ÁFRICA Las cinco claves que explican el por qué
La paz imposible de Sudán del Sur
Los 19 meses de guerra civil han dejado 50.000
víctimas y millones de desplazados
Entre las diversas causas se encuentran los viejos
odios étnicos y el control por el crudo
Ambas partes matan con total impunidad y se ceban
con la población local
Miembros de
una milicia marchan contra el gobierno de Kiir en Nasir. AFP
CAROLINA
VALDEHÍTA Especial para EL
MUNDO Nairobi
"Si no hay un acuerdo entre ambos bandos del conflicto de Sudán de
Sur antes del 17 de agosto, habrá consecuencias", advirtió Barack Obama. Su frase no fue baladí y su público, reunido en la sala Nelson
Mandela, el epicentro de la sede de la Unión Africana (UA) la aplaudió el
pasado 28 de julio en Adis Abeba, la capital de Etiopía.
El
eco de ese diecisiete de agosto ha estado latente desde entonces, y los días se han ido consumiendo como en un calendario de adviento.
Ni siquiera la amenaza de sanciones por parte del Premio Nobel de la Paz ha
supuesto una cercanía o pacto entre los promotores de la crisis: el
presidente, Salva Kiir, y el ex vicepresidente, Riek Machar Teny. Las divergencias entre los rebeldes son cada vez más latentes y
hay quienes no aceptan una nueva unión con el presidente Kiir. Por otro lado,
hace unos días ambos bandos se reunieron durante más de dos días a puerta
cerrada en Adis Abeba para alcanzar puntos en común: en lo único en que estuvieron de acuerdo, es que estaban en
desacuerdo.
Por otro
lado, un analista de la Autoridad Intergubernamental de Desarrollo (IGAD) -el
organismo regional destinado a la mediación- se muestra receloso aún si las
partes llegan a firmar un acuerdo el lunes. "Esta es la parte fácil, lo difícil es que haya lealtad y compromiso de las partes una vez implementado
el acuerdo", dijo Mehari Taddele Maru. El Mundo desgrana las
cinco claves principales que hacen que la paz sea casi inalcanzable en el país más joven del mundo.
Guerras
continuadas
A principios
de julio Sudán del Sur celebraba con agonía sus cuatro años de independencia. Una celebración que en lugar de
resultar motivo de alegría mantiene a sus ciudadanos bajo una continua desolación y sufrimiento. Se trata de un territorio
perseguido por la palabra conflicto, primero por las dos
guerras civiles que vivió cuando era parte de Sudán, y posteriormente con las
divergencias entre Kiir y Machar. La población sursudanesa es mayoritariamente
cristiana, lo que causó innumerables matanzas cuando estaban bajo el mandato de
Sudán, donde impera una rígida versión del Islam.
Según las estimaciones de Naciones Unidas, las dos primeras guerras se saldaron con 2.500.000 muertos y
5.000.000 desplazados, y en los últimos 19 meses hay más de
50.000 víctimas y dos millones de personas se han visto forzadas a abandonar
sus casas. Con esas cifras, la organización estima que dos tercios de la
población son dependientes de la ayuda internacional, mientras que un total de
10.500 cascos azules velan por la seguridad. Las dos guerras han dejado también numerosas armas que ahora están repartidas entre la población
local.
Enemigos históricos
Más de cincuenta tribus conviven en un territorio que tiene más o
menos la extensión de Francia. Esta población de 10 millones de habitantes se
divide en una mayoría dinka (4 millones) y una perseguida minoría nuer (2
millones), mientras que el resto se reparte entre las distintas etnias. Esta mezcla no
ha estado exenta de conflicto, y los dinka y los nuer permanecen históricamente
enfrentados. Cuando se firmó la independencia, el hecho de que el presidente
fuera dinka y el vicepresidente nuer era, por un lado, una demostración de la
unión de los pueblos frente al enemigo común, y por el otro, una olla a presión que podía estallar en cualquier
momento. Y lo hizo en 2013, con dos años de estrenada independencia.
La crisis comenzó
después de que Kiir destituyera a los oficiales de nuer del gobierno, incluido el vicepresidente. Machar y
sus seguidores intentaron dar un golpe de estado, y acusaron al presidente de
estar llevando al país hacia una dictadura. Las diferencias y odios entre
unos y otros son tan ancestrales, que parece harto complicado
el que alguna de las partes esté dispuesta a dar su brazo a torcer.
Mediadores
ineficaces
Si bien el diálogo entre Kiir y Machar es
improductivo, tampoco las
mediaciones internacionales están llegando a buen puerto. Es más, un portavoz estadounidense dijo
a propósito de la reciente visita de Obama en África, que hay indicios de que
el gobierno de Sudán está enviando armas a los
rebeldes liderados por Machar, mientras que Uganda está prestando sus
apoyos a las fuerzas gubernamentales.
Hasta ahora, las mediaciones se han llevado a cabo con cinco
representantes de la Unión Africana (UA) -Sudáfrica, Chad, Nigeria, Argelia y
Ruanda- y seis del IGAD -Djibouti, Etiopía, Kenia, Somalia, Sudán y Uganda. Sin
embargo, las organizaciones de derechos humanos han solicitado la colaboración
de Naciones Unidas (ONU) y la UA para mediar por el cese de la violencia además
de iniciar las investigaciones que determinen quiénes
son los responsables de estas atrocidades.
Estados
Unidos se ha mostrado desde un
principio en pos de la causa de la independencia y libertad de Sudán del Sur,
ya que observaron el conflicto desde el lago ideológico y apoyaron a los
cristianos, a quienes consideraron víctimas de los ataques
sudaneses.
Control del crudo
Las primeras jornadas de independencia eran puro optimismo. El reparto de tierras tras su escisión de Sudán otorgaba al
joven estado el 75% de las reservas de crudo, algo que no contentó
demasiado al gobierno de Omar al Bashir. Sin embargo, las empresas destinadas a
refinar el crudo están asentadas en Sudán, con lo que el oro negro
ha de viajar por los oleoductos de Sudán para llegar al Mar Rojo y sus
destinatarios finales. Como castigo, Sudán aumentó de manera radical las tasas
en transporte, dificultando al sur la venta de petróleo al exterior.
El país es uno de los principales estados petroleros del
continente y se esperaba que su crecimiento tras la independencia
fuera de un 35% en los primeros años, gracias a la llegada de compañías
extranjeras. La situación actualmente es completamente contraria y el estado
está al borde del colapso económico, ya que las exportaciones han caído un 50% así
como el precio del crudo, siendo China el principal afectado debido a su presencia e inversión en el área. Actualmente los
rebeldes controlan las zonas norteñas de Unity y Malakal desde finales de 2013.
Desprecio a la población
Para Human Rights Watch (HRW), el conflicto y los ataques a la
población alcanzan los crímenes de guerra y los asesinatos y violaciones pueden constituir crímenes contra la humanidad. Ambos bandos matan con total impunidad y se ceban con la población
local. Los supervivientes de los ataques acusan directamente al
gobierno y a las milicias aliadas de llevar a cabo una campaña en contra de la
población local, que ha causado multitud de saqueos, destrucción, muertes y ha
desplazado a más de 100.000 personas de sus casas.
Varios
adultos arrastran a un niño quemado en Rubkona. REUTERS
"La ofensiva devastadora es lo último que estamos viendo en un
conflicto caracterizado por tener un sorprendente desprecio hacia la población
civil", ha dicho el director de HRW en África, Daniel Bekele. Según las
evidencias de HRW, las víctimas fueron ahorcadas, fusiladas
o quemadas vivas, incluyendo también a niños y ancianos se
encuentran entre ellas. Además, quienes sufren la peor parte de esta brutal
ofensiva siguen siendo las mujeres y las niñas, puesto que son violadas,
secuestradas, golpeadas y obligadas a trabajos forzosos por parte de los
combatientes.
http://www.elmundo.es/internacional/2015/08/17/55d09ceeca4741fe4f8b4573.html
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