sábado, mayo 21, 2022

La admiración y la pregunta como origen del pensamiento filosófico

 


Si preguntamos por el origen de la filosofía, podríamos  responder desde una visión histórica, señalando que el pensamiento filosófico comienza en Grecia, aprox. en el S. VII  a. de  C
.

Si bien este dato nos ayuda en la contextualización de nuestra pregunta, tendremos que entender de otro modo el concepto  de origen para comprender  lo que realmente es la filosofía. En efecto, este origen puede ser entendido en términos psicológicos, es decir, preguntarnos porque y como  cada uno de nosotros enfrentamos la realidad desde una perspectiva filosófica. La búsqueda de este principio del conocer se  hace muy importante cuando reconocemos  en la filosofía el fundamento del  conocimiento  del mundo de occidente.

Si bien existen otros modos de enfrentar el conocimiento de la realidad, pareciera ser que el pensamiento filosófico es inevitablemente al ser humano e indispensable a la hora de querer situarnos con sentido en el mundo. La pregunta es, por tanto:

 ¿Qué sucede en nosotros cuando comenzamos a pensar filosóficamente? 

Para tratar de responder esta pregunta Rafael Gambra, filósofo  español, en su libro “historia sencilla de la filosofía”  nos ofrece un iluminador ejemplo: imaginemos a un hombre que salió de su casa y ha sufrido un accidente en la calle y a consecuencia del cual perdió el conocimiento y fue trasladado a una clínica o a una casa inmediata. Cuando vuelve en sí  se encuentran en un lugar que le es desconocido, en una situación cuyo origen no recuerda.

¿Cuál será su preocupación inmediata, la pregunta que en seguida se hará a sí mismo o a los que la rodean? No será, ciertamente, sobre la naturaleza  o utilidad de los objetos que ve a su alrededor ni sobre las medidas de la habitación  o la orientación de su ventana.

Su pregunta total: ¿qué es esto? O, mejor, una que englobe su propia situación ¿dónde estoy?, ¿por qué he venido aquí? Pues bien, la situación del hombre  en este mundo es en un todo semejante.

Venimos a la vida sin que se nos explique previamente qué es el lugar a donde vamos ni cuál habrá de ser nuestro papel  en la existencia. 

Tampoco se nos pregunta si queremos o no nacer. Es cierto que, como no nacemos en estado de adulto  si no que la vida se va formando nuestra inteligencia, al mismo tiempo nos vamos acostumbrando a las cosas hasta verlas como o más natural hasta lo más innecesario de cualquier explicación. A los  primeros e insistentes porqués de nuestra niñez responden nuestros padres como pueden, y así llegamos a aceptar  fácilmente una visión del Universo que, en la mayor parte de los casos, será definitiva e inconmovible. Sin embargo, si llegáramos al mundo en estado adulto, nuestra perplejidad sería semejante a la del hombre que, perdido el conocimiento, amaneció en un lugar desconocido.

Si este mundo que nos parece tan natural y normal, fuera de un modo absolutamente distinto, nos habituaríamos  a él con no mayor dificultad. En ese instante está haciendo filosofía. Muchos hombres ahogamos esa esencial perplejidad: ellos serán los menos dotados para la filosofía; otros la reconocen como la única actitud sincera y honesta y se entregan a ella: estos serán profesionales o no filósofos”.           


Tomado de: Rodríguez R., Rodolfo J. “Los fundamentos de la filosofía”.      

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