EL DESAFÍO DE FORMAR EN VALORES
No será nada difícil que muchas instituciones educativas y numerosos
maestros sientan que las miradas de los padres de familia de sus alumnos y de
la sociedad en su conjunto están puestas en ellos, cuando se trata de formar en
valores, como si la responsabilidad fuera completamente suya.
En las siguientes líneas intentaremos desarrollar algunas reflexiones
que permitan delimitar el horizonte en que se ubica esta temática: la formación
en valores.
Partimos de la siguiente convicción: es indispensable formar en valores
a nuestros hijos y jóvenes a fin de asegurarnos de que sean en su vida:
“personas que se han desarrollado plenamente, con mentalidad abierta y libre de
prejuicios, capaces de trabajar en equipo, con un gran sentido de solidaridad y
de justicia, responsables con su medio ambiente, ciudadanos comprometidos en
los problemas más apremiantes de su sociedad, con actitud investigativa”. Y por
si lo anterior fuera poco, esperamos que puedan: “expresar sus emociones
entablar sólidos lazos de amistad y afecto, disfrutar la vida y conseguir su
cuota de felicidad.”
Estamos de acuerdo con Fromm en que “la realización del yo” ocurre no
sólo por los actos del pensamiento, sino más bien por la realización de la
personalidad humana total, que incluye la expresión activa no solo de las
capacidades intelectuales, sino también de las emociones y las instintivas.
(Abraham Maslow, Motivación y personalidad, Madrid, Ediciones Díaz de Santos
S.A., p.179).
Todo lo que decimos en el párrafo anterior a la cita constituye, para
cada individuo, un proyecto para toda su vida una tarea permanente, que no se
cierra ni se puede dar por concluida, que no se reduce a una etapa cronológica
en la existencia del ser humano. Por el contrario, es un compromiso que
demandará su esfuerzo a lo largo de la vida.
Pero hay, al menos, cuatro responsables en esta compleja tarea de formar en valores.
La tarea de formar en valores
Por un lado, interviene la sociedad en
la que vivimos al señalar hacia donde marchamos como
comunidad, al marcar las prioridades de una agenda social, al decir
a los ciudadanos hacia donde apunta el esfuerzo y el sacrificio común. Pero
también lo hace desde el estilo de vida, de gestión y de discurso de las
autoridades: si buscan el bien común o solo les motiva el interés personal.
Interviene desde las propuestas que nos hacen los medios de comunicación
masiva, los líderes religiosos, políticos, económicos. Lo hace desde el estilo
de servicio y eficacia o de burocratización e ineficiencia de sus instituciones
públicas.
Los padres de familia tienen una
gran parte de esta responsabilidad formativa, al ser ejemplo y modelo de
congruencia para sus hijos; al procurar crear un entorno en que cada uno de sus
vástagos encuentre acogida afectiva, seguridad, recursos, diálogo, para
desenvolver su personalidad, para aprender a afrontar los retos diferentes que
les plantea la vida en sus distintas etapas. Y en todo momento, sin importar la
edad de sus hijos, estos deberán encontrar en sus padres el acompañamiento
necesario para sus penas y alegrías, para sus aciertos y equivocaciones, para
su esfuerzo constante por ser mejores personas.
La familia está considerada como
unas de las fuerzas más poderosas en la educación y formación de la
personalidad y de los valores como estructura compleja de esta. Es por ello la
importancia de que en el seno del hogar se respire un clima emocional positivo;
cargado de afecto, comunicación y tolerancia mutua.
De su lado, intervienen las instituciones educativas y los
maestros en la medida en que contribuyen a formar hábitos de
trabajo, habilidades comunicativas, actitudes permanentes de cuestionamiento e
investigación; en cuento favorecen procesos de diálogo, de trabajo compartido,
de respeto e inclusión de las opiniones diferentes, de superación de los
prejuicios, de desarrollo de un profundo sentido de amistad y compañerismo.
Como se podrá suponer, estos planteamientos van más allá de la pura ejecución y
cumplimiento de los contenidos del currículo.
Pero en el proceso de formar en valores intervienen también los propios estudiantes, en cuanto asuman ese reto permanente y
lleno de significados y potencialidades que significa desarrollarse como
individuos plenos; en cuanto vislumbren el trabajo serio que implica conseguir
su propia felicidad, superando el deslumbramiento y las falsas promesas de la
sociedad de consumo. En la medida de que sean capaces de discernir su propio
camino en medio de una sociedad sin referentes claros, sin orientaciones
precisas, con criterios morales y éticos poco apreciados y valorados.
El
desafío de formar en valores
Establecido lo anterior, quisiéramos añadir otras reflexiones que
consideramos útiles a la hora de plantearnos el desafío de formar en valores:
Puede ayudar el visualizar que la vida de cada individuo
funciona en varias dimensiones, en cada una de las cuales, operan
unos valores específicos; valores hacia sí mismo, valores hacia los demás;
valores hacia la comunidad; valores hacia el entorno natural.
Conviene tener en cuenta que los valores se remiten unos a otros. Por
ejemplo: el amor reclama respeto, confianza, conocimiento, fidelidad…. Por
tanto, esto nos ofrece la flexibilidad necesaria a la hora de esbozar nuestros
programas de trabajo ya que, en principio, podemos iniciar nuestra labor con
cualquier valor que lo estimemos importante bajo diversos argumentos.
El ejemplo que ofrecemos a niños y jóvenes resulta determinante a la hora
de enseñar valores. También lo es la congruencia entre nuestro decir y nuestro
obrar.
Este proceso puede demandar el avanzar contra la corriente de lo que nos
llega desde la sociedad global, desde la sociedad nacional, a través de las
redes sociales y de todos los medios de comunicación.
Tarea desafiante y compleja la de formar a nuestros niños y jóvenes en
valores, especialmente si todo el contexto social nos deslumbra con sus
antivalores, tal cual lo apunta Eduardo Galeano.
“Ser es tener”, dice el sistema. Y la trampa consiste en que quien más
tiene, mas quiere y en resumidas cuentas, las personas terminan perteneciendo a
las cosas y trabajando a sus órdenes.
El modelo de la vida de la sociedad de consumo que hoy día, se impone
como modelo único en escala universal, convierte al tiempo en un recurso
económico, cada vez más escaso y más caro: el tiempo se vende, se alquila, se
invierte. Pero ¿Quién es el dueño del tiempo?
El automóvil, el televisor, el video, la computadora personal, el
teléfono celular y demás contraseñas de la felicidad, máquinas nacidas para
ganar tiempo o para pasar el tiempo, se apoderan del tiempo. (Eduardo Galeano,
Úselo y tírelo, Buenos Aires, Editorial Planeta, p, 125).
Bibliografía
- MASLOW, Abraham, Motivación y personalidad, Madrid, Ediciones Díaz de Santos S.A.
- GALEANO, Eduardo, Úselo y Tírelo, Buenos Aires, Editorial Planeta
-“La Familia y la formación académica e integral del estudiante” Revista Didáctica de la Asociación Ecuatoriana de Editores de Libros de Texto.
http://www.eleducador.com/el-desafio-de-formar-en-valores/
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