Vladimir Putin declara la Guerra Fría a Barack Obama
Desde la vieja URSS, las relaciones entre
ambas potencias nucleares no eran tan
tensas.
EFE 09/10/2016 - 17:42
El presidente ruso, Vladímir Putin, le ha declarado la Guerra Fría a su homólogo de EE.UU., Barack Obama, y ha puesto prácticamente
en suspenso las relaciones entre ambas administraciones hasta que se conozca la
identidad del nuevo inquilino de la Casa Blanca.
Putin ya
no tiene nada que hablar con Obama, a la vista de las
decisiones tomadas por ambas partes en las últimas semanas, aunque nadie dice
que con la próxima administración norteamericana las cosas vayan a ser más
fáciles.
Es un secreto a voces que ambos dirigentes nunca se
han sentido cómodos sentados a la misma mesa, aunque el jefe del Kremlin nunca ha llegado a criticar
directamente a Obama, quien sí ha acusado a Putin de recurrir a la fuerza para recuperar la gloria
perdida.
Pero Putin cruzó
definitivamente el Rubicón cuando anunció que Rusia abandonaba el tratado con EE.UU. de reconversión del
plutonio militar, uno de los pilares del programa de desarme que tenía como
objetivo acabar con la amenaza de una nueva Guerra Fría.
En respuesta, Washington suspendió
la cooperación con Rusia en Siria, tras lo que el secretario de Estado, John
Kerry, fue aún más allá al hablar de crímenes de guerra en Alepo, a lo
que Moscú replicó con alusiones a Irak.
Según los expertos, ninguna de ambas decisiones son
fatales, ya que EE.UU. ya no cumplía el tratado sobre el plutonio
desde 2014 por su alto coste y la cooperación bilateral en Siria era papel
mojado desde hace varias semanas.
El antagonismo dialéctico en forma de ultimátum,
amenazas y acusaciones, sea en las tribunas de la ONU o
en las declaraciones de la Cancillería o el departamento de Estado, es lo que nos extrapola a la Guerra Fría.
La votación anoche de los dos proyectos de
resolución para un alto el fuego en Siria fueron un inmejorable ejemplo de
antagonismo, ya que Rusia vetó la propuesta francesa y seguidamente EE.UU. la
rusa, que también proponía una tregua, pero no la suspensión de los bombardeos
aéreos.
Desde tiempos de Ronald Reagan, que acusó a la URSS de ser
"el imperio del mal", las relaciones entre ambas potencias nucleares
no eran tan tensas, y la herencia que recibirá el futuro presidente
norteamericano será envenenada.
La lista de afrentas es interminable: desde los
ataques contra hospitales, escuelas o convoyes de la ONU en Siria a los
ciberataques rusos contra instituciones políticas norteamericanas.
Por eso, Putin ha decidido
poner sobre la mesa los deberes que debe cumplir la próxima administración
norteamericana con la inestimable ayuda del Congreso para
normalizar las relaciones con Rusia, ya que Obama ya está de salida.
Los analistas consideran que, ya que el nuevo
presidente de EE.UU asumirá el cargo en enero, mejor
iniciar las relaciones desde una posición de fuerza y lo ideal sería ya que
Alepo cayera en manos del régimen de Bachar al Asad antes de las elecciones
presidenciales.
Si no, cómo entender que Putin imponga condiciones
imposibles de cumplir para el nuevo presidente de EE.UU., aunque éste sea el republicano
Donald Trump, quien ha expresado su deseo de forjar una relación
constructiva con el líder ruso.
EE.UU. nunca
retirará las tropas y misiles que desplegó en lo que va de siglo en los países
del antiguo bloque comunista que ingresaron en la OTAN (los bálticos, Rumanía y Bulgaria), al igual que
no dejará de apoyar a Ucrania y rechazar
la anexión de Crimea.
Tampoco es probable que levante las sanciones
económicas y, menos aún, que compense a Rusia por las pérdidas económicas sufridas, como exige Putin.
Al parecer, según los analistas, el líder ruso ya
se ha hartado de intentar que EE.UU. le acepte
como un igual entre las naciones democráticas y ha decidido imponer sus propias
reglas de juego, que van más allá de la idea del mundo multipolar.
Ante la renuencia de China a implicarse
en la solución de los problemas mundiales, Rusia está dispuesta a asumir el
papel de contrapeso a EEUU desde Siria a Ucrania.
A Putin le viene como anillo al dedo ese papel de
líder mundial, ya que es la mejor forma de aplacar el descontento por la
profunda recesión de la economía rusa y la represión de las libertades en su
país.
Aunque Putin insiste en
que Rusia no se verá empujada a una carrera armamentista como la URSS, el Kremlin ha aprobado
costosísimos programas de rearme y se plantea reabrir sus bases en Cuba y Vietnam.
El problema es que algunos analistas temen que la
situación se le vaya de las manos y, como ocurriera tras la invasión soviética
de Afganistán, pasemos de las malas caras al aislamiento, el bloqueo y los
choques armados en terceros países, una batalla que Rusia tendría perdida de
antemano.
http://caracol.com.co/radio/2016/10/09/internacional/1476027740_404166.html
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