Karl Marx
El pensamiento de Karl Marx quedaría asentado sobre la dialéctica de Hegel, pero sustituyó el idealismo de éste por
una concepción materialista, según la cual las fuerzas económicas constituyen
la infraestructura que determina en última instancia los fenómenos
«superestructurales» del orden social, político y cultural. Sus
ideas políticas le obligaron a dejar Alemania e instalarse en París
(1843).
Marx partió de la
crítica a los socialistas anteriores, a los que calificó de «utópicos», si bien
tomó de ellos elementos de su pensamiento (Saint-Simon, Owen, Fourier); tales pensadores se habían limitado
a imaginar cómo podría ser la sociedad perfecta del futuro y a esperar que su
implantación resultara del convencimiento general y del ejemplo de unas pocas
comunidades modélicas. Por el contrario, Marx y Engels pretendían hacer un
«socialismo científico», basado en la crítica sistemática del orden establecido
y el descubrimiento de las leyes objetivas que conducirían a su superación; la
fuerza de la Revolución
(y no el convencimiento pacífico ni las reformas graduales) serían la forma de
acabar con la civilización burguesa.
A petición de una Liga revolucionaria
clandestina formada por emigrantes alemanes, Marx y Engels plasmaron tales
ideas en el Manifiesto Comunista, un panfleto de retórica incendiaria
situado en el contexto de las revoluciones europeas de 1848.
En Inglaterra, Marx profundizó
en el estudio de la economía política clásica y, apoyándose fundamentalmente en
el modelo de David Ricardo, construyó su propia doctrina económica, que plasmó
en El Capital. Partiendo de la doctrina clásica, según la cual sólo el
trabajo humano produce valor, Marx denunció la explotación patente en la
extracción de la plusvalía, es decir, la parte del trabajo no pagada al
obrero y apropiada por el capitalista, de donde surge la acumulación del
capital. Criticó hasta el extremo la esencia injusta, ilegítima y violenta del
sistema económico capitalista, en el que veía la base de la dominación de clase
que ejercía la burguesía.
Su
análisis aseguraba que el capitalismo tenía carácter histórico, como cualquier
otro sistema, y no respondía a un orden natural inmutable como habían
pretendido los clásicos: igual que había surgido de un proceso histórico por el
que sustituyó al feudalismo, el capitalismo estaba abocado a hundirse por sus
propias contradicciones internas, dejando paso al socialismo.
La
tendencia inevitable al descenso de las tasas de ganancia se iría reflejando en
crisis periódicas
de intensidad creciente
hasta llegar
al virtual derrumbamiento de la
sociedad burguesa; para entonces,
la lógica del sistema habría polarizado a la sociedad en dos clases contra-puestas
por intereses irreconciliables, de tal
modo que las
masas, proletarizadas
conscientes de su
explotación, acabarían protagonizando la Revolución que daría paso al socialismo. Marx
completó esta base económica de su razonamiento con otras reflexiones de
carácter histórico y político: precisó la lógica de lucha de clases que, en su
opinión, subyace en toda la historia de la humanidad y que hace que ésta avance
a saltos dialécticos, resultado del choque revolucionario entre explotadores y
explotados, como trasunto de la contradicción inevitable entre el desarrollo de
las fuerzas productivas y el enclaustramiento al que las someten las relaciones
sociales de producción.
También indicó Marx el sentido de la Revolución socialista
que esperaba, como emancipación definitiva y global del hombre (al abolir la
propiedad privada de los medios de producción, que era la causa de la
alienación de los trabajadores), completando la emancipación meramente jurídica
y política realizada por la
Revolución burguesa (que identificaba con el modelo francés);
sobre esa base, apuntaba hacia un futuro socialista entendido como realización
plena de las ideas de libertad, igualdad y fraternidad, como fruto de una
auténtica democracia; la «dictadura del proletariado» tendría un carácter
meramente instrumental y transitorio, pues el objetivo no era el reforzamiento
del poder estatal con la nacionalización de los medios de producción, sino el
paso -tan pronto como fuera posible- a la fase comunista en la que, desaparecidas
las contradicciones de clase, ya no sería necesario el poder coercitivo del
Estado.
La historia del pensamiento de Marx es la del pensamiento hecha
acción, la de un teórico deslumbrado, hasta la obsesión, por el poder
transformador del ser humano.
Hacemos un resumen aquí de sus ideas...
Alienación
Es un complejo concepto filosófico por el que un sujeto se desposee o pierde algo de sí que se convierte en propiedad de otro. Para Marx el sujeto alienado es el trabajador al realizar tareas que no considera ni siente como suyas. En Manuscritos: economía y filosofía se plantea: ¿En qué consiste la enajenación en el trabajo? Y responde: “Primeramente, en que el trabajo es externo al trabajador, no pertenece a su ser; en su trabajo, el trabajador no se afirma sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo, arruina su espíritu. Por eso el trabajador solo se siente en sí fuera del trabajo y, en el trabajo, fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado; trabajo forzado”.
La alienación también se refiere a la actividad religiosa. Esta
no es una necesidad ni una dimensión del ser humano sino un producto más de la
organización económica y social a la que justifica, legitima y perpetua.
En Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, Marx afirma: “La miseria
religiosa es, de una parte, la expresión de la miseria real, y, de otra parte,
la protesta contra la miseria real (...). La religión es el opio del pueblo”.
La transformación de la situación material significaría el fin de la religión y
evidenciaría el mito de la llamada dimensión religiosa del ser humano.
Comunismo
Comunismo
“Lo que caracteriza al comunismo no es la abolición de la
propiedad sin más, sino la abolición de la propiedad burguesa”. Propiedad
entendida como “la última y más perfecta expresión de la creación y apropiación
de productos basada en enfrentamientos de clases, en la explotación de unos por
otros”.
La sociedad comunista que imaginó Marx propugnaba no solo la
abolición de la propiedad privada sino también la de las clases sociales y de
la explotación. En ella, el hombre no es un instrumento de producción sino
alguien realizado que ha dejado atrás todo tipo de alienación. En la última y
más perfecta etapa de la sociedad comunista desaparece también el Estado y la
política, pues todas las discusiones y opiniones solo tendrán como objetivo
avanzar en las mejoras de la comunidad. Por ello, muchos autores han visto en
este concepto los rasgos de una utopía.
Conciencia de clase
Conciencia de clase
Es el requisito inicial para que se ponga en marcha la revolución, la mecha que ha de mover al proletariado bien informado, movilizado y con unos objetivos claros y definidos. En la concepción marxista, el proletario no solo es alguien explotado, sino alguien consciente de ser explotado y con deseos de acabar con esa situación. Gran parte de los esfuerzos de Marx se dedicaron a la concienciación del proletariado. Una tarea ingente ya que como indica Pedro Ribas, profesor de Pensamiento Filosófico Español en la U. Autónoma de Madrid, y experto en Marx: “La equivalencia o casi-equivalencia entre ser proletario y tener conciencia de clase no es un hecho social”. Es más, en su opinión “si Marx escribiera hoy, hablaría de la cantidad de filtros que el capitalismo ha establecido para dificultar la conciencia de clase, para hacer creer que aquí el que no come y disfruta es porque no quiere o porque es tonto”.
Dictadura del proletariado
Es el régimen posterior a la revolución y anterior a la implantación del comunismo. En él, el poder adquirido por el proletariado permitirá expropiar a los capitalistas los medios de producción. Si las características de la sociedad comunista están nebulosamente definidas en los textos marxistas, las de la dictadura del proletariado son nítidas. Entre ellas, expropiación de la tierra; supresión del derecho de herencia; centralización del crédito y los transportes; imposición de la obligación de trabajar; educación pública y gratuita; interacción entre educación y producción material, etc.
Humanismo marxista
Toda la concepción marxista gira alrededor del ser humano. En Manuscritos: economía y filosofía, Marx declara al hombre “no solo ser natural, sino ser natural humano”. Al conjunto de relaciones biológicas que han dado lugar a los seres humanos, Marx añade la historia como “la verdadera historia natural del hombre”.
En ese contexto es donde se realiza la necesaria “conversión de la naturaleza en hombre”. Su característica esencial es la actividad, la producción de su propia vida y de la historia. El hombre se basta a sí mismo para estas tareas. No necesita ninguna espiritualidad. El humanismo marxista es ateo y afirma la primacía de un ser humano libre, racional y autosuficiente. Además, afirma la igualdad de estas características para todos los seres humanos.
Ideología
“Los hombres son los productores de sus representaciones, de sus ideas, etc (...)”. Ese conjunto de representaciones e ideas forma la ideología y la tarea que Marx asigna al ser humano es la de desentrañar cuáles son esas ideas.
Algo nada fácil ya que el hombre está siempre “condicionado por un determinado
desarrollo de sus fuerzas productivas y por el intercambio que a él corresponde”.
Con Marx, el concepto se tiñe de un carácter negativo ya que se confunde con cultura adoptando valores deformantes. La deformación es consecuencia del interés de la clase dominante por mantener sus privilegios. “Las ideas de la clase dominante, son, en todas las épocas, las ideas dominantes”. Por ello, como producto social que es, la ideología no tiene una historia ni un desarrollo propio sino que depende de la sociedad y de los hombres concretos que la comparten. Es un mecanismo privilegiado de ocultar o deformar la situación real de las personas, un eficaz método de alienación.
Materialismo
En la época de Marx, Alemania bebía de una tradición filosófica marcada por el idealismo de la que Kant y Hegel eran los máximos representantes. Frente a ellos, Marx erigirá su oda a la materia y dirá que lo único que existe es lo que puede explicarse en términos materiales y de movimiento. Existen dos tipos de materialismo:
El dialéctico -en realidad, una concepción de Engels- sostiene que el devenir de la realidad, sus cambios y transformaciones se rigen por leyes de la dialéctica como la de la cantidad a la cualidad, la lucha de contrarios o la negación de la negación.
El histórico defiende una concepción de la realidad basada en la
sucesión y alternancia entre los diversos métodos de producción. El verdadero
motor de la historia no es la voluntad de los hombres ni de las sociedades,
sino la economía y las conflictivas relaciones que esta provoca. Como Marx
afirma en el Manifiesto comunista: “En toda época histórica, el modo económico
predominante de producción e intercambio, y la estructura social que deriva
necesariamente de él, constituye el fundamento sobre el cual se basa la
historia política e intelectual de una época, y únicamente a partir de él puede
explicársela; (...) toda la historia de la humanidad (...) ha sido una historia
de luchas de clases, de luchas entre clases explotadoras y explotadas,
dominantes y dominadas”.
Marx nunca utilizó los términos “materialismo histórico” ni “dialéctico”.
Tanto él como Engels prefirieron expresiones como “método
dialéctico” o “teoría materialista de la historia”.
Plusvalía
Marx construye una teoría de la plusvalía a partir del acercamiento de Adam Smith y David Ricardo al concepto de valor. Todas las mercancías tienen un valor de uso -que permite satisfacer necesidades y se mide en términos utilitarios- y un valor de cambio que depende de las condiciones fluctuantes del mercado y se mide en términos monetarios. En el capitalismo, la fuerza del trabajo es una mercancía más con valores de uso y de cambio. El primero sería la capacidad de producir; el segundo, el salario.
La plusvalía es la diferencia entre el valor de cambio de lo producido por la fuerza de trabajo y la retribución de la misma. Se trataría de una cuenta que, en términos marxistas, redunda siempre en beneficio del capitalista. De ahí derivaría su enriquecimiento. Marx propugna la desaparición de la plusvalía y que el valor del objeto producido, bien directa o indirectamente, vuelva a su productor.
http://filosofiahoy.es/Karl_Marx_Sus_ideas.htm
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marxista brinda argumentos para comprender mecanismos fundamentales que rigen el funcionamiento de la sociedad
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