Si acaso
existe algo en la filosofía que pueda considerarse enseñanza, sólo puede ser el de enseñar a pensar por uno mismo. Leonard Nelson.
La filosofía está volviendo a la luz del día,
las personas corrientes pueden entenderla y aplicarla. Las ideas sobre la
condición humana son más accesibles; y esto puede ayudar a las personas a
comprender con qué clase de problema se enfrentan, desenmarañarlo y clasificar sus componentes e
implicaciones.
Las personas cuyos problemas son de naturaleza física, van al médico, o en tal caso al psiquiatra. A algunos les será tan poco útil Platón como a otros el Prozac. Habrá quien precise primero el Prozac, y luego a Platón, o una combinación de ambos. Aparte que pueden salir más desubicados de esos tratamientos, si la raíz de su problema es de carácter filosófico y el profesional al que acuden no lo entiende así. Así que puede surgir un sentimiento de desesperación si se empieza a creer que nadie será capaz de ayudarnos a enfrentar y resolver un problema, lo que podría definirse como un vacío existencial. Además, muchas personas no aceptarían una psicoterapia, encuentran interesante, atractiva y aceptable la idea de conversar con alguien sobre ideas y puntos de vista.
Librarse del exceso de equipaje quizá exijas
asesoramiento filosófico. La idea es viajar tan ligeros de equipaje como sea
posible.
Si usted es curioso, reflexivo, analítico y
elocuente, puede beneficiarse en gran medida del asesoramiento filosófico. De
hecho, cualquiera con una mente inquieta está preparado para ese examen de la
vida que es el objetivo común de la filosofía. Cuando Sócrates declaró que una
vida sin reflexión no merecía la pena ser vivida, abogaba por la evaluación
personal constante y el esfuerzo por mejorarse a sí mismo como la más alta de
las vocaciones. Tener problemas es normal, y la congoja emocional no constituye
necesariamente una enfermedad. Las personas que luchan por hallar una manera de
comprender y manejarse en un mundo que cada día es más complejo no tienen por
qué verse etiquetadas con un trastorno, cuando lo que en realidad están
haciendo es avanzar por caminos consagrados a la búsqueda de una vida más
virtuosa y satisfactoria.
Con un consejero filosófico, una sesión puede seguir tres derroteros distintos: Se puede debatir su problema en términos generales, sin mención de ningún filósofo o filosofía concretos. Se trata de la clase de conversación que, con toda seguridad, mantendría con un amigo, pariente, camarero o taxista, y a veces es la mejor manera de abordar el asunto en cuestión. Usted piensa, empleando sus facultades críticas y analíticas, recurriendo a las ideas que tiene sobre sí mismo, y conversando filosóficamente sin intentar adoptar a conciencia una actitud filosófica.
Otro derrotero habitual, consiste en que se soliciten unas enseñanzas filosóficas específicas. En esta variante, quizás usted haya reinventado un planteamiento filosófico y le tranquilice saber que alguien ya se ha adentrado en ese territorio con anterioridad. Entrar un poco en contacto con las escuelas de pensamiento tradicionales tal vez le ayude a atar cabos o a llenar espacios en blanco, aunque su consejero no acostumbrará darle una disquisición completa sobre cada tema, a no ser que usted se la pida.
La tercera alternativa es más dura para quienes ya han indagado en sus problemas de esta manera pero tienen interés en seguir adelante. Esto conlleva un compromiso mayor y es posible que le remitan a otro consejero o a explorar la biblioterapia, abordando en profundidad determinados textos filosóficos. Quizá le haya resultado útil un punto de vista budista y quiera aprender más sobre la práctica del Zen. O quizá le ayudara una idea de Aristóteles y desee ahondar en su sistema ético.
Esta clase de trabajo
puede llevarle a abrazar otros temas de un modo más concienzudo que la mera
experiencia de trabajar sobre un problema concreto, pero no es más que una
opción y, sin duda, no será la adecuada para todo el mundo.
La cuestión está en formular el problema y estar dispuesto a investigarlo desde un punto de vista filosófico. El diálogo (sea interior o exterior) resultante será de gran ayuda para interpretar, resolver o abordar cualquier asunto que le ataña. La misión específica es conectarlo, ponerlo en contacto con la filosofía, guiarlo para adentrarse en sus ideas, sistemas y posturas. En cuanto las haya conocido, le prestarán un buen servicio para manejar la situación que surja en su camino.
Hubo un tiempo en que dirigíamos nuestras preguntas sobre el sentido de la vida a una autoridad tradicional, pero dichas autoridades se han venido abajo. Cada vez hay más personas que no se conforman con aceptar pasivamente los dictados dogmáticos de una deidad inescrutable o las frías estadísticas de una ciencia social imprecisa.
Nuestros más profundos interrogantes siguen sin respuesta, ni siquiera reflexionamos sobre nuestras creencias y actitudes, la alternativa reside en la práctica de la filosofía.
Ha llegado el momento de una nueva forma de ver las cosas,
bienvenidos.
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