replicó:
«¿Y por eso te has asustado? - Al hombre le ocurre lo
mismo que al árbol.
Cuanto más quiere elevarse hacia la altura y hacia la luz,
tanto más fuertemente tienden sus raíces hacia la tierra, hacia abajo, hacia lo
oscuro, lo profundo, - hacia el mal.»
«¡Sí, hacia el mal!, exclamó el joven. ¿Cómo es posible que
tú hayas descubierto mi alma?»
Zaratustra sonrió y dijo: «A ciertas almas no se las
descubrirá nunca a no ser que antes se las invente».
«¡Sí, hacia el mall, volvió a exclamar el joven.
Tú has dicho la verdad, Zaratustra. Desde que quiero elevarme
hacia la altura ya no tengo confianza en mí mismo, y ya nadie tiene confianza
en mí, - ¿cómo ocurrió esto?
Me transformo demasiado rápidamente: mi hoy refuta a mi ayer.
A menudo salto los escalones cuando subo, - esto no me lo perdona ningún
escalón.
Cuando estoy arriba, siempre me encuentro solo. Nadie habla
conmigo, el frío de la soledad me hace estremecer. ¿Qué es lo que quiero yo en
la altura?
Mi desprecio y mi anhelo crecen juntos; cuanto más alto subo,
tanto más desprecio al que sube. ¿Qué es lo que quiere éste en la altura?
¡Cómo me avergüenzo de mi subir y tropezar! ¡Cómo me burlo de
mi violento jadear! ¡Cómo odio al que vuela! ¡Qué cansado estoy en la altura!»
Aquí el joven calló. Y Zaratustra miró detenidamente el árbol
junto al que se hallaban y dijo:
«Este árbol se encuentra solitario aquí en la montaña; ha
crecido muy por encima del hombre y del animal.
Y si quisiera hablar, no tendría a nadie que lo
comprendiese: tan alto ha crecido.
Ahora él aguarda y aguarda, - ¿a qué aguarda, pues? Habita
demasiado cerca del asiento de las nubes: ¿acaso aguarda el primer rayo?»70.
Cuando Zaratustra hubo dicho esto el joven exclamó con
ademanes violentos: «Sí, Zaratustra, tú dices verdad. Cuando yo quería ascender
a la altura, anhelaba mi caída, ¡y tú eres el rayo que yo aguardaba! Mira, ¿qué
soy yo desde que tú nos has aparecido? ¡La envidia
de ti es lo que me ha destruido!» - Así dijo el joven, y lloró amargamente71.
Mas Zaratustra lo rodeó con su brazo y se lo llevó consigo. Y
cuando habían caminado un rato juntos, Zaratustra comenzó a hablar así:
Mi corazón está desgarrado. Aún mejor que tus palabras es tu
ojo el que me dice todo el peligro que corres.
Todavía no eres libre, todavía buscas la libertad. Tu búsqueda te ha vuelto insomne y te ha
desvelado demasiado. Quieres subir a la altura libre, tu alma tiene sed de
estrellas. Pero también tus malos instintos tienen sed de libertad.
Tus perros salvajes quieren libertad; ladran de placer en su
cueva cuando tu espíritu se propone abrir todas las prisiones72.
Para mí eres todavía un prisionero que se imagina la
libertad: ay, el alma de tales prisioneros se torna inteligente, pero también
astuta y mala.
El liberado del espíritu tiene que purificarse todavía.
Muchos restos de cárcel y de moho quedan aún en él: su ojo tiene que volverse
todavía puro.
Sí, yo conozco tu peligro. Mas por mi amor y mi esperanza te
conjuro: ¡no arrojes de ti tu amor y tu esperanza!
Todavía te sientes noble, y noble te sienten todavía también
los otros, que te detestan y te lanzan miradas malvadas. Sabe que un noble les
es a todos un obstáculo en su camino.
También a los buenos un noble les es un obstáculo en su
camino: y aunque lo llamen bueno, con ello lo que quieren es apartarlo a un
lado.
El noble quiere crear cosas nuevas y una nueva virtud. El
bueno quiere las cosas viejas, y que se conserven.
Pero el peligro del noble no es volverse bueno, sino
insolente, burlón, destructor.
Ay, yo he conocido nobles que perdieron su más alta
esperanza. Y desde entonces calumniaron todas las esperanzas elevadas.
Desde entonces han vivido insolentemente en medio de breves
placeres, y apenas se trazaron metas de más de un día.
“El espíritu es también voluptuosidad” - así dijeron. Y
entonces se le quebraron las alas a su espíritu: éste se arrastra ahora de un
sitio para otro y mancha todo lo que roe.
En otro tiempo pensaron convertirse en héroes: ahora son
libertinos. Pesadumbre y horror es para ellos el héroe.
Mas por mi amor y mi esperanza te conjuro: ¡no arrojes
al héroe que hay en tu alma!
¡Conserva santa tu más alta
esperanza! -
68
Éste es uno de los capítulos de mayor impregnación evangélica en su
ambientación. Recuerda sobre todo la conversación de Jesús con el joven rico
(véase el Evangelio de Mateo, 19, 16
y ss.), pero también el hecho de que
Jesús encontrase a algunos de sus primeros discípulos debajo de un árbol; véase
el Evangelio de Juan, 1, 48: «Contestó Jesús, y le dijo: Antes de
que Felipe te llamase, te vi cuando estabas debajo de la higuera. Natanael le
contestó: Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. Contestó
Jesús y le dijo: ¿Porque te he dicho que te vi debajo de la higuera crees?
Cosas mayores has de ver.»
69
Reminiscencia del Evangelio de
Juan, 3, 8: «El viento sopla
donde quiere; oyes el ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va.»
70
Véase, en la cuarta parte, Del
hombre superior, 6, donde vuelve a aludirse a lo aquí indicado.
71
Como en varias otras ocasiones, Nietzsche utiliza aquí la expresión
evangélica con que se caracteriza el llanto de Pedro tras negar a Jesús; véase
el Evangelio de Mateo, 26, 75: «Y
enseguida cantó un gallo. Pedro se acordó de las palabras de Jesús: “Antes que
cante el gallo me negarás tres veces”. Y saliendo fuera, lloró amargamente».
72
Véase antes, De las alegrías y de
las pasiones, y más tarde, sobre
todo, Del hijo y del matrimonio, donde
se desarrolla este mismo pensamiento.
De los
predicadores de la muerte73
Hay predicadores de la muerte: y la tierra está llena de
seres a quien hay que predicar que se alejen de la vida.
Llena está la tierra de superfluos, corrompida está la vida
por los demasiados. ¡Ojalá los saque alguien de esta vida con el atractivo de
la «vida eterna»!
«Amarillos»: así se llama a los predicadores de la muerte, o
«negros». Pero yo quiero mostrároslos todavía con otros colores.
Ahí están los seres terribles, que llevan dentro de sí el
animal de presa y no pueden elegir más que o placeres o autolaceración. E
incluso sus placeres continúan siendo autolaceración.
Aún no han llegado ni siquiera a ser hombres, esos seres
terribles: ¡ojalá prediquen el abandono de la vida y ellos mismos se vayan a la
otra!74.
Ahí están los tuberculosos del alma: apenas han nacido y ya
han comenzado a morir, y anhelan doctrinas de fatiga y de renuncia.
¡Querrían estar muertos, y nosotros deberíamos aprobar su
voluntad! ¡Guardémonos de resucitar a esos muertos y de lastimar a esos ataúdes
vivientes!
Si encuentran un enfermo, o un anciano, o un cadáver,
enseguida dicen: «¡la vida está refutada!»
Pero sólo están refutados ellos, y sus ojos, que no ven más
que un solo rostro en la existencia.
Envueltos en espesa melancolía, y ávidos de los pequeños
incidentes que ocasionan la muerte: así es como aguardan, con los dientes
apretados.
O: extienden la mano hacia las confituras y, al hacerlo, se
burlan de su niñería: penden de esa caña de paja que es su vida y se burlan de
seguir todavía pendientes de una caña de paja75
Su sabiduría dice: «¡tonto es el que continúa viviendo, mas
también nosotros somos así de tontos! ¡Y ésta es la cosa más tonta en la vida!»
«La vida no es más que sufrimiento» - esto dicen otros, y no
mienten: ¡así, pues, procurad acabar vosotros!
¡Así, pues, procurad que acabe esa vida que no es más que sufrimiento!
Y diga así la enseñanza de vuestra virtud: «¡tú debes matarte
a ti mismo! ¡Tú debes quitarte de en medio a ti mismo!»76 –
«La voluptuosidad es pecado, - así dicen los unos, que
predican la muerte - ¡apartémonos y no engendremos hijos!»
«Dar a luz es cosa ardua, - dicen los otros - ¿para qué dar a
luz? ¡No se da a luz más que seres desgraciados!» Y también éstos son
predicadores de la muerte.
«Compasión es lo que hace falta - así dicen los terceros.
¡Tomad lo que yo tengo! ¡Tomad lo que yo soy! ¡Tanto menos me atará así la
vida!»
Si fueran compasivos de verdad, quitarían a sus prójimos el
gusto de la vida. Ser malvados - ésa sería su verdadera bondad.
Pero ellos quieren librarse de la vida: ¡qué les importa el
que, con sus cadenas y sus regalos, aten a otros más fuertemente todavía! -
Y también vosotros, para quienes la vida es trabajo salvaje e
inquietud: ¿no estáis muy cansados de la vida? ¿No estáis muy maduros para la
predicación de la muerte?
Todos vosotros que amáis el trabajo salvaje y lo rápido,
nuevo, extraño, - os soportáis mal a vosotros mismos, vuestra diligencia es
huida y voluntad de olvidarse a sí mismo.
Si creyeseis más en la vida, os lanzaríais menos al instante.
¡Pero no tenéis en vosotros bastante contenido para la espera - y ni siquiera
para la pereza!
Por todas partes resuena la voz de quienes predican la
muerte: y la tierra está llena de seres a quienes hay que predicar la muerte.
O «la vida eterna»: para mí es lo mismo, - ¡con tal de
que se marchen pronto a ella!
73
Un amplio desarrollo de las ideas que aparecen en este capítulo puede
verse en La genealogía de la moral.
74
Dahinfahren. Nietzsche utiliza aquí el término
empleado por Lutero en su traducción de la Biblia para indicar el «tránsito» (a
la otra vida).
75
Alusión a Pascal: «El hombre es una caña que piensa.»
76
Más adelante, De la muerte libre, puede
verse un amplio desarrollo de esta idea.
De la
guerra y el pueblo guerrero
No queremos que con nosotros sean indulgentes nuestros
mejores enemigos, ni tampoco aquellos a quienes amamos a fondo. ¡Por ello
dejadme que os diga la verdad!
¡Hermanos míos en la guerra! Yo os amo a fondo, yo soy y he
sido vuestro igual. Y yo soy también vuestro mejor enemigo. ¡Por ello dejadme
que os diga la verdad!
Yo sé del odio y de la envidia de vuestro corazón. No sois
bastante grandes para no conocer odio y envidia. ¡Sed, pues, bastante grandes
para no avergonzaros de ellos!
Y si no podéis ser santos del conocimiento, sed al menos
guerreros de él. Éstos son los acompañantes y los precursores de tal santidad.
Veo muchos soldados: ¡muchos guerreros es lo que quisiera yo
ver! «Uni-forme» se llama lo que llevan puesto: ¡ojalá no sea un¡-formidad lo
que con ello encubren!
Debéis ser de aquellos cuyos ojos buscan siempre un enemigo -
vuestro enemigo. Y en algunos de
vosotros hay un odio a primera vista.
¡Debéis buscar vuestro enemigo, debéis hacer vuestra guerra,
y hacerla por vuestros pensamientos! ¡Y si vuestro pensamiento sucumbe, vuestra
honestidad debe cantar victoria a causa de ello!
Debéis amar la paz como medio para nuevas guerras. Y
la paz corta más que la larga[1].
A vosotros no os aconsejo el trabajo, sino la lucha. A vosotros
no os aconsejo la paz, sino la victoria. ¡Sea vuestro trabajo una lucha, sea
vuestra paz una victoria!
Sólo se puede estar callado y tranquilo cuando se tiene una
flecha y un arco: de lo contrario, se charla y se disputa. ¡Sea vuestra paz una
victoria!
¿Vosotros decís que la buena causa es la que santifica
incluso la guerra? Yo os digo: la buena guerra es la que santifica toda causa.
La guerra y el valor han hecho más cosas grandes que el amor
al prójimo. No vuestra compasión, sino vuestra valentía es la que ha salvado
hasta ahora a quienes se hallaban en peligro.
«¿Qué es bueno?», preguntáis. Ser valiente es bueno[2].
Dejad que las niñas pequeñas digan: «ser bueno es ser bonito y a la vez
conmovedor».
Se dice que no tenéis corazón: pero vuestro corazón es
auténtico, y yo amo el pudor de vuestra cordialidad. Vosotros os avergonzáis de
vuestra pleamar, y otros se avergüenzan de su bajamar.
¿Sois feos? ¡Bien, hermanos míos! ¡Envolveos en lo
sublime, que es el manto de lo feo!
Y si vuestra alma se hace grande, también se vuelve altanera,
y en vuestra sublimidad hay maldad. Yo os conozco.
En la maldad el altanero se encuentra con el debilucho. Pero
se malentienden recíprocamente. Yo os conozco.
Sólo os es lícito tener enemigos que haya que odiar, pero no
enemigos para despreciar. Es necesario que estéis orgullosos de vuestro
enemigo: entonces los éxitos de él son también vuestros éxitos[3].
Rebelión - ésa es la nobleza en el esclavo. ¡Sea vuestra
nobleza obediencia! ¡Vuestro propio mandar sea un obedecer!
«Tú debes» le suena a un buen guerrero más agradable que «yo
quiero»[4],
y a todo lo que os es amado debéis dejarle que primero os mande.
¡Sea vuestro amor a la vida amor a vuestra esperanza más
alta: y sea vuestra esperanza más alta el pensamiento más alto de la vida!
Pero debéis permitir que yo os ordene vuestro pensamiento más
alto - y dice así: el hombre es algo que debe ser superado.
¡Vivid, pues, vuestra vida de obediencia y de guerra!
¡Qué importa vivir mucho tiempo!
¡Qué guerrero quiere ser tratado con
indulgencia!
¡Yo no os trato con indulgencia, yo os amo a fondo,
hermanos míos en la guerra! -
Del
nuevo ídolo
En algún lugar existen todavía pueblos y rebaños, pero no
entre nosotros, hermanos míos: aquí hay Estados.
¿Estado? ¿Qué es eso? ¡Bien! Abridme ahora los oídos, pues
voy a deciros mi palabra sobre la muerte de los pueblos. Estado se llama el más
frío de todos los monstruos fríos81. Es frío incluso cuando miente;
y ésta es la mentira que se desliza de su boca: «Yo, el Estado, soy el pueblo.»
¡Es mentira! Creadores fueron quienes crearon los pueblos y
suspendieron encima de ellos una fe y un amor: así sirvieron a la vida.
Aniquiladores son quienes ponen trampas para muchos y las
llaman Estado: éstos suspenden encima de ellos una espada y cien
concupiscencias.
Donde todavía hay pueblo, éste no comprende al Estado y lo
odia, considerándolo mal de ojo y pecado contra las costumbres y los derechos.
Esta señal os doy82: cada pueblo habla su lengua
propia del bien y del mal: el vecino no la entiende. Cada pueblo se ha
inventado su lenguaje propio en costumbres y derechos.
Pero el Estado miente en todas las lenguas del bien y del
mal; y diga lo que diga, miente - y posea lo que posea, lo ha robado.
Falso es todo en él; con dientes robados muerde, ese
mordedor. Falsas son incluso sus entrañas.
Confusión de lenguas del bien y del mal: esta señal os doy
como señal del Estado. ¡En verdad, voluntad de muerte es lo que esa señal
indica! ¡En verdad, hace señas a los predicadores de la muerte!
Nacen demasiados: ¡para los superfluos fue inventado
el Estado!
¡Mirad cómo atrae a los demasiados! ¡Cómo los devora y
los masca y los rumia!
«En la tierra no hay ninguna cosa más grande que yo: yo soy
el dedo ordenador de Dios» - así ruge el monstruo. ¡Y no sólo quienes tienen
orejas largas yvista corta se postran de rodillas!
¡Ay, también en vosotros, los de alma grande, susurra él sus
sombrías mentiras! ¡Ay, él adivina cuáles son los corazones ricos, que con
gusto se prodigan!
¡Sí, también os adivina a vosotros, los vencedores del viejo
Dios! ¡Os habéis fatigado en la lucha, y ahora vuestra fatiga continúa
prestando culto al nuevo ídolo!
¡Héroes y hombres de honor quisiera colocar en torno a sí el
nuevo ídolo! ¡Ese frío monstruo - gusta de calentarse al sol de buenas
conciencias!
Todo quiere dároslo a vosotros el nuevo ídolo, si vosotros lo adoráis83: se
compra así el brillo de vuestra virtud y la mirada de vuestros ojos orgullosos.
¡Quiere que vosotros le sirváis de cebo para pescar a los
demasiados! ¡Sí, un artificio infernal ha sido inventado aquí, un caballo de la
muerte, que tintinea con el atavío de honores divinos!
Sí, aquí ha sido inventada una muerte para muchos, la cual se
precia a sí misma de ser vida: ¡en verdad, un servicio íntimo para todos los
predicadores de la muerte!
Estado llamo yo al lugar donde todos, buenos y malos, son
bebedores de venenos: Estado, al lugar en que todos, buenos y malos, se pierden
a sí mismos: Estado, al lugar donde el lento suicidio de todos - se llama «la vida».
¡Ved, pues, a esos superfluos! Roban
para sí las obras de los inventores y los tesoros de los sabios: cultura llaman
a su latrocinio - ¡y todo se convierte para ellos en enfermedad y molestia!
¡Ved, pues, a esos superfluos! Enfermos están siempre,
vomitan su bilis y lo llaman periódico84. Se devoran unos a otros y
ni siquiera pueden digerirse.
¡Ved, pues, a esos superfluos!
Adquieren riquezas y con ello se vuelven más pobres. Quieren poder y, en primer
lugar, la palanqueta del poder, mucho dinero, - ¡esos insolventes!
¡Vedlos trepar, esos ágiles monos! Trepan unos por encima de
otros, y así se arrastran al fango y a la profundidad.
Todos quieren llegar al trono: su demencia consiste en creer
- ¡que la felicidad se sienta en el trono! Con frecuencia es el fango el que se
sienta en el trono - y también a menudo el trono se sienta en el fango.
Dementes son para mí todos ellos, y monos trepadores y
fanáticos. Su ídolo, el frío monstruo, me huele mal: mal me huelen todos ellos
juntos, esos idólatras.
Hermanos míos, ¿es que queréis asfixiaros con el aliento de
sus hocicos y de sus concupiscencias? ¡Es mejor que rompáis las ventanas y
saltéis al aire libre!
¡Apartaos del mal olor! ¡Alejaos de la idolatría de
los superfluos!
¡Apartaos del mal olor! ¡Alejaos del humo de esos
sacrificios humanos!
Aún está la tierra a disposición de las almas grandes. Vacíos
se encuentran aún muchos lugares para eremitas solitarios o en pareja, en torno
a los cuales sopla el perfume de mares silenciosos.
Aún hay una vida libre a disposición de las almas
grandes.
En verdad, quien poco posee, tanto menos es poseído: ¡alabada
sea la pequeña pobreza!85.
Allí donde el Estado acaba
comienza el hombre que no es superfluo: allí comienza la canción del necesario,
la melodía única e insustituible.
Allí donde el Estado acaba, - ¡miradme allí, hermanos míos!
¿No veis el arco iris y los puentes del superhombre? –
81
Sobre la caracterización del Estado como monstruo puede verse también,
más adelante, la conversación de Zaratustra con el «perro de fuego»: segunda
parte, De grandes acontecimientos.
82
«Esta señal os doy» es frase bíblica que aparece en Isaías, 7, 14: «Pues
bien, el Señor mismo os dará una señal: He aquí que la virgen concebirá y
parirá un hijo.» También los Evangelios utilizan repetidas veces la expresión
«dar una señal».
83
Cita del Evangelio de Mateo,
4,9: «Todo esto te daré si,
postrándote ante mí, me adoras» (palabras del Tentador a Jesús).
84
Sobre la caracterización del «periódico» véase también, en la tercera
parte, Del pasar de largo.
85
Sobre la «pequeña pobreza» puede verse, en la cuarta parte, La Cena, donde el adivino «cita» esta
frase de Zaratustra y le da una explicación irónica.
De las
moscas del mercado
Huye, amigo mío, a tu soledad! Ensordecido te veo por el
ruido de los grandes hombres, y acribillado por los aguijones de los pequeños.
El bosque y la roca saben callar dignamente contigo. Vuelve a
ser igual que el árbol al que amas, el árbol de amplias ramas: silencioso y
atento pende sobre el mar.
Donde acaba la soledad, allí comienza
el mercado; y donde comienza el mercado, allí comienzan también el ruido de los
grandes comediantes y el zumbido de las moscas venenosas.
En el mundo las mejores cosas no valen nada sin alguien que
las represente: grandes hombres llama el pueblo a esos actores.
El pueblo comprende poco lo grande, esto es: lo creador. Pero
tiene sentidos para todos los actores y comediantes de grandes cosas.
En torno a los inventores de nuevos valores gira el mundo: -
gira de modo invisible. Sin embargo, en torno a los comediantes giran el pueblo
y la fama: así marcha el mundo.
Espíritu tiene el comediante, pero poca conciencia de
espíritu. Cree siempre en aquello que mejor le permite llevar a los otros a
creer - ¡a creer en él!
Mañana tendrá una nueva fe, y pasado mañana, otra más nueva.
Sentidos rápidos tiene el comediante, igual que el pueblo, y presentimientos
cambiantes.
Derribar - eso significa para él: demostrar. Volver loco a
uno - eso significa para él: convencer. Y la sangre es para él el mejor de los
argumentos86.
A una verdad que sólo en oídos delicados se desliza llámala
mentira y nada. ¡En verdad, sólo cree en dioses que hagan gran ruido en el mundo!
Lleno de bufones solemnes está el mercado - ¡y el pueblo se
gloría de sus grandes hombres! Éstos son para él los señores del momento.
Pero el momento los apremia: así ellos te apremian a ti. Y
también de ti quieren ellos un sí o un no. ¡Ay!, ¿quieres colocar tu silla
entre un pro y un contra?
¡No tengas celos de esos incondicionales y apremiantes,
amante de la verdad! Jamás se ha colgado la verdad del brazo de un
incondicional.
A causa de esas gentes súbitas, vuelve a tu seguridad: sólo
en el mercado le asaltan a uno con un ¿sí o no?
Todos los pozos profundos viven con lentitud sus
experiencias: tienen que aguardar largo tiempo hasta saber qué fue lo que cayó en su profundidad.
Todo lo grande se aparta del mercado y de la fama: apartados
de ellos han vivido desde siempre los inventores de nuevos valores.
Huye, amigo mío, a tu soledad: te veo acribillado por moscas
venenosas. ¡Huye allí donde sopla un viento áspero, fuerte! ¡Huye a tu soledad!
Has vivido demasiado cerca de los pequeños y mezquinos. ¡Huye de su venganza
invisible! Contra ti no son otra cosa que venganza.
¡Deja de levantar tu brazo contra ellos! Son innumerables, y
no es tu destino el ser espantamoscas.
Innumerables son esos pequeños y mezquinos; y a más de un
edificio orgulloso han conseguido derribarlo ya las gotas de lluvia y los
yerbajos.
Tú no eres una piedra, pero has sido ya excavado por muchas
gotas. Acabarás por resquebrájarteme y por rompérteme en pedazos bajo tantas
gotas.
Fatigado te veo por moscas venenosas, lleno de sangrientos
rasguños te veo en cien sitios; y tu orgullo no quiere ni siquiera
encolerizarse.
Sangre quisieran ellas de ti con toda inocencia, sangre es lo
que sus almas exangües codician - y por ello pican con toda inocencia.
Mas tú, profundo, tú sufres demasiado profundamente incluso
por pequeñas heridas; y antes de que te curases, ya se arrastraba el mismo
gusano venenoso por tu mano.
Demasiado orgulloso me pareces para matar a esos golosos.
¡Pero procura que no se convierta en tu fatalidad el soportar toda su venenosa
injusticia!
Ellos zumban a tu alrededor también con su alabanza:
impertinencia es su alabanza87. Quieren la cercanía de tu piel y de
tu sangre.
Te adulan como a un dios o a un demonio; lloriquean delante
de ti como delante de un dios o de un demonio. ¡Qué importa! Son aduladores y
llorones, y nada más.
También suelen hacerse los amables contigo. Pero ésa fue
siempre la astucia de los cobardes. ¡Sí, los cobardes son astutos!
Ellos reflexionan mucho sobre ti con su alma estrecha, -
¡para ellos eres siempre preocupante! Todo aquello sobre lo que se reflexiona
mucho se vuelve preocupante.
Ellos te castigan por todas tus virtudes. Sólo te
perdonan de verdad - tus fallos.
Como tú eres suave y de sentir justo, dices: «No tienen ellos
la culpa de su mezquina existencia». Mas su estrecha alma piensa: «Culpable es
toda gran existencia.»
Aunque eres suave con ellos, se sienten, sin embargo,
despreciados por ti; y te pagan tus bondades con daños encubiertos.
Tu orgullo sin palabras repugna siempre a su gusto; se
regocijan mucho cuando alguna vez eres bastante modesto para ser vanidoso.
Lo que nosotros reconocemos en un hombre, eso lo hacemos
arder también en él. Por ello ¡guárdate de los pequeños!
Ante ti ellos se sienten pequeños, y su bajeza arde y se pone
al rojo contra ti en invisible venganza.
¿No has notado cómo solían enmudecer cuando tú te acercabas a
ellos, y cómo su fuerza los abandonaba, cual humo de fuego que se extingue?
Sí, amigo mío, para tus prójimos eres tú la conciencia
malvada: pues ellos son indignos de ti. Por eso te odian y quisieran chuparte
la sangre.
Tus prójimos serán siempre moscas venenosas; lo que en ti es
grande - eso cabalmente tiene que hacerlos más venenosos y siempre más moscas.
Huye, amigo mío, a tu soledad y allí donde sopla un viento
áspero, fuerte. No es tu destino el ser espantamoscas. -
86
Sobre la sangre como argumento de la verdad puede verse, en la segunda
parte, De los sacerdotes; Nietzsche
desarrolla esta idea también en el 53 de
El Anticristo.
87
Véase Más allá del bien y del mal: «En
el elogio hay más entrometimiento que en la censura».
De la
castidad
Y o amo el bosque. En las ciudades se vive mal; hay en
ellas demasiados lascivos.
¿No es mejor caer en las manos de un asesino que en
los sueños de una mujer lasciva?
Y contempladme esos hombres: sus ojos lo dicen - no conocen
nada mejor en la tierra que yacer con una mujer. Fango hay en el fondo de su
alma; ¡y ay si su fango tiene además espíritu!
¡Si al menos fueran perfectos en cuanto animales! Mas del
animal forma parte la inocencia.
¿Os aconsejo yo matar vuestros sentidos? Yo os
aconsejo la inocencia de los sentidos.
¿Os aconsejo yo la castidad? La castidad es en algunos una
virtud, pero en muchos es casi un vicio.
Éstos son sin duda continentes: mas la perra Sensualidad mira
con envidia desde todo lo que hacen.
Incluso hasta las alturas de su virtud y hasta la frialdad
del espíritu los sigue ese, bicho con su insatisfacción.
¡Y con qué buenos modales sabe mendigar la perra Sensualidad
un pedazo de espíritu cuando se le deniega un pedazo de carne!
¿Vosotros amáis las tragedias y todo lo que destroza el
corazón? Mas yo desconfío de vuestra perra.
Para mí tenéis ojos demasiado crueles, y miráis lascivamente
a los que sufren. ¿Es que vuestra voluptuosidad no ha hecho más que
enmascararse, y se llama compasión?
Y también os propongo esta parábola: no pocos que quisieron
expulsar a su demonio fueron a parar ellos mismos dentro de los cerdos88.
A quien la castidad le resulte dificil se le debe
desaconsejar: para que no se convierta ella en el camino hacia el infierno - es
decir, hacia el fango y la lascivia del alma89. ¿Hablo yo de cosas
sucias? Para mí no es esto lo peor.
Al hombre del conocimiento le disgusta bajar al agua de la
verdad no cuando está sucia, sino cuando no es profunda.
En verdad, hay personas castas de raíz: son dulces de
corazón, ríen con más gusto y más frecuencia que vosotros.
Se ríen incluso de la castidad y preguntan: «¡Qué es
castidad!
¿No es castidad una tontería? Pero esa tontería ha venido a
nosotros, y no nosotros a ella.
Hemos ofrecido albergue y corazón a ese huésped: ahora habita
en nosotros, - ¡que se quede todo el tiempo que quiera!»
88
Alusión al Evangelio de Mateo,
9,28-32: «Llegó él a la orilla de
enfrente, a la región de los gadarenos. Desde el cementerio salieron a su
encuentro dos endemoniados; eran tan peligrosos que nadie se atrevía a
transitar por aquel camino. De pronto empezaron a gritar: “¿Quién te mete a ti
en esto, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?” Una
gran piara de cerdos estaba hozando a distancia. Los demonios le dijeron: “Si
nos echas, mándanos a la piara”. Jesús les dijo: “Id”. Salieron y se fueron a
los cerdos. De pronto la piara se abalanzó al lago, acantilado abajo, y murió
ahogada.»
89
Paráfrasis de 1 Corintios, 7,
1-2: «Bueno es al hombre no tocar
mujer: más, por evitar la fornicación, tenga cada uno su mujer y cada una tenga
su marido.»
Del
amigo
Uno siempre a mi alrededor es demasiado» - así piensa el
eremita. «Siempre uno por uno - ¡da a la larga dos!»
Yo y mí están siempre dialogando con demasiada vehemencia:
¿cómo soportarlo si no hubiese un amigo?
Para el eremita el amigo es siempre el tercero: el tercero es
el corcho que impide que el diálogo de los dos se hunda en la profundidad.
Ay, existen demasiadas profundidades para todos los eremitas.
Por ello desean ardientemente un amigo y su altura. Nuestra fe en otros delata
lo que nosotros quisiéramos creer de nosotros mismos. Nuestro anhelo de un
amigo es nuestro delator.
Y a menudo no se quiere, con el amor, más que saltar por
encima de la envidia. Y a menudo atacamos y nos creamos un enemigo para ocultar
que somos vulnerables.
«¡Sé al menos mi enemigo!» - así habla el verdadero respeto,
que no se atreve a solicitar amistad.
Si se quiere tener un amigo hay que querer también hacer la
guerra por él: y para hacer la guerra hay que poder ser enemigo.
En el propio amigo debemos honrar incluso al enemigo. ¿Puedes
tú acercarte mucho a tu amigo sin pasarte a su bando?
En nuestro amigo debemos tener nuestro mejor enemigo. Con tu
corazón debes estarle máximamente cercano cuando le opones resistencia.
¿No quieres llevar vestido alguno delante de tu amigo? ¿Debe
ser un honor para tu amigo el que te ofrezcas a él tal como eres? ¡Pero él te
mandará al diablo por esto!
El que no se recata provoca indignación: ¡tanta razón tenéis
para temer la desnudez! ¡Sí, si fueseis dioses, entonces os sería lícito
avergonzaros de vuestros vestidos!90
Nunca te adornarás bastante bien para tu amigo: pues debes
ser para él una flecha y un anhelo hacia el superhombre.
¿Has visto ya dormir a tu amigo - para conocer cuál es su
aspecto?91 ¿Pues qué es, por lo demás, el rostro de tu amigo? Es tu
propio rostro, en un espejo grosero e imperfecto. ¿Has visto ya dormir a tu
amigo? ¿No te horrorizaste de que tu amigo tuviese tal aspecto? Oh, amigo mío,
el hombre es algo que tiene que ser superado.
Un el adivinar y en el permanecer callado debe ser maestro el
amigo: tú no tienes que querer ver todo. Tu sueño debe descubrirte lo que tu
amigo hace en la vigilia.
Un adivinar sea tu compasión: para que sepas primero si tu
amigo quiere compasión. Tal vez él ame en ti los ojos firmes y la mirada de la
eternidad.
Ocúltese bajo una dura cáscara la compasión por el amigo,
debes dejarte un diente en ésta. Así tendrá la delicadeza y la dulzura que le
corresponden.
¿Eres tú aire puro, y soledad, y pan, y medicina para tu
amigo? Más de uno no puede librarse a sí mismo de sus propias cadenas y es, sin
embargo, un redentor para el amigo.
¿Eres un esclavo? Entonces no puedes ser amigo. ¿Eres un
tirano? Entonces no puedes tener amigos92.
Durante demasiado tiempo se ha ocultado en la mujer un
esclavo y un tirano. Por ello la mujer no es todavía capaz de amistad: sólo
conoce el amor.
En el amor de la mujer hay injusticia y ceguera frente a todo
lo que ella no ama. Y hasta en el amor sapiente de la mujer continúa habiendo
agresión inesperada y rayo y noche al lado de la luz.
La mujer no es todavía capaz de amistad: gatas continúan siendo
siempre las mujeres, y pájaros. O, en el mejor de los casos, vacas.
La mujer no es todavía capaz de amistad. Pero decidme,
varones, ¿quién de vosotros es capaz de amistad?
¡Cuánta pobreza, varones, y cuánta
avaricia hay en vuestra alma! Lo que vosotros dais al amigo, eso quiero darlo
yo hasta a mi enemigo, y no por eso me habré vuelto más pobre.
Existe la camaradería: ¡ojalá exista la amistad!
90
Reminiscencia de la frase de Séneca (carta 31): Deus nudus est (Dios está desnudo).
91
Véase la nota 31.
92
Zaratustra condensa en este párrafo la doctrina griega sobre la amistad
expuesta por Platón en La república
(576 a) y por Aristóteles en la Etica a
Nicómaco (1161 a 30 - b 10).
De las
mil metas y de la «única» meta93
Muchos países ha visto Zaratustra, y muchos pueblos: así ha
descubierto el bien y el mal de muchos pueblos. Ningún poder mayor ha
encontrado Zaratustra en la tierra que las palabras bueno y malvado.
Ningún pueblo podría vivir sin antes realizar valoraciones;
mas si quiere conservarse, no le es lícito valorar como valora el vecino.
Muchas cosas que este pueblo llamó buenas son para aquel otro
afrenta y vergüenza: esto es lo que yo he encontrado. Muchas cosas que eran
llamadas aquí malvadas las encontré allí adornadas con honores de púrpura.
Jamás un vecino ha entendido al otro: siempre su alma se
asombraba de la demencia y de la maldad del vecino.
Una tabla de valores está suspendida sobre cada pueblo. Mira,
es la tabla de sus superaciones; mira, es la voz de su voluntad de poder94.
Laudable es aquello que le parece difícil; a lo que es
indispensable y a la vez difícil llámalo bueno; y a lo que libera incluso de la
suprema necesidad, a lo más raro, a lo dificilísimo, - a eso lo ensalza como
santo.
Lo que hace que él domine y venza y brille, para horror y
envidia de su vecino: eso es para él lo elevado, lo primero, la medida, el
sentido de todas las cosas.
En verdad, hermano mío, si has conocido primero la necesidad
y la tierra y el cielo y el vecino de un pueblo: adivinarás sin duda la ley de
sus superaciones y la razón de que suba por esa escalera hacia su esperanza.
«Siempre debes ser tú el primero y aventajar a los otros95:
a nadie, excepto al amigo, debe amar tu alma celosa» - esto provocaba
estremecimientos en el alma de un griego: y con ello siguió la senda de su
grandeza.
«Decir la verdad y saber manejar bien el arco y la flecha» -
esto le parecía precioso y a la vez difícil a aquel pueblo96 del que
proviene mi nombre - el nombre que es para mí a la vez precioso y difícil.
«Honrar padre y madre y ser dóciles para con ellos hasta la
raíz del alma»: ésta fue la tabla de la superación que otro pueblo suspendió
por encima de sí, y con ello se hizo poderoso y eterno97.
«Guardar fidelidad y dar por ella el honor y la sangre aun
por causas malvadas y peligrosas»: con esta enseñanza se domeñó a sí mismo otro
pueblo98 y domeñándose de ese modo quedó pesadamente grávido de
grandes esperanzas.
En verdad, los hombres se han dado a sí mismos todo su bien y
todo su mal. En verdad, no los tomaron de otra parte, no los encontraron, éstos
no cayeron sobre ellos como una voz del cielo.
Para conservarse, el hombre empezó implantando valores en las
cosas, - ¡él fue el primero en crear un sentido a las cosas, un sentido humano!
Por ello se llama «hombre», es decir: el que realiza valoraciones99.
Valorar es crear: ¡oídlo, creadores! El valorar mismo es el
tesoro y la joya de todas las cosas valoradas.
Sólo por el valorar existe el valor: y sin el valorar estaría
vacía la nuez de la existencia. ¡Oídlo, creadores!
Cambio de los valores - es cambio de los creadores. Siempre
aniquila el que tiene que ser un creador.
Creadores lo fueron primero los pueblos, y sólo después .los
individuos; en verdad, el individuo mismo es la creación más reciente.
Los pueblos suspendieron en otro tiempo por éncima de sí una
tabla del bien. El amor que quiere dominar y el amor que quiere obedecer
crearon juntos para sí tales tablas.
El placer de ser rebaño es más antiguo que el placer de ser
un yo: y mientras la buena conciencia se llame rebaño, sólo la mala conciencia
dice: yo.
En verdad, el yo astuto, carente de amor, el que quiere su
propia utilidad en la utilidad de muchos: ése no es el origen del rebaño, sino
su ocaso.
Amantes fueron siempre, y creadores, los que crearon el bien
y el mal. Fuego de amor arde en los nombres de todas las virtudes, y fuego de
cólera.
Muchos países ha visto Zaratustra, y muchos pueblos: ningún
poder mayor ha encontrado Zaratustra en la tierra que las obras de los amantes:
«bueno» y «malvado» es el nombre de tales obras.
En verdad, un monstruo es el poder de ese alabar y censurar.
Decidme, hermanos míos, ¿quién me domeña ese monstruo? Decidme, ¿quién pone en
cadenas las mil cervices de ese animal?
Mil metas ha habido hasta ahora, pues mil pueblos ha habido.
Sólo falta la cadena que ate las mil cervices, falta la única meta. Todavía no tiene la humanidad meta alguna.
Mas decidme, hermanos: si a la humanidad le falta todavía la
meta, ¿no falta todavía también - ella misma? -
93
Suele traducirse este título por: «De las mil y una metas.» Como se verá
por el desarrollo de todo el capítulo y sobre todo por los párrafos finales,
Nietzsche no se ha querido dejar llevar por la expresión popular en todos los
idiomas: «las mil y una», sino que, como él mismo dice: «Mil metas ha habido
hasta ahora, pues mil pueblos ha habido. Sólo falta la cadena de las mil
cervices, falta la única meta.» La
versión aquí dada, «De las mil metas y de la única meta», se apoya en el hecho de haber escrito Nietzsche: Von tausend und Einem Ziele, en lugar
de: Von tausend und einem Ziele, como
habría escrito si hubiera querido decir: «De las mil y una metas.»
94
Primera aparición de la expresión «voluntad de poder»; a este concepto se
le dedicará sobre todo, en la segunda parte, el capítulo titulado De la superación de sí mismo.
95
Esta divisa del honor de la sociedad aristocrática griega tiene su
expresión clásica en el verso 208 del
libro VI de La Ilíada: «Siempre ser
el mejor y estar por encima de los demás». Idénticas palabras se repiten en el
verso 784 del libro XI, donde aparecen
como consejo del anciano Peleo a su hijo Aquiles.
96
El pueblo persa. Véase también Ecce
homo: «Decir la verdad y disparar bien con flechas, ésa es la virtud
persa».
97
El pueblo judío. Véase Éxodo, 20,12: «Honra a tu padre y a tu madre, para
que vivas largos años en la tierra que Yahvé, tu Dios, va a darte».
98
El pueblo alemán.
99
Nietzsche basa esta afirmación suya en su creencia de que la palabra
alemana Mensch (hombre) viene del
latín mensuratio (medida). Esta misma
opinión la aduce también en La genealogía
de la moral.
Del
amor al prójimo
Vosotros os apretujáis alrededor del prójimo y tenéis
hermosas palabras para expresar ese vuestro apretujaros. Pero yo os digo:
vuestro amor al prójimo es vuestro mal amor a vosotros mismos.
Cuando huis hacia el prójimo huís de vosotros mismos, y
quisierais hacer de eso una virtud: pero yo penetro vuestro «desinterés».
El tú es más antiguo que el yo; el tú ha sido santificado,
pero el yo, todavía no: por eso corre el hombre hacia el prójimo.
¿Os aconsejo yo el amor al prójimo? ¡Prefiero aconsejaros la
huida del prójimo y el amor al lejano!100
Más elevado que el amor al prójimo es el amor al lejano y al
venidero; más elevado que el amor a los hombres es el amor a las cosas y a los
fantasmas.
Ese fantasma que corre delante de ti, hermano mío, es más
bello que tú; ¿por qué no le das tu carne y tus huesos ? Pero tú tienes miedo y
corres hacia tu prójimo.
No conseguís soportaros a vosotros mismos y no os amáis
bastante: por eso queréis seducir al prójimo a que ame, y doraros a vosotros
con su error.
Yo quisiera que no soportaseis a ninguna clase de prójimo ni
a sus vecinos; así tendríais que crear, sacándolo de vosotros mismos, vuestro
amigo y su corazón exuberante.
Invitáis a un testigo cuando queréis hablar bien de vosotros
mismos; y una vez que lo habéis seducido a pensar bien de vosotros, también
vosotros mismos pensáis bien de vosotros.
No miente tan sólo aquel que habla en contra de lo que sabe,
sino ante todo aquel que habla en contra de lo que no sabe. Y así es como
vosotros habláis de vosotros en sociedad, y, al mentiros a vosotros, mentís al
vecino.
Así habla el necio: «el trato con hombres estropea el
carácter, especialmente si no se tiene ninguno».
El uno va al prójimo porque se busca a sí mismo, y el otro,
porque quisiera perderse. Vuestro mal amor a vosotros mismos es lo que os
trueca la soledad en prisión.
Los más lejanos101 son los que pagan vuestro amor
al prójimo; y en cuanto os juntáis cinco, siempre tiene que morir un sexto.
Yo no amo tampoco vuestras fiestas102: demasiados
comediantes he encontrado siempre en ellas, y también los espectadores se
comportaban a menudo como comediantes.
Yo no os enseño el prójimo, sino el amigo. Sea el amigo para
vosotros la fiesta de la tierra y un presentimiento del superhombre.
Yo os enseño el amigo y su corazón rebosante. Pero hay que
saber ser una esponja si se quiere ser amado por corazones rebosantes.
Yo os enseño el amigo en el que el mundo se encuentra ya
acabado, como una copa del bien, - el amigo creador, que siempre tiene un mundo
acabado que regalar.
Y así como el mundo se desplegó para él, así volverá a
plegársele en anillos, como el devenir del bien por el mal, como el devenir de
las finalidades surgiendo del azar.
El futuro y lo lejano sean para ti la causa de tu hoy: en tu
amigo debes amar al superhombre como causa de ti.
Hermanos míos, yo no os aconsejo el amor al prójimo:
yo os aconsejo el amor al lejano.
100 Náchste, Fernste. La circunstancia de que derNächste (el prójimo) sea en alemán un
superlativo (nahe, cerca: Nachbar, vecino; Nächste, prójimo, o, si se quiere, el «más próximo de todos»)
permite a Nietzsche ampliar verbalmente la distancia entre los dos extremos y
decir: der Fernste (el más lejano de
todos), en lugar de der Ferne (el
lejano), que sería, en castellano, lo contrario del prójimo (próximo). El «amor
al prójimo» es un precepto bíblico: Levítico,
19, 18; Evangelio de Mateo, 22,
39; Evangelio de Marcos, 12, 31: «Ama a tu prójimo como a ti mismo.» 101
Véasela nota anterior.
102 Véase Amós, 5, 21: «Yo, odio y
aborrezco vuestras fiestas» (palabras de Yahvé a los hebreos).
Del
camino del creador
Quieres marchar, hermano mío, a la soledad? ¿Quieres buscar
el camino que lleva a ti mismo? Deténte un poco y escúchame.
«El que busca, fácilmente se pierde a sí mismo. Todo irse a
la soledad es culpa»: así habla el rebaño. Y tú has formado parte del rebaño
durante mucho tiempo.
La voz del rebaño continuará resonando dentro de ti. Y cuando
digas «yo ya no tengo la misma
conciencia que vosotros», eso será un lamento y un dolor.
Mira, aquella conciencia única
dio a luz también ese dolor: y el último resplandor de aquella conciencia
continúa brillando sobre tu tribulación.
Pero ¿tú quieres recorrer el camino de tu tribulación, que es
el camino hacia ti mismo? ¡Muéstrame entonces tu derecho y tu fuerza para hacerlo!
¿Eres tú una nueva fuerza y un nuevo derecho? ¿Un primer
movimiento? ¿Una rueda que se mueve por sí misma?103 ¿Puedes forzar
incluso a las estrellas a que giren a tu alrededor?
¡Ay, existe tanta ansia de elevarse! ¡Existen tantas
convulsiones de los ambiciosos! ¡Muéstrame que tú no eres un ansioso ni un
ambicioso!
Ay, existen tantos grandes pensamientos que no hacen más que
lo que el fuelle: inflan y producen un vacío aún mayor. ¿Libre te llamas a ti
mismo? Quiero oír tu pensamiento dominante, y no que has escapado de un yugo.
¿Eres tú alguien al que le sea lícito escapar de un yugo? Más de uno hay que arrojó de sí su
último valor al arrojar su servidumbre.
¿Libre de qué? ¡Qué importa eso a Zaratustra! Tus ojos deben
anunciarme con claridad: ¿libre para qué?
¿Puedes prescribirte a ti mismo tu bien y tu mal y suspender
tu voluntad por encima de ti como una ley? ¿Puedes ser juez para ti mismo y
vengador de tu ley?
Terrible cosa es hallarse solo con el juez y vengador de la
propia ley. Así es arrojada una estrella al espacio vacío y al soplo helado de
hallarse solo.
Hoy sufres todavía a causa de los muchos, tú que eres uno
solo: hoy conservas aún todo tu valor y todas tus esperanzas. Mas alguna vez la
soledad te fatigará, alguna vez tu orgullo se curvará y tu valor rechinará los
dientes. Alguna vez gritarás «¡estoy solo!».
Alguna vez dejarás de ver tu altura y contemplarás demasiado
cerca tu bajeza; tu sublimidad misma te aterrorizará como un fantasma. Alguna
vez gritarás: «¡Todo es falso»104!
Hay sentimientos que quieren matar al solitario; ¡si no lo
consiguen, ellos mismos tienen que morir entonces! Mas ¿eres tú capaz de ser
asesino?
¿Conoces ya, hermano mío, la palabra «desprecio»? ¿Y el
tormento de tu justicia, de ser justo con quienes te desprecian?
Tú fuerzas a muchos a cambiar de doctrina acerca de ti; esto
te lo hacen pagar caro. Te aproximaste a ellos y pasaste de largo: esto no te
lo perdonan nunca.
Tú caminas por encima de ellos105: pero cuanto más
alto subes, tanto más pequeño te ven los ojos de la envidia. El más odiado de
todos es, sin embargo, el que vuela.
«¡Cómo vais a ser justos conmigo! - tienes que decir - yo
elijo para mí vuestra injusticia como la parte que me ha sido asignada.»
Injusticia y suciedad arrojan ellos al solitario: pero,
hermano mío, si quieres ser una estrella, ¡no tienes que iluminarlos menos por
eso!
¡Y guárdate de los buenos y justos! Con gusto crucifican a
quienes se inventan una virtud para sí mismos, - odian al solitario.
¡Guárdate también de la santa simplicidad!106 Para
ella no es santo lo que no es simple; también le gusta jugar con el fuego - con
el fuego de las hogueras para quemar seres humanos.
¡Y guárdate también de los asaltos de tu amor! Con demasiada
prisa tiende el solitario la mano a aquel con quien se encuentra.
A ciertos hombres no te es lícito darles la mano, sino sólo
la pata: y yo quiero que tu pata tenga también garras.
Pero el peor enemigo con que puedes encontrarte serás siempre
tú mismo; a ti mismo te acechas tú en las cavernas y en los bosques.
¡Solitario, tú recorres el camino que lleva a ti mismo! ¡Y tu
camino pasa al lado de ti mismo y de tus siete demonios!
Un hereje serás para ti mismo, y una bruja y un hechicero y
un necio y un escéptico y un impío y un malvado.
Tienes que querer quemarte a ti mismo en tu propia llama:
¡cómo te renovarías si antes no te hubieses convertido en ceniza!
Solitario, tú recorres el camino del creador: ¡con tus siete
demonios quieres crearte para ti un Dios!
Solitario, tú recorres el camino del amante: te amas a ti
mismo y por ello te desprecias como sólo los amantes saben despreciar.
¡El amante quiere crear porque desprecia! ¡Qué sabe del amor
el que no tuvo que despreciar precisamente aquello que amaba!
Vete a tu soledad con tu amor y con tu crear, hermano mío;
sólo más tarde te seguirá la justicia cojeando.
Vete con tus lágrimas a tu soledad, hermano mío. Yo amo a
quien quiere crear por encima de sí mismo y por ello perece. –
103
Véase antes De las tres
transformaciones, la descripción del niño: «Inocencia es el niño, y olvido,
un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer
movimiento, un santo decir sí».
104
Un desarrollo de esta idea puede verse en La genealogía de la moral, apartado tercero, «¿Qué significan los
ideales ascéticos?». También aquí se
alude más adelante a esto mismo: véase, en la cuarta parte, La sombra.
105
Véase, en la segunda parte, De los
doctos.
106
O sancta simplicitas es frase que se dice pronunciada por
Juan Hus (1369-1415) cuando, encontrándose sobre la hoguera a que se le había
condenado por hereje, vio cómo una viejecilla, movida por su celo religioso,
arrojaba más leña a las llamas en que aquél ardía.
De
viejecillas y de jovencillas
Por qué te deslizas a escondidas y de manera esquiva en el
crepúsculo, Zaratustra? ¿Qué es lo que escondes con tanto cuidado bajo tu
manto?
¿Es un tesoro que te han regalado? ¿O un niño que has dado a
luz? ¿O es que tú mismo sigues ahora los caminos de los ladrones, tú amigo de
los malvados?» -
¡En verdad, hermano mío!, dijo Zaratustra, es un tesoro que
me han regalado: es una pequeña verdad lo que llevo conmigo. Pero es revoltosa
como un niño pequeño; y si no le tapo la boca, grita a voz en cuello.
Cuando hoy recorría solo mi camino, a la hora en que el sol
se pone, me encontré con una viejecilla, la cual habló así a mi alma:
«Muchas cosas nos ha dicho Zaratustra también a nosotras las
mujeres, pero nunca nos ha hablado sobre la mujer».
Y yo le repliqué: «Sobre la mujer se debe hablar tan
sólo a varones».
«Háblame también a mí acerca de la mujer, dijo ella; soy
bastante vieja para volver a olvidarlo enseguida.»
Y yo accedí al ruego de la viejecilla y le hablé así107:
Todo en la mujer es un enigma, y todo en la mujer tiene una
única solución: se llama embarazo.
El varón es para la mujer un medio: la finalidad es siempre
el hijo. ¿Pero qué es la mujer para el varón?
Dos cosas quiere el varón auténtico: peligro y juego. Por ello
quiere él a la mujer, que es el más peligroso de los juguetes.
El varón debe ser educado para la guerra, y la mujer, para la
recreación del guerrero: todo lo demás es tontería.
Los frutos demasiado dulces - al guerrero no le gustan. Por
ello le gusta la mujer: amarga es incluso la más dulce de las mujeres.
La mujer entiende a los niños mejor que el varón, pero
éste es más niño que aquélla.
En el varón auténtico se esconde un niño: éste quiere jugar.
¡Adelante, mujeres, descubrid el niño en el varón!
Sea un juguete la mujer, puro y delicado, semejante a la
piedra preciosa, iluminado por las virtudes de un mundo que todavía no existe.
¡Resplandezca en vuestro amor el rayo de una estrella! Diga
vuestra voluntad: «¡Ojalá diese yo a luz el superhombre!»
¡Haya valentía en vuestro amor! ¡Con vuestro amor debéis
lanzaros contra aquel que os infunde miedo!
¡Que vuestro honor esté en vuestro amor! Por lo demás, poco
entiende de honor la mujer. Pero sea vuestro honor amar siempre más de lo que
sois amadas y no ser nunca las segundas.
Tema el varón a la mujer cuando ésta ama: entonces realiza
ella todos los sacrificios, y todo lo demás lo considera carente de valor.
Tema el varón a la mujer cuando ésta odia: pues en el fondo
del alma el varón es tan sólo malvado, pero la mujer es allí mala.
¿A quién odia más la mujer? - Así le dijo el hierro al imán:
«A ti es a lo que más odio, porque atraes, pero no eres bastante fuerte para
retener».
La felicidad del varón se llama: yo quiero. La
felicidad de la mujer se llama: él quiere.
«¡Mira, justo ahora se ha vuelto perfecto el mundo!» - así
piensa toda mujer cuando obedece desde la plenitud del amor.
Y la mujer tiene que obedecer y tiene que encontrar una
profundidad para su superficie. Superficie es el ánimo de la mujer, una móvil
piel tempestuosa sobre aguas poco profundas.
Pero el ánimo del varón es profundo, su corriente ruge en
cavernas subterráneas: la mujer presiente su fuerza, mas no la comprende. -
Entonces me replicó la viejecilla: «Muchas gentilezas acaba
de decir Zaratustra, y sobre todo para quienes son bastante jóvenes para ellas.
¡Es extraño, Zaratustra conoce poco a las mujeres, y, sin embargo,
tiene razón sobre ellas! ¿Ocurre esto acaso porque para la mujer nada es
imposible?108
¡Y ahora toma, en agradecimiento, una pequeña verdad! ¡Yo soy
bastante vieja para ella!
Envuélvela bien y tápale la boca: de lo contrario grita a voz
en cuello esta pequeña verdad.»
«¡Dame, mujer, tu pequeña verdad!», dije yo. Y así
habló la viejecilla:
«¿Vas con mujeres? ¡No olvides el látigo!»109
–
107
Una paráfrasis y ampliación de las ideas sobre la mujer expuestas aquí
por Zaratustra pueden verse en Ecce homo.
108
Paráfrasis irónica del Evangelio de
Lucas, 1, 37: «Para Dios nada es
imposible». Son palabras del ángel Gabriel a María al anunciarle que su pariente
Isabel ha concebido un hijo en su vejez.
109
En la tercera parte, La otra
canción del baile, Zaratustra usará este látigo para hacer que la vida
-«una mujer»- baile.
De la
picadura de la víbora
Un día habíase quedado Zaratustra dormido debajo de una
higuera, pues hacía calor, y había colocado sus brazos sobre el rostro.
Entonces vino una víbora y le picó en el cuello, de modo que Zaratustra se
despertó gritando de dolor110. Al retirar el brazo del rostro vio a
la serpiente: ésta reconoció entonces los ojos de Zaratustra, dio la vuelta
torpemente y quiso marcharse. «¡No, dijo Zaratustra; todavía no has recibido mi
agradecimiento! Me has despertado a tiempo, mi camino es todavía largo.» «Tu
camino es ya corto, dijo la víbora con tristeza; mi veneno mata.» Zaratustra
sonrió. «¿En alguna ocasión ha muerto un dragón por el veneno de una serpiente?
- dijo. ¡Pero toma de nuevo tu veneno! No eres bastante rica para regalármelo.»
Entonces la víbora se lanzó otra vez alrededor de su cuello y le lamió la
herida.
En una ocasión en que Zaratustra contó esto a sus discípulos,
éstos preguntaron: «¿Y cuál es, Zaratustra, la moraleja de tu historia?»
Zaratustra respondió así:
Los buenos y justos me llaman el aniquilador de la
moral111: mi historia es inmoral.
Si vosotros tenéis un enemigo, no le devolváis bien por mal:
pues eso lo avergonzaría. Sino demostrad que os ha hecho un bien.
¡Y es preferible que os encolericéis a que avergoncéis a
otro! Y si os maldicen, no me agrada que queráis bendecir112. ¡Es
mejor que también vosotros maldigáis un poco!
¡Y si se ha cometido una gran injusticia con vosotros,
cometed vosotros enseguida cinco pequeñas! Es horrible ver a alguien a quien la
injusticia lo oprime sólo a él.
¿Sabíais ya esto? Injusticia dividida es justicia a medias.
¡Y sólo debe cargar con la injusticia aquel que sea capaz de llevarla!
Una pequeña venganza es más humana que ninguna. Y si el
castigo no es también un derecho y un honor para el prevaricador, entonces
tampoco me gusta vuestro castigo.
Es más noble quitarse a sí mismo la razón que mantenerla,
sobre todo si se la tiene. Sólo que hay que ser bastante rico para hacerlo.
No me gusta vuestra fría justicia; y desde los ojos de
vuestros jueces me miran siempre el verdugo y su fría cuchilla113.
Decidme, ¿dónde se encuentra la justicia que sea amor con ojos clarividentes?
¡Inventad, pues, el amor que soporta no sólo todos los
castigos, sino también todas las culpas!
¡Inventad, pues, la justicia que absuelve a todos,
excepto a los que juzgan!
¿Queréis oír todavía otra cosa? En quien quiere ser
radicalmente justo, en ése incluso la mentira se convierte en afabilidad con
los hombres.
¡Mas cómo voy yo a querer ser radicalmente justo! ¡Cómo puedo
dar a cada uno lo suyo! Básteme esto: yo doy a cada uno lo mío.
¡En fin, hermanos, cuidad de no ser injustos con ningún
eremita! ¡Cómo podría olvidar un eremita! ¡Cómo podría él resarcirse!
Cual un pozo profundo es un eremita. Es fácil arrojar dentro
una piedra; mas una vez que ha llegado al fondo, decidme, ¿quién quiere sacarla
de nuevo?
¡Guardaos de ofender al eremita! Pero si lo habéis
hecho, ¡entonces matadlo además!
110 Posible reminiscencia de Hamlet,
I, 5. La Sombra (el alma del padre de
Hamlet) le cuenta a éste: «Ha corrido la voz de que, estando yo dormido en mi
jardín, me picó una serpiente...» 111 Véase la nota 28.
112 Antítesis de lo que dice el Evangelio de Mateo, 5, 44: «Bendecid a quienes os maldicen.» 113 Véase antes, Del pálido delincuente.
Del
hijo y del matrimonio
Tengo una pregunta para ti solo, hermano mío: como una sonda
lanzo esta pregunta a tu alma, para saber lo profunda que es.
Tú eres joven y deseas para ti hijos y matrimonio. Pero yo te
pregunto: ¿eres un hombre al que le sea lícito desear para sí un hijo?
¿Eres tú el victorioso, el domeñador de ti mismo, el soberano
de los sentidos, el señor de tus virtudes? Así te pregunto. ¿O hablan en tu
deseo el animal y la necesidad? ¿O la soledad? ¿O la insatisfacción contigo
mismo?
Yo quiero que tu victoria y tu libertad anhelen un hijo.
Monumentos vivientes debes erigir a tu victoria y a tu liberación Por encima de
ti debes construir. Pero antes tienes que estar construido tú mismo, cuadrado114
de cuerpo y de alma.
¡No debes propagarte sólo al mismo nivel, sino hacia arriba!
¡Ayúdete para ello el jardín del matrimonio!115
Un cuerpo más elevado debes crear, un primer movimiento, una
rueda que gire por sí misma, - un creador debes tú crear.
Matrimonio: así llamo yo la voluntad de dos de crear uno que sea más que quienes lo crearon.
Respeto recíproco llamo yo al matrimonio, entre quienes desean eso.
Sea ése el sentido y la verdad de tu matrimonio. Pero lo que
llaman matrimonio los de-[5][6]masiados,
esos superfluos, - ay, ¿cómo lo llamo yo?
¡Ay, esa pobreza de alma entre dos! ¡Ay, esa suciedad de alma
entre dos! ¡Ay, ese lamentable bienestar entre dos![7]
Matrimonio llaman ellos a todo eso; y dicen que sus
matrimonios han sido contraídos en el cielo.
¡No, a mí no me gusta ese cielo de los superfluos! ¡No, a mí
no me gustan esos animales trabados en la red celestial!
¡Permanezca lejos de mí también el dios que se acerca
cojeando a bendecir lo que él no ha unido![8]
¡No me os riáis de tales matrimonios! ¿Qué hijo no tendría
motivo para llorar sobre sus padres?
Digno me parecía a mí ese varón, y maduro para el sentido de
la tierra: mas cuando vi a su mujer, la tierra me pareció una casa de
insensatos.
Sí, yo quisiera que la tierra temblase en convulsiones cuando
un santo y una gansa se aparean.
Éste marchó como un héroe a buscar verdades, y acabó trayendo
como botín una pequeña mentira engalanada[9]. Su
matrimonio lo llama.
Aquél era esquivo en sus relaciones con otros, y seleccionaba
al elegir. Pero de una sola vez se
estropeó su compañía para siempre: su matrimonio lo llama.
Aquél otro buscaba una criada que tuviese las virtudes de un
ángel. Pero de una sola vez se
convirtió él en criada de una mujer, y ahora sería necesario que, además, se
transformase en ángel119.
He encontrado que ahora todos los compradores andan con
cuidado y que todos tienen ojos astutos. Pero incluso el más astuto se compra
su mujer a ciegas.
Muchas breves tonterías - eso se llama entre vosotros amor. Y
vuestro matrimonio pone fin a muchas breves tonterías en la forma de una sola y prolongada estupidez.
Vuestro amor a la mujer, y el amor de la mujer al varón: ¡ay,
ojalá fuera compasión por dioses sufrientes y encubiertos! Pero casi siempre dos
animales se adivinan recíprocamente.
E incluso vuestro mejor amor no es más que un símbolo
extático y un dolorido ardor. Es una antorcha que debe iluminaros hacia caminos
más elevados.
¡Por encima de vosotros mismos debéis amar alguna vez! ¡Por
ello, aprended primero a amar! Y para
ello tenéis que beber el amargo cáliz de vuestro amor120.
Amargura hay en el cáliz incluso del mejor amor: ¡por eso
produce anhelo del superhombre, por eso te da sed a ti, creador!
Sed para el creador, flecha y anhelo hacia el superhombre:
di, hermano mío, ¿es ésta tu voluntad de matrimonio? Santos son entonces para
mí tal voluntad y tal matrimonio. –
119 Algunos comentaristas han querido ver en estas cuatro
sarcásticas viñetas otras tantas alusiones a cuatro matrimonios amigos de
Nietzsche. La identificación es peligrosa e insegura. Es posible que las
«vivencias» de Nietzsche al contemplar ciertos matrimonios se expresasen en
esos mismos enunciados. Mas, como ocurre en toda esta obra, Nietzsche transpone
sus vivencias a un plano general. 120 «Beber el cáliz» es expresión bíblica.
Véase el Evangelio de Mateo, 26,27-29.
De la
muerte libre
Muchos mueren demasiado tarde, y algunos mueren demasiado
pronto. Todavía suena extraña esta doctrina: «¡Muere a tiempo!»
Morir a tiempo: eso es lo que Zaratustra enseña.
En verdad, quien no vive nunca a tiempo, ¿cómo va a morir a tiempo?
¡Ojalá no hubiera nacido jamás! - Esto es lo que aconsejo a los superfluos.
Pero también los superfluos se dan importancia con su muerte,
y también la nuez más vacía de todas quiere ser cascada.
Todos dan importancia al morir: pero la muerte no es todavía
una fiesta. Los hombres no han aprendido aún cómo se celebran las fiestas más
bellas.
Yo os muestro la muerte consumadora, que es para los vivos un
aguijón121 y una promesa.
El consumador muere su muerte victoriosamente, rodeado de
personas que esperan y prometen.
Así se debería aprender a morir; ¡y no debería haber fiesta
alguna en que uno de esos moribundos no santificase los juramentos de los
vivos!
Morir así es lo mejor; pero lo segundo es: morir en la
lucha y prodigar un alma grande.
Tanto al combatiente como al victorioso les resulta odiosa
esa vuestra gesticuladora muerte que se acerca furtiva como un ladrón - y que,
sin embargo, viene como señor122.
Yo os elogio mi muerte, la muerte libre, que viene a
mí porque yo quiero.
¿Y cuándo querré? - Quien tiene una meta y un heredero quiere
la muerte en el momento justo para la meta y para el heredero.
Y por respeto a la meta y al heredero ya no colgará coronas
marchitas en el santuario de la vida.
En verdad, yo no quiero parecerme a los cordeleros: estiran
sus cuerdas y, al hacerlo, van siempre hacia atrás.
Más de uno se vuelve demasiado viejo incluso para sus
verdades y sus victorias; una boca desdentada no tiene ya derecho a todas las
verdades.
Y todo el que quiera tener fama tiene que despedirse a tiempo
del honor y ejercer el difícil arte de - irse a tiempo.
Hay que poner fin al dejarse comer en el momento en que mejor
sabemos: esto lo conocen quienes desean ser amados durante mucho tiempo.
Hay, ciertamente, manzanas agrias, cuyo destino quiere
aguardar hasta el último día del otoño: a un mismo tiempo se ponen maduras,
amarillas y arrugadas.
En unos envejece primero el corazón, y en otros, el espíritu.
Y algunos son ancianos en su juventud: pero una juventud tardía mantiene joven
durante mucho tiempo.
A algunos el vivir se les malogra: un gusano venenoso les roe
el corazón. Por ello, cuiden tanto más de que no se les malogre el morir.
Algunos no llegan nunca a estar dulces, se pudren ya en el
verano. La cobardía es lo que los retiene en su rama.
Demasiados son los que viven, y durante demasiado tiempo
penden de sus ramas. ¡Ojalá viniera una tempestad que hiciese caer del árbol a
todos esos podridos y comidos de gusanos!
¡Ojalá viniesen predicadores de la muerte rápida! ¡Éstos serían para mí las
oportunas tempestades que sacudirían los árboles de la vida! Pero yo oigo
predicar tan sólo la muerte lenta y paciencia con todo lo «terreno».
Ay, ¿vosotros predicáis paciencia con las cosas terrenas?
¡Esas cosas terrenas son las que tienen demasiada paciencia con vosotros,
hocicos blasfemos!
En verdad, demasiado pronto murió aquel hebreo a quien honran
los predicadores de la muerte lenta: y para muchos se ha vuelto desde entonces
una fatalidad el que él muriese demasiado pronto.
No conocía aún más que lágrimas y la melancolía propia del
hebreo, junto con el odio de los buenos y justos, - el hebreo Jesús123:
y entonces lo acometió el anhelo de la muerte.
¡Ojalá hubiera permanecido en el desierto, y lejos de los
buenos y justos! ¡Tal vez habría aprendido a vivir y a amar la tierra - y,
además, a reír!124
¡Creedme, hermanos míos! Murió demasiado pronto; ¡él mismo se
habría retractado de su doctrina si hubiera alcanzado mi edad! ¡Era bastante
noble para retractarse!
Pero todavía estaba inmaduro. De manera inmadura ama el
joven, y de manera inmadura odia también al hombre y a la tierra. Tiene aún
atados y torpes el ánimo y las alas del espíritu.
Pero en el adulto hay más niño que en el joven, y menos
melancolía: entiende mejor de muerte y de vida.
Libre para la muerte y libre en la muerte, un santo que dice
no cuando ya no es tiempo de decir sí: así es como él entiende de vida y de
muerte.
Que vuestro morir no sea una blasfemia contra el hombre y
contra la tierra, amigos míos: esto es lo que yo le pido a la miel de vuestra
alma.
En vuestro morir deben seguir brillando vuestro espíritu y
vuestra virtud, cual luz vespertina en torno a la tierra: de lo contrario, se
os habrá malogrado el morir.
Así quiero morir yo también, para que vosotros, amigos, améis
más la tierra, por amor a mí; y quiero volver a ser tierra, para reposar en
aquella que me dio a luz.
En verdad, una meta tenía Zaratustra, lanzó su pelota: ahora,
amigos, sois vosotros herederos de mi meta, a vosotros os lanzo la pelota de
oro125.
¡Más que nada prefiero, amigos míos, veros lanzar la pelota
de oro! Y por ello me demoro aún un poco en la tierra: ¡perdonádmelo!
121
«El aguijón de la muerte» es expresión bíblica. Véase 1 Corintios, 15, 55: «Muerte, ¿dónde está tu aguijón?» Por contraposición a él,
Zaratustra hablará en la tercera parte del «aguijón de la libertad»; véase De tablas viejas, y nuevas.
122
Véase la nota 11.
123
La alusión a «el hebreo Jesús» como un personaje ya fallecido y, por lo
tanto, anterior a Zaratustra, es un anacronismo voluntario. No es el único en
esta obra.
124
Alusión a lo que se dice en el Evangelio
de Lucas, 6, 25: «¡Ay de los que ahora reís, porque vais a lamentaron y
llorar». En la cuarta parte, Del hombre
superior, 16, vuelve Zaratustra a
tratar este tema.
125
La «pelota de oro» es aquí símbolo de la doctrina de Zaratustra.
Zaratustra la lanza a sus discípulos para que éstos la recojan y continúen.
De la
virtud que hace regalos
Cuando Zaratustra se hubo despedido de la ciudad que su
corazón amaba y cuyo nombre es: «La Vaca Multicolor» - le siguieron muchos que
se llamaban sus discípulos y le hacían compañía126. Llegaron así a
una encrucijada: allí Zaratustra les dijo que desde aquel momento quería
marchar solo, pues era amigo de caminar en soledad. Y sus discípulos le
entregaron como despedida un bastón en cuyo puño de oro se enroscaba en torno
al sol una serpiente127. Zaratustra se alegró del bastón y se apoyó
en él; luego habló así a sus discípulos.
Decidme: ¿cómo llegó el oro a ser el valor supremo? Porque es
raro, e inútil, y resplandeciente, y suave en su brillo; siempre hace don de sí
mismo.
Sólo en cuanto efigie de la virtud más alta llegó el oro a
ser el valor supremo. Semejante al oro resplandece la mirada del que hace
regalos. Brillo de oro sella paz entre luna y sol.
Rara es la virtud más alta, e inútil, y resplandeciente, y
suave en su brillo: una virtud que hace regalos es la virtud más alta.
En verdad, yo os adivino, discípulos míos: vosotros aspiráis,
como yo, a la virtud que hace regalos. ¿Qué tendríais vosotros en común con
gatos y lobos?
Ésta es vuestra sed, el llegar vosotros mismos a ser ofrendas
y regalos: y por ello tenéis sed de acumular todas las riquezas en vuestra
alma.
Insaciable anhela vuestra alma tesoros y joyas, porque
vuestra virtud es insaciable en su voluntad de hacer regalos. Forzáis a todas
las cosas a acudir a vosotros y a entrar en vosotros, para que vuelvan a fluir
de vuestro manantial como los dones de vuestro amor.
En verdad, semejante amor que hace regalos tiene que
convertirse en ladrón de todos los valores; pero yo llamo sano y sagrado a ese
egoísmo128.
Existe otro egoísmo, demasiado pobre, un egoísmo hambriento
que siempre quiere hurtar, el egoísmo de los enfermos, el egoísmo enfermo.
Con ojos de ladrón mira ése egoísmo todo lo que brilla; con
la avidez del hambre mira hacia quien tiene de comer en abundancia; y siempre
se desliza a hurtadillas en torno a la mesa de quienes hacen regalos.
Enfermedad habla en tal codicia, y degeneración invisible;
desde el cuerpo enfermo habla la ladrona codicia de ese egoísmo. Decidme,
hermanos míos: ¿qué es para nosotros lo malo y lo peor? ¿No es la degeneración? - Y siempre adivinamos degeneración allí donde falta el alma que hace
regalos.
Hacia arriba va nuestro camino, desde la especie asciende a
la super-especie. Pero un horror es para nosotros el sentido degenerante que
dice: «Todo para mí».
Hacia arriba vuela nuestro sentido: de este modo es un
símbolo de nuestro cuerpo, símbolo de una elevación. Símbolos de tales
elevaciones son los nombres de las virtudes.
Así atraviesa el cuerpo la historia, como algo que deviene y
lucha. Y el espíritu - ¿qué es el espíritu para el cuerpo? Heraldo de sus
luchas y victorias, compañero y eco.
Símbolos son todos los nombres del bien y del mal: no
declaran, sólo hacen señas. ¡Tonto es quien de ellos quiere sacar saber!
Prestad atención, hermanos míos, a todas las horas en que vuestro
espíritu quiere hablar por símbolos: allí está el origen de vuestra virtud.
Elevado está entonces vuestro cuerpo, y resucitado; con sus
delicias cautiva al espíritu, para que éste se convierta en creador y en
apreciador y en amante y en benefactor de todas las cosas.
Cuando vuestro corazón hierve, ancho y lleno, igual que el
río, siendo una bendición y un peligro para quienes habitan a su orilla: allí
está el origen de vuestra virtud.
Cuando estáis por encima de la alabanza y de la censura, y
vuestra voluntad quiere dar órdenes a todas las cosas, como voluntad que es de
un amante: allí está el origen de vuestra virtud.
Cuando despreciáis lo agradable y la cama blanda, y no podéis
acostaros a suficiente distancia de los comodones: allí está el origen de
vuestra virtud.
Cuando no tenéis más que una
sola voluntad, y ese viraje de toda necesidad se llama para vosotros
necesidad129: allí está el origen de vuestra virtud.
¡En verdad, ella es un nuevo bien y un nuevo mal! ¡En verdad,
es un nuevo y profundo murmullo, y la voz de un nuevo manantial!
Poder es ésa nueva virtud; un pensamiento dominante es, y, en
torno a él, un alma inteligente: un sol de oro y, en torno a él, la serpiente
del conocimiento.
2
Aquí Zaratustra calló un rato y contempló con amor a sus
discípulos. Después continuó hablando así: - y su voz se había cambiado.
¡Permanecedme fieles a la tierra, hermanos míos, con el poder
de vuestra virtud! ¡Vuestro amor que hace regalos y vuestro conocimiento sirvan
al sentido de la tierra! Esto os ruego y a ello os conjuro.
¡No dejéis que vuestra virtud huya de las cosas terrenas y
bata las alas hacia paredes eternas! ¡Ay, ha habido siempre tanta virtud que se
ha perdido volando!
Conducid de nuevo a la tierra, como hago yo, a la virtud que
se ha perdido volando - sí, conducidla de nuevo al cuerpo y a la vida: ¡para
que dé a la tierra su sentido, un sentido humano!
De cien maneras se han perdido volando y se han extraviado
hasta ahora tanto el espíritu como la virtud. Ay, en nuestro cuerpo habita
ahora todo ese delirio y error: en cuerpo y voluntad se han convertido.
De cien maneras han hecho ensayos y se han extraviado hasta
ahora tanto el espíritu como la virtud. Sí, un ensayo ha sido el hombre. ¡Ay,
mucha ignorancia y mucho error se han vuelto cuerpo en nosotros!
No sólo la razón de milenios - también su demencia hace
erupción en nosotros. Peligroso es ser heredero.
Todavía combatimos paso a paso con el gigante Azar, y sobre
la humanidad entera ha dominado hasta ahora el absurdo, el sinsentido.
Vuestro espíritu y vuestra virtud sirvan al sentido de la
tierra, hermanos míos: ¡y el valor de todas las cosas sea establecido de nuevo por vosotros! ¡Por eso debéis ser luchadores!
¡Por eso debéis ser creadores!
Por el saber se purifica el cuerpo; haciendo ensayos con el
saber se eleva; al hombre del conocimiento todos los instintos se le
santifican; al hombre elevado su alma se le vuelve alegre.
Médico, ayúdate a ti mismo130: así ayudas también
a tu enfermo. Sea tu mejor ayuda que él vea con sus ojos a quien se sana a sí
mismo.
Mil senderos existen que aún no han sido nunca recorridos;
mil formas de salud y mil ocultas islas de la vida. Inagotados y no
descubiertos continúan siendo siempre para mí el hombre y la tierra del hombre.
¡Vigilad y escuchad, solitarios! Del futuro llegan vientos
con secretos aleteos; y a oídos delicados se dirige la buena nueva.
Vosotros los solitarios de hoy, vosotros los apartados, un
día debéis ser un pueblo: de vosotros, que os habéis elegido a vosotros mismos,
debe surgir un día un pueblo elegido131: - y de él, el superhombre.
¡En verdad, en un lugar de curación debe transformarse
todavía la tierra! ¡Y ya la envuelve un nuevo aroma, que trae salud, - y una
nueva esperanza!
3
Cuando Zaratustra hubo dicho estas palabras calló como quien
no ha dicho aún su última palabra; largo tiempo sopesó, dudando, el bastón en
su mano. Por fin habló así: - y su voz se había cambiado.
¡Ahora yo me voy solo, discípulos míos! ¡También vosotros os
vais ahora solos! Así lo quiero yo.
En verdad, éste es mi consejo: ¡Alejaos de mí y
guardaos de Zaratustra! Y aun mejor:
¡avergonzaos de él! Tal vez os ha
engañado.
El hombre del conocimiento no sólo tiene que poder amar a sus
enemigos, tiene también que poder odiar a sus amigos132.
Se recompensa mal a un maestro si se permanece siempre
discípulo. ¿Y por qué no vais a deshojar vosotros mi corona?
Vosotros me veneráis: pero ¿qué ocurrirá si un día
vuestra veneración se derrumba?
¡Cuidad de que no os aplaste una
estatua!133
¿Decís que creéis en Zaratustra? ¡Mas qué importa Zaratustra!
Vosotros sois mis creyentes, ¡mas qué importan todos los creyentes!
No os habíais buscado aún a vosotros: entonces me
encontrasteis. Así hacen todos los creyentes: por eso vale tan poco toda fe.
Ahora os ordeno que me perdáis a mí y que os encontréis a
vosotros; y sólo cuando todos hayáis renegado de mí134 volveré entre
vosotros135.
En verdad, con otros ojos, hermanos míos, buscaré yo entonces
a mis perdidos; con un amor distinto os amaré entonces 136.
Y todavía una vez debéis llegar a ser para mí amigos e hijos
de una sola esperanza: entonces
quiero estar con vosotros por tercera vez, para celebrar con vosotros el gran
mediodía137.
Y el gran mediodía es la hora en que
el hombre se encuentra a mitad de su camino entre el animal y el superhombre y
celebra su camino hacia el atardecer como su más alta esperanza: pues es el
camino hacia una nueva mañana.
Entonces el que se hunde en su ocaso se bendecirá a sí mismo
por ser uno que pasa al otro lado; y el sol de su conocimiento estará para él
en el mediodía.
«Muertos están todos los dioses:
ahora queremos que viva el superhombre.»138 - ¡sea ésta alguna vez, en el gran mediodía,
nuestra última voluntad! -
126
Nietzsche presenta aquí a Zaratustra seguido por sus discípulos en una
situación parecida a la que los Evangelios narran de Jesús. Véase, por ejemplo,
el Evangelio de Lucas, 8, 1: «Jesús iba recorriendo una tras otra
las ciudades y aldeas, predicando y anunciando la buena nueva del reino de
Dios; y con él iban los Doce y algunas mujeres que habían sido curadas de
espíritus malos y enfermedades».
127
Este bastón, con su simbolismo de la serpiente, alude al cetro de
Esculapio, dios de la medicina en la Antigüedad griega. Zaratustra es el médico
de las enfermedades de este mundo. Todo este, 1 es un comentario del símbolo
del bastón, como puede verse en el párrafo final: «Poder es esa nueva virtud;
un pensamiento dominante es, y, en torno a él, un alma inteligente: un sol de
oro y, en torno a él, la serpiente del conocimiento». La «serpiente del
conocimiento» es concepto que deriva de la Biblia. Véase Génesis, 3, 5.
128
En la tercera parte, De los tres
males, 2 se alude directamente a esta enseñanza.
129
La palabra alemana Notwendigkeit (necesidad)
está compuesta de Not (necesidad, en
el sentido de menesterosidad, «necesidades») y Wende (viraje). Nietzsche separa estos dos componentes y reali za
un juego de palabras muy difícil de verter al castellano. Se trata, sin
embargo, de un concepto central de Nietzsche. El texto alemán
dice así: Wenn Ihr Eines Willens Wollende
seid, und diese Wende aller Not euch Notwendigkeit heisst. Como acaba de decirse, la palabra Not significa: necesidad,
menesterosidad; y Wende, viraje, en
el sentido de dar la vuelta, volver una cosa hacia atrás, rechazarla y
apartarla haciéndola girar. De aquí que a aquello que (ab)wendet (aparta) una Not (necesidad)
se lo empezase a llamar en alemán, en el siglo XVI, notwendig (necesario). Se da, pues, la paradoja de que se llama
necesario (notwendig) a lo que aleja
de nosotros (wenden) la necesidad (Not). Seguramente ahora podrá
comprenderse mejor la frase de Nietzsche. Zaratustra dice: vuestra «necesidad» (Notwendigkeit) debe consistir en que
vuestra voluntad (Wille), siendo una sola voluntad, constituya el viraje (Wende) de la necesidad, de la
menesterosidad (Not). Lo que el
hombre necesita es rechazar la necesidad,
lo cual se realiza teniendo una sola voluntad.
Lutero no conoce aún la palabra Notwendigkeit,
cuya historia en el idioma alemán es bastante complicada.
130
Cita del Evangelio de Lucas, 4,
23: «Seguro que me diréis este proverbio: Médico, cúrate a ti mismo» (palabras
de Jesús a sus interlocutores en la sinagoga de Cafarnaum).
131
«Pueblo elegido»: concepto bíblico para designar a Israel. Véase el Salmo 105, 43. Zaratustra establece aquí
una antítesis entre «los que se han elegido a sí mismos» y «los elegidos por
Dios».
132
Paráfrasis, invirtiendo el sentido, del Evangelio de Mateo, 5, 43-44. «Habéis oído que fue dicho:
Amarás a tu prójimo y odiarás a tu
enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos.»
133
Alusión a la fábula narrada por Aristóteles en su Poética (1452 s 7-10): «También lo fortuito nos maravilla más
cuando parece hecho de intento, por ejemplo cuando la estatua de Mitis, en
Argos, mató al culpable de la muerte de Mitis, cayendo sobre él mientras
asistía a un espectáculo».
134
Paráfrasis, invirtiendo el sentido, del Evangelio de Mateo, 10, 33: «A todo el que me negase delante de los
hombres yo le negaré también delante de mi Padre.»
135
En Ecce homo, cita Nietzsche el
pasaje que va desde «Ahora yo me voy solo...» hasta aquí para indicar que
Zaratustra no es un «sabio», ni un «santo», ni un «redentor del mundo» a la
manera usual.
136
Estos dos últimos párrafos, desde «y solo...» hasta aquí, fueron
colocados por Nietzsche como motto al
frente de la segunda parte de esta obra.
137
«El gran mediodía»: primera aparición de este importante concepto en esta
obra. Zaratustra lo descri-be a grandes rasgos en el párrafo siguiente. Véase
también, en la tercera parte, De la
virtud empequeñecedora, 3, Del pasar
de largo, De los tres males,
2, De
tablas viejas y nuevas, 3, y 30; y en la cuarta parte, Del hombre superior, 2, y El signo.
138
En la cuarta parte, Del hombre
superior, 2, se repite esta frase.
Segunda parte de Así habló Zaratustra
- y sólo cuando todos hayáis renegado de mí volveré
entre vosotros.
En verdad, con otros ojos, hermanos
míos, buscaré yo entonces a mis
perdidos; con un amor distinto os amaré entonces.
Zaratustra, De
la virtud que hace regalos
El
niño del espejo139
Zaratustra volvió a continuación a las montañas y a la
soledad de su caverna y se apartó de los hombres: aguardando como un sembrador
que ha lanzado su semilla140. Mas su alma se llenó de impaciencia y
de deseos de aquellos a quienes amaba: pues aún tenía muchas cosas que darles.
Esto es, en efecto, lo más difícil, el cerrar por amor la mano abierta y el
conservar el pudor al hacer regalos141.
Así transcurrieron para el solitario meses y años; más su
sabiduría crecía y le causaba dolores por su abundancia.
Una mañana se despertó antes de la aurora, estuvo meditando
largo tiempo en su lecho y dijo por fin a su corazón:
«¿De qué me he asustado tanto en mis sueños, que me he
despertado? ¿No se acercó a mí un niño que llevaba un espejo?
“Oh Zaratustra - me dijo el niño -, ¡mírate en el
espejo!”
Y al mirar yo al espejo lancé un grito, y mi corazón quedó
aterrado: pues no era a mí a quien veía en él, sino la mueca y la risa burlona
de un demonio.
En verdad, demasiado bien comprendo el signo y la advertencia
del sueño: ¡mi doctrina está en
peligro, la cizaña quiere llamarse trigo!142
Mis enemigos se han vuelto poderosos y han deformado la
imagen de mi doctrina, de modo que los más queridos por mí tuvieron que
avergonzarse de los dones que yo les había entregado.
¡He perdido a mis amigos; me ha llegado la hora de
buscar a los que he perdido! »143 -
Al decir estas palabras Zaratustra se levantó de un salto,
pero no como un angustiado que busca aire, sino más bien como un vidente y
cantor de quien se apodera el espíritu. Extrañados miraron hacia él su águila y
su serpiente: pues, semejante a la aurora, sobre su rostro yacía una felicidad
cercana.
¿Qué me ha sucedido, pues, animales míos? - dijo
Zaratustra. ¿No estoy transformado?
¿No vino a mí la bienaventuranza como
un viento tempestuoso?
Loca es mi felicidad, y cosas locas dirá: es demasiado joven
todavía - ¡tened, pues, paciencia con ella!
Herido estoy por mi felicidad144: ¡todos
los que sufren deben ser médicos para mí!
¡De nuevo me es lícito bajar a mis amigos y también a mis
enemigos! ¡De nuevo le es lícito a Zaratustra hablar y hacer regalos y dar lo
mejor a los amados!
Mi impaciente amor se desborda en ríos que bajan hacia
levante y hacia poniente145. ¡Desde silenciosas montañas y
tempestades de dolor desciende mi alma con estruendo a los valles!
Demasiado tiempo he estado anhelando y mirando a lo lejos.
Demasiado tiempo he pertenecido a la soledad: así he olvidado el callar.
Me he convertido todo yo en una boca, y en estruendo de
arroyo que cae de elevados peñascos: quiero despeñar mis palabras a los valles.
¡Y lo haré aunque el río de mi amor se precipite en lo
infranqueable! ¡Cómo no va a acabar encontrando tal río el camino hacia el mar!
Sin duda hay en mí un lago, un lago eremítico, que se basta a
sí mismo; mas el río de mi amor lo arrastra hacia abajo consigo - ¡al mar!
Nuevos caminos recorro, un nuevo modo de hablar llega a mí;
me he cansado, como todos los creadores, de las viejas lenguas. Mi espíritu no
quiere ya caminar sobre sandalias usadas.
Con demasiada lentitud corre para mí todo hablar: - ¡a tu
carro salto, tempestad! ¡E incluso a ti quiero arrearte con el látigo de mi
maldad!
Como un grito y una exclamación jubilosa quiero correr sobre
anchos mares, hasta encontrar las islas afortunadas146 donde moran
mis amigos: -
¡Y mis enemigos entre ellos! ¡Cómo amo ahora a todo aquel a
quien me sea lícito hablarle! También mis enemigos forman parte de mi
bienaventuranza.
Y si quiero montar en mi caballo salvaje, lo que mejor me
ayuda siempre a subir es mi lanza: ella es el servidor constantemente dispuesto
de mi pie: -
¡La lanza que arrojo contra mis enemigos! ¡Cómo les agradezco
a mis enemigos el que por fin se me permita arrojarla!
Demasiado grande era la tensión de mi nube: entre carcajadas
de rayos quiero lanzar granizadas a la profundidad.
Poderoso se hinchará entonces mi pecho, poderoso exhalará su
tempestad por encima de los montes: así quedará aliviado.
¡En verdad, semejantes a una tempestad llegan mi felicidad y
mi libertad! Pero mis enemigos deben creer que es el Maligno147 el que se enfurece sobre sus cabezas.
Sí, también os asustaréis vosotros, amigos míos, a causa de
mi sabiduría salvaje148; y tal vez huyáis de ella juntamente con mis
enemigos.
¡Ay, si yo supiese atraeros con flautas pastoriles a volver
atrás! ¡Ay, si mi leona Sabiduría aprendiese a rugir con dulzura! ¡Y muchas
cosas hemos ya aprendido juntos!
Mi sabiduría salvaje quedó preñada en montañas solitarias;
sobre ásperos peñascos parió su nueva, última cría. Ahora corre enloquecida por
el duro desierto y busca y busca blando césped - ¡mi vieja sabiduría salvaje!
¡Sobre el blando césped de vuestros corazones, amigos míos! -
¡sobre vuestro amor le gustaría acostar lo más querido para ella!
139 En los borradores Nietzsche había
previsto para este capítulo el título de La
segunda aurora.
140 «El sembrador» es imagen evangélica.
Véase Evangelio de Mateo, 13, 3 ss.
141 Nietzsche desarrolla con detalle esta
idea en esta misma segunda parte, La
canción de la noche.
142 Sobre la cizaña y el trigo véase el Evangelio de mateo, 13, 24 y ss.
(parábola de la cizaña). También aquí son los «enemigos» del sembrador los que
plantan cizaña entre el trigo.
143 La imagen de «salir en busca de los
perdidos» es asimismo reminiscencia evangélica. Véase Evangelio de Lucas, 15,4 y ss. (parábola de la oveja perdida).
144 Esta frase es, incluso por su
estructura verbal (verwundet bin ich von
meinem Glücke), reminiscencia de las muy conocidas, entre wagnerianos,
palabras de Brunilda en el tercer acto del Sigfrido:
«Herido me ha quien me despertó» (verwundet hat mich der mich erweckt). Nietzsche cuenta que, cuando
fue a visitar por vez primera a Wagner en Tribschen, estuvo «largo tiempo en
silencio ante la casa y escuchaba un acorde doloroso, continuamente repetido».
Ese acorde correspondía al tema del «despertar de Brunilda».
145 Expresión bíblica. Véase el Salmo 50, 1: «Desde el poniente hasta el
levante...» 146 Anticipación del título del apartado siguiente.
Véase la nota 149.
147
Expresión bíblica para designar al demonio.
148
El tema de la «sabiduría salvaje» tiene gran importancia como
caracterización del saber propio de Za-ratustra. Véase, en el párrafo
siguiente, «leona Sabiduría». Véase también, en esta misma se gunda parte, De los sabios famosos, donde Zaratustra
contrapone esta sabiduría suya al saber de los «sabios famosos» que aparecen
como «animales de carga». Véase asimismo, en la tercer parte, De tablas viejas y nuevas, 2.
En las
islas afortunadas149
Los higos caen de los árboles, son buenos y dulces; y,
conforme caen, su roja piel se abre. Un viento del norte soy yo para higos
maduros.
Así, cual higos, caen estas enseñanzas hasta vosotros, amigos
míos: ¡bebed su jugo y su dulce carne! Nos rodea el otoño, y el cielo puro, y
la tarde150.
¡Ved qué plenitud hay en torno a nosotros! Y es bello mirar,
desde la sobreabundancia, hacia mares lejanos.
En otro tiempo decíase Dios cuando se miraba hacia mares
lejanos; pero ahora yo os he enseñado a decir: superhombre.
Dios es una suposición; pero yo quiero que vuestro suponer no
vaya más lejos que vuestra voluntad creadora.
¿Podríais vosotros crear
un Dios? - ¡Pues entonces no me habléis de dioses! Mas el superhombre sí
podríais crearlo. ¡Acaso no vosotros mismos, hermanos míos! Pero podríais
transformaros en padres y antepasados del superhombre: ¡y sea éste vuestro
mejor crear!-
Dios es una suposición: más yo quiero que vuestro suponer se
mantenga dentro de los límites de lo pensable.
¿Podríais vosotros pensar
un Dios? - Mas la voluntad de verdad signifique para vosotros esto, ¡que
todo sea transformado en algo pensable para el hombre, visible para el hombre,
sensible para el hombre! ¡Vuestros propios sentidos debéis pensarlos hasta el
final!
Y eso a lo que habéis dado el nombre de mundo, eso debe ser
creado primero por vosotros: ¡vuestra razón, vuestra imagen, vuestra voluntad,
vuestro amor deben devenir ese mundo! ¡Y, en verdad, para vuestra
bienaventuranza, hombres del conocimiento!
¿Y cómo ibais a soportar la vida sin esta esperanza, vosotros
los que conocéis? No os ha sido lícito estableceros por nacimiento en lo
incomprensible, ni tampoco en lo irracional.
Mas para revelaros totalmente mi corazón a vosotros, amigos:
si hubiera dioses, ¡cómo soportaría yo el no ser Dios! Por lo tanto, no hay dioses.
Es cierto que yo he sacado esa conclusión; pero ahora
ella me saca a mí151. -
Dios es una suposición: mas ¿quién bebería todo el tormento
de esa suposición sin morir? ¿Su fe le debe ser quitada al creador, y al águila
su cernerse en lejanías aquilinas?
Dios es un pensamiento que vuelve torcido todo lo derecho y
que hace voltearse a todo lo que está de pie. ¿Cómo? ¿Estaría abolido el
tiempo, y todo lo perecedero sería únicamente mentira?
Pensar esto es remolino y vértigo para osamentas humanas, y
hasta un vómito para el estómago: en verdad, la enfermedad mareante llamo yo a
suponer tal cosa.
¡Malvadas llamo, y enemigas del hombre, a todas esas
doctrinas de lo Uno y lo Lleno y lo Inmóvil y lo Saciado y lo Imperecedero!
¡Todo lo imperecedero - no es más que un símbolo!152
Y los poetas mienten demasiado153. -
De tiempo y de devenir es de lo que deben hablar los mejores
símbolos; ¡una alabanza deben ser y una justificación de todo lo perecedero!
Crear - ésa es la gran redención del sufrimiento, así es como
se vuelve ligera la vida. Mas para que el creador exista son necesarios
sufrimiento y muchas transformaciones.
¡Sí, muchos amargos morires tiene que haber en nuestra vida,
creadores! De ese modo sois defensores y justificadores de todo lo perecedero.
Para ser el hijo que vuelve a nacer, para ser eso el creador
mismo tiene que querer ser también la parturienta y los dolores de la
parturienta.
En verdad, a través de cien almas he recorrido mi camino, y a
través de cien cunas y dolores de parto. Muchas son las veces que me he
despedido, conozco las horas finales que desgarran el corazón.
Pero así lo quiere mi voluntad creadora, mi destino. O, para
decíroslo con mayor honestidad: justo tal destino - es el que mi voluntad
quiere.
Todo lo sensible en mí sufre y se encuentra en prisiones:
pero mi querer viene siempre a mí como mi liberador y portador de alegría.
El querer hace libres154: ésta es la verdadera
doctrina acerca de la voluntad y la libertad - así os lo enseña
Zaratustra.
¡No-querer-ya y no-estimar-ya y no-crear-ya! ¡Ay, que ese
gran cansancio permanezca siempre alejado de mí!
También en el conocer yo siento únicamente el placer de mi
voluntad de engendrar y devenir; y si hay inocencia en mi conocimiento, esto
ocurre porque en él hay voluntad de engendrar.
Lejos de Dios y de los dioses me ha atraído esa voluntad;
¡qué habría que crear si los dioses - existiesen!
Pero hacia el hombre vuelve siempre a empujarme mi ardiente
voluntad de crear; así se siente impulsado el martillo hacia la piedra.
¡Ay, hombres, en la piedra dormita para mí una imagen,
la imagen de mis imágenes!
¡Ay, que ella tenga que dormir en la
piedra más dura, más fea!
Ahora mi martillo se enfurece cruelmente contra su prisión.
De la piedra saltan pedazos: ¿qué me importa?
Quiero acabarlo: pues una sombra155 ha llegado
hasta mí -¡la más silenciosa y más ligera de todas las cosas vino una vez a mí!
La belleza del superhombre llegó hasta mí como una
sombra. ¡Ay, hermanos míos!
¡Qué me importan ya - los dioses!
–
149
En los borradores Nietzsche había previsto para este capítulo el título De los dioses. A pesar de la designación
de «afortunadas», Nietzsche no se refiere ciertamente a las islas Canarias ni a
unas «islas afortunadas» concretas. Si acaso, Nietzsche las situaba junto a
Nápoles y aludiría a Ischia y Capri, muy conocidas y amadas por él desde su
estancia en Sorrento. En una carta a Peter Gast (12 de agosto de 1883) dice
Nietzsche lo siguiente: «Esta isla (Ischia) me obsesiona; cuando usted haya
leído Así habló Zaratustra II hasta
el final comprenderá con claridad dónde he situado yo mis “islas afortunadas”».
150
Palabras citadas por Nietzsche en Ecce
homo para subrayar lo que él llama el tempo
delicadamente lento de estos discursos.
151
El verbo alemán ziehen, que
significa «sacar» (una conclusión, por ejemplo), «extraer», «arrastrar»,
permite a Nietzsche este juego de palabras, que, desarrollado, diría lo
siguiente: Es cierto que yo he «sacado» la conclusión de la inexistencia de
Dios; pero a la vez esa inexistencia de Dios me «saca», como conclusión suya, a
mí. O lo que es lo mismo: Yo sólo existo en cuanto conclusión de la
inexistencia de Dios.
152
Inversión de la frase de Goethe, que dice exactamente lo contrario: «Todo
lo perecedero no es más que un símbolo» (Fausto, final, verso 12104). Véase, en
esta misma parte, De los poetas, así
como la nota 223.
153
En La gaya ciencia, aforismo 84, al
final, dice Nietzsche: «¡Para una verdad es más peligroso que un poeta esté de
acuerdo con ella que no que la contradiga! Pues como dice Homero: “Mucho
mienten los poetas.”» Aristóteles, que cita esta misma frase, afirma que se
trata de un «proverbio» (Metafísica,
983 a 3). Véase Solón, fragmento 26 (Hiller). Véase también, en esta misma
parte, De los poetas, donde, en
diálogo con uno de sus discípulos, Zaratustra desarrolla este «proverbio».
154
Esta misma frase se repite y amplifica en la tercera parte, De tablas viejas y nuevas, 16. Es antitética de la frase evangélica:
«La verdad os hará libres» (Evangelio de
Juan, 8, 32).
155
A esta sombra, llamada más tarde «la sombra de Zaratustra», le estará
dedicado en la parte tercera, todo un capítulo.
De los
compasivos
Amigos míos, han llegado unas palabras de mofa hasta vuestro
amigo: «¡Ved a Zaratustra! ¿No camina entre nosotros como si fuésemos
animales?»
Pero está mejor dicho así: «¡El que conoce camina entre los
hombres como entre animales que son!».
Mas, para el que conoce, el hombre mismo se llama: el
animal que tiene mejillas rojas.
¿Cómo le ha ocurrido eso? ¿No es porque ha tenido que
avergonzarse con demasiada frecuencia?
¡Oh, amigos míos! Así habla el que conoce: Vergüenza,
vergüenza, vergüenza - ¡ésa es la historia del hombre!
Y por ello el noble se ordena a sí mismo no causar vergüenza:
se exige a sí mismo tener pudor ante todo lo que sufre.
En verdad, yo no soporto a ésos, a los misericordiosos que
son bienaventurados en su compasión156: les falta demasiado el
pudor.
Si tengo que ser compasivo, no quiero, sin embargo, ser
llamado así; y si lo soy, entonces prefiero serlo desde lejos.
Con gusto escondo también la cabeza y me marcho de allí antes
de ser reconocido: ¡y así os mando obrar a vosotros, amigos míos!
¡Quiera mi destino poner siempre en mi senda a gentes sin
sufrimiento, como vosotros, y a gentes con quienes me sea lícito tener en común
la esperanza y la comida y la miel!
En verdad, yo he hecho sin duda esto y aquello en favor de
los que sufren: pero siempre me parecía que yo obraba mejor cuando aprendía a
alegrarme mejor.
Desde que hay hombres el hombre se ha alegrado demasiado
poco: ¡tan sólo esto, hermanos míos, es nuestro pecado original!
Y aprendiendo a alegrarnos mejor es como mejor nos olvidamos
de hacer daño a otros y de imaginar daños.
Por eso yo me lavo la mano que ha ayudado al que sufre, por
eso me limpio incluso el alma.
Pues me he avergonzado de haber visto sufrir al que sufre, a
causa de la vergüenza de él157; y cuando le ayudé, ofendí duramente
su orgullo.
Los grandes favores no vuelven agradecidos a los hombres,
sino vengativos; y si el pequeño beneficio no es olvidado acaba convirtiéndose
en un gusano roedor.
«¡Sed reacios en el aceptar! ¡Honrad por el hecho de
aceptar!» - esto aconsejo a quienes nada tienen que regalar.
Pero yo soy uno que regala: me gusta regalar, como amigo a
los amigos. Los extraños, en cambio, y los pobres, que ellos mismos cojan el
fruto de mi árbol: eso avergüenza menos.
¡Mas a los mendigos se los debería suprimir totalmente!158
En verdad, molesta el darles y molesta el no darles.
¡E igualmente a los pecadores, y a las conciencias malvadas!
Creedme, amigos míos: los remordimientos de conciencia enseñan a morder.
Lo peor, sin embargo, son los pensamientos mezquinos. ¡En
verdad, es mejor haber obrado con maldad que haber pensado con mezquindad!
Es cierto que vosotros decís: «El placer obtenido en maldades
pequeñas nos ahorra más de una acción malvada grande». Pero aquí no se debería
querer ahorrar.
Como una llaga es la acción malvada: escuece e irrita
y revienta, - habla sinceramente.
«Mira, yo soy enfermedad» - así habla la acción
malvada; ésa es su sinceridad.
Mas el pensamiento mezquino es igual que el hongo: se
arrastra y se agacha y no quiere estar en ninguna parte - hasta que el cuerpo
entero queda podrido y mustio por los pequeños hongos.
A quien, sin embargo, está poseído por el diablo yo le digo
al oído esta frase: «¡Es mejor que cebes a tu diablo! ¡También para ti sigue
habiendo un camino de grandeza!» -
¡Ay, hermanos míos! ¡Se sabe de cada uno algo de más! Y
muchos se nos vuelven transparentes, mas aun así estamos muy lejos todavía de
poder penetrar a través de ellos.
Es difícil vivir con hombres, porque callar es muy
difícil159.
Y con quien más inicuos somos no es con aquel que nos
repugna, sino con quien nada en absoluto nos importa.
Si tú tienes, sin embargo, un amigo que sufre, sé para su
sufrimiento un lugar de descanso, mas, por así decirlo, un lecho duro, un lecho
de campaña: así es como más útil le serás.
Y si un amigo te hace mal, di: «Te perdono lo que me has
hecho a mí; pero el que te hayas hecho eso a
ti - ¡cómo podría yo perdonarlo!»
Así habla todo amor grande: él supera incluso el
perdón y la compasión.
Debemos sujetar nuestro corazón; pues si lo dejamos ir, ¡qué
pronto se nos va entonces la cabeza!
Ay, ¿en qué lugar del mundo se han cometido tonterías mayores
que entre los compasivos? iY qué cosa en el mundo ha provocado más sufrimiento
que las tonterías de los compasivos?
¡Ay de todos aquellos que aman y que no tienen todavía una
altura que esté por encima de su compasión!
Así me dijo el demonio una vez: «También Dios tiene su
infierno: es su amor a los hombres.»
Y hace poco le oí decir esta frase: «Dios ha muerto; a causa
de su compasión por los hombres ha muerto Dios»160. -
Por ello, estad prevenidos contra la compasión: ¡de ella continúa viniendo a los hombres
una nube! ¡En verdad, yo entiendo de señales del tiempo!
Mas recordad también esta frase: todo gran amor está por
encima incluso de toda su compasión: pues él quiere además - ¡crear lo amado!
«De mí mismo hago ofrecimiento a mi amor, y de
mi prójimo igual que de mí»- éste es el lenguaje de todos los creadores.
Mas todos los creadores son duros. –
156
Cita de la bienaventuranza de Jesús (Evangelio
de Mateo, 5, 7): «Bienaventurados
los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.»
157
Véase, en la cuarta parte, El más
feo de los hombres, cómo el propio Zaratustra practica esta doctrina al
encontrarse con el más feo de los hombres.
158
En la cuarta parte, La Cena, el mendigo voluntario recordará a Zaratustra
esta frase.
159
Véase, en esta segunda parte, De la
redención, donde Zaratustra aplica irónicamente esta doctrina a sí mismo.
160
Los cuatro párrafos que van desde «Ay, ¿en qué lugar? ...» hasta aquí
fueron colocados por Nietzsche como motto al frente de la cuarta parte de esta
obra. Y en el capítulo de esa misma parte titulado Jubilado, Zaratustra pregunta con curiosidad al viejo papa si es
cierto que Dios murió de esa manera: «de compasión».
De los sacerdotes
Y una vez Zaratustra hizo una señal a sus discípulos y
les dijo estas palabras:
«Ahí hay sacerdotes: y aunque son mis enemigos, ¡pasad a su
lado en silencio y con la espada dormida!161
También entre ellos hay héroes; muchos de ellos han sufrido
demasiado - : por esto quieren hacer sufrir a otros.
Son enemigos malvados: nada es más vengativo que su humildad.
Y fácilmente se ensucia quien los ataca.
Pero mi sangre está emparentada con la suya; y yo quiero que
mi sangre sea honrada incluso en la de ellos». -
Y cuando hubieron pasado a su lado le acometió a Zaratustra
el dolor; y no había luchado mucho tiempo con el dolor cuando empezó a hablar
así:
Me da pena de estos sacerdotes. También repugnan a mi gusto;
mas esto es para mí lo de menos desde que estoy entre hombres.
Pero yo sufro y he sufrido con ellos: prisioneros son para
mí, y marcados. Aquel a quien ellos llaman redentor los arrojó en cadenas: -
¡En cadenas de falsos valores y de palabras ilusas! ¡Ay, si
alguien los redimiese de su redentor!162
En una isla creyeron desembarcar en otro tiempo, cuando el
mar los arrastró lejos; pero mira, ¡era un monstruo dormido!163
Falsos valores y palabras ilusas: ésos son los peores
monstruos para los mortales, - largo tiempo duerme y aguarda en ellos la
fatalidad.
Mas al fin ésta llega y vigila y devora y se traga aquello
que construyó tiendas para sí encima de ella.
¡Oh, contemplad esas tiendas que esos sacerdotes se han
construido! Iglesias llaman ellos a sus cavernas de dulzona fragancia.
¡Oh, esa luz falsa, ese aire que huele a moho! ¡Aquí donde al
alma no le es lícito - elevarse volando hacia su altura!
Su fe, por el contrario, ordena esto: «¡De rodillas
subid la escalera, pecadores!»164
¡En verdad, prefiero ver incluso al hombre carente de pudor
que los torcidos ojos de su pudor y devoción!
¿Quién creó para sí tales cavernas y escaleras de penitencia?
¿No fueron aquellos que querían esconderse y se avergonzaban del cielo puro?
Y sólo cuando el cielo puro vuelva a mirar a través de techos
derruidos y llegue hasta la hierba y la roja amapola crecidas junto a muros
derruidos165, - sólo entonces quiero yo volver a dirigir mi corazón
hacia los lugares de ese Dios.
Ellos llamaron Dios a lo que les contradecía y causaba dolor:
y en verdad, ¡mucho heroísmo había en su adoración! ¡Y no supieron amar a su
Dios de otro modo que clavando al hombre en la cruz!
Como cadáveres pensaron vivir, de negro vistieron su cadáver;
también en sus discursos huelo yo todavía el desagradable aroma de cámaras
mortuorias.
Y quien vive cerca de ellos, cerca de negros estanques vive,
desde los cuales canta el sapo su canción con dulce melancolía.
Mejores canciones tendrían que cantarme para que yo
aprendiese a creer en su redentor: ¡más redimidos tendrían que parecerme los
discípulos de ese redentor!
Desnudos quisiera verlos: pues únicamente la belleza debiera
predicar penitencia. ¡Mas a quién persuade esa tribulación embozada!166
¡En verdad, sus mismos redentores no vinieron de la libertad
y del séptimo cielo de la libertad! ¡En verdad, ellos mismos no caminaron nunca
sobre las alfombras del conocimiento!
De huecos se componía el espíritu de esos redentores; mas en
cada hueco habían colocado su ilusión, su tapahuecos, al que ellos llamaban
Dios.
En su compasión se había ahogado su espíritu, y cuando se
hinchaban y desbordaban de compasión, siempre nadaba en la superficie una gran
tontería.
Celosamente y a gritos conducían su rebaño por su vereda:
¡como si hacia el futuro no hubiera más que una sola vereda! ¡En verdad,
también estos pastores continuaban formando parte de las ovejasl167
Espíritus pequeños y almas voluminosas tenían estos pastores:
pero, hermanos míos, ¡qué comarcas tan pequeñas han sido hasta ahora incluso
las almas más voluminosas!
Signos de sangre escribieron en el camino que ellos
recorrieron, y su tontería enseñaba que con sangre se demuestra la verdad168.
Mas la sangre es el peor testigo de la verdad; la sangre
envenena incluso la doctrina más pura, convirtiéndola en ilusión y odio de los
corazones.
Y si alguien atraviesa una hoguera por defender su doctrina,
- ¡qué demuestra eso! ¡Mayor cosa es, en verdad, que del propio incendio salga
la propia doctrina!
Corazón tórrido y cabeza fría: cuando estas cosas coinciden
surge el viento impetuoso, el «redentor».
¡Ha habido, en verdad, hombres más grandes y de nacimiento
más elevado que aquellos a quienes el pueblo llama redentores, esos
arrebatadores vientos impetuosos!
¡Y vosotros, hermanos míos, tenéis que ser redimidos por
hombres aún más grandes que todos los redentores, si queréis encontrar el
camino que lleva a la libertad!
Nunca ha habido todavía un superhombre. Desnudos he visto yo
a ambos, al hombre más grande y al más pequeño: -
Demasiado semejantes son todavía entre sí. En verdad, también
al más grande lo he encontrado - ¡demasiado humano! -
161
«La espada dormida» es imagen que Nietzsche vuelve a usar en la tercera
parte, De tablas viejas y nuevas, 21.
162
Alusión irónica al último verso de la ópera Parsifal: «Erlösung dem Erlóser» (redención para
el Redentor).
163
Reminiscencia de lo que, en Las mil
y una noches, le ocurre a Sindbad el marino en su primer viaje: desembarca
sobre el lomo de un pez enorme, creyendo que se trata de una isla.
164
Estos tres últimos párrafos transparentan la vivencia nietzscheana de las
iglesias católicas de Italia y, en general, de todo templo. Nietzsche había
visto en Roma cómo los peregrinos subían de rodillas la Santa Scala; véase
carta escrita desde Roma, en mayo de 1883,
a F. Overbeck, donde cuenta esto. A este «subir de rodillas» contrapone
Zaratustra el «subir volando».
165
Véase, en la tercera parte, Los siete sellos, 2, donde Zaratustra repite esta misma descripción.
166
«Tribulación embozada» es calificación que Zaratustra volverá a aplicar
al sacerdote en la cuarta parte, Jubilado.
167
Sobre el sacerdote como pastor véase la explicación de Nietzsche en La genealogía de la moral. 168 Sobre la sangre como demostración de la
verdad puede verse el 53 de El Anticristo.
De los
virtuosos
Con truenos y con celestes fuegos artificiales hay que hablar
a los sentidos flojos y dormidos.
Pero la voz de la belleza habla quedo: sólo se desliza
en las almas más despiertas.
Suavemente vibró y rió hoy mi escudo; éste es el
sagrado reír y vibrar de la belleza.
De vosotros, virtuosos, se rió hoy mi belleza. Y así llegó la
voz de ésta hasta mí: «¡Ellos quieren además - ser pagados!»
¡Vosotros queréis ser pagados además, virtuosos! ¿Queréis
tener una recompensa a cambio de la virtud, y el cielo a cambio de la tierra, y
la eternidad a cambio de vuestro hoy?
¿Y os irritáis conmigo porque enseño que no existe ni
remunerador ni pagador? Y en verdad, ni siquiera enseño que la virtud sea su
propia recompensa.
Ay, esto es lo que me aflige: mentirosamente se ha situado en
el fondo de las cosas recompensa y castigo - ¡y ahora también en el fondo de
vuestras almas, virtuosos!
Mas, semejante al hocico del jabalí, mi palabra debe
desgarrar el fondo de vuestras almas; reja de arado169 quiero ser
para vosotros.
Todos los secretos de vuestro fondo
deben salir a luz; y cuando vosotros yazgáis al sol hozados y destrozados,
entonces también vuestra mentira estará separada de vuestra verdad.
Pues ésta es vuestra verdad: sois demasiado limpios para la suciedad de estas palabras:
venganza, castigo, recompensa, retribución.
Vosotros amáis vuestra virtud como la madre a su hijo; pero
¿cuándo se ha oído decir que una madre quisiera ser pagada por su amor?
Vuestro sí-mismo más querido es vuestra virtud. Sed de anillo
hay en vosotros: para volver a alcanzarse a sí mismo lucha y gira todo anillo.
Y semejante a la estrella que se extingue es toda obra de
vuestra virtud: su luz continúa estando siempre en camino y en marcha - ¿y
cuándo dejará de estar en camino?
Así la luz de vuestra virtud continúa estando en camino
aunque ya la obra esté hecha. Ésta puede estar olvidada y muerta: su rayo de
luz vive todavía y camina.
Que vuestra virtud sea vuestro sí-mismo, y no algo extraño,
una piel, un manto: ¡ésa es la verdad que brota del fondo de vuestra alma,
virtuosos! -
Mas recientemente hay algunos para quienes la virtud
significa convulsiones bajo un látigo: ¡y, para mí, vosotros habéis escuchado
demasiado los gritos de ellos!
Y hay otros que llaman virtud al hecho de que sus vicios se
vuelvan perezosos; y cuando su odio y sus celos estiran alguna vez los
miembros, entonces su «justicia» se despabila y se restriega los adormilados
ojos.
Y hay otros que son arrastrados hacia abajo: sus demonios los
arrastran. Pero cuanto más se hunden, tanto más ardientes relucen sus ojos y el
ansia de su Dios.
Ay, también los gritos de éstos llegaron hasta vuestros
oídos, virtuosos: «lo que yo no soy, ¡eso, eso son para mí Dios y virtud!
Y hay otros que llevan mucho peso y por ello rechinan, igual
que carros que conducen piedras cuesta abajo: hablan mucho de dignidad y de
virtud - ¡a su freno llámanlo virtud!
Y hay otros que son semejantes a relojes a los que se les ha
dado cuerda; producen su tic-tac, y quieren que al tic-tac - se lo llame
virtud.
En verdad, con éstos me divierto: cuando yo encuentre tales
relojes les daré cuerda con mi mofa; ¡y ellos deberán encima ronronear!170
Y otros están orgullosos de su puñado de justicia y a causa
de ella cometen crímenes contra todas las cosas: de tal manera que el mundo se
ahoga en su injusticia.
¡Ay, qué desagradablemente les sale de la boca la palabra
«virtud»! Y cuando dicen: «Yo soy justo», esto suena siempre igual que: «¡yo
estoy vengado!171»
Con su virtud quieren sacar los ojos a sus enemigos; y se
elevan tan sólo para humillar a otros172.
Y también hay quienes se sientan en su charca y hablan así
desde el cañaveral: «Virtud - es sentarse en silencio en la charca.
Nosotros no mordemos a nadie y nos apartamos del camino de
quien quiere morder; y en todo tenemos la opinión que se nos da.»
Y también hay quienes aman los gestos y piensan: la
virtud es una especie de gesto.
Sus rodillas adoran siempre, y sus manos son alabanzas de la
virtud, pero su corazón nada sabe de ello.
Y también hay quienes consideran virtud el decir: «La virtud
es necesaria»; pero en el fondo creen únicamente que la policía es necesaria.
Y muchos que son incapaces de ver lo elevado en los hombres
llaman virtud a ver ellos muy de cerca su bajeza: así llaman virtud a su
malvada mirada173.
Y algunos quieren ser edificados y elevados, y llaman a eso
virtud; y otros quieren ser derribados - y también lo llaman virtud.
Y de este modo casi todos creen participar de la virtud; y al
menos quiere cada uno ser experto en «bien» y «mal»174.
Mas Zaratustra no ha venido para decir a todos estos mentirosos
y necios: «¡Qué sabéis vosotros de virtud! ¡Qué podríais vosotros saber de
virtud!»
Sino para que vosotros, amigos míos, os canséis de las viejas
palabras que habéis aprendido de los necios y mentirosos: Os canséis de las
palabras «recompensa», «retribución», «castigo», «venganza en la justicia» -
Os canséis de decir: «Una acción es buena si es
desinteresada».
¡Ay, amigos míos! Que vuestro
sí-mismo esté en la acción como la madre está en el hijo: ¡sea ésa vuestra palabra acerca de la virtud!
En verdad, os he quitado sin duda cien palabras y los
juguetes más queridos a vuestra virtud; y ahora os enfadáis conmigo como se
enfadan los niños.
Estaban ellos jugando a orillas del mar, - entonces vino la
ola y arrastró su juguete al fondo: ahora lloran.
¡Pero la misma ola debe traerles nuevos juguetes y arrojar
ante ellos nuevas conchas multicolores!
Así serán consolados; e igual que ellos, también vosotros,
amigos míos, tendréis vuestros consuelos - ¡y nuevas conchas multicolores! -
169
La reja del arado es el título que Nietzsche pensó dar
en un principio a su obra Aurora.
170
En esta misma segunda parte, De los
doctos, repetirá Zaratustra esta irónica metáfora de los relojes,
aplicándola allí a los «doctos».
171
Nietzsche puede afirmar que, en alemán, «yo soy justo» suena igual que
«yo soy vengado», valiéndose de la semejanza fonética existente en aquella
lengua entre ambas expresiones: ich bin gerecht (yo soy justo), ich bin gerácht (yo estoy vengado).
172
Paráfrasis del Evangelio de Mateo,
23, 12: «Pues el que se ensalce será humillado; y el que se humille será
ensalzado.»
173
En Más allá del bien y del mal hace
Nietzsche la siguiente variación sobre este pensamiento: «Quien no quiere ver lo elevado de un hombre fija
su vista de un modo tanto más penetrante en aquello que en él es bajo y
superficial -traicionándose a sí mismo con ello.» La variación fundamental está
en el paso de «no ser capaz de ver»
(aquí) a «no querer ver» (allí).
174
Véase, en la parte tercera, De
tablas viejas y nuevas, 2, donde
Zaratustra volverá a reprobar la vieja presunción de los hombres de saber ya
hace mucho tiempo qué es el bien y el mal para ellos.
De la
chusma
La vida es un manantial de placer; pero donde la chusma va a
beber con los demás, allí todos los pozos quedan envenenados.
Por todo lo limpio siento inclinación; pero no soporto ver
los hocicos de mofa y la sed de los impuros.
Han lanzado sus ojos al fondo del pozo: ahora me sube del
pozo el reflejo de su repugnante sonrisa.
El agua santa la han envenenado con su lascivia; y como
llamaron placer a sus sucios sueños, han envenenado incluso las palabras.
Se enfada la llama cuando ellos ponen al fuego sus húmedos
corazones; también el espíritu borbotea y humea cuando la chusma se acerca al
fuego.
Dulzona y excesivamente blanda se pone en su mano la fruta:
al árbol frutal su mirada lo vuelve fácil de desgajar por el viento y le seca
el ramaje.
Y más de uno que se apartó de la vida, se apartó tan sólo de
la chusma: no quería compartir pozo y llama y fruta con la chusma.
Y más de uno que se marchó al desierto y padeció sed con los
animales rapaces, únicamente quería no sentarse con camelleros sucios en torno
a la cisterna.
Y más de uno que vino como aniquilador y como granizada para
todos los campos de frutos, sólo quería meter su pie en la boca de la chusma y
así tapar su gaznate.
Y el bocado que más se me ha atragantado no es saber que la
vida misma necesita enemistad y muerte y cruces de tortura: -
Sino que una vez pregunté, y casi me asfixié con mi pregunta:
¿Cómo? ¿La vida tiene necesidad también
de la chusma? ¿Se necesitan pozos envenenados, y fuegos malolientes, y sueños
ensuciados, y gusanos en el pan de la vida?
¡No mi odio, sino mi náusea es la que se ha cebado
insaciablemente en mi vida! ¡Ay, a menudo me cansé del espíritu cuando encontré
que también la chusma es rica de espíritu!
Y a los que dominan les di la espalda cuando vi lo que ellos
llaman ahora dominar: chalanear y regatear por el poder - ¡con la chusma!
Entre pueblos de lengua extraña he habitado con los oídos
cerrados: para que la lengua de su chalaneo permaneciese extraña a mí, y su
regatear por el poder.
Y tapándome la nariz he pasado con disgusto a través de todo
ayer y todo hoy: ¡en verdad, todo ayer y todo hoy hiede a chusma que escribe!
Igual que un lisiado que se hubiera quedado sordo y ciego y
mudo: así viví yo largo tiempo, para no vivir con la chusma del poder, de la
pluma y de los placeres.
Fatigosamente subía escaleras mi espíritu, y con cautela;
limosnas de placer fueron su alivio; apoyada en el bastón se arrastraba la vida
para el ciego.
¿Qué me ocurrió, sin embargo? ¿Cómo me redimí de la náusea?
¿Quién rejuveneció mis ojos? ¿Cómo volé hasta la altura en la que ninguna
chusma se sienta ya junto al pozo?
¿Mi propia náusea me proporcionó alas y me dio fuerzas que
presienten las fuentes? ¡En verdad, hasta lo más alto tuve que volar para
reencontrar el manantial del placer!
¡Oh, lo encontré, hermanos míos! ¡Aquí en lo más alto brota
para mí el manantial del placer! ¡Y hay una vida de la cual no bebe la chusma
con los demás!
¡Casi demasiado violenta resulta tu corriente para mí, fuente
del placer! ¡Y a menudo has vaciado de nuevo la copa queriendo llenarla!
Y todavía tengo que aprender a acercarme a ti con mayor
modestia: con demasiada violencia corre aún mi corazón a tu encuentro: -
Mi corazón, sobre el que arde mi verano, el breve, ardiente,
melancólico, sobrebienaventurado: ¡cómo apetece mi corazón estival tu frescura!
¡Disipada se halla la titubeante tribulación de mi primavera!
¡Pasada está la maldad de mis copos de nieve de junio! ¡En verano me he
transformado enteramente y en mediodía de verano!
Un verano en lo más alto, con fuentes frías y silencio
bienaventurado: ¡oh, venid, amigos míos, para que el silencio resulte aún más
bienaventurado!
Pues ésta es nuestra altura
y nuestra patria: en un lugar demasiado alto y abrupto habitamos nosotros aquí
para todos los impuros y para su sed.
¡Lanzad vuestros ojos puros en el manantial de mi placer,
amigos míos! ¡Cómo habría él de enturbiarse por ello! ¡En respuesta os reirá
con su pureza!
En el árbol Futuro construimos nosotros nuestro nido;
¡águilas deben traernos en sus picos alimento a nosotros los solitarios!175
¡En verdad, no un alimento del que también a los impuros les
esté permitido comer! ¡Fuego creerían devorar y se abrasarían los hocicos!
¡En verdad, aquí no tenemos preparadas moradas para impuros!
¡Una caverna de hielo significaría para sus cuerpos nuestra felicidad, y para
sus espíritus!
Y cual vientos fuertes queremos vivir por encima de ellos,
vecinos de las águilas, vecinos de la nieve, vecinos del sol: así es como viven
los vientos fuertes.
E igual que un viento quiero yo soplar todavía alguna vez
entre ellos, y con mi espíritu cortar la respiración a su espíritu: así lo
quiere mi futuro.
En verdad, un viento fuerte es Zaratustra para todas las
hondonadas; y este consejo da a sus enemigos y a todo lo que esputa y escupe:
«¡Guardaos de escupir contra el viento!»176
175
Reminiscencia de 1 Reyes, 17,
6: «Los cuervos le llevaban [a Elías]
pan por la mañana y carne por la tarde.» Aquí son águilas las que llevan la
comida a los solitarios.
176
En Ecce homo cita Nietzsche un
largo fragmento de este capítulo (desde «¿Pero qué me ha sucedido?»... hasta
aquí) como ejemplo de la manera de hablar Zaratustra sobre «la redención de la
náusea».
De las
tarántulas177
Mira, ésa es la caverna de la tarántula! ¿Quieres verla a
ella misma? Aquí cuelga su tela; tócala, para que tiemble. Ahí viene
dócilmente: ¡bien venida, tarántula! Negro se asienta sobre tu espalda tu
triángulo y emblema; y yo conozco también lo que se asienta en tu alma.
Venganza se asienta en tu alma: allí donde tú muerdes, se
forma una costra negra; ¡con la venganza produce tu veneno vértigos al alma!
Así os hablo en parábola a vosotros los que causáis vértigos
a las almas, ¡vosotros los predicadores de la igualdad! ¡Tarántulas sois vosotros para mí, y vengativos
escondidos!
Pero yo voy a sacar a luz vuestros escondrijos: por eso me
río en vuestra cara con mi carcajada de la altura.
Por eso desgarro vuestra tela, para que vuestra rabia os
induzca a salir de vuestras cavernas de mentiras, y vuestra venganza destaque
detrás de vuestra palabra «justicia».
Pues que el hombre sea
redimido de la venganza: ése es para mí el puente hacia la suprema
esperanza y un arco iris después de prolongadas tempestades.
Mas cosa distinta es, sin duda, lo que las tarántulas quieren. «Llámese para nosotras
justicia precisamente esto, que el mundo se llene de las tempestades de nuestra
venganza» - así hablan ellas entre sí.
«Venganza queremos ejercer, y burla de todos los que no son
iguales a nosotros» - esto se juran a sí mismos los corazones de tarántulas.
«Y “voluntad de igualdad” - éste debe llegar a ser en
adelante el nombre de la virtud; ¡y contra todo lo que tiene poder queremos
nosotros elevar nuestros gritos!»
Vosotros predicadores de la igualdad, la demencia tiránica de
la impotencia es lo que en vosotros reclama a gritos «igualdad»: ¡vuestras más
secretas ansias tiránicas se disfrazan, pues, con palabras de virtud!
Presunción amargada, envidia reprimida, tal vez presunción y
envidia de vuestros padres: de vosotros brota eso en forma de llama y de
demencia de la venganza.
Lo que el padre calló, eso habla en el hijo; y a menudo he
encontrado que el hijo era el desvelado secreto del padre.
A los entusiastas se asemejan: pero no es el corazón lo que
los entusiasma, - sino la venganza. Y cuando se vuelven sutiles y fríos, no es
el espíritu, sino lo envidia lo que los hace sutiles y fríos.
Sus celos los conducen también a los senderos de los
pensadores; y éste es el signo característico de sus celos - van siempre
demasiado lejos: hasta el punto de que su cansancio tiene finalmente que
echarse a dormir incluso sobre nieve.
En cada una de sus quejas resuena la venganza, en cada uno de
sus elogios hay un agravio; y ser jueces les parece la bienaventuranza.
Mas yo os aconsejo así a vosotros, amigos míos: ¡desconfiad
de todos aquellos en quienes es poderosa la tendencia a imponer castigos!
Ése es pueblo de índole y origen malos; desde sus rostros
miran el verdugo y el sabueso.
¡Desconfiad de todos aquellos que hablan mucho de su
justicia! En verdad, a sus almas no es miel únicamente lo que les falta.
Y si se llaman a sí mismos «los buenos y justos», no olvidéis
que a ellos, para ser fariseos, no les falta nada más que - ¡poder!
Amigos míos, no quiero que se me mezcle y confunda con
otros.
Hay quienes predican mi doctrina acerca de la vida: y a la
vez son predicadores de la igualdad, y tarántulas.
Su hablar en favor de la vida, aunque ellos están sentados en
su caverna, esos arañas venenosas, y apartados de la vida: débese a que ellos
quieren así hacer daño.
Quieren así hacer daño a quienes ahora tienen el poder: pues
entre éstos es donde mejor acogida sigue encontrando la predicación acerca de
la muerte.
Si fuera de otro modo, los tarántulas enseñarían algo
distinto: y justamente ellos fueron [10]en
otro tiempo los que mejor calumniaron el mundo y quemaron herejes.
Con estos predicadores de la igualdad no quiero ser yo
mezclado ni confundido. Pues a mí la
justicia me dice así: «los hombres no son iguales»[11].
¡Y tampoco deben llegar a serlo! ¿Qué sería mi amor al
superhombre si yo hablase de otro modo?
Por mil puentes y veredas deben los hombres darse prisa a ir
hacia el futuro, y débese implantar entre ellos cada vez más guerra y
desigualdad: ¡así me hace hablar mi gran amor!
¡Inventores de imágenes y de fantasmas deben llegar a ser en
sus hostilidades, y con sus imágenes y fantasmas deben combatir aún unos contra
otros la batalla suprema!
Bueno y malo, y rico y pobre, y elevado y minúsculo, y todos
los nombres de los valores: ¡armas deben ser, y signos ruidosos de que la vida
tiene que superarse continuamente a sí misma!
Hacia la altura quiere edificarse, con pilares y escalones,
la vida misma: hacia vastas lejanías quiere mirar, y hacia bienaventurada
belleza, - ¡por eso necesita altura!
¡Y como necesita altura, por eso necesita escalones, y
contradicción entre los escalones y los que suben! Subir quiere la vida, y
subiendo, superarse a sí misma.
¡Y ved, amigos míos! Aquí, donde está la caverna de la
tarántula, levántanse hacia arriba las ruinas de un viejo templo -
¡contempladlo con ojos iluminados!
¡En verdad, quien en otro tiempo elevó aquí en piedra sus
pensamientos como una torre, ése sabía del misterio de toda vida tanto como el
más sabio!
Que existen lucha y desigualdad incluso en la belleza, y
guerra por el poder y por el sobre poder: esto es lo que él nos enseña aquí con
símbolo clarísimo[12].
Igual que aquí bóvedas y arcos divinamente se derrumban, en
lucha a brazo partido: igual que con luz y sombra ellos, los llenos de divinas
aspiraciones, se oponen recíprocamente -
¡Así, con igual seguridad y belleza, seamos también nosotros
enemigos, amigos míos! ¡Divinamente queremos oponernos unos a otros en nuestras aspiraciones! -
¡Ay! ¡A mí mismo me ha picado la tarántula, mi vieja enemiga!
¡Divinamente segura y bella me ha picado en el dedo! «Castigo tiene que haber,
y justicia - así piensa ella: ¡no debe cantar él aquí de balde cánticos en
honor de la enemistad!»
¡Sí, se ha vengado! Y ¡ay!, ¡ahora, con la venganza,
producirá vértigo también a mi alma!
Mas para que yo no sufra
vértigo, amigos míos, ¡atadme fuertemente aquí a esta columna![13]
¡Prefiero ser un santo estilita que remolino de la venganza!
En verdad, no es Zaratustra un viento que dé vueltas,
ni un remolino; y si es un bailarín,
¡nunca será un bailarín picado por la
tarántula![14]
-
A la picadura de la tarántula se le
atribuían antiguamente extraños efectos nerviosos; y también a la danza llamada
«tarantela» se le atribuían poderes curativos contra esa picadura.
De los
sabios famosos
Al pueblo habéis servido, y a la superstición del pueblo,
todos vosotros, sabios famosos! - ¡y no a
la verdad! Y precisamente por esto se os tributaba veneración.
Y también por esto se soportaba vuestra incredulidad, ya que
ésta era un ardid y un camino indirecto para llegar al pueblo. Así deja el
señor plena libertad a sus esclavos y se divierte además con la petulancia de
éstos.
Mas quien al pueblo le resulta odioso, como se lo resulta un
lobo a los perros: ése es el espíritu libre, el enemigo de las cadenas, el que
no adora, el que habita en los bosques.
Arrojarlo de su cobijo - eso es lo que ha significado siempre
para el pueblo el «sentido de lo justo»: contra él continúa azuzando a sus
perros de más afilados dientes.
«Pues la verdad está aquí: ¡ya que aquí está el pueblo! ¡Ay,
ay de los que buscan!» - así se viene diciendo desde siempre.
A vuestro pueblo queríais darle razón en su veneración: ¡a
eso lo llamasteis «voluntad de verdad» vosotros, sabios famosos! Y vuestro
corazón se decía siempre a sí mismo: «del pueblo he venido: de allí me ha
venido también la voz de Dios»182.
Duros de cerviz y prudentes, como el asno, habéis sido
siempre vosotros en cuanto abogados del pueblo.
Y más de un poderoso que quería marchar bien con el pueblo
enganchó delante de sus corceles - un asnillo, un sabio famoso.
¡Y ahora yo quisiera, sabios famosos, que por fin arrojaseis
totalmente de vosotros la piel de león!
¡La piel del animal de presa, de manchas multicolores, y las
melenas del que investiga, busca, conquista!
¡Ay, para que yo aprendiera a creer en vuestra «veracidad»
tendríais primero que hacer pedazos vuestra voluntad veneradora!
Veraz - así llamo yo a quien se marcha a desiertos sin dioses
y ha hecho pedazos su corazón venerador.
En medio de la arena amarilla, y quemado por el sol,
ciertamente mira a hurtadillas, sediento, hacia los oasis abundantes en
fuentes, en donde seres vivos reposan bajo oscuros árboles.
Pero su sed no le persuade a hacerse igual a aquellos
comodones: pues donde hay oasis, allí hay también imágenes de ídolos.
Hambrienta, violenta, solitaria, sin dios: así es como se
quiere a sí misma la voluntad leonina.
Emancipada de la felicidad de los siervos, redimida de dioses
y adoraciones, impávida y pavorosa, grande y solitaria: así es la voluntad del
veraz.
En el desierto han habitado desde siempre los veraces, los
espíritus libres, como señores del desierto; pero en las ciudades habitan los
bien alimentados y famosos sabios, - los animales de tiro.
Siempre, en efecto, tiran ellos, como asnos, - ¡del
carro del pueblo!
No es que yo me enfade por esto con ellos: mas para mí siguen
siendo servidores, y uncidos, aunque brillen con arreos de oro.
Y a menudo han sido servidores buenos y dignos de alabanza.
Pues así habla la virtud: «¡Si tienes que ser servidor, busca a aquel a quien
más aprovechen tus servicios!
El espíritu y la virtud de tu señor deben crecer por el hecho
de ser tú su servidor: ¡así creces tú mismo junto con el espíritu y con la
virtud de aquél!»
Y en verdad, ¡vosotros sabios famosos, vosotros servidores
del pueblo! Vosotros mismos habéis crecido junto con el espíritu y con la
virtud del pueblo - ¡y el pueblo mediante vosotros! ¡En vuestro honor digo yo
esto!
Mas pueblo seguís siendo vosotros para mí, incluso en
vuestras virtudes, pueblo de ojos miopes, - ¡pueblo que no sabe qué es espíritu!
Espíritu es la vida que se saja a sí misma en vivo183:
con el propio tormento aumenta su propio saber - ¿sabíais ya esto?
Y la felicidad del espíritu es ésta: ser ungido y ser
consagrado con lágrimas para víctima del sacrificio - ¿sabíais ya esto? Y la
ceguera del ciego y su buscar y tantear deben seguir dando testimonio del poder
del sol al que miró - ¿sabíais ya esto?
¡Y el hombre que conoce debe aprender a edificar con montañas! Es poco que el espíritu traslade montañas184
- ¿sabíais ya esto?
Vosotros conocéis sólo chispas del espíritu: ¡pero no veis el
yunque que él es, ni la crueldad de su martillo!
¡En verdad, no conocéis el orgullo del espíritu! ¡Pero aún
menos soportaríais la modestia del espíritu, si alguna vez ella quisiera
hablar!
Y nunca todavía os ha sido lícito arrojar vuestro espíritu a
una fosa de nieve; ¡no sois bastante ardientes para ello! Por esto tampoco
conocéis los éxtasis de su frialdad.
Para mí vosotros os tomáis en todo demasiadas confianzas con
el espíritu; y de la sabiduría hacéis con frecuencia un asilo y un hospital
para malos poetas.
No sois águilas: por ello no habéis experimentado tampoco la
felicidad que hay en el terror del espíritu. Y quien no es pájaro no debe hacer
su nido sobre abismos.
Me resultáis tibios185: pero fría es la corriente
de todo conocimiento profundo. Gélidos son los pozos más íntimos del espíritu:
un alivio para manos y trabajadores ardientes.
Respetables estáis ahí para mí, y tiesos, y con la espalda
derecha, ¡vosotros, sabios famosos! - a vosotros no os empujan un viento y una
voluntad poderosos.
¿No habéis visto jamás una vela caminar sobre el mar,
redondeada e hinchada y temblorosa por el ímpetu del viento? Igual que la vela,
temblorosa por el ímpetu del espíritu, camina mi sabiduría sobre el mar - ¡mi
sabiduría salvaje!
Pero vosotros servidores del pueblo, vosotros sabios famosos,
- ¡cómo podríais vosotros marchar
junto a mí! -
182
Alusión a la conocida frase vox
populi, vox Dei (la voz del pueblo es la voz de Dios).
183
El «concienzudo del espíritu» dirá más tarde a Zaratustra, en la
conversación que mantendrá con él, que fue precisamente esa enseñanza la que lo
indujo a seguirlo. Véase, en la cuarta parte, La sanguijuela. Véase también, en la tercera parte, De tablas viejas y nuevas, 7.
184
«Trasladar montañas» es expresión bíblica. Véase el Evangelio de Mateo, 17, 20: «Tenéis poca fe. Os aseguro que si
tuvierais fe como un grano de mostaza le diríais a aquella montaña de allí que
viniera y vendría».
185
Alusión ala frase del Apocalipsis,
3,15-16: «¡Ojalá fueras frío o
caliente! Mas como eres tibio, y ni frío ni caliente, voy a vomitarte de mi
boca.»
La
canción de la noche186
Es de noche: ahora hablan más fuerte todos los surtidores. Y
también mi alma es un surtidor187.
Es de noche: sólo ahora se despiertan todas las canciones de
los amantes. Y también mi alma es la canción de un amante.
En mí hay algo insaciado, insaciable, que quiere hablar. En
mí hay un ansia de amor, que habla asimismo el lenguaje del amor.
Luz soy yo: ¡ay, si fuera noche! Pero ésta es mi
soledad, el estar circundado de luz.
¡Ay, si yo fuese oscuro y nocturno! ¡Cómo iba a sorber
los pechos de la luz!
¡Y aun a vosotras iba a bendeciros, vosotras pequeñas
estrellas centelleantes y gusanos relucientes allá arriba! - y a ser dichoso
por vuestros regalos de luz.
Pero yo vivo dentro de mi propia luz, yo reabsorbo en mí
todas las llamas que de mí salen.
No conozco la felicidad del que toma; y a menudo he soñado
que robar tiene que ser aún más dichoso que tornar188.
Ésta es mi pobreza, el que mi mano no descansa nunca de dar;
ésta es mi envidia, el ver ojos expectantes y las despejadas noches del anhelo.
¡Oh desventura de todos los que regalan! ¡Oh eclipse de mi
sol! ¡Oh ansia de ansiar! ¡Oh hambre ardiente en la saciedad!
Ellos toman de mí: ¿pero toco yo siquiera su alma? Un abismo
hay entre tomar y dar; el abismo más pequeño es el más difícil de salvar189.
Un hambre brota de mi belleza: daño quisiera causar a quienes
ilumino, saquear quisiera a quienes colmo de regalos: - tanta es mi hambre de
maldad.
Retirar la mano cuando ya otra mano se extiende hacia ella;
semejante a la cascada, que sigue vacilando en su caída: - tanta es mi hambre
de maldad.
Tal venganza se imagina mi plenitud; tal perfidia mana
de mi soledad.
¡Mi felicidad en regalar ha muerto a fuerza de regalar, mi
virtud se ha cansado de sí misma por su sobreabundancia!
Quien siempre regala corre peligro de perder el pudor; a
quien siempre distribuye fórmansele, a fuerza de distribuir, callos en las
manos y en el corazón.
Mis ojos no se llenan ya de lágrimas ante la vergüenza de los
que piden; mi mano se ha vuelto demasiado dura para el temblar de manos llenas.
¿Adónde se fueron la lágrima de mi ojo y el plumón de mi
corazón? ¡Oh soledad de todos los que regalan! ¡Oh taciturnidad de todos los
que brillan!
Muchos soles giran en el espacio desierto: a todo lo que es
oscuro háblanle con su luz, - para mí callan.
Oh, ésta es la enemistad de la luz contra lo que
brilla, el recorrer despiadada sus órbitas.
Injusto en lo más hondo de su corazón contra lo que brilla:
frío para con los soles, - así camina cada sol.
Semejantes a una tempestad recorren los soles sus órbitas,
ése es su caminar. Siguen su voluntad inexorable, ésa es su frialdad.
¡Oh, sólo vosotros los oscuros, los nocturnos, sacáis calor
de lo que brilla! ¡Oh, sólo vosotros bebéis leche y consuelo de las ubres de la
luz!
¡Ay, hielo hay a mi alrededor, mi mano se abrasa al tocar lo
helado!190 ¡Ay, en mí hay sed, que desfallece por vuestra sed!
Es de noche: ¡ay, que yo tenga que ser luz! ¡Y sed de
lo nocturno! ¡Y soledad!
Es de noche: ahora, cual una fuente, brota de mí mi
deseo, - hablar es lo que deseo.
Es de noche: ahora hablan más fuerte todos los surtidores. Y
también mi alma es un surtidor
Es de noche: ahora se despiertan todas las canciones de los
amantes. Y también mi alma es la canción de un amante. –
Así cantó Zaratustra.
186
Títulos anteriores previstos por Nietzsche para este apartado fueron: Luz soy yo y La canción de la soledad. El
propio Nietzsche hace en Ecce homo interesantes
consideraciones sobre este poema. Le llama «el inmortal lamento de estar
condenado, por la sobreabundancia de luz y poder, por la propia naturaleza solar, a no amar». Y después de
trascribirlo íntegramente añade: «Nada igual se ha compuesto nunca, ni sentido
nunca, ni sufrido nunca, así sufre un
dios, un Dioniso. La respuesta a este ditirambo del aislamiento solar en la luz
sería Ariadna... ¡Quien sabe, excepto yo, qué es Ariadna!»... Véase Ecce homo.
187
La alusión a los «surtidores» es, una vez más, reminiscencia italiana, y
se refiere a la fontana del Tritone, obra de Bernini, que adorna la piazza Barberini en Roma. Es Nietzsche
mismo el que dice esto: «En una loggia situada
sobre la mencionada piazza (Barberini], desde
la cual se domina Roma con la vista y se oye, allá abajo en el fondo, murmurar
la fontana, fue compuesta aquella canción, la más solitaria que jamás se ha
compuesto, La canción de la noche.»
188
En Hechos de los Apóstoles, 20,
35, dice Pablo a los presbíteros de
la Iglesia de Efeso: «Hay que tener presentes las palabras del Señor Jesús, que
dijo: Mayor felicidad hay en dar que en tomar.» Esta frase atribuida a Jesús
por Pablo no la han conservado los Evangelios. Nietzsche invierte la sentencia:
la infelicidad, dice, la otorga el dar; es mejor tomar; y aun mejor, robar y
arrebatar. Véase, en la tercera parte, El
retorno a casa, y, en la cuarta parte, El
mendigo voluntario.
189
Véase, en la tercera parte, El
convaleciente.
190
Una variación de esta idea puede verse en Más allá del bien y del mal: «¡Es tan frío, tan gélido, que al
tocarlo nos quemamos los dedos! ¡Toda mano que lo agarra se espanta! - Y justo
por ello no son pocos los que lo tienen por ardiente.»
La
canción del baile
Un atardecer caminaba Zaratustra con sus discípulos por el
bosque; y estando buscando una fuente he aquí que llegó a un verde prado a
quien árboles y malezas silenciosamente rodeaban: en él bailaban, unas con
otras, unas muchachas. Tan pronto como las muchachas reconocieron a Zaratustra
dejaron de bailar; mas Zaratustra se acercó a ellas con gesto amistoso y dijo
estas palabras
«¡No dejéis de bailar, encantadoras muchachas! No ha llegado
a vosotras, con mirada malvada, ningún aguafiestas, ningún enemigo de
muchachas.
Abogado de Dios soy yo ante el diablo: más éste es el
espíritu de la pesadez. ¿Cómo habría yo de ser, oh ligeras, hostil a bailes
divinos? ¿O a pies de muchacha de hermosos tobillos?
Sin duda soy yo un bosque y una noche de árboles oscuros: sin
embargo, quien no tenga miedo de mi oscuridad encontrará también taludes de
rosas debajo de mis cipreses.
Y asimismo encontrará ciertamente al pequeño dios que más
querido les es a las muchachas: junto al pozo está tendido, quieto, con los
ojos cerrados.
¡En verdad, se me quedó dormido en pleno día, el haragán! ¿Es
que acaso corrió demasiado tras las mariposas?
¡No os enfadéis conmigo, bellas bailarinas, si castigo un
poco al pequeño dios! Gritará ciertamente y llorará, - ¡más a risa mueve él
incluso cuando llora!
Y con lágrimas en los ojos debe pediros un baile; y yo mismo
quiero cantar una canción para su baile:
Una canción de baile y de mofa contra el espíritu de la
pesadez, mi supremo y más poderoso diablo, del que ellos dicen que es “el señor
de este mundo”»191. -
Y ésta es la canción que Zaratustra cantó mientras Cupido y
las muchachas bailaban juntos:
En tus ojos he mirado hace un momento, ¡oh vida!192
Y en lo insondable me pareció hundirme.
Pero tú me sacaste fuera con un anzuelo de oro; burlonamente
te reíste cuando te llamé insondable.
«Ése es el lenguaje de todos los peces, dijiste; lo que ellos
no pueden sondar, es insondable.
Pero yo soy tan sólo mudable, y salvaje, y una mujer
en todo, y no virtuosa:
Aunque para vosotros los varones me llame ‘la profunda’, o
‘la fiel’, ‘la eterna’, ‘la llena de misterio’.
Vosotros los varones, sin embargo, me otorgáis siempre como
regalo vuestras propias virtudes - ¡ay, vosotros virtuosos!»
Así reía la increíble; más yo nunca la creo, ni a ella ni a
su risa, cuando habla mal de sí misma.
Y cuando hablé a solas con mi sabiduría salvaje, me dijo
encolerizada: «Tú quieres, tú deseas, tú amas, ¡sólo por eso alabas tú la vida!»
A punto estuve de contestarle mal y de decirle la verdad a la
encolerizada; y no se puede contestar peor que «diciendo la verdad» a nuestra
propia sabiduría.
Así están, en efecto, las cosas entre nosotros tres. A fondo
yo no amo más que a la vida - ¡y, en verdad, sobre todo cuando la odio!
Y el que yo sea bueno con la sabiduría, y a menudo demasiado
bueno: ¡esto se debe a que ella me recuerda totalmente a la vida!
Tiene los ojos de ella, su risa, e incluso su áurea caña de
pescar: ¿qué puedo yo hacer si las dos se asemejan tanto?
Y una vez, cuando la vida me preguntó: ¿Quién es, pues, ésa,
la sabiduría? - yo me apresuré a responder: «¡Ah sí!, ¡la sabiduría!
Tenemos sed de ella y no nos saciamos, la miramos a través de
velos, la intentamos apresar con redes.
¿Es hermosa? ¡Qué se yo! Pero hasta las carpas más viejas
continúan picando en. su cebo.
Mudable y terca es; a menudo la he visto morderse los
labios y peinarse a contrapelo.
Acaso es malvada y falsa, y una mujer en todo; pero
cabalmente cuando habla mal de sí es cuando más seduce.»
Cuando dije esto a la vida ella rió malignamente y cerró los
ojos. «¿De quién estás hablando?, dijo, ¿sin duda de mí?
Y aunque tuvieras razón, - ¡decirme eso así a la cara! Pero ahora habla también de tu sabiduría.»
¡Ay, y entonces volviste a abrir tus ojos, oh vida amada! Y
en lo insondable me pareció hundirme allí de nuevo. -
Así cantó Zaratustra. Mas cuando el baile acabó y las
muchachas se hubieron ido de allí sintióse triste.
«Hace ya mucho que se puso el sol, dijo por fin; el prado
está húmedo, de los bosques llega frío.
Algo desconocido está a mi alrededor y mira pensativo. ¡Cómo!
¿Tú vives todavía, Zaratustra?
¿Por qué? ¿Para qué? ¿Con qué? ¿Hacia dónde? ¿Dónde? ¿Cómo?
¿No es tontería vivir todavía? -
Ay, amigos mios, el atardecer es quien así pregunta
desde mí. ¡Perdonadme mi tristeza! El atardecer ha llegado: ¡perdonadme que el
atardecer haya llegado!»
191
Así llama el Evangelio de Juan, 12,
31, al demonio (palabras de Jesús a
Andrés y Felipe, anunciando su glorificación por la muerte): «Ahora comienza un
juicio contra el orden presente, y ahora el señor de este mundo será arrojado
fuera. Pero yo, cuando me levanten de la tierra, tiraré de todos hacia mí».
192
Con estas mismas palabras comenzará también La otra canción del baile, en la tercera parte de esta obra.
La
canción de los sepulcros193
Allí está la isla de los sepulcros, la silenciosa; allí están
también los sepulcros de mi juventud. A ella quiero llevar una corona siempre
verde de vida».
Con este propósito en el corazón atravesé el mar. -
¡Oh vosotras, visiones y apariciones de mi juventud! ¡Oh
vosotras, miradas todas del amor, vosotros instantes divinos! ¡Qué aprisa
habéis muerto para mí! Me acuerdo de vosotros hoy como de mis muertos.
De vosotros, muertos queridísimos, llega hasta mí un dulce
aroma que desata el corazón y las lágrimas. En verdad, ese aroma conmueve y
alivia el corazón al navegante solitario.
Aún continúo siendo el más rico y el más digno de envidia -
¡yo el más solitario! Pues yo os tuve a
vosotros, y vosotros me tuvisteis a mí: decid, La quién le cayeron del árbol,
como a mí, tales manzanas de rosa?194
Aún continúo siendo heredero de vuestro amor, y tierra que en
recuerdo vuestro florece con multicolores virtudes silvestres, ¡oh vosotros
amadísimos!
Ay, estábamos hechos para permanecer próximos unos a otros,
oh propicios y extraños prodigios; y vinisteis a mí y a mi deseo no como
tímidos pájaros - ¡no, sino como confiados al confiado!
Sí, hechos para la fidelidad, como yo, y para delicadas
eternidades: y ahora tengo que denominaros por vuestra infidelidad, oh miradas
e instantes divinos: ningún otro nombre he aprendido todavía.
En verdad, demasiado aprisa habéis muerto para mí, vosotros
fugitivos. Pero no huisteis de mí, tampoco yo huí de vosotros: inocentes somos
unos para otros en nuestra infidelidad.
¡Para matarme a mí os
estrangularon a vosotros, pájaros cantores de mis esperanzas! Sí, contra
vosotros, queridísimos, disparó la maldad siempre sus flechas - ¡para dar en mi
corazón!
¡Y acertó! Porque vosotros erais lo más querido a mi corazón,
mi posesión y mi serposeído: ¡por eso tuvisteis
que morir jóvenes y demasiado pronto!
Contra lo más vulnerable que yo poseía dispararon ellos la
flecha: ¡lo erais vosotros, cuya piel es semejante a una suave pelusa, y, más
todavía, a la sonrisa que fenece a causa de una mirada!
Pero estas palabras quiero decir a mis enemigos: ¡qué son
todos los homicidios al lado de lo que me habéis hecho!
Algo peor me habéis hecho que todos los homicidios; algo
irrecuperable me habéis quitado: - ¡así os hablo a vosotros, enemigos míos!
¡Pues habéis asesinado las visiones y los amadísimos
prodigios de mi juventud! ¡Me habéis quitado mis compañeros de juego, los
espíritus bienaventurados! En recuerdo suyo deposito esta corona y esta
maldición.
¡Esta maldición contra vosotros, enemigos míos! ¡Pues
acortasteis mi eternidad, así como un sonido se quiebra en noche fría! Casi tan
sólo como un relampagueo de ojos divinos llegó hasta mí, - ¡como un instante!
Así dijo una vez en hora favorable mi pureza: «Divinos deben
ser para mí todos los seres».
Entonces caísteis sobre mí con sucios fantasmas, ¡ay, adónde
huyó aquella hora favorable!
«Todos los días deben ser santos para mí» - así habló en otro
tiempo la sabiduría de mi juventud195: ¡en verdad, palabras de una
sabiduría gaya!
Pero entonces vosotros los enemigos me robasteis mis noches y
las vendisteis a un tormento insomne: ay, ¿adónde huyó aquella sabiduría gaya?
En otro tiempo yo estaba ansioso de
auspicios felices: entonces hicisteis que se me cruzase en el camino un búho
monstruoso, repugnante. Ay, ¿adónde huyó entonces mi tierna ansia?
A toda náusea prometí yo en otro
tiempo renunciar: entonces transformasteis a mis allegados y prójimos en llagas
purulentas. Ay, ¿adónde huyó entonces mi más noble promesa?
Como un ciego recorrí en otro tiempo caminos bienaventurados:
entonces arrojasteis inmundicias al camino del ciego: y él sintió náuseas del
viejo sendero de ciegos.
Y cuando realicé mi empresa más dificil y celebraba la
victoria de mis superaciones: entonces hicisteis gritar a quienes me amaban que
yo era quien más daño les hacía.
En verdad, ése fue siempre vuestro obrar: transformasteis en
hiel mi mejor miel y la laboriosidad de mis mejores abejas.
A mi benevolencia enviasteis siempre los mendigos más
insolentes; en torno a mi compasión amontonasteis siempre a aquellos cuya
desvergüenza no tenía curación. Así heristeis a mi virtud en su fe.
Y si yo llevaba al sacrificio lo más santo de mí: al instante
vuestra «piedad» añadía sus dones más grasientos: de tal manera que en el vaho
de vuestra grasa quedaba sofocado hasta lo más santo de mí.
Y en otro tiempo quise bailar como jamás había bailado yo
hasta entonces: más allá de todos los cielos quise bailar. Entonces
persuadisteis a mi cantor más amado.
Y éste entonó una horrenda y pesada melodía; ¡ay, la tocó a
mis oídos como un tétrico cuerno!
¡Cantor asesino, instrumento de la maldad, inocentísimo! Ya
estaba yo dispuesto para el mejor baile: ¡entonces asesinaste con tus sones mi
éxtasis!
Sólo en el baile sé yo decir el símbolo de las cosas
supremas: - ¡y ahora mi símbolo supremo se me ha quedado inexpreso en mis
miembros!
¡Inexpresa y no liberada quedó en mí la suprema esperanza! ¡Y
se me murieron todas las visiones y consuelos de mi juventud!
¿Cómo soporté aquello? ¿Cómo vencí y superé tales heridas?196
¿Cómo volvió mi alma a resurgir de esos sepulcros?
Sí, algo invulnerable, insepultable hay en mí, algo que hace
saltar las rocas: se llama mi voluntad. Silenciosa
e incambiada avanza a través de los años.
Su camino quiere recorrerlo con mis pies mi vieja voluntad;
duro de corazón e invulnerable es para ella el sentido.
Invulnerable soy únicamente en mi talón197.
¡Todavía sigues viviendo ahí y eres idéntica a ti misma, pacientísima! ¡Siempre
conseguiste atravesar todos los sepulcros!
En ti vive todavía lo irredento de mi juventud; y como vida y
juventud estás tú ahí sentada, llena de esperanzas, sobre amarillas ruinas de
sepulcros.
Sí, todavía eres tú para mí la que reduce a escombros todos
los sepulcros: ¡salud a ti, voluntad mía! Y sólo donde hay sepulcros hay
resurrecciones. -
193
Otro título previsto por Nietzsche para este apartado en sus manuscritos
era La fiesta de los muertos. Ciertos
comentaristas han querido ver en La
canción de los sepulcros una sumaria enumeración de las diversas
desilusiones y afrentas, reales o imaginarias, sufridas por Nietzsche en su
vida. El propio título es sin duda una reminiscencia de la isla de San Michele,
cementerio de Venecia, llamada también «isla de los muertos», y que ciertamente
Nietzsche veía desde su ventana cuando en Venecia residía en Fundamenta Nuove.
El «buho monstruoso y repugnante» representaría al filólogo (Wilamowitz von
Möllendorff) que se atravesó en su carrera de catedrático universitario. El
«cantor más amado», que, sin embargo, le entona una «horrenda y pesada
melodía», sería Wagner, que le había insultado en su artículo Público y popularidad, publicado en los Bayreuther Blätter (Hojas de Bayreuth);
y así sucesivamente.
194
Sobre las «manzanas de rosa» véase luego la nota 416.
195
La primera edición de La gaya
ciencia llevaba como motto esta
cita de Emerson: «El poeta y el sabio consideran amigas y sagradas todas las
cosas, útiles todas las vivencias, santos todos los días, divinos todos los
hombres.» En la segunda edición sustituyó esta cita por los cuatro versos
siguientes:
Yo habito en mi propia casa, jamás he imitado a nadie en nada, y siempre
me he reído además de todo maestro
que no se haya reído de sí mismo
Sobre la
puerta de mi casa.
No es esta la única cita, literal o variada, que
Nietzsche hace de Emerson en esta obra.
196
Nietzsche remeda aquí unas palabras de Isolda en el acto segundo, escena
segunda, de Tristán e Isolda. Dice Isolda:
¿Cómo soporté aquello?
¿Cómo continúo soportándolo?
197
Al revés de Aquiles, vulnerable únicamente en su talón.
De la superación de sí
mismo198
Voluntad de verdad» llamáis vosotros sapientísimos>
a lo que os impulsa y os pone ardorosos?
Voluntad de volver pensable todo lo que existe: ¡así
llamo yo a vuestra voluntad!
Ante todo queréis hacer
pensable todo lo que existe: pues dudáis, con justificada desconfianza, de
que sea pensable.
¡Pero debe amoldarse y plegarse a vosotros! Así lo quiere
vuestra voluntad. Debe volverse liso y someterse al espíritu, como su espejo y
su imagen reflejada.
Ésa es toda vuestra voluntad, sapientísimos, una voluntad de
poder; y ello aunque habléis del bien y del mal y de las valoraciones.
Queréis crear el mundo ante el que podáis arrodillaros: ésa
es vuestra última esperanza y vuestra última ebriedad.
Los no sabios, ciertamente, el pueblo, - son como el río
sobre el que avanza flotando una barca199: y en la barca se asientan
solemnes y embozadas las valoraciones.
Vuestra voluntad y vuestros valores los habéis colocado sobre
el río del devenir; lo que es creído por el pueblo como bueno y como malvado me
revela a mí una vieja voluntad de poder.
Habéis sido vosotros, sapientísimos, quienes habéis colocado
en esa barca a tales pasajeros y quienes les habéis dado pompa y orgullosos
nombres, - ¡vosotros y vuestra voluntad dominadora!
Ahora el río lleva vuestra barca: tiene que llevarla. ¡Poco importa que la ola rota eche espuma y que
colérica se oponga a la quilla!
No es el río vuestro peligro y el final de vuestro bien y
vuestro mal, sapientísimos: sino aquella voluntad misma, la voluntad de poder,
- la inexhausta y fecunda voluntad de vida.
Mas para que vosotros entendáis mi palabra acerca del bien y
del mal200: voy a deciros todavía mi palabra acerca de la vida y
acerca de la índole de todo lo viviente.
Yo he seguido las huellas de lo vivo, he recorrido los
caminos más grandes y los más pequeños, para conocer su índole.
Con centuplicado espejo he captado su mirada cuando tenía
cerrada la boca: para que fuesen sus ojos los que me hablasen. Y sus ojos me
han hablado.
Pero en todo lugar en que encontré seres vivientes oí hablar
también de obediencia. Todo ser viviente es un ser obediente.
Y esto es lo segundo: Se le dan órdenes al que no sabe
obedecerse a sí mismo. Así es la índole de los vivientes.
Pero esto es lo tercero que oí: que mandar es más difícil que
obedecer. Y no sólo porque el que manda lleva el peso de todos los que
obedecen, y ese peso fácilmente lo aplasta: -
Un ensayo y un riesgo advertí en todo mandar; y siempre que
el ser vivo manda se arriesga a sí mismo al hacerlo.
Aún más, también cuando se manda a sí mismo tiene que expiar
su mandar. Tiene que ser juez y vengador y víctima de su propia ley.
¡Cómo ocurre esto!, me preguntaba. ¿Qué es lo que persuade a
lo viviente a obedecer y a mandar y a ejercer obediencia incluso cuando manda?
¡Escuchad, pues, mi palabra, sapientísimos! ¡Examinad
seriamente si yo me he deslizado hasta el corazón de la vida y hasta las raíces
de su corazón!
En todos los lugares donde encontré seres vivos encontré
voluntad de poder; e incluso en la voluntad del que sirve encontré voluntad de
ser señor.
A servir al más fuerte, a eso persuádele al más débil su
voluntad, la cual quiere ser dueña de lo que es más débil todavía: a ese solo
placer no le gusta renunciar.
Y así como lo más pequeño se entrega a lo más grande, para
disfrutar de placer y poder sobre lo mínimo: así también lo máximo se entrega y
por amor al poder - expone la vida.
Ésta es la entrega de lo máximo, el ser riesgo y peligro y un
juego de dados con la muerte.
Y donde hay inmolación y servicios y miradas de amor: allí
hay también voluntad de ser señor. Por caminos tortuosos se desliza lo más
débil hasta el castillo y hasta el corazón del más poderoso - y le roba poder.
Y este misterio me ha confiado la vida misma. «Mira, dijo, yo
soy lo que tiene que superarse siempre a
sí mismo.
En verdad, vosotros llamáis a esto voluntad de engendrar o
instinto de finalidad, de algo más alto, más lejano, más vario: pero todo eso
es una única cosa y un único misterio.
Prefiero hundirme en mi ocaso antes que renunciar a esa única cosa; y, en verdad, donde hay
ocaso y caer de hojas, mira, allí la vida se inmola a sí misma - ¡por el poder!
Pues yo tengo que ser lucha y devenir y finalidad y
contradicción de las finalidades: ¡ay, quien adivina mi voluntad, ése adivina
sin duda también por qué caminos torcidos
tiene él que caminar!
Sea cual sea lo que yo crea, y el modo como lo ame, - pronto
tengo que ser adversario de ello y de mi amor: así lo quiere mi voluntad.
Y también tú, hombre del conocimiento, eras tan sólo un
sendero y una huella de mi voluntad: ¡en verdad, mi voluntad de poder camina
también con los pies de tu voluntad de verdad!
No ha dado ciertamente en el blanco de la verdad quien
disparó hacia ella la frase de la `voluntad de existir201: ¡esa
voluntad - no existe!
Pues: lo que no es, eso no puede querer; más lo que está en
la existencia, ¡cómo podría seguir queriendo la existencia!
Sólo donde hay vida hay también voluntad: pero no voluntad de
vida, sino - así te lo enseño yo - ¡voluntad de poder!
Muchas cosas tiene el viviente en más alto aprecio que la
vida misma; pero en el apreciar mismo habla - ¡la voluntad de poder!» -
Esto fue lo que en otro tiempo me enseñó la vida: y con ello
os resuelvo yo, sapientísimos, incluso el enigma de vuestro corazón.
En verdad, yo os digo: ¡Un bien y un mal que sean
imperecederos - no existen! Por sí mismos deben una y otra vez superarse a sí
mismos.
Con vuestros valores y vuestras palabras del bien y del mal
ejercéis violencia, valoradores: y ése es vuestro oculto amor, y el brillo, el
temblor y el desbordamiento de vuestra propia alma.
Pero una violencia más fuerte surge de vuestros valores, y
una nueva superación: al chocar con ella se rompen el huevo y la cáscara.
Y quien tiene que ser un creador en el bien y en el mal202:
en verdad, ése tiene que ser antes un aniquilador y quebrantar valores.
Por eso el mal sumo forma parte de la bondad suma: más
ésta es la bondad creadora. -
Hablemos de esto, sapientísimos, aunque sea desagradable.
Callar es peor; todas las verdades silenciadas se vuelven venenosas.
¡Y que caiga hecho pedazos todo lo que en nuestras verdades -
pueda caer hecho pedazos! ¡Hay muchas casas que construir todavía!
198 En sus manuscritos Nietzsche había
previsto para este capítulo también el título: Del bien y del mal. En él desarrolla ampliamente Nietzsche el tema
de la «voluntad de poder», ya aparecido an tes; véase, en Los discursos de Zaratustra, el
titulado De las mil metas y de la única
meta; y la nota 94.
199 Posible alusión irónica a La nave de los locos, el poema alegórico y
satírico de Sebastián Brant.
200 Recuérdese lo dicho en la nota 198
sobre el primitivo título de este apartado.
201 La expresión «voluntad de existir» es
de Schopenhauer.
202
En Ecce homo, «¿Por qué soy un
destino?», 2, cita Nietzsche esta
frase, con una significativa variación: donde aquí dice: «tiene que» (muss), allí dice: «quiere» (will).
De los
sublimes
Silencioso es el fondo de mi mar: ¡quién adivinaría
que esconde monstruos juguetones!
Imperturbable es mi profundidad: más resplandece de enigmas
y risas flotantes.
Hoy he visto un sublime, un solemne, un penitente del
espíritu203: ¡oh, cómo se rió mi alma de su fealdad!
Con el pecho levantado, y semejante a quienes están aspirando
aire: así estaba él, el sublime, y callaba:
Guarnecido de feas verdades, su botín de caza, y con muchos
vestidos desgarrados; también pendían de él muchas espinas - pero no vi ninguna
rosa.
Aún no había aprendido la risa ni la belleza. Sombrío volvía
este cazador del bosque del conocimiento.
De luchar con animales salvajes volvía a casa: mas desde su
seriedad continúa mirando un animal salvaje - ¡un animal no vencido aún!
Ahí continúa estando, como un tigre que quiere saltar; pero a
mí no me agradan esas almas tensas, a mi gusto le repugnan todos esos
contraídos.
¿Y vosotros me decís, amigos, que no se ha de disputar sobre
el gusto y el sabor? ¡Pero toda vida es una disputa por el gusto y por el
sabor!204
Gusto: es el peso y, a la vez, la balanza y el que pesa; ¡y
ay de todo ser vivo que quisiera vivir sin disputar por el peso y por la
balanza y por los que pesan!
Si este sublime se fatigase de su sublimidad: entonces
comenzaría su belleza, - sólo entonces quiero yo degustarlo y encontrarlo
sabroso.
Y sólo cuando se aparte de sí mismo saltará por encima de su
propia sombra - y, ¡en verdad!, penetrará en su sol. Demasiado tiempo ha estado
sentado en la sombra, pálidas se le han puesto las mejillas al penitente del
espíritu; casi murió de hambre a causa de sus esperas.
Desprecio hay todavía en sus ojos; y náusea se esconde en su
boca205. Ahora reposa, ciertamente, pero su reposo no se ha tendido
todavía al sol.
Debería hacer como el toro; y su felicidad debería oler a
tierra y no a desprecio de la tierra.
Como un toro blanco quisiera yo verlo, resoplando y mugiendo
mientras marcha delante del arado: ¡y su mugido debería alabar además todo lo
terreno!
Oscuro es todavía su rostro; la sombra de la mano juega sobre
él. Ensombrecido está todavía el sentido de sus ojos.
Su acción misma es todavía la sombra sobre él: la mano
oscurece al que actúa. Aún no ha superado su acción.
Es verdad que yo amo en él la nuca de toro: más ahora quiero
ver también incluso los ojos de ángel.
También su voluntad de héroe tiene todavía que olvidarla: un
elevado debe ser él para mí, y no sólo un sublime: - ¡el éter mismo debería
elevarlo a él, el falto de voluntad!
Él ha domeñado monstruos, ha resuelto enigmas: pero aún
debería redimir a sus propios monstruos y enigmas, en hijos celestes debería
aún transformarlos.
Su conocimiento no ha aprendido todavía a sonreír y a no
tener celos; aún no se ha vuelto tranquila en la belleza su caudalosa pasión.
En verdad, no en la saciedad debería callar y sumergirse su
ansia, ¡sino en la belleza! El encanto forma parte de la magnanimidad de los
magnánimos.
Con el brazo apoyado sobre la cabeza: así debería reposar el
héroe, así debería superar incluso su reposo.
Pero cabalmente al héroe lo bello le resulta la más difícil
de todas las cosas. Inconquistable es lo bello para toda voluntad violenta.
Un poco más, un poco menos: justo eso es aquí mucho,
es aquí lo más.
Estar en pie con los músculos relajados y con la voluntad
desuncida: ¡eso es lo más difícil para todos vosotros, los sublimes!
Cuando el poder se vuelve clemente y desciende hasta lo visible:
belleza llamo yo a tal descender.
Y de nadie quiero yo belleza tanto como precisamente de ti,
violento: sea tu bondad tu última superación de ti mismo.
De todo mal te creo capaz: por ello quiero yo de ti el bien.
¡En verdad, a menudo me he reído de los debiluchos que se creen buenos porque
tienen zarpas tullidas!
A la virtud de la columna debes aspirar: más bella y más
delicada se va tornando, pero en lo interior más dura y más robusta, cuanto más
asciende.
Sí, sublime, alguna vez también tú debes ser bello y
presentar el espejo a tu propia belleza.
Entonces tu alma se estremecerá de ardientes deseos divinos;
¡y habrá adoración incluso en tu vanidad!
Éste es, en efecto, el misterio del alma: sólo cuando el
héroe la ha abandonado acércase a ella, en sueños, - el super-héroe.
203
El «penitente del espíritu» alude irónicamente, entre otros, a Wagner. Es
un concepto importante en esta obra, que aquí aparece por vez primera. Se lo
vuelve a citar más adelante, en De los
poetas, y alcanza su pleno desarrollo en la cuarta parte, El mago.
204
Véase Humano, demasiado humano,
II, «Opiniones y sentencias
mezcladas», el 170, titulado «Los alemanes
en el teatro», al final: «¡Bienaventurados los que tienen un gusto, aunque sea
un mal gusto! - y no sólo bienaventurado, sino también sabio es cosa que sólo
se puede llegar a ser en virtud de esa cualidad: por eso los griegos, que en
tales cuestiones eran muy finos, designaron al sabio con una palabra que
significa el hombre de gusto, y llamaron
a la sabiduría, tanto artística como cognoscitiva, “gusto” (Sophia).»
205
Véase la nota 9.
[1] En la cuarta parte, Coloquio con los reyes, los reyes recordarán a Zaratustra estas
palabras.
[2] En el mismo capítulo
citado en la nota anterior, los reyes
dicen a Zaratustra. «Nadie ha dicho hasta ahora palabras tan belicosas como:
“¿Qué es bueno? Ser valiente es bueno”. La buena guerra es la que santifica
toda causa. Oh, Zaratustra, la sangre de nuestros padres se agitaba en nuestro
cuerpo al oír tales palabras.»
[3] El propio Zaratustra cita
más adelante esta enseñanza suya; véase, en la tercera parte, De las tablas viejas y nuevas, 21.
[4] La contraposición entre
«tú debes» y «yo quiero» ha sido desarrollada antes en esta misma parte, De las tres transformaciones, Zaratustra
volverá a mencionarla en la parte tercera, De
tablas viejas y nuevas, 9.
[5] Véase la nota 54.
[6] En la tercera parte, De tablas viejas y nuevas, 24, repetirá Zaratustra este consejo con
las mismas palabras.
[7] Zaratustra aplica ahora al
matrimonio el mismo estribillo «pobreza, suciedad y un lamentable bienestar»
que antes había aplicado al alma, la felicidad, la razón y la virtud. Véase el Prólogo de Zaratustra, 3.
[8] Antítesis de lo que dice
el Evangelio de Mateo, 19, 6: «... lo que Dios ha unido». El «dios cojo»
es una alusión al dios griego Hefesto, que, como se dice en el párrafo
anterior, «traba en una red celestial» a su esposa Afrodita y a Ares, al
sorprenderlos en adulterio.
[9] Cita irónica de una
conocida frase de Goethe al final de Los
años de aprendizaje de Wilhelm Meister. «Saúl, hijo de Quis, salió a buscar
las pollinas de su padre y encontró un reino». La frase de Goethe es una
síntesis de lo narrado en la Biblia, capítulos 9 y 10 de 1 Samuel.
[10] Este apartado es un
ejemplo más de la «atmósfera italiana» de esta segunda parte de Así habló Zaratustra. De ese modo se
entiende igualmente la alusión final a la «tarantela».
[11] Véase, en esta segunda
parte, De los doctos.
[12] Variación sobre el
fragmento 51 (Diels-Kranz) de Heraclito: «No entienden cómo, al diverger, se
converge consigo mismo: armonía propia del tender en direcciones opuestas, como
la del arco y la de la lira».
[13] Reminiscencia clásica:
también Ulises pide a sus compañeros que lo aten al mástil de la nave para no
ser arrastrado por los cantos de las sirenas. Véase Odisea, canto XII.
[14] La traducción castellana
manifiesta sólo uno de los dos sentidos que tiene simultáneamente la expresión
alemana Tarantel-Tänzer: el que baila
la tarantela y el que gira bailando por haber sido picado por una
No hay comentarios:
Publicar un comentario