El triunfo del NO y el fracaso de la educación colombiana
Por *Julián De Zubiría Revista
Semana
La derrota del Si representa es una expresión del
fracaso de un sistema educativo que no logra transformar las maneras de pensar,
convivir y comunicarse de su población.
Un país en el que 3 de cada mil personas saben leer
de manera crítica no se mueve por las ideas, sino por emociones primarias como
el miedo, la ira o la venganza. Un país en el que la mitad de los jóvenes que
viven en zonas de conflicto dicen que atropellarían a los demás si eso les
produce beneficios muy difícilmente logrará reconstruir el tejido social y la
confianza. La oposición comprendió a cabalidad estas ideas tan sencillas en la
pasada contienda del 2 de octubre en torno a la paz y para sacar a flote esas
emociones primarias construyó una argumentación elemental basada esencialmente
en tres falacias.
La primera: Que al votar por el SÍ, se le estaba
dando el poder a los guerrilleros de las FARC, que por esa vía el país caería
en la órbita del “Castrochavismo” y que nos volveríamos tan inviables como lo
es, actualmente, Venezuela. Una idea que un menor de edad con buena formación
podría desmentir, ya que, con un análisis relativamente sencillo, es fácil
concluir que no hay diferencias entre el programa económico del presidente
Santos y del senador Uribe. También es sencillo concluir que ninguna de las
medidas acordadas en La Habana marchaba hacia la estatización de los servicios,
la expropiación de la propiedad privada o el control de los medios de
producción y de los sistemas de comunicación por parte del Estado. Lo único que
contempla el acuerdo es construir vías y apoyar con tierra, tecnología y
crédito a los campesinos que han vivido totalmente huérfanos de Estado durante
toda su historia.
Uribe - que es una persona muy inteligente - sabe
que su afirmación es una falacia; es decir, una mentira con cara de verdad. Aun
así, la repitió una y mil veces, porque también sabe que todas las guerras y
dictaduras se alimentan de la manipulación del miedo y la ira, algo fácil de
lograr en un pueblo que ha recibido una educación de tan mala calidad como la
que se ha brindado hasta el momento en el país.
Segunda: La oposición repitió una y mil veces en
toda su campaña que en Colombia no existe una guerra civil. A pesar de que
hemos tenido 8 millones 100 mil víctimas, 225 mil homicidios, 87 mil
desparecidos y más de 7 millones de desplazados, sus representantes repitieron,
una y otra vez, que Colombia no había desplazados sino migrantes que querían
viajar por las diversas regiones conociendo el país. La idea que se deriva es
que lo que tenemos como guerrilla es un grupo de asesinos que se lucran del
narcotráfico. Esta idea ha sido desmentida por todos los estudios académicos
que se han hecho sobre el tema y, una vez más, fue completamente rechazada por
la Comisión Histórica del conflicto, recientemente creada. Aun así, estamos
ante una gran mayoría de la población que no logra extraer una sola idea
central en un párrafo; mucho menos podrá leer, entender e inferir a partir del
informe final de esta Comisión, de 565 páginas, o el Acuerdo con las FARC, de
297.
Uribe sabe que está inventando una segunda falacia;
es decir, una mentira que de tanto repetir, llega a parecer como una verdad.
Entonces, ¿para qué lo hace? Al hacerlo, saca a flote la ira. Si se reitera que
el gobierno quiere premiar a los “narcoterroristas de las Far”, logra su
objetivo: florecen la ira y la sed de venganza de un pueblo que toda la vida ha
vivido en guerra, y que, debido a ello, ha envenenado y endurecido el corazón.
Tercera. La oposición lo dice una y otra vez: “El
gobierno Santos es corrupto”. Lo dice sin pudor y sin temor. Lo dice sin
reconocer que su propio gobierno es, hasta ahora, el caso en la historia
colombiana en el que el mayor número de ministros y altos dirigentes han sido
investigados y detenidos por la justicia. Para argumentar su afirmación recurre
a un término coloquial: “mermelada”.
La idea es que este gobierno logra sus propósitos
corrompiendo a las personas, entregando dádivas a quienes inicialmente se
oponían y dinero público a quien lo apoye. Y la pregona a los cuatro vientos,
ya que sabe que la sociedad, los medios y el gobierno, le tienen tanto temor,
como el que tienen los niños ante los padres más agresivos y autoritarios. Sabe
que, por temor, su voz no será silenciada.
Las
recientes elecciones ante el plebiscito nos demostraron que en Colombia
coexisten tres países: Uno indiferente ante la suerte que corran sus
conciudadanos. A ellos pareciera darles lo mismo que continuemos enfrentados a
bala o que terminemos la guerra en un mes o después de cien años de soledad y
muerte. Es el país de los abstencionistas. Según los primeros estimativos,
estamos hablando del 63% de la población.
Un segundo país está anclado en el pasado. No quiere justicia, sino venganza. No quiere reparación, sino cárcel. No quiere comprensión, sino que destila odio. Es claramente la población a la cual el Uribismo le dirigió su mensaje; y por ello, fue presa fácil de un discurso muy sencillo y repetitivo, lleno de falacias, mentiras y de verdades a medias, que tenía como propósito incitar el odio, la ira y la venganza, los combustibles principales en todas las confrontaciones.
Un tercer país es el que está emergiendo, aunque todavía está por inventarse, pero ya ha alcanzado la mitad de los votantes. Se alimenta de esperanza, perdón, reconciliación y paz. Es un grupo con mayor nivel educativo y lectura crítica. Es una población que estuvo silenciada durante los dos primeros gobiernos de Uribe a punta de chuzadas a sus teléfonos y amedrentamiento; comenzó a florecer, especialmente en las artes, la intelectualidad y las letras y se ha expresado en distintos momentos bajo formas tan diferentes como la séptima papeleta, la ola verde o la mancha amarilla, entre otros.
Educar es esencialmente formar mejores seres humanos, individuos con criterio y capacidad para comunicarse, pensar y convivir con los otros. En términos de Kant, educar es formar “mayores de edad”; es decir, individuos con criterio propio a nivel cognitivo y moral. De allí que hoy tenemos que reconocer que la educación no ha podido movilizar al 63% de los colombianos para que participen activamente en la construcción de una mejor sociedad. No hemos podido doblegar su indiferencia. Tampoco hemos podido enseñarles a argumentar, leer de manera crítica, escribir e inferir a los estudiantes que pasan por nuestras manos. Según las pruebas SABER, menos del 2% de la población tiene un nivel avanzado en argumentación, deducción e inferencias. Y este dato ha sido corroborado en cuanta prueba nacional e internacional hemos participado.
Lo que se infiere de la reflexión anterior es que hemos fracasado como sociedad al intentar convertir la ira en alegría y el odio en solidaridad. No hemos logrado formar individuos que actúen impulsados por un criterio propio para pensar, analizar o decidir. Lo que permite ratificar que nuestro sistema educativo ha fracasado en su intento por cambiar las estructuras cognitivas y valorativas de los estudiantes.
Por tanto, el principal obstáculo de la paz en Colombia, no son las FARC, sino un sistema educativo incapaz de modificar las maneras de pensar, de comunicarse y de convivir de los futuros ciudadanos. Lo anterior implica que no podremos sacar adelante un proceso que establezca una paz verdadera y duradera mientras no hagamos una profunda revolución educativa que transforme los fines y los contenidos de la educación en el país, mientras no actualicemos los sistemas de formación de los maestros y no dotemos de autonomía a las instituciones educativas, para que la comunidad educativa vuelva a lanzar en cada una de ellas sus proyectos educativos. Por ahora, la “revolución” que se hizo al sistema educativo durante las dos administraciones de Uribe ha pasado a la historia como una de las más fracasadas, ya que no enseñó ni a leer, ni a pensar ni a convivir.
Tenía toda la razón Alberto Merani cuando concluía que sin educación de calidad no podrían existir las democracias. Colombia no será una democracia mientras su sistema educativo no logre mejorar el nivel de argumentación e interpretación de su población. Mientras eso pasa, una gran parte de la población será indiferente ante el destino de sus conciudadanos; la otra, seguirá presa del odio y la ira, emociones que hábilmente han sabido manipular quienes quieren retornar al poder en el 2018 y quienes se han obsesionado con impedir que durante el gobierno Santos se firme la paz. En consecuencia, hay que pedirle a Mauricio Babilonia que mande a recoger las mariposas amarillas que soltó, porque la guerra todavía no termina.
El autor de este artículo es Director del
Instituto Alberto Merani y consultor de ONU en educación para Colombia.
Responder lo siguiente
Responder las Siguiente Preguntas
1°.
¿No cree que sería mejor que los recursos que se gastan en la guerra
invertirlos en educación?
2°.
De acuerdo al texto, en Colombia nos manipulan fácilmente por medio de la
inteligencia emocional, ¿Qué cree usted al respecto?
3°.
El hecho de haberse impuesto el No sobre el Sí en el Plebiscito por la Paz del
pasado 2 de octubre, dónde se preguntó: ¿Apoya el acuerdo final para
terminación del conflicto y construcción de una paz estable y duradera?
¿Significaría o podría interpretarse como el hecho de que los colombianos no
tenemos aún estructurado ni configurado el concepto y conocimiento de una
verdadera Cultura Política? Exprese su posición frente a este planteamiento.
4°.
¿Qué impresión le causó lo que plantea el profesor Julián De Zubiría en este
interesante artículo?
5°.
¿Cuál cree usted que serían las causas del fracaso del sistema educativo en
Colombia de no lograr transformar las maneras de pensar, convivir y comunicarse
de la sociedad colombiana?
6°.
¿Es tan alto el grado de ignorancia, desdén, desinterés, indolencia, odio y
egoísmo, de muchos de los votantes que optaron por el No, que se dejaron
manipular fácilmente por sus emociones primarias?
7°.
Si se engaña y manipula a la población para que opte y se incline por una
determinada opción en un plebiscito, como el que acaba de presentarse en
Colombia, donde la oposición construyó una argumentación elemental basada
esencialmente en tres falacias, ¿Deberían ser juzgados quienes hicieron esto?
8°. .
¿No cree que es una gran contradicción y hasta una enorme mentira, el hecho de
negar que en Colombia no hay un conflicto armado, con connotaciones de guerra
civil, cuando la realidad, sustentada y demostrada en la tragedia y en cifras, como
los 8 millones 100 mil víctimas, 225 mil homicidios, 87 mil desparecidos y más
de 7 millones de desplazados?
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