«La consciencia no nos permite ver la realidad tal como es, sino tal como somos nosotros»
¿Para qué tipo de
lector escribió La creación del yo?
En
parte fue para mí mismo. Fue una forma de organizar mis pensamientos, un
ejercicio de desarrollo intelectual. Cuando lo escribí, ni siquiera estaba
seguro de que alguien lo leería, pero sí sabía –o creía saber– que había un
interés por los misterios de la consciencia. Yo ya había publicado artículos y
dado conferencias antes, como la charla TED que se volvió muy popular en su
momento. Supongo que fue entonces cuando noté que había gente dispuesta a
aprender sobre el cerebro y la cognición, y que, por ello, yo podía escribir para
un público real. Además, creía que podía decir cosas que no se habían dicho
antes, o por lo menos desde otra perspectiva.
¿Encontró la forma de aportar esa «otra»
perspectiva?
Creo
que sí, especialmente si el lector busca una combinación de ciencia y filosofía.
El libro empieza con ideas que son familiares para cualquiera, y poco a poco va
introduciendo detalles, pero detalles que van en contra de la intuición, giros
de guion que desafían las creencias del lector. Al final, la noción del «yo» es
algo sobre lo que todos tenemos opinión. Es relativamente sencillo hablar desde
el sentido común, ¿no? Todos experimentamos la propia existencia, y lo bonito
es que la ciencia a veces pone en entredicho ese sentido común.
Si buscamos su nombre en internet, muchas entradas
destacan su definición de consciencia, lo que usted considera «una alucinación
controlada». ¿Cree que su definición es muy distinta a la que tiene cualquier
otro ciudadano?
Hay
tantas definiciones de consciencia como personas en el mundo, y eso está bien
porque cada uno es la autoridad de su propia experiencia. Aunque busques en
todos los diccionarios y enciclopedias, es muy complicado encontrar una
definición común. Dentro de ese paradigma de desacuerdo general, mi definición
es una más.
¿Y qué significa?
Muchos
malinterpretan esta definición y dicen: «Ah, si mi consciencia es una
alucinación, entonces nada es real». ¡No es así paran nada! La forma en que
experimentamos la realidad, nuestra realidad, es la interpretación que nuestro
cerebro hace de los estímulos del exterior. Nuestro alrededor es real. Las
cosas son reales. Nuestra consciencia es real. Pero la consciencia no permite
ver la realidad tal como es, sino tal como somos nosotros.
¿Para qué sirve la consciencia?
Si te
das cuenta, lo que hace la consciencia es recopilar, organizar y combinar un
montón de información de diferentes modalidades, por ejemplo, mediante los
cinco sentidos. Los coge todos y los resume en un formato único que dan pie a
comportamientos. La consciencia ofrece al ser humano una manera de interacción
con el mundo y propuestas para que se comporte lo suficientemente bien como
para seguir vivo en el futuro. La consciencia saca lo mejor de cada sentido, no
solo de los cinco clásicos sino también de otros como la memoria. En resumen,
la consciencia es un conector de percepción para que el organismo permanezca en
buen estado.
¿Es la consciencia un mero cableado
neuronal o hay algo dentro de nosotros que trasciende el mundo físico?
El
dualismo forma parte de nuestra cultura por lo menos desde Descartes. Parece
que cuando la gente se autoanaliza percibe que hay cosas que no son materiales,
como los pensamientos. Yo soy un poco agnóstico sobre eso porque es muy difícil
de demostrar. De momento, esa pregunta es un misterio y lleva siéndolo muchos
siglos. ¿Cómo se relacionan materia y pensamientos? Para abordar estas
preguntas, la filosofía es muy útil, dado que plantea preguntas que pueden
generar puntos de inflexión en el desarrollo humano. Sin embargo, la misma
filosofía busca respuestas con tanto ímpetu que en ocasiones sesga sus propias
conclusiones.
Por
eso existe la ciencia…
Así
es, por eso existe la ciencia.
¿Es usted una persona espiritual?
Hasta cierto punto. Igual que con la idea del «yo», el término «espiritual» también tiene millones de significados. Para mí, espiritualidad es el sentido de conexión con el resto de personas, con el mundo, con el universo…
Mi espiritualidad es reconocer que hay elementos de nuestra existencia que van más allá de la satisfacción de necesidades básicas.
El pensar cuán antiguo es el
universo, quiénes son nuestros antepasados biológicos, qué y por qué está
pasando en mi cabeza ahora mismo… Todo eso es parte de mi espiritualidad.
También medito, y eso me permite tener una conexión conmigo mismo más especial,
o por lo menos me ayuda a prestar atención a los mecanismos de mi propio
organismo.
¿Es posible combinar ciencia y
espiritualidad?
Creo que pueden ser complementarias. Por ejemplo, hay una organización con la que participé que se llama Mind & Life Institute y tiene tres pilares: la neurociencia, la filosofía y el budismo (y los procesos comunes entre los tres).
Tanto en ciencia como en espiritualidad se ha hecho muchas veces hincapié en el rol ilusorio de la consciencia, y por eso se puede estudiar desde distintos ángulos.
Evidentemente, también hay áreas de tensión entre disciplinas, pero está bien que existan porque cada una a su estilo intenta hacer predicciones de cómo funciona el mundo.
En definitiva, se puede ser espiritual, científico, dualista, materialista o lo que sea sin ser radical, manteniendo el escepticismo y abierto a posibles descubrimientos.
¿Por qué?
Porque no siempre se puede analizar el cerebro a nivel molecular, sino que se
necesita adoptar una visión holística. Si no se puede analizar un poema
revisando cada una de sus palabras por separado, no se puede entender el
cerebro estudiando sus neuronas individualmente. Para esas cosas, el budismo
puede ser útil, aunque tiene el riesgo de que las premisas de muchas corrientes
espirituales se toman de forma literal. Es como la religión: es compatible con
la ciencia según cómo de religioso quieras ser. ¿Crees que el mundo fue creado
de repente hace unos cuantos miles de años? Si aceptas este tipo de
afirmaciones dogmáticas, es complicado tener al mismo tiempo una visión
científica del mundo. Pero bueno, el ser humano, yo incluido, es contradictorio
por naturaleza.
Cuando llega cada mañana a la universidad
o al laboratorio, ¿qué le hace pensar que el estudio de la consciencia humana
es útil?
La
curiosidad, esa es la primera razón. Pertenecemos a una especie de curiosos,
pues tenemos la capacidad no solo de preguntarnos cosas si no de buscar su
solución. La consciencia es un misterio global, porque en todo el planeta
existen las mismas incógnitas, y es individual porque cada persona lo vive en
sus propias carnes. ¿Por qué yo soy yo? ¿Qué era antes de nacer? ¿Qué seré
después de morir?
¿Tiene el estudio de la consciencia
aplicaciones prácticas más allá de la mera satisfacción de curiosidad?
Indudablemente. A nivel médico es superrelevante porque permite mejores diagnósticos en trastornos degenerativos como el Parkinson, permite entender los trastornos que incluyen alucinaciones o pérdidas de consciencia, permite entender cómo funciona la anestesia…Tiene muchísimas aplicaciones en terreno clínico.
Por
otro lado, muchos científicos estudian la consciencia para entender cómo
funciona nuestros sentidos, para entender el bienestar animal y su percepción
de dolor, para desarrollar los sistemas de inteligencia artificial, incluso
para entender nuestros propios sesos cognitivos del día a día. También
contribuye a entender mejor las relaciones interpersonales, la comunicación… O
sea, que la curiosidad es solamente el motor para conseguir otras grandes
cosas.
¿Cree que la cultura occidental, en la que
usted ha trabajado principalmente, influye en la forma que tenemos de percibir
el mundo físico y el de las ideas?
Cada
cultura tiene su mirada, sí, pero creo que en las últimas décadas se ha
trabajado para tener una buena interacción entre las dos grandes culturas del
mundo, la oriental y occidental, o sea, la individualista y la colectivista. Lo
mejor de todo es que sabemos que estas diferencias existen, antes no. Antes, lo
correcto era lo de casa y lo ajeno no había ni que tenerlo en cuenta. Ahora,
afortunadamente, aceptamos que podemos estar equivocados o que un mismo caso
puede observarse desde múltiples ángulos. En Occidente, por ejemplo, ponemos
siempre al humano por encima de todo, y eso no ocurre en todos lados. Hay
países que valoran mucho más a los animales y a su forma de consciencia. En el
hinduismo, por ejemplo, la idea del alma es distinta a la del cristianismo. Lo
mismo sucede con la idea de la muerte. Por todo esto es importante realizar
estudios en todas las condiciones, aceptando todas las miradas. A nivel
personal, actualmente estoy involucrado en un proyecto que se llama The
Perception Census, que es un estudio a gran escala para entender cómo cada
individuo entiende el concepto de consciencia. ¡A ver qué descubrimos!
¿Dedicarse a la exploración científica y
filosófica de la mente humana puede conducir a la frustración profesional (o
existencial)?
[Suspira,
se entrelaza las manos por detrás de la cabeza, se escurre ligeramente de la
silla y se ríe].
No
hace falta más [le devuelvo la risa]. ¿Cómo consigue sobrellevarla?
Realmente
es difícil. A veces siento envidia de algunos científicos. Sacan el telescopio
y ven cosas que no han visto antes. Descubren cómo funciona determinado virus.
Son hallazgos directos y sin controversia. En el estudio de la mente todo es
más metafórico, más abstracto, y a menudo da la sensación de que no hay ningún
tipo de progreso.
¿Y es verdad que no se ha avanzado nada?
No, no es verdad. Cuando echo la vista atrás me doy cuenta de la increíble evolución durante las últimas décadas. Se han propuesto miles de ideas nuevas, nuevos modelos de lenguaje… ¡La inteligencia artificial! Buena parte de los avances que han acabado en ChatGPTs, por decir uno obvio, se han logrado gracias a la comprensión del cerebro humano. Además, aunque sí es verdad que pocas veces llegamos a conclusiones firmes en relación a la consciencia, por lo menos vamos descubriendo los porqués de nuestra mente, y eso, para mí, es más que suficiente.
https://ethic.es/2023/06/entrevista-anil-seth/
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