¿Son peligrosas las inteligencias artificiales (I.A.)?
¿Podrían destruir la humanidad o desplazarla en la toma de decisiones cruciales alrededor del cambio climático, la paz, el bienestar?
Rafael Orduz
A raíz del éxito de algoritmos como el GPT y otros menos conocidos, que irrumpen a velocidades sin precedentes, hay preguntas como las anteriores que están sobre la mesa.
El cambio tecnológico en la información y las comunicaciones ocurre a tasas exponenciales. Tres ejemplos clásicos son los del aumento de la capacidad de procesamiento de la información (Ley de Moore: el número de transistores en un circuito integrado -chip- se duplica cada dos años, cuyo postulante falleció en marzo pasado); la triplicación del ancho de banda cada 12 meses (George Gilder: el volumen de información) y, finalmente, la ley de Metcalfe, referida a los efectos de las redes (el valor de una red de comunicaciones aumenta proporcionalmente al cuadrado del número de participantes en dicha red).
El valor de las redes, la capacidad de transmisión de información y la potencia de los dispositivos nos permiten crear y transmitir información en volúmenes y velocidades impensables hace pocos años; habilitan un amplio abanico de modelos y tecnologías como la computación en la nube, el internet de las cosas, las redes sociales o la inteligencia artificial, entre otros. Un “startup” de muy pocos empleados, gracias al cambio exponencial, puede competir con empresas de miles de empleados y desplazarlas del mercado.
También, como lo hemos visto en el escándalo más reciente de filtración de datos, un empleado de 21 años, Jack Texeira, apresado hace pocos días por alardear frente a sus amigos, publicó centenares de documentos secretos del Pentágono, poniendo en peligro la seguridad de los Estados Unidos y sus aliados. O Donald Trump, en su momento, gracias al poder de las redes, tuvo contacto directo con su base sin pasar por las instancias del Partido Republicano ni por los medios tradicionales.
El mundo anda sorprendido con la irrupción del GPT, que ya va en su versión cuatro, que a los tres días de su lanzamiento llegó al millón de usuarios y en tres meses ya había superado los 100 millones. Es una parte de la inteligencia artificial conocida como de procesamiento del lenguaje natural, que utiliza la tecnología de redes neuronales para comprender y generar texto. Nos sorprende su capacidad de traducción automática (se le da la instrucción “traduzca el primer capítulo de Cien años de soledad”, que puede hacerlo en mas de 50 lenguas); respuestas a preguntas, clasificación de texto, corrección ortográfica, generación de resúmenes, escritura de poesía y ficción, análisis de sentimientos a partir de un texto…
Temores frente a la nueva Inteligencia Artificial (IA)
Algoritmos hermanos del GPT pueden no solo reproducir imágenes a petición del usuario, sino también videos (“un río en medio de una jungla que transmita una sensación de tranquilidad”; un discurso de una persona a partir de un texto que le suministremos y la foto respectiva del orador). Lo que viene en los próximos meses y años es insospechado (véase el sitio web de Runway).
Es tal la velocidad de irrupción de las tecnologías de la I.A. que un grupo de 2.000 expertos en tecnologías digitales, empresarios (incluyendo al infaltable Elon Musk) y académicos solicitaron hace un par de semanas, en carta abierta, que se frenaran innovaciones y nuevos desarrollos en algoritmos como el GPT.
Detrás de la preocupación está “la teoría existencial del riesgo” alrededor de la I.A. En pocas palabras, argumenta que el ser humano ya emprendió la carrera de crear inteligencias artificiales super-inteligentes que pueden bien: 1) destruir la humanidad causando algún evento que la extinga, o 2) desplazarla y desempoderarla. El aumento de la productividad será vertiginoso y distintas formas de desplazamiento ocurrirán en poco tiempo.
Es un hecho que los riesgos del corto y mediano plazo están a la vista: la pérdida de puestos de trabajo, desinformación, algoritmos sesgados (aquellos que bien pueden reflejar los prejuicios raciales, étnicos, políticos, de orientación sexual).
En un artículo reciente de The New York Times (Ezra Klein Show, 7/04/23) se discute la validez del pesimismo de los firmantes de dicha comunicación.
En primer lugar, es conocido desde la revolución industrial inglesa el miedo que producen las nuevas tecnologías. En su momento, a comienzos del siglo XIX y en muchos otros, las nuevas tecnologías produjeron pánico. Así como se destruyeron máquinas entonces, hay centros educativos en los Estados Unidos que hoy prohíben el acceso a los algoritmos como el GPT.
En cuanto a la productividad, cuando internet se convirtió en realidad comercial, hace 30 años, también se creyó que crecería sin par. Tal aumento no se presentó. Hay literatura que ilustra tendencias contrarias en el uso del tiempo de los individuos: gracias a algunas TIC los individuos son más distraídos y desperdician más el tiempo. (Al respecto hay aspectos positivos de la I.A.: las personas mayores y los jóvenes tienden a estar cada vez más solos. La IA puede ser de gran compañía en la medida en que se convierte en interlocutor calificado).
En cuanto al empleo, es cierto que hay ocupaciones que ya están siendo desplazadas. Traductores, creadores de campañas de marketing digital, comunicadores, abogados, ciertos trabajos en los eslabones de la cadena diagnóstica médica, corren peligro. No obstante, también es propio de las nuevas tecnologías la creación de nuevos empleos.
¿Conocíamos los pilotos de drones?
¿Los empleos que se crean alrededor de la ciberseguridad, la realidad virtual y aumentada?
¿Los impresores en 3-D?
Un peligro grande, para Ezra Klein, se refiere a que el poder en el desarrollo de las nuevas tecnologías está concentrado en los grandes conglomerados: Microsoft (principal invesrionista en OpenAI, la firma que desarrolló GPT), Meta (Facebook), Alphabet (Google). Somos, como usuarios potenciales, fácilmente manipulables para ser los cosumidores de las inteligencias y, además, pagar por ello.
Se corre el peligro de no sacar partido a la actual y próximas generaciones de algoritmos en beneficio de la sociedad en ámbitos como los de la educación y la salud, en los que podría ayudar a salir de la pobreza a miles de millones de seres humanos.
https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/rafael-orduz/hay-riesgo-existencial-por-la-inteligencia-artificial/
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