Cuando hablamos de la verdad, parece que todos debemos entender lo mismo y que, por lo tanto, deberíamos manifestar nuestro acuerdo y asentimiento.
Igualmente, si en una manifestación se camina tras una pancarta con el lema LIBERTAD, si los manifestantes interpretan de distinta forma dicho lema. Ello se debe a que términos como verdad, libertad, bien, etc., están cargados de valores y, por ello, el sistema de valores de cada sujeto matiza su comprensión.
Para el pensamiento griego, la “verdad” era lo permanente de las cosas, es decir, lo que había debajo de las apariencias, de lo variable de la realidad que es lo que captan nuestros sentidos. La verdad seria alcanzable únicamente por la mente, por el pensamiento.
De esta forma identificaban verdad y realidad aun cuando para llegar a esta fuese necesario ir más allá de lo captable por los sentidos, para conocer lo permanente, la autentica realidad.
Posteriormente, la escolástica, en la época medieval, hace un detallado análisis de concepto de verdad, manteniendo siempre presente que la verdad primariamente es Dios y que hay otra verdad propia de la naturaleza de hombre, que recibe por la revelación, y que de alguna forma puede comprender o alcanzar por el ejercicio de su razón.
En su forma de entender la verdad, los escolásticos ponen el acento en las relaciones entre la mente y la cosa al definir la verdad como acuerdo entre la cosa y la inteligencia.
Esta concepción de la verdad y su relación con la realidad, en cuanto que somos capaces de alcanzar un conocimiento adecuado de las cosas, ha permanecido en la historia de la filosofía.
A partir de la época moderna, con DESCARTES, se distingue entre certeza, basada en criterios que conducen a la aceptación de algo, y posteriormente, sobre todo con Hume y el empirismo, verdad formal, según la cual la verdad depende de las relaciones lógicas entre los enunciados, y verdades empíricas, es decir, las verdades que hacen referencia a lo que acaece, a los hechos.
Desde aparición del positivismo lógico en el presente siglo, el problema de la verdad se plantea en relación con los enunciados y las proposiciones que pretenden expresar lo que son las cosas. Habría que buscar una forma de determinar la veracidad de los contenidos de las proposiciones pero, como afirma A. J. AYER:
“este no es un problema teórico. Si alguien no sabe averiguar si una oración dada esta siendo empleada para formular una proposición verdadera, trataremos de explicárselo por medio de expresiones cuyo empleo si conozca. O le mostraremos el estado de cosas apropiado, con la esperanza de que sepa captarlo. Este problema es un problema práctico, y en la práctica se suele resolver casi siempre con relativa facilidad.” A. J. AYER:
Concepto de persona
Sin embargo, y a pesar de esta solución planteada por AYER, el problema permanece abierto, tal y como lo dejaron los griegos:
“El mundo común en el que creemos vivir es construcción, en parte científica, en parte precientifica. Percibimos las mesas como circulares o rectangulares, a pesar de que un pintor, para reproducir su apariencia, debe pintar elipses o cuadriláteros no rectangulares. Vemos a una persona del mismo tamaño, aproximadamente, este a medio metro de nosotros o a cuatro. Hasta que nuestra atención no está dirigida a los hechos, somos totalmente inconscientes de las correcciones que la experiencia nos ha obligado a efectuar al interpretar las apariencias sensoriales.
Hay un largo trecho desde el niño que dibujaba dos ojos en un perfil hasta el físico que habla de electrones y protones, pero en todo este trayecto hay un propósito constante: eliminar la subjetividad de la sensación de la sensación y la y sustituirla por un tipo de conocimiento que pueda ser el mismo para todos los perceptores. La diferencia entre lo que se experimenta por los sentidos y lo que se cree objetivo aumenta gradualmente; el perfil con dos ojos del niño es aún muy similar a lo que se ve, pero los electrones y protones tienen una sola remota semejanza de estructura lógica. Sin embargo, los electrones y los protones tienen el merito de que tal vez sean lo que realmente existe donde no hay órganos sensoriales, mientras que es casi seguro que nuestros datos visuales inmediatos no son lo que ocurre en los objetos físicos que decimos ver.”
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