jueves, marzo 12, 2015

Colombia: Paradoja  y distopía de una compleja realidad   

En un país con equidad y decencia, el sistema permite que la gente, hombres y mujeres, puedan tener una existencia  digna, crea posibilidades reales para que puedan llegar a ser profesionales (hay  universidades públicas, con programas de acuerdo a la demanda de cupos[1]), y se preparen para la vida laboral, de manera que obtengan  empleos y gocen de un relativo buen salario, y que cuando se enfermen vayan al médico y los atiendan, que logren adquirir vivienda digna

En un país de ilusos soñadores y pervertidos como el nuestro, de pésimos salarios para la gran mayoría de trabajadores y empleados; de excluidos, desprotegidos; de ignorados y abusados;  enfermos o amenazados o desplazados o desempleados, o todo esto, tienen que vender sus cuerpos a cualquier impostor, lo único que les queda, o concursar en un oprobioso reallitie[2] para que entre millones de excluidos por el sistema o víctimas de él, se logre el sueño de salir adelante y cumplir el sueño colombiano,  aquel que el bárbaro, terrible e inhumano sistema le ha negado. 

En esto se han convertido los derechos humanos en nuestro país de sofismas, son un sueño, en algo prácticamente inalcanzable para millones de colombianos. ¿Derecho a la educación? Sólo hasta el  bachillerato  ¿Derecho a una vivienda? bastante complicado, ¿Derecho al trabajo? es casi un privilegio ¿Derecho a un salario justo? los trabajadores no pueden ganarlo, porque hay hiperinflación, pero quienes ganan millones, y por ende con  muchísima mayor capacidad de consumo no generan inflación, vaya paradoja.

Sin asomo de vergüenza, grandes comerciantes, empresarios, industriales, multinacionales y banqueros llevan  años con pingues y enormes ganancias, pero niegan la posibilidad de mejorar la calidad de vida de sus trabajadores, más aún, evaden impuestos con la estúpida disculpa de que se los van a robar, o simplemente, no los pagan, como hizo Santo Domingo al vender a Bavaria al Grupo SABMiller, (la segunda cervecera por volumen en el mundo).

Mientras tanto, los gobiernos de turno se apuran a vender todo cuanto pueden, baratijas del mercado, ¿quién quiere comprar? "privatizando, al país lo van feriando": telefónicas hidroeléctricas, carbón, gas natural, petróleo, todo lo que se pueda, ¡pero apúrele,  que se nos acaba el tiempo! 

El caos gracias a los ocho años es innegable, para la muestra…  la corrupción. ¿Cuál de todas? ¿La pública, la privada? ¿La de los contratistas, empleados estatales, politiqueros, o la de los representantes del orden? ¿La del sistema judicial? ¿Quienes garantizan la ley? 
Todo hace parte de un proyecto dominante, de  manipulación y desprecio por el otro. Ellos  nos dicen a diario que las cosas van bien, que Colombia es toda una pasión, se publican propagandas  irrisorias, se cambian las metodologías para componer los porcentajes, las cifras de los informes de entidades y organismos oficiales, y todos contentos.

Es un especie de plan macabro que distrae la atención de los asuntos realmente importantes para involucrarnos en falsas decisiones que menosprecian nuestra inteligencia, que nos vende asuntos inocuos, orates y ridículos mientras nos invitan a votar por la estupidez de turno, y nosotros, bajo el bazuco digital de nuestra pantalla, corremos como simios a agitar exaltados nuestros… pero luego, a pagar, a pagar y a pagar.  

Ya embotados, en el frenesí, llegamos a pensar que algunas empresas son fundaciones altruistas, compuestas por socios y accionistas filántropos, con intenciones de mejorar la calidad de vida y de promover  el bienestar de los parroquianos, no logramos percatarnos que las únicas tragedias que llaman la atención de los emporios económicos son aquellas  que se pueden mercantilizar, miseria y dolor, hechas un producto que vende millones, sórdida mercancía que estampa sobre las cicatrices de la realidad colombiana las marcas publicitarias de un sistema que como en una espeluznante broma genera las ganancias que perpetúan el oprobio y la desigualdad, esas que producen excelentes réditos y aumentar excesivamente sus enormes ganancias, fortaleciendo sus portafolios. Absurdas ganancias,  que paradójicamente, han convertido a Colombia en uno de los países más inequitativos del mundo, con altos índices de niveles de pobreza absoluta.    

El asco social debería ser absoluto, pero ya no hay ciudadanos, sólo títeres (y hasta mascotas) que compulsivamente oprimen un botón, una tecla o un clic,  para entrar en una sensación de inclusión, la de la red social globalizada e idiotizada, que sólo hace parte de esa alucinación colectiva de libertad en medio del dominio hegemónico de la poderosa maquinaria aristócrata  bilderbergniana, la déspota criolla y la sanguinaria europea.

Sigamos participando de la idiotez colectiva, para vivir y disfrutar del mundo real, el que nos venden,  el del reparto corrupto del Estado, el del "para lo que sea"; garrote y represión para el de a pie, impunidad, absolución y privilegios para los corruptos y bandidos.   

Bienvenidos al país de ellos, el de unos pocos privilegiados, magnates de la tierra del olvido, la del oprobio sin memoria histórica; la del pueblo de la amnesia colectiva, aquel el de los servicios dispuestos al mejor postor... ¿quién da más?

Y todos como si nada, tan campantes y estirados, envueltos en sus túnicas satín, vestidos con sus camisas de seda y sus sacos de paño inglés.

La lluvia lo cubre todo, lo empapa todo”.
   Análisis y Comprensión Lectora

1. ¿Qué fue lo que más le llamó la atención del artículo?
2. ¿Cree que refleja la realidad de la sociedad colombiana?
3. ¿Cuál párrafo le inquietó más? ¿En qué sentido y porqué?
4. Escriba las palabras o términos específicos cuyo significado desconoce.
5. ¿Estaría dispuesto a profundizar en el estudio de las problemáticas nacionales?




Ignominia: deshonor, descrédito de quien ha perdido el respeto de los demás a causa de una acción indigna o vergonzosa.
[1] En la Universidad de Antioquia se presentan 3.750 aspirantes a competir por 45 cupos a un programa de pregrado; es decir que obtienen cupo solo el 1,2 % del total de aspirantes, irrisorio.
[2] Harían parte de lo que Noam Chomsky denomina como Estrategia de Manipulación  Mediática.

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