miércoles, junio 17, 2015

El fin de la hegemonía alemana  por Benjamin R. García | Contante y Sonante Yahoo Finanzas

La era en que una severa Ángela Merkel imponía políticas de austeridad a sus vecinos europeos está llegando a su fin, pero por la causa menos pensada.

Resulta ser que la tasa de natalidad alemana ha tocado fondo y ahora es la más baja del mundo, lo cual hace prever que para el año 2020 su fuerza laboral será aún menor que la de Japón, el país industrializado con menor mano de obra propia.

Un estudio del Instituto de Economía Mundial de Hamburgo (HWWI) reveló que en Alemania el número promedio de nacimientos por cada 1.000 habitantes se redujo a 8,2 en los cinco años que transcurrieron entre 2008 y 2013. Esa cifra fue de 8,4  en Japón.

"Ningún otro país industrial se está deteriorando a esta velocidad a pesar de la fuerte afluencia de trabajadores migrantes jóvenes. Alemania no puede seguir siendo un centro de negocios dinámico en el largo plazo sin un fuerte mercado laboral", advirtió el instituto.
Los líderes alemanes saben que las perspectivas no son nada halagüeñas y que los días del papel hegemónico de Berlín -dictando políticas económicas ante las crisis de España y Grecia, por citar dos ejemplos- empiezan a estar contados.

La propia canciller Ángela Merkel advirtió en un discurso en Davos a principios de este año que Alemania perderá seis millones de trabajadores netos a lo largo de los próximos 15 años, en una reducción gradual de su fuerza laboral durante el resto de esta década, antes de que comience el desplome.

Pesimismo alemán

Aunque los alemanes tienen fama de resolver con eficiencia los problemas, poco pueden hacer ante este: se espera que la población se reduzca de 81 millones a 67 en 2060, cuando sectores pobres de la antigua Alemania Oriental entren en las llamadas "espirales de  declive". De hecho, el panorama que se avecina parece apocalíptico: tiendas, consultorios médicos, y hasta el transporte público empezarían a cerrar en esas zonas, causando a la vez una emigración mayor de alemanes y redondeando un círculo vicioso.
Incluso pequeños pueblos en Sajonia, Brandeburgo y Pomerania han comenzado a contemplar planes para un cierre paulatino y definitivo, algo que habría sido impensable hasta hace unos años.
El impacto fiscal del envejecimiento poblacional tiene dos fases, como apunta la revista The Economist. En la primera, con el aumento de la natalidad tras las Segunda Guerra Mundial los presupuestos públicos disfrutaron de una ventaja al incrementarse, paralelamente, los ingresos fiscales. En la segunda, a medida que los llamados baby-boomers comienzan a jubilarse hay menos gente para pagar impuestos, mientras que el número creciente de jubilados incrementa el gasto relacionado con las pensiones públicas, y el cuidado de la salud, costeado principalmente por el estado, se encarece.
Una de las recomendaciones del HWWI para que Alemania pueda paliar el problema de su menguante fuerza laboral es abrir las puertas a la inmigración de obreros calificados.
Actualmente hay 10 millones de extranjeros en el país. En el 2014, Berlín recibió 200,000 pedidos de asilo y recibió unos 800,000 inmigrantes, lo que representó un incremento neto del 17% de la inmigración.
La propia Merkel ha dicho recientemente que Alemania es un país de inmigrantes que tiene los brazos abiertos a los extranjeros, pero no todos los políticos de su país están de acuerdo. El partido populista de derecha AFD sigue ganando terreno en las regiones más pobres como Bremen, y su agenda es cada vez más antinmigrante.
De modo que está por ver aún cómo el gigante europeo hace frente a una verdadera bomba de tiempo.

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