Definición
Los
filósofos presocráticos se definen como los pensadores griegos que
desarrollaron escuelas de pensamiento independientes y originales desde la
época de Tales de Mileto (en torno a 585 a.C.) hasta la de Sócrates de Atenas
(470/469-399 a.C.). Se los conoce como presocráticos porque son anteriores a
Sócrates.
por Joshua J. Mark
traducido por Diego Villa Caballero
Tales
de Mileto inició el movimiento intelectual que produjo las obras que ahora se
conocen como la filosofía griega antigua y en las cuales se indagaba sobre la
primera causa de la existencia, es decir la materia de la que provino todo lo
demás, y que también era el factor causante de su propio devenir. Llegó a la
conclusión de que el agua era la primera causa porque podía asumir diferentes
formas (vapor cuando se calentaba, hielo cuando se congelaba) y parecía formar
parte de todos los seres vivos.
Esta
conclusión fue rechazada por filósofos posteriores, comenzando con Anaximandro
(en torno a 610 - en torno a 546 a.C.), quien argumentó que la primera causa
estaba más allá de la materia y era, de hecho, una fuerza cósmica de energía
creativa que constantemente creaba, destruía y rehacía el mundo observable.
Todos los filósofos que siguieron a estos dos establecieron sus propias
escuelas de pensamiento con sus propios conceptos de una primera causa,
construyendo constantemente sobre los logros de sus predecesores hasta que la
filosofía encontró su plena expresión y profundidad en las obras de Platón
(428/427-348/347 a.C.), quien atribuyó sus propias ideas a la figura de Sócrates.
La
filosofía de los filósofos presocráticos no es de ningún modo uniforme. No
había dos hombres que apoyaran exactamente las mismas ideas (excepto Parménides
y Zenón de Elea), y la mayoría criticaba los trabajos anteriores de los otros aun
cuando los usaron para desarrollar sus propios conceptos. Platón, en última
instancia, es crítico con casi todos ellos, pero su obra se desprende de esas
escuelas de pensamiento las cuales aportaron información e influyeron en la
suya, en particular la visión filosófico-religiosa de Pitágoras.
Las
obras de Platón y su alumno Aristóteles (384-322 a.C.) acabarían conformando
las tres grandes religiones monoteístas de la actualidad: el judaísmo, el
cristianismo y el islam (así como la civilización occidental en general) y de
igual manera estas no habrían sido posibles si no fuera por los filósofos
presocráticos.
Los
presocráticos y sus contribuciones
Hay
más de 90 filósofos presocráticos, todos los cuales contribuyeron con algo al
conocimiento universal, pero el académico Forrest E. Baird ha reducido ese
número a 15 pensadores principales, una cifra más manejable, cuyas
contribuciones influyeron directa o indirectamente en la cultura griega y en
las obras posteriores de Platón y Aristóteles:
§ Tales
de Mileto – en torno a 585 a.C.
§ Anaximandro
– en torno a 610 - en torno a 546 a.C.
§ Anaxímenes
– en torno a 546 a.C.
§ Pitágoras
– en torno a 571 - en torno a 497 a.C.
§ Jenófanes
de Colofón – en torno a 570 - en torno a 478 a.C.
§ Heráclito
de Éfeso – en torno a 500 a.C.
§ Parménides
– en torno a 485 a.C.
§ Zenón
de Elea – en torno a 465 a.C.
§ Empédocles
– en torno a 484-424 a.C.
§ Anaxágoras
– en torno a 500 - en torno a 428 a.C.
§ Demócrito
– en torno a 460 - en torno a 370 a.C.
§ Leucipo
– en torno al siglo V a.C.
§ Protágoras
– en torno a 485-415 a.C.
§ Gorgias
– en torno a 427 a.C.
§ Critias
– en torno a 460-403 a.C.
Tales:
según Aristóteles, Tales fue el primero en preguntar: "¿cuál es la materia
básica del universo?" (Baird, 8); es decir ¿cuál fue la primera causa de
la existencia, de qué elemento o fuerza procedió todo lo demás? Tales afirmó
que era el agua porque cualquiera que fuera la primera causa, debe ser parte de
todo lo que vino después. Cuando el agua se calentaba se convertía en aire
(vapor), cuando se enfriaba se solidificaba (hielo), añadida a la tierra se
convertía en lodo, una vez seca volvía a solidificarse, bajo presión podía mover
rocas, mientras que, en reposo, proporcionaba un hábitat para otros seres vivos
y era esencial para la vida humana. Por lo tanto, a Tales le pareció claro que
el elemento subyacente de la creación tenía que ser el agua.
Anaximandro:
no obstante, Anaximandro no tenía esa idea tan clara, así que amplió la
definición de la primera causa con su concepto superior del apeiron ("lo
ilimitado, lo desmesurado, lo infinito o lo indefinido" (Baird, 10)) que
era una fuerza creativa eterna que traía las cosas a la existencia de acuerdo
con un patrón natural establecido, destruyéndolas y recreándolas con nuevas
formas. Ningún elemento natural podría ser la primera causa, afirmó, porque
todos los elementos naturales deben haberse originado a partir de una fuente
anterior. Una vez creadas, afirmó, las criaturas evolucionaban para adaptarse a
su entorno, por lo que sugirió por primera vez la teoría de la evolución más de
2.000 años antes que Darwin.
Anaxímenes: Anaxímenes,
considerado alumno de Anaximandro, afirmó que el aire era la primera causa.
Baird comenta al respecto:
Anaxímenes
propuso el aire como el principio básico del mundo. Si bien al principio su
tesis puede parecer un paso atrás de lo más completo (como lo ilimitado de
Anaximandro) a lo particular y menos completo (como el agua de Tales), Anaxímenes
agregó un punto importante. Explicó un proceso por el cual el uno subyacente
(el aire) se convierte en los muchos observables: por rarefacción, el aire se
convierte en fuego y, por condensación, el aire se convierte sucesivamente en
viento, agua y tierra. Las diferencias cualitativas observables (fuego, viento,
agua, tierra) son el resultado de cambios cuantitativos, es decir, de cuán
densamente cargado está el principio básico. Esta opinión la sostienen todavía
los científicos.
La definición de "aire"
de Anaxímenes y sus mutaciones sugería una primera causa que definía la vida
como un estado constante de flujo, de cambio. A medida que el aire se
rarificaba o se condensaba, cambiaba de forma; por lo tanto, el cambio era un
elemento importante de la primera causa.
Pitágoras
Este
concepto fue desarrollado aún más por Pitágoras, quien afirmó que el número
(las matemáticas) era el principio subyacente de la verdad. De la misma manera
que el número no tiene un principio ni un fin, tampoco lo tiene la creación. El
concepto de transformación es central en la visión pitagórica; Pitágoras afirmó
que el alma humana es inmortal, que pasa por muchas encarnaciones diferentes,
vida tras vida, y en esa medida adquiere nuevos conocimientos del mundo al
experimentar diferentes formas. Los conceptos de Pitágoras, incluido su famoso
teorema, se desarrollaron definitivamente a partir de ideas egipcias, las
cuales reformuló para hacerlas propias. No escribió nada y sus enseñanzas solo
fueron puestas por escrito por Filolao (en torno a 470-en torno a 385 a.C.) de
cuyas obras existen solo fragmentos (al igual que ocurre con otros autores),
por lo que gran parte de su pensamiento se ha perdido. Sin embargo, según lo
que se sabe, está claro que su concepto de la transmigración de almas
(reencarnación) influyó mucho en la creencia de Platón con respecto a la
inmortalidad.
Los conceptos
de Pitágoras, incluido su famoso teorema, se desarrollaron a partir de ideas
egipcias, las cuales reformuló para hacerlas propias.
Jenófanes
El
concepto de un alma eterna sugería la existencia de alguna fuerza gobernante
que la creó y a la cual esa alma regresaría algún día después de la muerte.
Pitágoras incluyó este concepto en sus enseñanzas las cuales se enfocaban en la
salvación personal a través de la disciplina espiritual pero no define qué es
esa fuerza. Jenófanes más tarde llenaría este espacio en blanco con su concepto
de un solo Dios. Él escribe:
Hay
un dios, entre los dioses y los hombres, que es el más grande, y que no se
parece en nada a los mortales en cuerpo ni en mente. Ve como un todo, piensa
como un todo y oye como un todo. Pero sin esfuerzo, pone todo en movimiento por
el pensamiento de su mente. (DK 23-25, Freeman, 23)
Jenófanes negó la validez de
los dioses antropomórficos de Grecia al defender que una sola entidad
espiritual había creado todas las cosas y las había puesto en movimiento. Una
vez en movimiento, los seres humanos seguían su trayecto hasta la muerte,
momento en el cual, parece sugerir, sus almas se reencuentran con la fuerza
creativa. El monoteísmo de Jenófanes no se encontró con ningún antagonismo por
parte de las autoridades religiosas de su tiempo porque expresó sus
afirmaciones como poesía y aludió a un solo dios entre otros, que podía haber
sido interpretado como Zeus.
Heráclito
Su contemporáneo más joven,
Heráclito, que rechazó este punto de vista y reemplazó "Dios" con
"cambio", es más conocido por la frase Panta Rhei ("todo
cambia" o "la vida es flujo") y el dicho de "nadie puede bañarse
dos veces en el mismo río" en alusión a que todo está siempre en
movimiento y el agua del río cambia momento a momento, al igual que lo hace la
vida. Para Heráclito, la existencia nació y se mantenía a través de un choque
de opuestos que fomentaba continuamente la transformación (día y noche, las
estaciones, etc.), de modo que todo estaba siempre en continuo movimiento y en
un estado de perpetuo cambio. La lucha y la guerra, para Heráclito, eran
aspectos necesarios de la vida en el sentido de que encarnaban el concepto de
cambio transformador. Resistirse a este cambio significaba resistirse a la
vida; aceptar el cambio fomentaba una vida pacífica y sin problemas.
Parménides
Rechazó esta visión de la vida
como cambio en su escuela de pensamiento eleática que enseñaba el monismo; la
creencia de que toda la realidad observable es una sola sustancia, no creada e
indestructible. El cambio es una ilusión; cambian las apariencias, pero no la
esencia de la realidad que es compartida por todos los seres humanos. Lo que
uno experimenta y teme como "cambio" es ilusorio porque todos los
seres vivos comparten la misma esencia sustancial. No se puede confiar en los
sentidos para interpretar una realidad que sugiere cambios, dijo, porque los
sentidos no son fiables. En cambio, hay que reconocer que "hay un camino
que es y un camino que no es" (una forma de hecho y una forma de opinión)
y reconocer la unidad esencial de una existencia material que no hace
diferencias: los humanos crecen, se desarrollan y mueren tal como lo hacen los
animales y las plantas. Lo que las personas ven como "diferencias"
entre ellas y los demás son solo detalles menores. Sus conceptos fueron
aclarados por Meliso de Samos (en torno al siglo V a.C.), a quien a veces se
hace referencia como el "tercer eleático" después de Parménides y
Zenón.
Zenón de Elea
El pensamiento de Parménides
fue defendido y definido por su discípulo Zenón de Elea quien creó una serie de
paradojas lógicas demostrando que la pluralidad era una ilusión de los sentidos
y que la realidad era uniforme. En realidad, no existe tal cosa como el cambio,
indicó Zenón, solo la ilusión de cambio. Lo demostró a través de 40 paradojas
de las cuales solo un puñado ha sobrevivido. La más famosa de estas se conoce
como "el circuito de carreras", que estipula que entre el punto A y
el punto Z de un recorrido, primero se debe correr hasta la mitad. Entre el
punto A y esa marca intermedia hay otra marca intermedia y entre el punto A y
esa otra marca intermedia hay otra y luego otra. Nunca se puede llegar al punto
Z porque, lógicamente, no se puede llegar a ese punto sin llegar primero a la
mitad del camino que no se puede alcanzar debido a las muchas "medias
marcas" que lo preceden. El movimiento entonces es una ilusión, y por lo
tanto, también lo es el cambio porque para que algo cambie, se tendría que
alterar la naturaleza de la realidad – se tendrían que eliminar todos los
"puntos intermedios" – y esto es un absurdo lógico. A través de esta
paradoja, y de muchas otras, Zenón probó matemáticamente, que las afirmaciones
de Parménides eran ciertas.
Empédocles
Rechazó por completo la afirmación de que el cambio era una ilusión y creía que la pluralidad era la naturaleza esencial de la existencia. Todas las cosas se diferenciaban en su propia y única manera, y mediante el encuentro de los opuestos, se liberaban las energías creativas que llevaban a la transformación. Baird escribe al respecto:
Empédocles buscó reconciliar
la insistencia de Heráclito en la realidad como cambio con la afirmación
eleática de que la generación y la destrucción son inconcebibles. Volviendo a
la creencia tradicional de los griegos en los cuatro elementos, encontró un lugar
para el agua de Tales, el aire de Anaxímenes y el fuego de Heráclito, y añadió
la tierra como el cuarto. Además de estos cuatro elementos, que Aristóteles
llamaría más tarde "causas materiales", Empédocles postuló dos
"causas eficientes": la lucha y el amor. (31-32)
La lucha, para
Empédocles, diferenciaba las cosas del mundo y las definía; el amor las
acercaba y las unía. De esta manera, las fuerzas opuestas de lucha y amor,
trabajaban juntas para conseguir una unidad de diseño y totalidad que, según
creía Empédocles, era lo que la escuela eleática de Parménides intentaba decir,
pero sin llegar a lograrlo.
Anaxágoras
Tomó esta idea de los opuestos
y la definición para desarrollar su concepto de iguales, diferentes y el de
"semillas". Nada puede venir de lo que no es y todo debe venir de
algo; este "algo" son partículas o "semillas" que
constituyen la naturaleza de esa cosa en particular. El cabello, por ejemplo,
no puede crecer de la piedra, sino solo a partir de las partículas que favorecen
el crecimiento del cabello. Todas las cosas procedían de causas naturales,
dijo, incluso si esas causas no son claras para la gente. Refutó públicamente
el concepto de los dioses griegos y rechazó las explicaciones religiosas,
atribuyendo los fenómenos a causas naturales, y es el primer filósofo en ser
condenado por un organismo legal (la corte de Atenas) por sus creencias. El
estadista Pericles (en torno a 495-429 a.C.) lo salvó de la ejecución y vivió
el resto de su vida en el exilio en Lámpsaco. Fue el maestro de Arquelao (en
torno al siglo V a.C.), considerado el último de los filósofos presocráticos,
ya que se dice que él enseñó a Sócrates.
Leucipo y Demócrito
La teoría de la
"semilla" de Anaxágoras influiría en el desarrollo del concepto de
átomo por parte de Leucipo y su alumno Demócrito, quienes afirmaron que todo el
universo está formado por "indivisibles" conocidos como atamos. Los
átomos se unen de cierta manera para formar el mundo observable, tomando la
forma de una silla, la de un árbol o la de un ser humano, pero los átomos en sí
mismos están hechos de una sustancia inmutable e indestructible; cuando se
destruye una forma que han tomado, simplemente asumen otra. La teoría del
universo atómico alentó la filosofía de Leucipo de la supremacía del destino
sobre el libre albedrío.
Leucipo
Es mejor conocido por una
frase que se le puede atribuir con autoridad: "Nada ocurre por el azar;
sino por la razón y la necesidad" (Baird, 39). Dado que el universo está
compuesto de átomos, y los átomos son indestructibles y cambian de forma
continuamente, y los seres humanos son parte de este proceso, la vida de un
individuo está impulsada por fuerzas ajenas a su control; uno no puede detener
el proceso de cambio de forma que tienen los átomos. Por lo tanto, el destino
de cada uno estaba predeterminado y el libre albedrío era algo ilusorio.
Aquello que uno podría cambiar a través de su voluntad de ninguna manera podría
llegar a impedir nuestra inevitable disolución.
Los sofistas, Sócrates
y Platón
A medida que se desarrolló el
pensamiento intelectual griego, se originó la profesión de los sofistas,
maestros de la retórica que enseñaban a los hijos de las clases altas las
filosofías de los presocráticos, y a través de sus conceptos, el arte de la
persuasión y cómo ganar cualquier discusión. La antigua Grecia (especialmente
Atenas) era muy litigiosa y las demandas eran algo cotidiano; saber cómo
influir en el jurado a favor de uno se consideraba una habilidad tan valiosa en
aquel momento como lo es hoy y por lo tanto los sofistas estaban muy bien
pagados.
Hubo muchos sofistas famosos,
como Trasímaco (en torno a 459 - en torno a 400 a.C.), más conocido como el
antagonista de Sócrates en el libro I de La República de Platón, e Hipias de
Élide (siglo V a.C.), otro contemporáneo de Sócrates y uno de los sofistas
mejor pagados de la época. Los tres más famosos, sin embargo, son Protágoras,
Gorgias y Critias, cuyos argumentos centrales serían desarrollados más tarde
por otros filósofos occidentales para apoyar las afirmaciones del relativismo,
el escepticismo y el ateísmo.
Protágoras de Abdera
Es mejor conocido por la
afirmación "el hombre es la medida de todas las cosas", lo que
significa que todo es relativo a la interpretación individual. A una persona
acostumbrada a los climas cálidos, el estar en una habitación le resultará
frío, mientras que a otra acostumbrada a los climas fríos, le resultará cálido;
ninguno, según Protágoras, está objetivamente en "lo correcto" u
objetivamente en "lo incorrecto", si no que ambos están en lo
correcto según sus experiencias e interpretaciones. Protágoras nunca negó la
existencia de los dioses, pero afirmó que ningún ser humano podía decir nada
definitivo sobre ellos porque sencillamente no había manera de lograr tal
conocimiento. Dijo que la existencia de los dioses así como cualquiera que
fuera su voluntad, como todo lo demás en la vida, dependía de la decisión de
cada individuo y, decidieran lo que decidieran, esa era la verdad para ellos.
Gorgias
Afirmó que no existe el
"conocimiento" y que lo que pasaba por "conocimiento" era
solo una opinión. El conocimiento real era incomprensible e incomunicable.
Gorgias explicó su afirmación en detalle para mostrar que lo que la gente
llamaba el ser no podía existir realmente porque cualquier cosa que
"es" debe tener un comienzo y lo que la gente llamaba "ser"
no tenía una primera causa conocida, solo estaban las opiniones de las personas
sobre lo que podría ser una primera causa, y por lo tanto el ser no podría
existir lógicamente. Lo que la gente percibía como “realidad” no era ni el ser
ni el no-ser sino simplemente lo que es, pero lo que constituye exactamente
"lo que es" era incognoscible y, si alguien lo supiera, no podría
comunicárselo a los otros ya que estos no serían capaces de entenderlo. Critias:
Critias estaba emparentado con Platón (era primo de su madre) y fue uno de los
primeros seguidores de Sócrates, también fue uno de los treinta tiranos que
derrocaron la democracia ateniense, y se cree que el hecho de haber sido alumno
de Sócrates jugó en contra de este en su juicio por impiedad en el 399 a.C.
Critias es mejor conocido por su argumento de que la religión fue creada por
hombres fuertes e inteligentes para controlar a los demás. En un largo poema,
describe una época de anarquía en la que los hombres razonables intentaron
imponer el orden, pero no pudieron. Así que decidieron crear una ficción en la
que existieran entidades sobrenaturales que pudieran ver dentro de los
corazones de los hombres y juzgarlos, enviando castigos incalculables a quienes
desafiaban el orden. Posteriormente, esta ficción se ritualizó como religión,
pero en realidad, los dioses no existían, ni el más allá, y los rituales
religiosos tampoco tenían significado.
Platón abordaría las
afirmaciones de la mayoría de los presocráticos, en su totalidad o
parcialmente, a lo largo de sus obras. El pensamiento de Pitágoras,
especialmente, tuvo un impacto significativo en el desarrollo de la teoría de
Platón sobre la inmortalidad del alma, el más allá y la memoria como recuerdos
de una vida pasada. El relativismo de Protágoras, la antítesis del idealismo de
Platón, inspiró y animó muchos de sus diálogos. Se podría argumentar, de hecho,
que todo el trabajo de Platón es una refutación directa a Protágoras, pero los
conceptos de todos los presocráticos nutren el trabajo de Platón en diversos
grados y al hacerlo contribuyeron con la base subyacente para el desarrollo de
la filosofía occidental.
Bibliografía
Aristotle & McKeon,
R. Complete Works of Aristotle. Princeton University Press, 1994.
Baird, F. E. Philosophic
Classics: Ancient Philosophy. Routledge, 2010.
Freeman, K. Ancilla to
the Pre-Socratic Philosophers. Harvard University Press, 1983.
James, G. G. M. Stolen
Legacy: The Egyptian Origins of Western Philosophy. Echo Point Books &
Media, 2016.
Plato & Jowett, B.
The Dialogues of Plato. Scribners Publishing, 2000.
Waterfield, R. Athens: A
History From Ancient Ideal to Modern City. Basic Books, 2009.
Waterfield, R. The First
Philosophers: The Presocratics and the Sophists. Oxford University Press, 2009.
Xenophon. The Whole Works of Xenophon. Andesite Press, 2015.
Sobre el traductor Diego
Villa Caballero
Profesional en lenguas con estudios literarios. Profesor de
castellano, escritor, traductor y entusiasta de la historia. Áreas de interés:
literatura, artefactos antiguos, la historia de las religiones, la astrología,
la arquitectura, la historia militar y del arte.
Sobre el autor
Joshua J. Mark
Escritor independiente y ex-profesor de filosofía a tiempo
parcial en el Marist College de Nueva York. Vivió en Grecia y Alemania y ha
viajado por Egipto. Ha sido profesor universitario de historia, escritura,
literatura y filosofía.
Mark, J. J. (2020, octubre 15). Filósofos presocráticos
[Pre-Socratic Philosophers]. (D. V. Caballero, Traductor). World History
Encyclopedia. Recuperado de
https://www.worldhistory.org/trans/es/1-19219/filosofos-presocraticos/
No hay comentarios:
Publicar un comentario