Colombia: Paradoja y distopía de una compleja realidad
En un país con equidad y
decencia, el sistema permite que la gente, hombres y mujeres, puedan tener una
existencia digna, crea posibilidades
reales para que puedan llegar a ser profesionales (hay universidades públicas, con programas de
acuerdo a la demanda de cupos[1]),
y se preparen para la vida laboral, de manera que obtengan empleos y gocen de un relativo buen salario,
y que cuando se enfermen vayan al médico y los atiendan, que logren adquirir
vivienda digna.
En un país de ilusos soñadores y
pervertidos como el nuestro, de pésimos salarios para la gran mayoría de
trabajadores y empleados; de excluidos, desprotegidos; de ignorados y
abusados; enfermos o amenazados o desplazados
o desempleados, o todo esto, tienen que vender sus cuerpos a cualquier
impostor, lo único que les queda, o concursar en un oprobioso reallitie[2] para que entre millones de
excluidos por el sistema o víctimas de él, se logre el sueño de salir adelante y cumplir el sueño
colombiano, aquel que el bárbaro,
terrible e inhumano sistema le ha negado.
En esto se han convertido los
derechos humanos en nuestro país de sofismas, son un sueño, en algo
prácticamente inalcanzable para millones de colombianos. ¿Derecho a la
educación? Sólo hasta el
bachillerato ¿Derecho a una
vivienda? bastante complicado, ¿Derecho al trabajo? es casi un privilegio
¿Derecho a un salario justo? los trabajadores no pueden ganarlo, porque hay
hiperinflación, pero quienes ganan millones, y por ende con muchísima mayor capacidad de consumo no
generan inflación, vaya paradoja.
Sin asomo de vergüenza, grandes
comerciantes, empresarios, industriales, multinacionales y banqueros
llevan años con pingues y enormes
ganancias, pero niegan la posibilidad de mejorar la calidad de vida de sus
trabajadores, más aún, evaden impuestos con la estúpida disculpa de que se los
van a robar, o simplemente, no los pagan, como hizo Santo Domingo al vender a
Bavaria al Grupo SABMiller, (la segunda cervecera por volumen en el mundo).
Mientras tanto, los gobiernos de
turno se apuran a vender todo cuanto pueden, baratijas del mercado,
¿quién quiere comprar? "privatizando, al país lo van feriando": telefónicas
hidroeléctricas, carbón, gas natural, petróleo, todo lo que se pueda, ¡pero
apúrele, que se nos acaba el
tiempo!
El caos gracias a los ocho años
es innegable, para la muestra… la
corrupción. ¿Cuál de todas? ¿La pública, la privada? ¿La de los contratistas,
empleados estatales, politiqueros, o la de los representantes del orden? ¿La
del sistema judicial? ¿Quienes garantizan la ley?
Todo hace parte de un proyecto
dominante, de manipulación y desprecio
por el otro. Ellos nos dicen a diario que las cosas van bien,
que Colombia es toda una pasión, se publican propagandas irrisorias, se cambian las metodologías para
componer los porcentajes, las cifras de los informes de entidades y organismos
oficiales, y todos contentos.
Es un especie de plan macabro que
distrae la atención de los asuntos realmente importantes para involucrarnos en
falsas decisiones que menosprecian nuestra inteligencia, que nos vende asuntos
inocuos, orates y ridículos mientras nos invitan a votar por la estupidez de
turno, y nosotros, bajo el bazuco digital de nuestra pantalla, corremos como
simios a agitar exaltados nuestros… pero luego, a pagar, a pagar y a
pagar.
Ya embotados, en el frenesí,
llegamos a pensar que algunas empresas son fundaciones altruistas, compuestas
por socios y accionistas filántropos, con intenciones de mejorar la calidad de
vida y de promover el bienestar de los
parroquianos, no logramos percatarnos que las únicas tragedias que llaman la
atención de los emporios económicos son aquellas que se pueden mercantilizar, miseria y dolor,
hechas un producto que vende millones, sórdida mercancía que estampa sobre las
cicatrices de la realidad colombiana las marcas publicitarias de un sistema que
como en una espeluznante broma genera las ganancias que perpetúan el oprobio y
la desigualdad, esas que producen excelentes réditos y aumentar excesivamente
sus enormes ganancias, fortaleciendo sus portafolios. Absurdas ganancias, que paradójicamente, han convertido a
Colombia en uno de los países más inequitativos del mundo, con altos índices de
niveles de pobreza absoluta.
El asco social debería ser
absoluto, pero ya no hay ciudadanos, sólo títeres (y hasta mascotas) que
compulsivamente oprimen un botón, una tecla o un clic, para entrar en una
sensación de inclusión, la de la red
social globalizada e idiotizada, que sólo hace parte de esa alucinación
colectiva de libertad en medio del dominio hegemónico de la poderosa maquinaria
aristócrata bilderbergniana, la déspota
criolla y la sanguinaria europea.
Sigamos participando de la
idiotez colectiva, para vivir y disfrutar del
mundo real, el que nos venden, el
del reparto corrupto del Estado, el del "para lo que sea"; garrote y represión para el de a pie, impunidad, absolución y
privilegios para los corruptos y bandidos.
Bienvenidos al país de ellos, el
de unos pocos privilegiados, magnates de la tierra del olvido, la del oprobio
sin memoria histórica; la del pueblo de la amnesia colectiva, aquel el de los servicios dispuestos al mejor postor...
¿quién da más?
Y todos como si nada, tan
campantes y estirados, envueltos en sus túnicas satín, vestidos con sus camisas
de seda y sus sacos de paño inglés.
“La lluvia lo cubre todo, lo empapa todo”.
Análisis y Comprensión Lectora
1. ¿Qué fue lo que más le llamó la atención del artículo?
2. ¿Cree que refleja la realidad de la sociedad colombiana?
3. ¿Cuál párrafo le inquietó más? ¿En
qué sentido y porqué?
4. Escriba las palabras o términos específicos cuyo significado desconoce.
5. ¿Estaría dispuesto a profundizar en el estudio de las problemáticas
nacionales?
Ignominia:
deshonor,
descrédito de quien ha perdido el respeto de los demás a causa de una acción
indigna o vergonzosa.
[1] En la Universidad de
Antioquia se presentan 3.750 aspirantes a competir por 45 cupos a un programa
de pregrado; es decir que obtienen cupo solo el 1,2 % del total de aspirantes,
irrisorio.
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