martes, febrero 21, 2017

Definición y Funciones de la Economía


La Economía es una Ciencia Social que estudia cómo los individuos o las sociedades usan o manejan los escasos recursos para satisfacer sus necesidades. Tales recursos pueden ser distribuidos entre la producción de bienes y servicios, y el consumo, ya sea presente o futuro, de diferentes personas o grupos de personas en la sociedad.

El estudio de la economía se basa en la organización, interpretación y generalización de los hechos que suceden en la realidad. La microeconomía, una de las dos ramas en las que se divide la economía, realiza el estudio de unidades económicas (las personas, las empresas, los trabajadores, los propietarios de tierras, los consumidores, los productores, etc.). Es decir, estudia cualquier individuo o entidad que se relacione de alguna forma con el funcionamiento de la economía de forma individual, no en conjunto. Al estudiar estas unidades económicas, la microeconomía analiza y explica cómo y por qué estas unidades toman decisiones económicas. La macroeconomía, la otra rama en que se divide la economía, se encarga de estudiar el comportamiento y el desarrollo agregado de la economía. Cuando se habla de agregado se hace referencia a la suma de un gran número de acciones individuales realizadas por diversas unidades económicas, las cuales componen la vida económica de un país. Esta rama estudia las tendencias en las acciones de éstos.

Para su estudio, la economía utiliza herramientas como las matemáticas y la estadística aplicadas en la econometría, la cual se usa ampliamente en el desarrollo y prueba de modelos económicos. Un modelo económico es una conceptualización mediante la cual se pretende representar matemáticamente y de forma simplificada la realidad, para, de esta forma, poder establecer y cuantificar las relaciones entre las variables económicas que se analizan.

La economía es estudiada por los economistas, que formulan principios económicos útiles en la formulación de políticas diseñadas para la solución de los problemas económicos, sean coyunturales o estructurales.

De esta manera, la economía puede dar alguna explicación a hechos ocurridos en el pasado y realizar pronósticos sobre el comportamiento económico en el futuro. Lo anterior facilita el diseño y la implementación de políticas económicas en un país o una región por parte de las autoridades económicas, las cuales, a través de estas políticas, dirigen la economía con el objetivo primordial de beneficiar a sus habitantes y, a la economía en general, gracias a la satisfacción de sus necesidades.



HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO

Los griegos fueron los primeros que trataron de tener un conocimiento sobre el funcionamiento de la economía. Hesíodo, Jenofonte, Platón y Aristóteles se destacaron por buscar explicación a los fenómenos económicos que acontecían en su época.

Durante la era feudal, comprendida entre los siglos VIII y XIII, aproximadamente, se empezaron a presentar dos fenómenos que, posteriormente, Douglas North llamaría |las relaciones sociales y los derechos de propiedad.

A partir del año 1300, se avanzó un poco más en el desarrollo de los temas económicos, gracias a las contribuciones de los llamados escolásticos. Estos eran monjes que se dedicaban a escribir, entre otros temas, sobre los fundamentos de la economía feudal, reglamentándolos de tal forma que los resultados de sus escritos fueran coherentes con la doctrina religiosa cristiana. El principal exponente de la escuela escolástica fue santo Tomás de Aquino. Esta escuela existió en el periodo comprendido entre la caída de Roma y la escuela mercantilista, apareciendo esta última aproximadamente en el año 1600.

La economía mercantilista marca una pauta importante en el desarrollo de la ciencia económica. Tuvo sus inicios en Inglaterra y Francia, implantándose en el mundo entre los años 1500 y 1750, aproximadamente. Los mercantilistas consideraban que la riqueza en el mundo era fija, y estaba representada por la cantidad de metales preciosos y semipreciosos que se poseyeran. La anterior idea los llevó a tomar medidas proteccionistas para evitar que la riqueza pudiera salir de un país. El comercio exterior, a través de una balanza comercial positiva (exportando más de lo que se importara), se convirtió en la clave para obtener poder y riqueza.

En la segunda mitad del siglo XVIII surge la fisiocracia como una reacción de tipo intelectual a la común concepción intervencionista del pensamiento mercantil. Para ahondar más las diferencias, los fisiócratas estudiaron las fuerzas reales que conducen al desarrollo; es decir, estudiaron la creación del valor físico, concluyendo que el origen de la riqueza era la agricultura (en últimas, la misma naturaleza era el foco de riqueza) y que la manufactura era una actividad estéril. Este movimiento se desarrolló únicamente en Francia, a lo largo de treinta años, gracias a François Quesnay y a su obra |Le Tableau Économique. En ella, Quesnay, gracias al análisis de los flujos de los ingresos monetarios en los tres sectores de la economía (agricultores, terratenientes y artesanos/sirvientes), muestra la creación y la circulación del producto neto (la ganancia).

Con los fisiócratas nace la idea de que los esfuerzos personales estaban de alguna manera conectados entre sí (gracias al sistema de precios de la economía). Esto obedecía también a un orden natural superior, que hacía que se concibiera el sistema económico como un mecanismo autorregulable. De aquí surge la idea central del laissez–faire (dejar las cosas a su libre albedrío) como una función del gobierno, porque los obstáculos al crecimiento eran el resultado de las restricciones (mercantilistas) al comercio internacional y al mercado interno.

A finales del siglo XVIII, las tesis fisiócratas ya no eran consideradas adecuadas para asumir un análisis profundo y consciente, dadas las nuevas realidades de la sociedad capitalista. Surge entonces el liberalismo como una nueva doctrina que responde a las exigentes expectativas, fruto de la profunda transformación socioeconómica. La economía clásica fue una forma de pensamiento que surgió con representantes como Adam Smith y David Ricardo. Ellos, preocupados por las relaciones sociales, la intervención del Estado y las consecuencias de éstas en variables como el consumo, la producción y la distribución de la riqueza, tratan de encontrar repuestas en medio del proceso de industrialización vivido especialmente en Gran Bretaña.

Una visión contemporánea pero enfocada hacia las relaciones sociales de la producción industrial es la de Carlos Marx. Para él, la producción industrial generaba un excedente que no se redistribuía en el salario de los trabajadores sino que era acumulado por el propietario del capital y de los medios de producción.

Desde finales del siglo XIX y hasta mediados del siglo XX, se desarrolla un movimiento que defiende fuertemente al liberalismo y al individualismo: los neoclásicos. Sus principales puntos de análisis fueron la plusvalía y la maximización de los beneficios. Reconocidos representantes de ellos son Keynes y Say, quien formuló la ley del pleno empleo, mientras que Keynes decía que los individuos intercambian instintivamente y, por lo tanto, el mercado es consecuencia de un orden natural, de la misma manera que lo es la acumulación de capital. Este orden natural es guiado por la revelación de las preferencias de los individuos a un subastador, quien encuentra el precio en el que se vacían los mercados, de tal suerte que el único mecanismo que evita el monopolio es la concurrencia del mercado. Así, la autorregulación da origen al concepto de “la mano invisible”.

Entre las últimas escuelas de pensamiento económico se encuentran las de los neo-neoclásicos. Ellos agrupan varias corrientes, entre ellas las de los monetaristas y los neo institucionalistas. Los monetaristas son conocidos gracias a Milton Freeman, quien afirmaba que las fallas en el mercado se debían, en buena parte, a la intervención del Estado. Los neo institucionalistas se centran en los fenómenos sociales y en la cooperación económica. Gran parte de sus ideas son una crítica al neoclásico Marshall, argumentando que, para que la distribución de la riqueza sea eficiente, son necesarias las instituciones.



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