El ser
La ontología es la parte de la filosofía que aspira a darnos una descripción del ser, nos cuenta en qué consiste el ser y cuál o cuáles son los seres fundamentales.
Sartre desarrolla su teoría ontológica en su obra fundamental “El ser y la nada”.
En esta obra divide la realidad en dos regiones: el ser-en-sí y el ser-para sí (o de forma abreviada, lo en-sí y lo para-sí).
El ser-para-sí es el ser de las personas, es la persona en tanto que subjetividad, en tanto que dotada de conciencia y libertad. El ser-en-sí es el ser de las cosas, de los objetos, de las realidades no humanas.
Sartre hace una presentación abstracta del
ser-en-sí, presentación que recuerda al ser de Parménides: “El ser es. El ser
es en-sí. El ser es lo que es”. Con la afirmación “el ser es” Sartre quiere
señalar que el ser es positividad, realidad, actualidad; en el ser no
está presente la nada, ni la diferenciación, ni el movimiento, simplemente es.
Por ser compacto, denso, homogéneo, no incluye en su
interior duplicidad alguna; Sartre rechaza las nociones tradicionales de acto y
potencia, apariencia y realidad; la nada no está presente en el ser, es un
atributo que nosotros introducimos en la realidad, como cuando decimos que la
semilla no es árbol pero puede serlo, o señalamos que un semicírculo es un
círculo incompleto; en el ser-en-sí no hay duplicidad de potencia y acto: sólo
desde nuestra perspectiva la semilla es árbol en potencia, puesto que nosotros esperamos que así sea, nos representamos el futuro, ponemos la semilla en el
futuro y la observamos como árbol; al representárnosla en el futuro como árbol,
trasladamos esta forma de ser al presente e introducimos esa potencialidad en
la realidad actual de la semilla; del mismo modo, en el caso del semicírculo interpretado
como un círculo incompleto, es nuestra mente la que completa la figura y
proyecta en lo real la ausencia.
El ser-en-sí no es consciente, pues la consciencia exige una especie de escisión, de hueco en
el ser, y el ser-en-sí es lleno. El ser en-sí es increado; la
noción de creación de lo real le parece absurda a Sartre; pero por otro lado el
ser-en-sí no es causa de sí, simplemente es. Y por ser de este modo, sin
justificación, ni sentido alguno, sin poder ser explicado o deducido, está
demás; es un puro hecho, sin causa, sin razón, su existencia es absurda.
¿Cuál
es el sentido de la vida?
La pregunta que se ha planteado es cuál es el sentido de la vida. Con ello se supone que se expresa el presupuesto de que tiene un sentido. Este presupuesto se basa en que la mayoría de nosotros considera que su propia vida tiene sentido y entonces la pregunta estaría dirigida a cuál pudiera ser ese sentido.
Obviamente entonces el modo de averiguar cuál es el sentido de nuestras vidas es empezar con un trabajo profundo y sostenido de introspección. Sin embargo, muchas veces tenemos miedo que al mirar hacia adentro nos encontremos con aspectos de nuestra vida presente o pasada que no queremos recordar –situaciones penosas, actitudes de las que eventualmente no nos sentimos orgullosos y otros fantasmas. Por eso resulta mucho más fácil decir que el sentido de nuestras vidas no proviene de nosotros mismos, sino de algo externo como un determinismo religioso o histórico. Como habíamos dicho el modo más lógico de averiguar cuál es el sentido que asumimos que tienen nuestras vidas, es analizándonos nosotros mismos, entonces propongo que lo hagamos dividiendo el análisis en tres niveles, análogamente a la propuesta de Kierkegaard en su texto “O lo uno o lo otro” (Enten-eller), aunque en términos bastante distintos: es decir, que dividiremos el análisis en el nivel de los gustos, el nivel ético y el nivel trascendental.
Empecemos con el nivel de los gustos primarios: Para comenzar somos seres materiales, biológicamente condicionados incluso en nuestros gustos, deseos y preferencias estéticas más primarias.
Nuestra investigación tendrá que ser analizar este primer nivel de nuestro ser. ¿Qué nos gusta hacer? ¿Qué nos produce placer?, etc. Por ejemplo, si preferimos estar solos o en grupo, de qué clase de compañía disfrutamos y qué nos produce rechazo o aburrimiento.
Este nivel básico del ser humano no permite sin embargo una realización plena del ser humano, ya que a este nivel el ser humano es aun totalmente dependiente de las circunstancias externas, arbitrarias e inciertas y que muchas veces se tornan en su contra. Por ello el ser humano necesita autoafirmarse frente al albedrío y esto lo hacemos todos en el nivel ético. En el nivel ético tomamos las decisiones sobre nuestras acciones en base a lo que consideramos bueno o malo, correcto o incorrecto. Es el nivel del ejercicio de la libertad. Acá afirmamos quienes somos. Y somos lo que hacemos, como diría Sartre en “El Existencialismo es un Humanismo”.
Nuestra tarea, si queremos enfrentar la vida o desarrollar un proyecto de vida con cierto éxito y satisfacción es conocernos primero bien a nosotros mismos. Por ejemplo: Si considero que debo estudiar, es decir si elijo que estudiar es importante, para ser una persona más plena, hay diferentes modos de lograr realizar el objetivo del estudio de manera exitosa, por ejemplo, satisfaciendo o inhibiendo, mis temores y mis necesidades biológicas de manera consciente y según las circunstancias y posibilidades. Ahora, también puede ser que yo elija estudiar motivado por causas externas al estudio mismo, como, por ejemplo, por el prestigio social, para lucirme ante los demás o poder ganar mucho dinero en el futuro, etc. En ese caso, cuando el estudio no es fin sino medio.
Para saber entonces qué somos y qué pensamos, no hace falta escuchar lo que decimos de nosotros, sino observar más bien nuestras acciones. La filosofía nos brinda las herramientas para distinguir estos presupuestos filosóficos que se esconden detrás de las decisiones que tomamos al actuar. Lo que está bien y lo que está mal no lo puede decidir el individuo, sino que deben decidirlo los intérpretes más reconocidos institucionalmente de la voluntad divina. En tanto todo ser humano se maneja en estos dos niveles de ser, está demás decir que las personas que aparentemente solo se dejan llevar por sus deseos y temores más inmediatos, también están eligiendo éticamente según una clara escala de valores, en la que el placer inmediato ocupa una de las posiciones más altas.
Tenemos entonces estos dos niveles primarios. El de los deseos y temores y el nivel ético. Si nos quedamos en estos dos niveles vemos que el sentido de la vida se limita a decidir según determinada escala de valores que varía de persona a persona sobre cómo sobrevivir de la mejor manera, logrando la mayor cantidad de placer y la menor cantidad de sufrimiento (independientemente de que se lo logre o no) en el paso de nuestra existencia por este planeta. Sin embargo, hay un nivel más, que es el nivel de lo trascendental.
En este nivel se encuentra nuestro sentido de ser parte de la humanidad. Y en tanto somos seres sociales, este sentido es común entre todos los seres humanos, salvo que se lo anule o reprima a través de argucias argumentativas. Y es que resulta que el individuo le pone sentido a su vida entendiéndose justamente como individuo dentro de su sociedad y dentro de la humanidad. Y a partir de esta situación se proyecta y se imagina el papel que juega en la historia de la humanidad. A esto el ser humano le llama el sentido de su vida.
No todos los seres humanos suelen distinguir con cierta claridad entre sus deseos más primarios y lo que desean por presión social y la propaganda de consumo. También suele ser difícil distinguir entre lo que uno declara que desea y lo que las acciones nos muestran que la persona realmente desea. En este sentido el análisis del sentido que le estamos dando a nuestras vidas, se impone como un paso para la superación del individuo y de las sociedades.
Este análisis no sirve, ni puede servir para cambiar nuestros deseos primarios y valoraciones éticas, sino que nos sirve para enriquecer nuestra perspectiva frente al mundo que nos rodea y así enriquecernos como seres humanos. En este sentido viviremos una vida más plena y podremos lograr nuestros objetivos trazados con mayor éxito.
Cuestionario
Luego del Análisis del Texto
Responder las Siguientes Preguntas
1. ¿Qué significa estar ahí?
2. ¿Cuáles características pueden atribuírsele al ser-en-sí?
3. ¿Qué desarrolla Sartre en su obra fundamental “El ser y la nada”?
4. ¿Cómo cree que se pueda lograr establecer cuál es el sentido de la vida?
5. ¿Cómo se podría establecer una relación filosófica entre Sartre y Parménides?
No hay comentarios:
Publicar un comentario