(544 - 484 a. de C.)
Nació hacia el 544 a de C., vivió en Éfeso, ciudad
en la costa Jonia, al norte de Mileto, hasta su muerte. Pertenecía a una
familia aristocrática. Escribió una obra a la que se le da el título común
"Sobre la naturaleza" que se le había dado también a los libros escritos por otros filósofos anteriores. No es seguro que se tratará realmente de un libro en el que se desarrollaran sistemáticamente temas relacionados con el conocimiento de la naturaleza, el alma o la cosmología. Es probable que se tratara de un conjunto de sentencias recopiladas en forma de libro, hipótesis que se apoya en el carácter enigmático y oracular de los fragmentos que conservamos, carácter que ya en su época le valió el sobrenombre de "El oscuro".
Pensamiento
1. Respecto
a los contenidos esenciales de su interpretación de la naturaleza, siguiendo la
línea abierta por los filósofos de Mileto, podemos destacar:
a) la afirmación del cambio, o devenir, de la realidad, ("Este cosmos [el mismo de todos] no lo hizo ningún dios ni ningún hombre, sino que siempre fue, es y será fuego eterno, que se enciende según medida y se extingue según medida.”) que se produce debido a:
b) la oposición de elementos contrarios, que es interpretada por Heráclito como tensión o guerra entre los elementos. ("Conviene saber que la guerra es común a todas las cosas y que la justicia es discordia y que todas las cosas sobrevienen por la discordia y la necesidad.") Ahora bien, esa "guerra" está sometida a:
c) una ley universal, el Logos, (que podemos interpretar como razón, proporción) que regula todo el movimiento de la realidad conduciéndolo a la armonía, y unificando así los elementos opuestos; de donde se sigue la afirmación de la unidad última de todo lo real. ("No comprenden cómo esto, dada su variedad, puede concordar consigo mismo: hay una armonía tensa hacia atrás, como en el arco y en la lira").
2. La identificación del cosmos con un fuego eterno
probablemente no deba ser interpretada en el sentido de que el fuego sea una
materia prima original, del mismo modo en que lo eran el agua para Tales o el
aire para Anaxímenes. El fuego sería la forma arquetípica de la materia, debido
a la regularidad de su combustión, que personifica de un modo claro la regla de
la medida en el cambio que experimenta el cosmos. Así, es comprensible que se
le conciba como constitutivo mismo de las cosas, por su misma estructura
activa, lo que garantiza tanto la unidad de los opuestos como su oposición, así
como su estrecha relación con el Logos.
3. La idea de que el mundo nos ofrece una realidad sometida al cambio no es original de Heráclito: a todos los pensadores presocráticos les impresionó dicha observación.
Las afirmaciones de que "todo
fluye" y "no se puede bañar uno dos veces en el mismo
río" se las atribuye Platón libremente en sus diálogos, sugiriendo la
correspondiente consecuencia:" nada permanece". Es probable que
Heráclito insistiera en la universalidad del cambio más que sus predecesores,
pero, por los fragmentos que conservamos de su obra, lo hacía aún más en la
idea de la medida inherente al cambio, en la estabilidad subsistente.
4. Probablemente Platón se dejara influir por las exageraciones sofísticas del siglo V, y por las de los seguidores de Heráclito, como Cratilo, quien al parecer afirmaba que ni siquiera era posible bañarse una vez en el mismo río; pero sus consideraciones transmitieron a la posteridad una imagen deformada del pensamiento filosófico de Heráclito, en la que abundará posteriormente Aristóteles, quien acusará a Heráclito de negar el principio de contradicción (“Una cosa no puede ser ella misma y su contrario, en el mismo aspecto y al mismo tiempo.”) al afirmar que los opuestos son "uno y lo mismo". Parece claro por los fragmentos conservados que con esa expresión Heráclito quería significar no que eran "idénticos" sino que pertenecían a un único complejo, o que no estaban esencialmente separados.
Kirk y Raven, "Los filósofos presocráticos", Madrid, Gredos, 1970.
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