domingo, agosto 28, 2016

Terror, labor y consumo:
La sociedad de los seres superfluos según H. Arendt1

María  José López Merino2
Universidad de Chile
 mjlopezmerino@gmail.com

Resumen / Abstract
En el pensamiento de H. Arendt, las lecturas sobre el totalitarismo de The Origins of Totalitarianism, pueden ser leídas en paralelo a sus lecturas sobre la sociedad de masas, de la labor y el consumo en The Human Condition. Nos interesa mostrar en este artículo que se trata de lecturas convergentes, que se encuentran ligadas en la evolución del pensamiento de la autora y conservan algunas notas temáticas comunes como la preocupación por: el aislamiento, la soledad, el desarraigo y el proyecto de convertir a los seres humanos en seres superfluos.
Palabras  clave: terror, totalitarismo, campos de concentración, labor, social, sociedad de masas, consumo, seres superfluos.

En una carta enviada por Mary Mc Carthy a Hannah Arendt desde París, fechada el 4 octubre de 1973, Mc Carthy -amiga, correctora y más tarde albacea de la obra de Arendt-, le cuenta de un artículo publicado en la prensa parisina y escrito por Jaques Thibau, en el que se cita The Origins of Totalitarianism para hablar del régimen militar que se está instalando luego del golpe de Estado que ha tenido lugar hace pocos días en Chile. McCarthy, reproduciendo la tesis de Thibau, reconoce que la empresa de los militares chilenos tiene al menos ambiciones totalitarias y le pregunta a Arendt si es posible pensar en este régimen militar como una nueva expresión de totalitarismo, sin dejar de opinar que posiblemente Chile [es] un país demasiado pequeño para transformarse en un Estado Totalitario (Arendt-Mc Carthy 1999, 406).

Arendt no responde a la pregunta formulada por Mc Carthy, al menos su respuesta no se recoge en la correspondencia publicada de ambas, pero muy probablemente se habría resistido a extender el término ‘totalitarismo’, más allá de los regímenes nazi y estalinista, tal como había quedado fijado en su difundida obra, publicada por primera vez en 1951.

1. Este trabajo es parte del proyecto “Arendt y la Educación”, Fondo Innovación, Iniciativa Bicentenario Campus Juan Gómez Millas, Universidad de Chile. Agradezco especialmente a los integrantes del equipo de este proyecto: Camila Leyton, Pedro Mellado y Elisa Franco, ya que sin las reuniones y conversaciones con ellos, este texto no habría visto su forma definitiva. Este trabajo se inserta también en la red de investigadores creada por el proyecto: “Los residuos del mal en las sociedades postotalitarias: Respuestas desde una política democrática” (FFI2012-31635), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España. 2013-2015.

2. Profesora Asistente, Departamento de Filosofía, Facultad de Filosofía y Humanidades. Investigadora Fondecyt Iniciación 2008-2011 (Proyecto n°11080021), Co-investigadora Fondecyt Regular 2012-2014 (n° 1110811) y Co-investigadora Fondecyt Regular 2015 (n°
1140200).

En todo caso, la pregunta de Mc Carthy, nos permite poner sobre la mesa una de las cuestiones más inquietantes que quedan abiertas por el libro (The Origins of Totalitarianism): Los totalitarismos representan un peligro que sigue latente sobre el mundo contemporáneo, más allá de Europa e incluso después de la caída de los regímenes nazi y estalinista 3, y no desaparece cuando estos regímenes ya han sido abolidos (Arendt 2004, p. 579). Se trata de la permanencia y la expansión planetaria de las condiciones que hicieron posible el totalitarismo, ahora en las sociedades postotalitarias. Justamente son la permanencia y expansión de estas condiciones las que nos permiten plantearnos la cuestión básica que guiará nuestro trabajo: Es posible considerar coincidencias entre la sociedad totalitaria y la moderna sociedad de masas o ‘sociedad de laborantes’, tal como es presentado por Arendt en The Human Condition a fines de los 50’ ¿Cuáles son estas coincidencias?

Para hacer este recorrido debemos presentar:

1) la idea de terror totalitario presente en The Origins of Totalitarianism en sus descripciones centrales acerca de los campos de concentración y sus internos.

2) el diagnóstico del auge de lo social liderado por el animal laborans, que postula una sociedad del trabajo- labor y del consumo, presente en The Human Condition.

3) el diálogo y las convergencias de ambos cuerpos teóricos, en un texto específico: el epílogo Ideology and Terror, publicado en 1958 en la segunda edición de The Origins of Totalitarianism.

3. “Si es cierto que pueden hallarse elementos de totalitarismo remontándose en la Historia y analizando las implicaciones políticas de lo que habitualmente denominamos la crisis de nuestro siglo, entonces es inevitable la conclusión de que esta crisis no es una simple amenaza exterior, no simplemente el resultado de una agresiva política exterior, bien de Alemania o de Rusia, y que no desaparecerá con la muerte de Stalin más de lo que desapareció con la caída de la Alemania nazi” (Arendt 2004, 559).

1. El Terror: Totalitarismo y campos de concentración

En The Origins of Totalitarianism, el totalitarismo se presenta como un sistema sin precedentes, que posee una estructura inédita (Arendt 2004, 510). Perspectiva que coincide con el modelo que durante el siglo XX será dominante en la comprensión de los totalitarismos y que en cierto sentido el pensamiento de la propia Arendt impulsará (Canovan 1992, 25). Un sistema sociopolítico nuevo, que en sus varios niveles de comprensión4  se presenta al menos como: Un sistema fundado en un partido único (Arendt 2004, 512), de extrema flexibilidad (Arendt 2004, 486), un sistema inspirado en una ideología5 que persigue no solo transformaciones en los discursos y mentalidades sino transformaciones efectivas de la sociedad, mediante la organización estatal y la generación de transformaciones sociales concretas6.

Pero el rasgo central de los sistemas totalitarios para Arendt es, sin duda, que se trata de un sistema fundado en el terror. El terror es mucho más que la infusión del miedo como forma de control total sobre la sociedad y los individuos, es más bien un principio de acción política (Monstesquieu). En este sentido, y como pone de relieve Villa, para Arendt el terror es la verdadera esencia del totalitarismo y de su novedad, que en su última fase persigue la dominación total (Villa 1999, 182).

Pero para Arendt el totalitarismo además de ser un sistema político y una serie de instituciones, es un movimiento social (Canovan 1992, 29) activo y en constante cambio. Esto quiere decir, un proceso social dinámico de transformación radical, que intenta colonizar la sociedad en su conjunto cambiando las bases de la misma relación social de la comunidad, en definitiva, la relación de los seres humanos.

En tanto movimiento, el totalitarismo puede pensarse bajo la imagen de un flujo caótico, que desata una enorme violencia, que va acrecentándose y tomando proporciones inmanejables incluso para los propios líderes del movimiento. Este poder de destrucción, antes incluso que la construcción de una utopía, es el que mantiene el dinamismo del movimiento (Canovan 1992, 27). Desde la propia ideología, en tanto discurso justificativo, el propio totalitarismo se ve a sí mismo como el simple ejecutor de la sentencia de destrucción que dicta la ley de la Naturaleza o de la Historia7, sobre individuos y pueblos enteros (Canovan 1992, 28).

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4. Para una visión completa de las condiciones de los sistemas totalitarios ver Arendt (2004 y 1994a), The Origins of the totalitarianism. Especialmente la tercera parte: Totalitarismo, pp. 385-580. También, Arendt (2005), Ensayos de Comprensión: 1930-1954, pp. 371-434.

5. “…las ideologías son sistemas de explicación de la vida y del mundo que pretenden explicarlo todo, el pasado y el futuro, sin necesidad de ulterior contrastación con la experiencia efectiva” (Arendt 2005, 421).

6. “Lo que es nuevo en la propaganda ideológica de los movimiento totalitarios, antes incluso de la toma de poder, es la transformación directa, a través de los instrumentos de organización totalitaria, del contenido ideológico a la realidad viva. Lejos de organizar personas que resultaba que creían en el racismo, el movimiento nazi las organizó de acuerdo con criterios raciales objetivos, de modo que la ideología racial dejó de ser asunto de mera opinión o de argumentación, incluso de fanatismo y constituía la realidad efectiva viva, primero del movimiento nazi y luego de la Alemania nazi” (Arendt 2005, 422).

7. “…Su propósito ultimo no es la tranquilidad de su propio régimen, sino la imitación, en el caso de Hitler, o la interpretación en el caso de Stalin, de las leyes de la Naturaleza o la Historia” (Arendt 2005, 416).

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En este sentido, el terror totalitario para Arendt requiere de una capacidad de destrucción, que no se explica por el puro anhelo de poder, ni por el incentivo personal, ni por los deseo de expansión imperialista de un pueblo, no parece tener causas utilitarias. Se trata más bien de una agresividad difícilmente explicable desde causas racionales. Lo que constata Arendt es que el terror funciona bajo la creencia propiamente moderna de que todo es posible, postulada por gran parte de la filosofía moderna y realizada por la técnica. Pero esta creencia es realizada por el totalitarismo únicamente bajo la modalidad: todo puede ser destruido (Arendt 2004, 556).

Así, el movimiento totalitario se identifica con un cierto caos estructural, que constantemente se reorganiza en torno a sus dos instituciones centrales: la policía secreta y los campos de concentración.

La centralidad que da Arendt a la experiencia del holocausto en su comprensión del totalitarismo (Canovan 1992, 26), expresa no solo el intento de comprender el sistema totalitario nazi desde la experiencia de los campos de concentración, sino el esfuerzo de asumir la cuestión de los campos de concentración como uno de los fenómenos políticos centrales, haciendo ver que se trata de un verdadero punto de partida para la comprensión política del mundo contemporáneo. En este sentido, cuando Arendt investiga sobre los campos, transforma su propia percepción del totalitarismo y logra darle a su trabajo sobre este tema una orientación definitiva (Bernstein 2002, 98). Al mismo tiempo, nos entrega una de las primeras y más completas descripciones de estos lugares, su funcionamiento y la experiencia de los internos 8.

Para la autora alemana, los campos de concentración administrados por la policía secreta tienen como función central la de ser laboratorios de la dominación total (Arendt 2004, p. 533). Se trata de los campos organizados para generar el mayor tormento posible entre los internos (Arendt 2004, 541) y para funcionar de guía social (Arendt 2004, 533). Se constituyen en un verdadero modelo: el sistema totalitario perfecto sería aquel que pudiera convertir a la sociedad completa en un campo de concentración.

Para realizar esta función de dominación, se hace necesario: el completo y más estricto aislamiento del exterior (Arendt 2004, 533) para que se genere un abismo entre el mundo de los vivos y el de los vivos-muertos (uno de los nombre que Arendt da a los internos)9 .

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8. Las principales fuentes que toma Arendt es su descripción de los campos son las fuentes testimoniales de los sobrevivientes, principalmente los libros de Rousset, Bettelheim, la compilación de testimonios de Tallin. Ver Arendt 2004, 537 y ss.

9. Los internos son llamados por Arendt de varias manera: muertos vivos (Arendt 2004, 538) o testigos oculares (Arendt 2004, 536-537), también los nombra como desaparecidos

Esto tiene como resultado el hecho de que mantiene a los campos en un ámbito más allá de lo real (Arendt 2004, 536). Lugares que al constituirse al margen de las leyes y de las normas mínimas de legalidad o convivencia social, adquieren un cierto grado de irrealidad como al margen de la vida y la muerte10.

10. “Su horror nunca puede ser abarcado completamente por la imaginación por la simple razón de que permanecen al margen de la vida y de la muerte. Nunca puede ser totalmente descrito por la razón del superviviente que retorna al mundo de los vivos, lo que le hace imposible creer por completo en sus propias experiencias pasadas” (Arendt 2004, 539).

También se trata de lugares que requieren, según Arendt un sistema organizativo interno que aísla a los grupos y a los mismos individuos de manera de conseguir romper los lazos de solidaridad entre ellos (Arendt 2004, 538), y así, mantener a los internos en la apatía, procurando organizar desde este aislamiento, no solo la muerte y el padecimiento, sino también el olvido (Arendt 2004, 548). Para este efecto, se busca hacer desaparecer a las víctimas y los vestigios mismos del crimen cometido, intentando hacer como si esas personas en realidad nunca hubieran existido11.

11. “El asesino deja un cadáver tras de sí y no pretende que su víctima no haya existido nunca; si borra todos los rastros son los de su propia identidad, y no los del recuerdo y del dolor de las personas que amaban a la víctima; destruye una vida, pero no destruye el hecho mismo de la existencia” (Arendt 2004, 538).

Este intento de borrar todo gesto de individualidad, incluida la muerte individual, es en realidad el resultado de un largo proceso que se inicia en realidad mucho antes que los internos pisen el campo. Comienza con la etapa que busca matar a la persona jurídica: esto significa despojar de la ciudadanía y por lo tanto de sus derechos jurídicos y capacidad para ser protegido por un Estado a un grupo de la población. En el proceso nazi esto ocurrió con distintos grupos que progresivamente fueron dejados fuera de la protección de la ley y de esta manera quedaban en una situación de vulnerabilidad (Arendt 2004, 543). Continúa con el intento de matar a la persona moral: a través del aislamiento tanto externo como interno, se instituyen en los campos una serie de estrategias dirigidas a privar a los individuos de su dignidad más básica (torturas, humillaciones, obligación de las víctimas de participar en las muertes de otros, etc.). En su última fase, la destrucción se orienta a matar a la individualidad: se trata de la última etapa, en la que bajo distintos métodos se busca despojar a los individuos de toda espontaneidad y singularidad (Arendt 2004, 550), logrando como resultado la aparición de un hombre inanimado (Arendt 2004, 536). De un muerto-vivo (Arendt 2004, 532) o de un animal completamente pervertido (Villa 29). Para terminar en una muerte completamente anónima, privada de la individualidad, del dolor de los otros y del recuerdo12.

12. “En los países totalitarios todos los lugares de detención dirigidos por la Policía quedan convertidos en verdaderos pozos del olvido en los que las personas caen por accidente y sin dejar tras de sí los rastros ordinarios de su antigua existencia como un cuerpo y una tumba” (Arendt 2004, 529).



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