"En Siria percibo con más
fuerza lo que significa ser humano"
Entrevista con el fotógrafo
Mauricio Morales, quien entró y
salió de Siria en
diez ocasiones y a
diario aguantaba los totazos de la
artillería.
Por: Camilo Segura Álvarez Editor de
¡Pacifista!
-¿Ha
estado en un bombardeo?
-Sí, en varios.
-¿Cómo es eso?
-Uno escucha el avión bajar y ahí no queda nada más que esperar.
Pasan segundos y luego… ¡bang! El mundo tiembla.
-¿Cuál fue el peor?
-Fue un día de verano durante Ramadán. Estaba empotrado con los
cascos blancos, una especie de guardia civil que, tan pronto estalla una bomba
o un misil, busca a los heridos y los muertos entre los escombros. En esa
ocasión llegamos al edificio diez minutos después del impacto. Tan pronto
empezó el operativo de rescate, volvimos a escuchar al avión. ¡Los tipos
bombardearon apuntándole al lugar donde cayó la primera bomba! ¡Por poco y nos
dan!
-¿Era una estrategia?
-Sí. Como saben que la gente llega a ayudar a sus vecinos, tiran
sus bombas sobre el mismo lugar impactado. No les interesa si son civiles. En
Siria no se respeta ni mierda.
Mauricio Morales habla con movimientos frenéticos. Y cuando
narra las escenas que vivió en la guerra, pareciera revivirlas en su cuerpo.
Estamos sentados en Starbucks, en uno de los barrios más pomposos de Bogotá, y
en medio de sus historias le he preguntado por qué terminó cubriendo una guerra
distante habiendo nacido en Colombia.
-Mire a su alrededor, yo en este país me siento como un extraño -señala
a la clientela del lugar y al tiempo una galería de autos de lujo fuera del
local-. ¿Cómo es posible que esto ocurra aquí si a 200 kilómetros tenemos gente
dando bala? Uno se sienta en este lugar y sólo escucha a la gente hablar de
comprar carros, apartamentos, como si no fueran de acá, como si nada los uniera
con otra realidad. Yo ya no pertenezco a este mundo. Allá en Siria la guerra
los toca a todos, a todas las clases. Allá percibo con más fuerza lo que
significa ser humano. Mientras le hablo hay una parte de mi corazón que está
latiendo en Oriente Medio.
La relación de Morales con Siria comenzó por una mezcla de
curiosidad, necesidad y frustración. “Yo me inicié trabajando en Vanguardia
Liberal, el periódico de Bucaramanga (Santander). Luego traté de
vivir de la venta de mis fotografías, pero terminé metido en una oficina de
comunicaciones de una gran empresa. Eso sí, bien pago. Vivía aburrido frente a
una pantalla, de 8:00 a.m. a 5:00 p.m. Todo un oficinista. Me la pasaba viendo
videos de la Primavera Árabe. Cuando mi jefe se acercaba, cambiaba la pestaña y
me hacía el que trabajaba. Mientras tanto pensaba: ‘Si supiera que estoy ahorrando para largarme’”.
Casi dos años después de iniciada la “primavera”, se largó.
Convenció a su novia, una profesora británica, de que se fueran a vivir a
Turquía. Aterrizó en Ankara. De ahí se trasladó a la frontera con Siria y,
después de coordinar con un fixer, incursionó
por primera vez en zona de guerra. A su novia la vio durante una semana en un
período de seis meses. La relación se acabó.
El vínculo que sí perduró fue el que estableció con ese primer fixer,
Walid. Fue él quien se convirtió en sus ojos e instinto en el terreno. Antes de
conocerse había combatido del lado rebelde en el inicio de la guerra, hasta que
se cansó de disparar. Entonces se dedicó a llevar periodistas a las zonas de
combate, a contactarlos con comandantes de distintos bandos y orientarlos en
las plomaceras y bombardeos. Tenía una familia en Alepo y vivía obsesionado con
darles un mejor futuro. En febrero de 2013 se fue de Siria para buscar un
trabajo. Terminó en Egipto. En agosto volvió a Turquía. No le había ido bien.
Walid entró de nuevo a Siria con un periodista español y unos meses después
volvió a encontrarse con Mauricio en Izmir (Turquía), cerca de la frontera.
Querían llegar a Alepo, pero por esos días el control de la frontera estaba en
disputa entre facciones rebeldes. No pudieron entrar. Walid estaba nervioso,
quería entrar sí o sí a Alepo, quería ver a los suyos.
Estaba desesperado por encontrar un trabajo y, en medio de una
conversación, tal vez la última trascendental que tuvieron, le confesó a
Mauricio que ingresaría a Al Nusra, la facción siria presuntamente relacionada
con Al Qaeda.
Dividieron
caminos. Pasaron los meses, se escribían esporádicamente para prometer un
reencuentro, hasta que un grupo de activistas le envió un mensaje de texto a
Mauricio: era la foto del cadáver de Walid. La puta guerra se había llevado a
este chico de 25 años.
-Es la misma lora en todo el mundo -continúa Mauricio sin dejar
sus movimientos nerviosos-. Los que están en el frente son los mismos en todas
partes. Son chinos, a veces niños, flacos, con ojos perdidos, que creen en el
régimen o en que hay que tumbarlo, se ponen un AK-47 al hombro y están
dispuestos a matarse por ello. Hay gente brillante dirigiendo ejércitos; otros
son ricos, gente que lo vende todo o que son patrocinados por alguien de fuera
para hacerse dueña de un grupo armado de 30 personas y así controlar un barrio.
Mauricio entró y salió de Siria en diez ocasiones. La vez que
más duró en el campo de batalla estuvo 25 días. A diario aguantaba los totazos
de la artillería, el estremecimiento de los bombardeos, la vibración sonora de
la muerte.
-¿Cómo es el miedo en el frente? ¿Qué significado adquiere la
vida?
-No tienes tiempo de tener miedo. Todo es adrenalina. En la
defensa de un frente el combate no es tan intenso. Pero acompañar incursiones
es otra cosa. Ahí sabes que si el grupo armado que acompañas pierde la batalla,
estás muerto. Tienes que apostarle al todo o nada.
De un momento a otro interrumpe la entrevista. Es su compañera.
Me la presenta y, acariciándole la barriga, me cuenta que será papá. Le
pregunto si ahora dudaría al entrar a un campo de batalla. Mauricio no duda un
segundo antes de responder. Me dice que no, que no se permitiría no volver. Se
quiere quedar por un tiempo, pero no le gusta esta ciudad. Su proyecto es
trasladarse a Europa y estar más cerca de Oriente Medio, el escenario que
escogió para ser testigo, para camellar. Una región convulsionada que, por
ahora, hay que narrar desde la barbaridad de la guerra.
* Esta entrevista fue publicada
originalmente en la edición impresa de junio de Vice.
http://www.elespectador.com/noticias/elmundo/siria-percibo-mas-fuerza-significa-ser-humano-articulo-649137
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