Gino Bartali
Peter Crutchley
La épica historia del
ciclista italiano que salvó judíos con su bicicleta
"Tenía todas las de perder, pero su historia es
uno de los más dramáticos ejemplos de un italiano que arriesgó su vida durante
la Segunda Guerra Mundial para salvar la vida de extraños".
Las
palabras del director de cine Oren Jacoby describen el legado de Gino Bartali,
uno de los más grandes ciclistas de su época, tres veces ganador del Giro de
Italia y dos veces vencedor del Tour de Francia.
El
Giro de Italia comienza este viernes y su primer recorrido tiene lugar muy
lejos de Italia: en Belfast. Pero la nueva edición de esta carrera, por más que
comience en Irlanda del Norte, sirve para recordar la historia de un italiano
que nunca habló de lo que hizo en los tiempos de guerra.
Los
detalles de la etapa más heroica de su vida comenzaron a surgir tras su muerte
en el año 2000, y la película Jacoby, que se estrenará este año, arroja un poco
de luz sobre este hombre nacido en el seno de una familia toscana de bajos
recursos en 1914.
El "no" a Mussolini
La carrera de Bartali como ciclista
estaba en lo más alto cuando la guerra se cernía sobre Europa.
En
1936 triunfó en su primer Giro de Italia y retuvo el título un año después.
Luego, para la alegría de toda Italia, ganó en 1938 el Tour de Francia. Ése era el momento que
el líder fascista italiano, Benito Mussolini, estaba esperando.
"Mussolini
creía que si un italiano terminaba triunfante el Tour, eso mostraría que los
italianos también pertenecían a una raza superior". "La victoria se
mi padre se convirtió en un asunto de orgullo nacional y de prestigio del
fascismo, por eso estuvo bajo una enorme presión", explica el hijo de
Bartali, Andrea, en la película de Jacoby.
Bartali
fue invitado a dedicar su triunfo a Mussolini, pero declinó el ofrecimiento, lo
que constituía un grave insulto a il
duce y un riesgo mayúsculo.
El hombre ideal para el trabajo
Mientras
se corría la prueba ciclística en Francia, Mussolini había publicado su
"Manifiesto sobre la Raza", que terminaría con los judíos perdiendo
su ciudadanía italiana, profesiones y cualquier posición que
ocuparan en el gobierno.
Sin
embargo, Italia seguiría siendo un refugio para los judíos hasta su rendición
en septiembre de 1943. Desde ese momento, tropas alemanas ocuparían regiones del norte y del
centro del país y comenzarían a capturar judíos y a enviarlos a campos de
concentración.
En
ese momento Bartali, un católico devoto, recibió un ofrecimiento del cardenal
de Florencia, Arzobispo Elia Dalla Costa: unirse a una red secreta para
proteger a judíos y otras personas en peligro.
Su
papel dentro de esta red era perfecto para su talento: Bartali se volvió un
correo.
Lo que parecían extensas jornadas de entrenamiento en su bicicleta eran
en realidad viajes en los que transportaba fotografías y documentos falsos elaborados en
imprentas clandestinas.
"Hemos
visto la documentación que él transportó miles de kilómetros a través de
Italia, viajando por caminos que unían ciudades tan lejanas como Florencia,
Lucca, Génova, Asis y el Vaticano en Roma", relata Jacoby.
Todo
lo llevaba escondido en el marco y en el manubrio de su bicicleta. En un
momento el ciclista fue arrestado e interrogado por el jefe de la policía
secreta fascista en Florencia, la ciudad donde había nacido y donde residía, y
la historia dice que en esa situación solicitó específica-mente que su
bicicleta no fuera tocada ya que todas sus partes estaba precisamente
calibradas para alcanzar la máxima
velocidad.
Silencio
Por
un tiempo Bartali tuvo que pasar a la clandestinidad, viviendo de incógnito en
la localidad de Citta Di Castello, en Umbria.
El
ciclista tenía más de un motivo para temer: además de su función de correo,
Bartali dio refugio a su amigo judío Giacomo Goldenber y a su familia.
"Nos
acogió a pesar de que sabía que los alemanes mataban a cualquiera que
escondiera a judíos". "Él arriesgó no solo su vida sino la de su familia y nos
salvó a todos, porque nosotros no teníamos ningún lugar a donde ir",
recuerda el hijo de Giacomo, Giorgio, en la película de Jacoby.
Aproximadamente
el 80% de los judíos italianos y de los que habían encontrado refugio en este
país antes de la Segunda Guerra Mundial sobrevivieron, en parte gracias a las
acciones de otros italianos.
Colocar
las piezas de esta historia en su sitio ha tomado 14 años y un trabajo
detectivesco de mucha gente.
Andrea
Bartali dijo que, eventualmente, su padre le contó por fragmentos sobre sus
acciones durante la guerra, y le hizo prometer que no se las contaría a nadie.
"Cuando le pregunté por qué no podía compartir su historia, me dijo:
'Debes hacer el bien pero no debes hablar de eso, si lo haces, estás tomando
ventaja de las desgracias ajenas para tu propio beneficio'".
Los "héroes reales"
Según
Jacoby, el silencio de Bartali es una "característica propia" de
muchos de los italianos que arriesgaron sus vidas para salvar otras durante la
Segunda Guerra Mundial.
"No quiso ser reconocido por lo que había hecho, pocos de los que se beneficiaron con su ayuda supieron su nombre o
el papel que había jugado en su rescate".
El pasado septiembre, Bartali recibió un homenaje póstumo por
parte del Museo del Holocausto Yad Vashem en Jerusalén.
Andra
Bartali, quien visitó el museo, dice que su padre siempre se negó a ver sus
acciones como heroicas.
"Cuando
la gente le decía, 'Gino, eres un héroe', él respondía: 'No, no, yo quiero que
me recuerden por mis logros deportivos. Los héroes reales son otros, aquellos
que sufrieron en su alma, su corazón, su espíritu, su mente, por sus seres
queridos. Ellos son los héroes reales. Yo soy solo un ciclista'".
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