Puede
ser soledad emocional
Los
niños, aun estando rodeados de muchas personas, pueden llegar a sentirse muy
solos. En su edad adulta, deben sanar esta soledad emocional para poder estar
bien con ellos mismos y con otras personas.
Ramón Soler
Psicólogo
Sentimiento
de soledad: ¿por qué puede venir de la infancia?
Testimonio
real: la soledad de Valeria
Consecuencias
de crecer en soledad emocional
Cómo
desprenderse del sentimiento de soledad
Algunas
personas crecen sintiéndose solas, desamparadas y sin herramientas para
relacionarse con los demás. ¿Por qué se instala este sentimiento de soledad?
Muchas veces tiene que ver con la infancia: cuando los padres no están
preparados para cuidar y atender a sus hijos, estos crecen en soledad emocional
y terminan sintiéndose así.
Sentimiento de soledad: ¿por qué puede
venir de la infancia?
El ser
humano es un animal social. Nacemos con una predisposición para atender el
lenguaje, para calmarnos con la voz de nuestra madre y para oler y sentir a las
personas que se encuentran a nuestro alrededor. De ellas aprendemos a
relacionarnos y a manejarnos en una sociedad que, a medida que vamos creciendo,
se vuelve cada vez más compleja.
Para
cumplir esa programación, perfeccionada y reforzada durante cientos de miles de
años, necesitamos que, en nuestros primeros años de vida, se cumpla un aspecto
imprescindible: el apoyo y la guía de unos adultos equilibrados y cuidadosos.
Cuando
esto no ocurre, es decir, cuando los padres no procuran los cuidados
indispensables a los hijos, estos crecen sintiéndose solos.
Esto
ocurre porque muchas personas tienen hijos, aunque no están preparadas para
ello. Emocionalmente, arrastran sus propias carencias, sus propios traumas y
están demasiado centradas en sí mismas como para darse cuenta de las
necesidades de sus hijos.
Les
alimentan y les visten porque es lo que se les dice que deben hacer, pero no
saben atenderles emocionalmente. No les acompañan y los pequeños crecen
totalmente solos, desamparados, aprendiendo por ellos mismos, no siempre de la
mejor manera, todo lo que les deberían haber mostrado los adultos.
Testimonio real: la soledad emocional de Valeria
Valeria
vino a mi consulta para trabajar unos problemas en sus relaciones personales
que repetía habitualmente con sus parejas y amigos. Le costaba mucho
socializar.
Sentía
como si tuviera un freno social que le impedía abrirse con los demás. Dudaba y
desconfiaba de todo el mundo. Cuando intentaba profundizar en una relación de
pareja o de amistad, siempre sentía como una voz interior que le decía: “No te
esfuerces, no merece la pena”.
A lo
largo de nuestro trabajo en terapia, Valeria fue comprendiendo que no había
tenido un modelo sano de socialización, sino todo lo contrario, su familia
había sido una familia anti-socializadora:
En su
casa, cada uno iba a su aire, nadie se ocupaba de nadie.
Comían
juntos y compartían el espacio de casa, pero todas las interacciones eran muy
mecánicas y artificiales.
Había
unas normas que cumplir y todos las cumplían, pero no había un interés genuino por
el otro.
Nadie
se interesaba por sus notas, ni por sus deberes. Nadie le preguntaba por sus
preocupaciones o sus problemas.
Tal y
como la misma Valeria me expresaba en una de nuestras sesiones: “Allí cada uno
iba a su aire y nadie se ocupaba de los demás, era como la ley de la selva.
Como islas solitarias”.
Consecuencias de crecer en soledad
emocional
Aunque
tenía una familia numerosa, ella siempre se sintió sola. Nadie le hacía caso,
nadie le enseñaba nada. Tuvo que aprender a relacionarse y a socializar por
ella misma, con las escasas herramientas que tenía y con la nula experiencia de
su familia.
Como
consecuencia del nulo modelo que había tenido, a Valeria le costaba muchísimo
confiar en los demás y abrirse para socializar. “Incluso estando rodeada de
gente, todavía me siento sola, como de niña” me decía. Los patrones que había
aprendido de pequeña le seguían repitiendo que no le interesaba a nadie, que no
merecía la pena abrirse porque los demás iban a lo suyo.
Cómo desprenderse del sentimiento de
soledad
Nuestro
trabajo en terapia se centró en dos aspectos complementarios: liberarse de sus
patrones tóxicos y buscar modelos más sanos para relacionarse con los demás.
Por un
lado, Valeria tuvo que asumir, llorar y liberarse del modelo de familia que
había tenido. Tuvo que atravesar el duelo de reconocer que sus padres la habían
abandonado emocionalmente y que no la habían ayudado en nada. Como habían sido
su referencia más importante en la infancia, Valeria interiorizó que esa era la
forma normal de relacionarse, pero ya adulta, pudo comprender que también puede
haber otras alternativas.
Para
reprogramar sus ideas antiguas, buscamos otros modelos de socialización más
sanos. Valeria recordaba algunas visitas a casas de sus amigas y, también, un
verano que pasó conviviendo con unos parientes lejanos. Estas familias se
comportaban de forma muy diferente de la suya. Hablaban y se relacionaban con
sinceridad, se interesaban honestamente por los otros.
Incluso
a ella, la trataban diferente, cosa que le resultaba muy extraña. Le
preguntaban, se interesaban y se preocupaban porque estuviera cómoda y bien
atendida. Con sus primos y sus tíos, por primera vez en su vida, Valeria
experimentó qué significaba ser tratada con cariño.
Gracias
a todos estos ejemplos que también formaban parte de sus recuerdos, Valeria
pudo entender que su familia no era la norma, sino la excepción. Poco a poco,
fue dejando atrás su desconfianza y se fue abriendo, gradualmente, con quien
ella consideraba que podía ser interesante. Aprendió, también, a diferenciar y
filtrar a las personas para detectar quién podía ser digno de confianza.
Con el
paso del tiempo, Valeria fue dejando atrás las duras consecuencias de haber
crecido en soledad emocional y pudo tener relaciones más sinceras y directas.
https://www.cuerpomente.com/blogs/ramon-soler/sentirse-solo-soledad-emocional_10067
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