miércoles, octubre 05, 2016

Opal


por Camila C. Valencia

"Muchas cosas había escuchado de Opal, y aunque jamás llegué a verla  antes, había creado un amor platónico bastante obsesivo.

Siempre fui muy torpe, relajado y sin muchas complicaciones;  era seguro de mí mismo, mi personalidad era un tanto rara pero muy bien definida.

Claro está que todo eso me abandonó en el momento en que cruzamos miradas y dejé -lamentablemente- que esa muñeca de porcelana se adueñara de mi vida y me exprimiera a tal punto de hacer de mí un completo desconocido.

Su mirada fría y calculadora, su sonrisa: la más erótica que he conocido.
Sus perversiones, su figura delicada, su sufrimiento...

Le dibujé muchísimas veces encima de un sofá desgastado en el balcón, totalmente perdida en sus sueños, con la mirada lejana.
Era una mujer curiosa, solitaria, exitosa y aparentemente muy amable; pero yo logré ver más allá de la fachada, yo pude llegar a su centro y quemarme con la intensidad de sus secretos.

Y ahora no sé si el objetivo era curarnos o desarmarnos mutuamente para terminar de hundirnos, pero por si acaso, hicimos ambas cosas.

Cuanto más cerca estábamos, yo más le necesitaba; ella era una atracción sensual y yo un animal fatal, la quería para mí o para nadie, y esa pobre miserable, no se quería ni a sí misma.

La tomé, la amé, adoré cada parte de su cuerpo ya que no había alma qué venerar; la dañé, la aborrecí, profané cada centímetro de su piel y al final, la asesiné.

¿Qué había hecho conmigo? ¿En qué me había convertido?

Sólo una cosa logro tener clara, y es que ni en el mismo infierno podré pagar la condena del amor  y la lujuria, la desgracia y la infamia de mí en ella, y ella en nadie..."











No hay comentarios:

Publicar un comentario