Terror, labor y consumo:
La sociedad de los seres superfluos según H. Arendt1
María José López Merino2
Universidad
de Chile
mjlopezmerino@gmail.com
Resumen /
Abstract
En el pensamiento de H. Arendt, las lecturas sobre el
totalitarismo de The Origins of Totalitarianism, pueden ser leídas en paralelo
a sus lecturas sobre la sociedad de masas, de la labor y el consumo en The
Human Condition. Nos interesa mostrar en este artículo que se trata de lecturas
convergentes, que se encuentran ligadas en la evolución del pensamiento de la
autora y conservan algunas notas temáticas comunes como la preocupación por: el
aislamiento, la soledad, el desarraigo y el proyecto de convertir a los seres
humanos en seres superfluos.
Palabras clave: terror, totalitarismo, campos de
concentración, labor, social, sociedad de masas, consumo, seres superfluos.
En una carta enviada por Mary
Mc Carthy a Hannah Arendt desde París, fechada el 4 octubre de 1973, Mc Carthy -amiga,
correctora y más tarde albacea de la obra de Arendt-, le cuenta de un artículo
publicado en la prensa parisina y escrito por Jaques Thibau, en el que se cita
The Origins of Totalitarianism para hablar del régimen militar que se está
instalando luego del golpe de Estado que ha tenido lugar hace pocos días en
Chile. McCarthy, reproduciendo la
tesis de Thibau, reconoce que la empresa de los militares chilenos tiene al
menos ambiciones totalitarias y le pregunta a Arendt si es posible pensar en
este régimen militar como una nueva expresión de totalitarismo, sin dejar de
opinar que posiblemente Chile [es] un país demasiado pequeño para transformarse
en un Estado Totalitario (Arendt-Mc Carthy 1999, 406).
Arendt no responde a la
pregunta formulada por Mc Carthy, al menos su respuesta no se recoge en la
correspondencia publicada de ambas, pero muy probablemente se habría resistido
a extender el término ‘totalitarismo’, más allá de los regímenes nazi y
estalinista, tal como había quedado fijado en su difundida obra, publicada por
primera vez en 1951.
1. Este trabajo es parte del proyecto “Arendt y la Educación”,
Fondo Innovación, Iniciativa Bicentenario Campus Juan Gómez Millas, Universidad
de Chile. Agradezco especialmente a los integrantes del equipo de este
proyecto: Camila Leyton, Pedro Mellado y Elisa Franco, ya que sin las reuniones
y conversaciones con ellos, este texto no habría visto su forma definitiva.
Este trabajo se inserta también en la red de investigadores creada por el
proyecto: “Los residuos del mal en las sociedades postotalitarias: Respuestas
desde una política democrática” (FFI2012-31635), financiado por el Ministerio
de Economía y Competitividad del Gobierno de España. 2013-2015.
2. Profesora Asistente, Departamento de Filosofía, Facultad de
Filosofía y Humanidades. Investigadora Fondecyt Iniciación 2008-2011 (Proyecto
n°11080021), Co-investigadora Fondecyt Regular 2012-2014 (n° 1110811) y
Co-investigadora Fondecyt Regular 2015 (n°
1140200).
En todo caso, la pregunta de Mc
Carthy, nos permite poner sobre la mesa una de las cuestiones más inquietantes
que quedan abiertas por el libro (The Origins of Totalitarianism): Los
totalitarismos representan un peligro que sigue latente sobre el mundo
contemporáneo, más allá de Europa e incluso después de la caída de los
regímenes nazi y estalinista 3, y no
desaparece cuando estos regímenes ya han sido abolidos (Arendt 2004, p. 579).
Se trata de la permanencia y la expansión planetaria de las condiciones que
hicieron posible el totalitarismo, ahora en las sociedades postotalitarias.
Justamente son la permanencia y expansión de estas condiciones las que nos
permiten plantearnos la cuestión básica que guiará nuestro trabajo: Es posible
considerar coincidencias entre la sociedad totalitaria y la moderna sociedad de
masas o ‘sociedad de laborantes’, tal como es presentado por Arendt en The
Human Condition a fines de los 50’ ¿Cuáles son estas coincidencias?
Para hacer este recorrido
debemos presentar:
1) la idea de terror totalitario presente en The Origins of
Totalitarianism en sus descripciones centrales acerca de los campos de
concentración y sus internos.
2) el diagnóstico del auge de lo social liderado por el animal
laborans, que postula una sociedad del trabajo- labor y del consumo, presente
en The Human Condition.
3) el diálogo y las convergencias de ambos cuerpos teóricos, en un
texto específico: el epílogo Ideology and Terror, publicado en 1958 en la
segunda edición de The Origins of Totalitarianism.
3. “Si es cierto que pueden hallarse elementos de totalitarismo
remontándose en la Historia y analizando las implicaciones políticas de lo que
habitualmente denominamos la crisis de nuestro siglo, entonces es inevitable la
conclusión de que esta crisis no es una simple amenaza exterior, no simplemente
el resultado de una agresiva política exterior, bien de Alemania o de Rusia, y
que no desaparecerá con la muerte de Stalin más de lo que desapareció con la
caída de la Alemania nazi” (Arendt 2004, 559).
1. El Terror: Totalitarismo y campos de concentración
En The Origins of
Totalitarianism, el totalitarismo se presenta como un sistema sin precedentes,
que posee una estructura inédita (Arendt 2004, 510). Perspectiva que coincide
con el modelo que durante el siglo XX será dominante en la comprensión de los
totalitarismos y que en cierto sentido el pensamiento de la propia Arendt impulsará
(Canovan 1992, 25). Un sistema sociopolítico nuevo, que en sus varios niveles
de comprensión4 se presenta al menos como: Un sistema fundado
en un partido único (Arendt 2004, 512), de extrema flexibilidad (Arendt 2004,
486), un sistema inspirado en una ideología5 que persigue no solo transformaciones en los discursos y
mentalidades sino transformaciones efectivas de la sociedad, mediante la
organización estatal y la generación de transformaciones sociales concretas6.
Pero el rasgo central de los
sistemas totalitarios para Arendt es, sin duda, que se trata de un sistema
fundado en el terror. El terror es mucho más que la infusión del miedo como
forma de control total sobre la sociedad y los individuos, es más bien un
principio de acción política (Monstesquieu). En este sentido, y como pone de
relieve Villa, para Arendt el terror es la verdadera esencia del totalitarismo
y de su novedad, que en su última fase persigue la dominación total (Villa
1999, 182).
Pero para Arendt el
totalitarismo además de ser un sistema político y una serie de instituciones,
es un movimiento social (Canovan 1992, 29) activo y en constante cambio. Esto
quiere decir, un proceso social dinámico de transformación radical, que intenta
colonizar la sociedad en su conjunto cambiando las bases de la misma relación
social de la comunidad, en definitiva, la relación de los seres humanos.
En tanto movimiento, el
totalitarismo puede pensarse bajo la imagen de un flujo caótico, que desata una
enorme violencia, que va acrecentándose y tomando proporciones inmanejables
incluso para los propios líderes del movimiento. Este poder de destrucción,
antes incluso que la construcción de una utopía, es el que mantiene el
dinamismo del movimiento (Canovan 1992, 27). Desde la propia ideología, en
tanto discurso justificativo, el propio totalitarismo se ve a sí mismo como el
simple ejecutor de la sentencia de destrucción que dicta la ley de la
Naturaleza o de la Historia7, sobre
individuos y pueblos enteros (Canovan 1992, 28).
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4. Para una visión completa de las condiciones de los sistemas
totalitarios ver Arendt (2004 y 1994a), The Origins of the totalitarianism.
Especialmente la tercera parte: Totalitarismo, pp. 385-580. También, Arendt
(2005), Ensayos de Comprensión: 1930-1954, pp. 371-434.
5. “…las ideologías son sistemas de explicación de la vida y del
mundo que pretenden explicarlo todo, el pasado y el futuro, sin necesidad de
ulterior contrastación con la experiencia efectiva” (Arendt 2005, 421).
6. “Lo que es nuevo en la propaganda ideológica de los movimiento
totalitarios, antes incluso de la toma de poder, es la transformación directa,
a través de los instrumentos de organización totalitaria, del contenido
ideológico a la realidad viva. Lejos de organizar personas que resultaba que
creían en el racismo, el movimiento nazi las organizó de acuerdo con criterios
raciales objetivos, de modo que la ideología racial dejó de ser asunto de mera
opinión o de argumentación, incluso de fanatismo y constituía la realidad
efectiva viva, primero del movimiento nazi y luego de la Alemania nazi” (Arendt
2005, 422).
7. “…Su propósito ultimo no es la tranquilidad de su propio
régimen, sino la imitación, en el caso de Hitler, o la interpretación en el
caso de Stalin, de las leyes de la Naturaleza o la Historia” (Arendt 2005,
416).
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En este sentido, el terror
totalitario para Arendt requiere de una capacidad de destrucción, que no se
explica por el puro anhelo de poder, ni por el incentivo personal, ni por los
deseo de expansión imperialista de un pueblo, no parece tener causas utilitarias.
Se trata más bien de una agresividad difícilmente explicable desde causas
racionales. Lo que constata Arendt es que el terror funciona bajo la creencia
propiamente moderna de que todo es posible, postulada por gran parte de la
filosofía moderna y realizada por la técnica. Pero esta creencia es realizada
por el totalitarismo únicamente bajo la modalidad: todo puede ser destruido
(Arendt 2004, 556).
Así, el movimiento totalitario
se identifica con un cierto caos estructural, que constantemente se reorganiza
en torno a sus dos instituciones centrales: la policía secreta y los campos de
concentración.
La centralidad que da Arendt a
la experiencia del holocausto en su comprensión del totalitarismo (Canovan
1992, 26), expresa no solo el intento de comprender el sistema totalitario nazi
desde la experiencia de los campos de concentración, sino el esfuerzo de asumir
la cuestión de los campos de concentración como uno de los fenómenos políticos
centrales, haciendo ver que se trata de un verdadero punto de partida para la
comprensión política del mundo contemporáneo. En este sentido, cuando Arendt
investiga sobre los campos, transforma su propia percepción del totalitarismo y
logra darle a su trabajo sobre este tema una orientación definitiva (Bernstein
2002, 98). Al mismo tiempo, nos entrega una de las primeras y más completas
descripciones de estos lugares, su funcionamiento y la experiencia de los
internos 8.
Para la autora alemana, los
campos de concentración administrados por la policía secreta tienen como función
central la de ser laboratorios de la dominación total (Arendt 2004, p. 533). Se
trata de los campos organizados para generar el mayor tormento posible entre
los internos (Arendt 2004, 541) y para funcionar de guía social (Arendt 2004,
533). Se constituyen en un verdadero modelo: el sistema totalitario perfecto
sería aquel que pudiera convertir a la sociedad completa en un campo de
concentración.
Para realizar esta función de
dominación, se hace necesario: el completo y más estricto aislamiento del
exterior (Arendt 2004, 533) para que se genere un abismo entre el mundo de los
vivos y el de los vivos-muertos (uno de los nombre que Arendt da a los
internos)9 .
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8. Las principales fuentes que toma Arendt es su descripción de
los campos son las fuentes testimoniales de los sobrevivientes, principalmente
los libros de Rousset, Bettelheim, la compilación de testimonios de Tallin. Ver
Arendt 2004, 537 y ss.
9. Los internos son llamados por Arendt de varias manera: muertos
vivos (Arendt 2004, 538) o testigos oculares (Arendt 2004, 536-537), también
los nombra como desaparecidos
Esto tiene como resultado el
hecho de que mantiene a los campos en un ámbito más allá de lo real (Arendt
2004, 536). Lugares que al constituirse al margen de las leyes y de las normas
mínimas de legalidad o convivencia social, adquieren un cierto grado de
irrealidad como al margen de la vida y la muerte10.
10. “Su horror nunca puede ser abarcado completamente por la
imaginación por la simple razón de que permanecen al margen de la vida y de la
muerte. Nunca puede ser totalmente descrito por la razón del superviviente que
retorna al mundo de los vivos, lo que le hace imposible creer por completo en sus
propias experiencias pasadas” (Arendt 2004, 539).
También se trata de lugares que
requieren, según Arendt un sistema organizativo interno que aísla a los grupos
y a los mismos individuos de manera de conseguir romper los lazos de
solidaridad entre ellos (Arendt 2004, 538), y así, mantener a los internos en
la apatía, procurando organizar desde este aislamiento, no solo la muerte y el
padecimiento, sino también el olvido (Arendt 2004, 548). Para este efecto, se
busca hacer desaparecer a las víctimas y los vestigios mismos del crimen
cometido, intentando hacer como si esas personas en realidad nunca hubieran
existido11.
11. “El asesino deja un cadáver tras de sí y no pretende que su
víctima no haya existido nunca; si borra todos los rastros son los de su propia
identidad, y no los del recuerdo y del dolor de las personas que amaban a la
víctima; destruye una vida, pero no destruye el hecho mismo de la existencia”
(Arendt 2004, 538).
Este intento de borrar todo
gesto de individualidad, incluida la muerte individual, es en realidad el
resultado de un largo proceso que se inicia en realidad mucho antes que los
internos pisen el campo. Comienza con la etapa que busca matar a la persona jurídica:
esto significa despojar de la ciudadanía y por lo tanto de sus derechos
jurídicos y capacidad para ser protegido por un Estado a un grupo de la
población. En el proceso nazi esto ocurrió con distintos grupos que
progresivamente fueron dejados fuera de la protección de la ley y de esta
manera quedaban en una situación de vulnerabilidad (Arendt 2004, 543). Continúa
con el intento de matar a la persona moral: a través del aislamiento tanto
externo como interno, se instituyen en los campos una serie de estrategias
dirigidas a privar a los individuos de su dignidad más básica (torturas,
humillaciones, obligación de las víctimas de participar en las muertes de
otros, etc.). En su última fase, la destrucción se orienta a matar a la
individualidad: se trata de la última etapa, en la que bajo distintos métodos
se busca despojar a los individuos de toda espontaneidad y singularidad (Arendt
2004, 550), logrando como resultado la aparición de un hombre inanimado (Arendt
2004, 536). De un muerto-vivo (Arendt 2004, 532) o de un animal completamente
pervertido (Villa 29). Para terminar en una muerte completamente anónima,
privada de la individualidad, del dolor de los otros y del recuerdo12.
12. “En los países totalitarios todos los lugares de detención
dirigidos por la Policía quedan convertidos en verdaderos pozos del olvido en
los que las personas caen por accidente y sin dejar tras de sí los rastros
ordinarios de su antigua existencia como un cuerpo y una tumba” (Arendt 2004,
529).
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