lunes, mayo 23, 2022

Cada hombre es un filósofo

 

¿Hemos aprendido a ejercer nuestra facultad para discurrir y discernir? Pensar es, sin duda, una gran cosa; pero es ante todo una exigencia de la naturaleza humana: no debemos cerrar voluntariamente los ojos a la luz. 

¿Estamos dispuestos, en definitiva, a ser o llegar a ser "filósofos", a entusiasmarnos con la realidad y buscar el sentido último de nuestra vida? 

Es verdaderamente impresionante pues fijándose un rato en la aguja, y observando cómo se mueven el segundero, el minutero... nos preguntamos, casi sin darnos cuenta: 

¿Qué es el instante? ¿Qué significa el presente? 

¿No me estoy moviendo ya en el futuro? 

¿O aún estoy en el pasado?

En principio, todo hombre está capacitado para reflexionar sobre las dimensiones más profundas de la vida. ¿Significa esto que todos los hombres somos filósofos, en el sentido estricto de la palabra? ¿Que no es necesario disponer de una formación especial para ejercer esta ciencia? Nada de eso. Pero significa que la filosofía es distinta a las demás ciencias, y que, en principio, todo hombre capaz de razonar puede ejercer de filósofo.

Todo ser humano, tarde o temprano, se plantea el por qué y el para qué de su existencia, se pregunta de dónde viene y a dónde va, quién es y lo que podría hacer de su vida. Una persona que filosofa, reconoce y admite su propia falta de conocimientos; se abre a una verdad mayor y se deja fascinar por ella. La admiración es, según los antiguos, el comienzo de la filosofía.

El filósofo se admira. Descubre, en lo cotidiano y común, lo realmente extraordinario e insólito. Sabe entusiasmarse con una brizna o un diente de león, tal y como lo haría un poeta, un amante o un niño. Filosofar significa abrir horizontes, dirigir la mirada hacia la totalidad del mundo; nuestro espíritu es, de alguna manera, una "fuerza para lograr lo infinito".

 ¿Tendremos que hablar siempre de todo al filosofar? Tener una postura crítica significa para el filósofo: preocuparse de no pasar por alto conscientemente nada [Josef Pieper].

Un filósofo auténtico trata simplemente de no excluir o sobrepasar nada intencionadamente. Tiene amplios horizontes: ¡con él se puede hablar de todo! Para él no existen tabúes. Ni tampoco sistematizaciones precipitadas que ignoran todo aquello que no concuerde con el sistema, y que impidan cualquier nueva conversación sobre ello. La filosofía no acepta limitaciones arbitrarias, pues si lo hiciera, perdería su propia identidad, convirtiéndose en ideología.

Una persona que quiere pensar por su cuenta, ha de estar dispuesta al inconformismo. Filosofar significa: distanciarse, de lo cotidiano, pero sí de las interpretaciones comunes, de la opinión pública o publicada.

Los auténticos filósofos siempre han ido contra corriente. Son los que ven lo que todos ven, y se atreven a pensar lo que quizá nadie de su entorno piensa.

La filosofía reclama para la independencia. Tiene que poder desplegarse sin que ninguna normativa oficial lo impida. Sin embargo, más importante aún que la libertad exterior es la libertad interior. Significa querer incondicionalmente la verdad, y no dejarse ni adormilar, ni manipular por nada. Las situaciones pueden estar en favor o en contra de la libertad; pueden ser la razón para que ésta aumente o disminuya. Pero no intervienen esencialmente en el acto libre.

"Hay algo dentro de ti que no pueden alcanzar, que no te pueden quitar, es tuyo;". Un hombre puede ser libre también en un sistema totalitario, aunque las amenazas y el miedo disminuyan la libertad. Puede mantener una creencia, un deseo o un amor en el interior del alma, aunque externamente se decrete su abolición absoluta. Así, Sajarov no sólo fue grande como físico; sobre todo fue grande como hombre, como apasionado luchador por la libertad de cada persona humana. Pagó por ello el precio del sufrimiento, que le impuso el régimen comunista, cuya inhumanidad destapó ante los ojos del mundo. Otro disidente famoso confesó públicamente: "¡Bendita prisión que me hace reflexionar, que me hace hombre!" (Solzhenitsin)

La persona que se admira es consciente de no saber nada. Es célebre la frase de Sócrates en que admite: "Sólo sé que no sé." En cierta manera es aplicable a cualquier científico. Hoy en día estamos muy sensibilizados respecto a que ninguna persona puede "saberlo todo", ni siquiera en una subdisciplina delimitada. Se comienza a estudiar algo, pero no se llega a un fin; constantemente se descubren más campos de investigación.

¡Y Sócrates es tan actual! No dijo sólo: "Sólo sé que no sé nada", cosa que podemos comprender muy bien en nuestros tiempos; ahora, no es posible dividir la humanidad en dos "clases": "los que saben" y "los que no saben", el sabio y el necio. 

Todos estamos buscando la verdad, ninguno la posee completamente. Cada uno puede aprender de los demás.

La admiración no concede habilidades ni aumenta el sentido práctico, antes bien, admirarse significa "conmoverse". Pero nadie puede pasarse la vida en la pura contemplación de la verdad. Pues el hombre no puede vivir, a la larga, tan sólo del sentirse conmovido. De hecho, al encontrar la verdad, surge el deseo de transmitirla.

Un filósofo, suele vivir como un inconformista, a veces como un marginado, y puede ser considerado como un loco. Es alguien que no se deja engatusar, ni utilizar para unos objetivos estrechos, por ejemplo, para suministrar la ideología adecuada a un régimen totalitario.

La capacidad de admirarse forma parte de las máximas posibilidades de nuestra naturaleza. Nos ayuda a darnos cuenta de que el mundo es más profundo, extenso, misterioso, bello y diverso de lo que le parece al entendimiento cotidiano. Pieper habla de la "intrínseca esperanza de la admiración”. La persona que se admira no se queda encerrada en su pequeño mundo.

Cuando uno se dedica a la filosofía, se va acercando a la iluminación de la realidad. Y, aunque se alcance la verdad sobre la existencia, el hombre y el mundo, siempre se podrá profundizar más, ¡porque el saber cerrado y la filosofía se excluyen! (No se dan "recetas" en filosofía) Pues mientras más profunda y extensa se hace la comprensión, más aplasta la visión del campo inmenso de lo que aún queda por comprender. Por eso, el comienzo y el final de la filosofía están caracterizados por el escuchar: la realidad, el silencio, la "contemplación".

La filosofía, pues, se encuentra camino de una meta que nunca alcanzará por sus propios medios. "Sentimos que, aunque todas las preguntas científicas estuvieran contestadas, aún no habríamos tocado nuestros problemas existenciales, "Pero este poco que se gana con ella, no obstante pesa más que todo lo demás que se conoce por las ciencias", afirma Tomás de Aquino. Por lo tanto, sólo se puede invitar a toda persona de buena voluntad a ser un filósofo, aún ante el peligro de ser considerado por nuestra sociedad consumista como un extraño, un inconformista o "loco".

Al fin, nos pueden animar las palabras de Russell: "Quien jamás tuvo un ataque filosófico, pasa por la vida como si estuviera encerrado en una cárcel: encerrado por prejuicios, las opiniones de su época y de su nación". Quien no piensa por su propia cuenta, no es libre.

Fragmento: Jutta Burgraff. www.unav.es/cryf/hombrefilosofo.html . U.  de Navarra. Grupo Ciencia, Razón y Fe.      


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