Taller 1 Origen de la filosofía
Si
preguntamos por el origen de la filosofía, podríamos responder desde una visión
histórica, señalando que el pensamiento filosófico comienza en Grecia, aprox.
en el S. VII a. de C.
Si
bien este dato nos ayuda en la contextualización de nuestra pregunta, tendremos
que entender de otro modo el concepto de origen
para comprender lo que realmente es la filosofía. En efecto, este origen puede
ser entendido en términos psicológicos, es decir, preguntarnos porque y como
cada uno de nosotros enfrentamos la realidad desde una perspectiva filosófica.
La búsqueda de este principio del
conocer se hace muy importante cuando reconocemos en la filosofía el fundamento
del conocimiento del mundo de occidente. Si bien existen otros modos de
enfrentar el conocimiento de la realidad, pareciera ser que el pensamiento
filosófico es inevitablemente al ser humano e indispensable a la hora de querer
situarnos con sentido en el mundo. La pregunta es, por tanto, ¿Qué sucede en nosotros cuando
comenzamos a pensar filosóficamente?
Para tratar de responder esta pregunta Rafael Gambra, filósofo español, en su
libro “historia sencilla de la filosofía” nos ofrece un iluminador ejemplo:
imaginemos a un hombre que salió de su casa y ha sufrido un accidente en la
calle y a consecuencia del cual perdió el conocimiento y fue trasladado a una
clínica o a una casa inmediata. Cuando vuelve en sí se encuentran en un lugar
que le es desconocido, en una situación cuyo origen no recuerda.
¿Cuál
será su preocupación inmediata, la pregunta que en seguida se hará a sí mismo o
a los que la rodean? No será, ciertamente, sobre la naturaleza o utilidad de
los objetos que ve a su alrededor ni sobre las medidas de la habitación o la
orientación de su ventana.
Su
pregunta total: ¿qué es esto? O, mejor, una que englobe su propia situación
¿dónde estoy?, ¿por qué he venido aquí? Pues bien, la situación del hombre en
este mundo es en un todo semejante.
Venimos a la vida sin que se nos explique previamente qué es el lugar a donde vamos ni cuál habrá de ser nuestro papel en la existencia. Tampoco se nos pregunta si queremos o no nacer. Es cierto que, como no nacemos en estado de adulto si no que la vida se va formando nuestra inteligencia, al mismo tiempo nos vamos acostumbrando a las cosas hasta verlas como o más natural hasta lo más innecesario de cualquier explicación. A los primeros e insistentes porqués de nuestra niñez responden nuestros padres como pueden, y así llegamos a aceptar fácilmente una visión del Universo que, en la mayor parte de los casos, será definitiva e inconmovible. Sin embargo, si llegáramos al mundo en estado adulto, nuestra perplejidad seria semejante a la del hombre que, perdido el conocimiento, amaneció en un lugar desconocido.
Si este mundo que nos parece tan
natural y normal, fuera de un modo absolutamente distinto, nos habituaríamos a
él con no mayor dificultad. En ese instante está haciendo filosofía. Muchos
hombres ahogamos esa esencial perplejidad: ellos serán los menos dotados para
la filosofía; otros la reconocen como la única actitud sincera y honesta y se
entregan a ella: estos serán profesionales o no filósofos”. Tomado de: Rodríguez R., Rodolfo J. “Los
fundamentos de la filosofía”.
Las
Respuestas deben sustentarse y argumentarse utilizando Términos Específicos del
área
Texto:
Origen de la filosofía
1. ¿Qué será filosofar?
2. ¿Qué será un estado
no habituado?
3. Describa
que le causa perplejidad y asombro.
4. ¿Cuál
cree usted qué es el sentido de filosofar?
5. Explique la siguiente pregunta
¿Qué sucede en nosotros cuando comenzamos a pensar filosóficamente?
Taller 2 El origen de la filosofía griega
El origen del filosofar se encuentra en la admiración. Sin la admiración no puede darse la actitud mental que conduce a la filosofía. Admiración que impulsa al sujeto a buscar las causas del suceso que admira. Por ejemplo; centenares de personas han visto el cielo azul, pero muy pocos se han admirado ante este fenómeno tan corriente. Precisamente, el ser tan corriente es el motivo de la carencia de admiración.
La admiración nos lleva a preguntarnos: ¿por qué el cielo es azul? ¿Por qué no es rojo; o verde; o negro; o violeta? Es decir, tiene que surgir en nosotros el deseo de investigar las causas del porqué el cielo es azul. Ej. Newton y la fuerza de gravedad.
El Paso del mito al
logos.
Para que nazca el espíritu filosófico, no basta con preguntar las causas de los fenómenos, es necesario algo más.
El problema de los primeros filósofos griegos: la fisis
I. Planteamiento del problema: “Fisis” para los griegos, lo que para nosotros hoy es naturaleza. Fisis es el conjunto de todo lo existente, es decir equivalente a Universo. Los griegos habían contemplado que la naturaleza o Universo estaba constituido por la totalidad de un conjunto de seres individuales. Es decir, por ese árbol, estrella, hombre, pez y así sucesivamente. Unos se mueven, otros estaban siempre en el mismo lugar; unos eran sólidos, otros líquidos; unos se podían quemar, otro no; unos caían al suelo, otros ascendían. Todo esto lo habrían observado los hombres antiguos. Pero fueron unos pocos griegos, los filósofos milesios; naturales de Mileto, el primero Tales el que, admirado de algo tan observado por todos, se planteó esta extraña pregunta; ¿Sería posible que este enorme y múltiple conjunto de seres que yo observo y todos los demás que existen, aunque yo no los haya visto, se pueden reducir a uno solo? ¿Será posible que todos estos múltiples seres individuales y yo mismo estemos formados por una misma sustancia, que nuestros últimos componentes sean idénticos? ¿Será posible reducir lo múltiple a lo uno?
II. El problema del “Arjé” (origen o principio). Así pues, la primera pregunta filosófica fue la posibilidad de reducir lo múltiple a lo uno, o lo que es lo mismo, la posibilidad de reducir la naturaleza a un origen común para todos los seres naturales. Origen o principio en griego se dice “arjé. Podría formular el problema diciendo; ¿tiene la fisis un arjé común?
III. Las soluciones de los filósofos griegos al problema. Según la tradición histórica occidental, la Filosofía tiene su inicio en Mileto, colonia griega del Asia Menor, y Tales de Mileto pasa a ser el primer filósofo de nombre conocido. Según Tales, el arjé es el agua, puesto que de ella todo procede y a ellas las cosas vuelven y, así mismo, dicho elemento se encuentra presente en todas las cosas.
Anaximandro: indicó que el principio fundamental (arjé) de la naturaleza es el ápeiron (lo indeterminado, lo ilimitado) y según Anaxímenes el aire.
Hacia finales del siglo VI a.C., en Elea floreció una escuela cuyas figuras principales fueron Parménides y Zenón. Según estos filósofos, la realidad es el ser, lo que es, lo único que plenamente es.
Parménides distinguió dos vías de conocimiento, a saber: la vía de la opinión y la vía de la verdad. Según él, la vía de la opinión significa la actitud cognoscitiva espontánea, el testimonio de los sentidos, es la vía que siguen los vulgares mortales y conduce a la ilusión, a las apariencias, al error. Parménides sitúa en esta vía las teorías cosmológicas de los milesios. En cambio, la vía de la verdad se corresponde con la auténtica vía de investigación y, por ella, se llega al verdadero conocimiento, ésta consiste en una deducción racional perfecta, mediante la cual se pone de relieve que el Ser es y es imposible que no sea y el No -Ser no es y ni siquiera puede ser pensado. De este modo, intentó poner de relieve la coincidencia del pensar con el Ser (con la realidad). Los sentidos carecen de capacidad para suministrarnos la verdad y esta sólo podemos acceder mediante el ejercicio de la actividad lógico-racional que pone de manifiesto que la realidad, el Ser, siempre es. Entre el Ser y el No-Ser (la nada) no puede darse un término medio, en consecuencia, no puede haber diferencias dentro del Ser, pues nada es distinto al Ser; pero la nada nada es (es decir no es) y, por tanto, no puede diferenciar.
Entonces la evidencia, pues, que el Ser es uno, in-engendrado, imperecedero, perfecto, inmóvil e indivisible, todo semejante a una esfera perfecta cuyos puntos son perfectamente equidistantes del centro: el Ser es perfecto.
Heráclito de Éfeso, es conocido como el filósofo del movimiento, del devenir. Según él todo se encuentra perpetuamente en cambio: “Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río”. Las cosas se mudan en sus contrarios sin detenerse jamás. Heráclito fue apodado como “el oscuro”. Sus pensamientos están formulados en fragmentos cortos pero enigmáticos.
Su filosofía continúa la reflexión acerca de la fisis. Cómo Anaximandro, piensa que el movimiento del mundo es cíclico. También para Heráclito el mundo es eterno, y el material del que está compuesto o formado es el fuego. Todas las cosas son transformaciones del fuego. El fuego se transforma en aire, el aire cambia en agua, el agua se transforma en tierra. Pero la tesis fundamental de Heráclito es que todo lo reales un devenir, cambio, movimiento. No hay “ser” sino un llegar a “ser”, devenir. Somos y no somos, todo cambia. El motor del cambio es la presencia de fuerzas contrarias, es decir, la lucha, el conflicto e incluso la guerra.
Heráclito hace toda una filosofía del “logos”. Dice, todo el proceso cósmico está regulado, no se produce al azar. El regulador es el “logos”, la razón, principio universal que gracias al cual el universo es un cosmos y no un caos, es algo ordenado y no caótico. El “logos” es la ley inmutable que regula todas las mutaciones de la naturaleza.
Los Pluralistas. Debe tenerse claro que Parménides y Heráclito influyeron de un modo notable en la orientación que los filósofos posteriores dieron a sus teorías. De Parménides quedó asentado su principio según el cual de la nada nada puede surgir (del No-Ser no puede surgir el Ser), por consiguiente, si algo existe ha debido existir siempre algo. Heráclito había puesto de relieve la realidad del cambio y de la mutación: todo corre.
Los filósofos pluralistas trataron de conjugar ambas posiciones. Empédocles era muy popular en su propia ciudad natal, al sur de Italia, y fue jefe del partido democrático. Cuando muere el tirano, el pueblo le pidió que fuera el rey, pero él no lo aceptó. Empédocles admiraba a Pitágoras y como él, creía en la trasmigración de las almas y la purificación para escapar de ella. Al igual que Parménides cree que no hay nacimiento ni muerte. Lo que hay son mezclas de los elementos originarios que son cuatro; aire, agua, tierra y fuego. El nacimiento es el componerse de las cosas, y la muerte la disolución de lo que antes se había mezclado.
Anaxágoras, fue el primero de los filósofos que vivió en Atenas, en el período en que Pericles fue gobernador, de quien fue su maestro y amigo. Recurre a un principio espiritual y a unos elementos materiales. El principio espiritual es el “Nous” inteligencia o mente ordenadora del universo.
Los Pitagóricos. Constituyen una amplia escuela fundada por Pitágoras de Samos hacia mediados del siglo VI a.C. y duró hasta el siglo IV. Sus preocupaciones principales se referían a los números, la astronomía y la música, que según ellos guardaban una intrínseca relación entre sí. Posteriormente surge el desarrollo de tendencias y teorías contrapuestas entre sí, lo que ayudó notablemente a la habilidad dialéctica, como medio de intervención en las diversas instituciones. Situación que propició la aparición de ciertos pensadores especializados en la enseñanza de la retórica y de la dialéctica: Los sofistas.
Realizar lo Siguiente:
1. Elabore un breve
escrito sobre este artículo: ‘El origen de la filosofía griega’, teniendo en cuenta lo
que plantea.
Taller 3 La idea del arjé en la filosofía griega
Comprende tres aspectos
Origen explicativo de la naturaleza, de donde se conforman todos los seres. Los griegos conciben el universo como algo eterno, y para explicar su origen se ha de recurrir a algo que prevalezca a través del movimiento: para unos será el aire, para otros el agua.
Sustrato, de lo que están compuestos todos los seres.
Causa, que explique el movimiento o cambio.
La primera escuela presocrática que nos encontramos es la de los milesios, sobre el s. VII a. C.; a ellos se debe las primeras identificaciones del arjé. Distinguimos:
Tales de Mileto. Sostiene que el arjé es el agua, que a través de distintos procesos de condensación y rarificación produce ola multiplicidad.
Anaxímenes de Mileto. Identifica el arjé con el aire.
Anaximandro de Mileto. Probablemente el menos convencido del carácter racional del conocimiento, identifica el arjé con algo indeterminado, al que denomina apeiron, algo que no podemos entender o conocer.
Pitágoras, tras estudiar matemáticas en Egipto regresa a Grecia donde funda una escuela que, por su carácter esotérico y cerrado más bien puede considerarse como una secta.
Introducen las matemáticas como la estructura del universo. En un principio observaron que la realidad tiene un comportamiento matemático: se pueden medir fenómenos, se observan proporciones.
Llegan a la conclusión de que el orden del Universo es matemático; y como todo lo matemático puede reducirse a números, llegaron a la conclusión de que el arjé de las cosas son los números.
Según los pitagóricos los números aparecen en parejas, por lo que afirman que la naturaleza es algo dualista: noche-día, macho-hembra, Todo se organiza por parejas de la que destacan par - impar.
Finalmente asignan a cada cosa un número. Por ejemplo, al Universo, por considerarse perfecto, se le asigna el número 10, que para los griegos era el número más perfecto. Por eso el Universo habría de estar formado por una gran masa de fuego, que es el sol, rodeado por nueve planetas que giran en órbitas circulares.
Entre los siglos VI - V a. C. nos encontramos
con la figura de Heráclito de Éfeso.
Parte del dinamismo y movimiento del Universo,
movimiento que, sin embargo, según él, no nos lleva al caos, sino que está
sometido a un orden, armonía o ley: la dialéctica. Esta es
consecuencia del equilibrio que se produce entre la lucha de contrarios. La
dialéctica es pues, según Heráclito, el arjé explicativo del Universo, que
representó mediante el fuego.
Parménides de Elea, sostiene, sin
embargo, tesis contrarias a las de éste.
Partiendo de unas
afirmaciones a primera vista evidente: lo que es existe y lo que no
es, no existe. Llega sin embargo a unas conclusiones bastante peculiares:
·
el movimiento no existe, puesto que es el cambio de una cosa
que es a otra que no es, o viceversa.
·
la diversidad no existe, porque si existiera más de un ser, uno
no sería el otro y el otro no sería el primero.
El arjé
será por lo tanto un ser inmóvil y único; es pues, el único filósofo griego que
niega el movimiento.
Sin embargo, hay que
explicar un movimiento que parece evidente. Para ello Parménides dice
que existen dos vías de conocimiento, la vía de los sentidos o la opinión (doxa)
y la vía de la razón o la verdad (aletheida). Los sentidos nos engañan
hasta el punto que nos parece que existe el cambio. Sin embrago, la razón nos
puede demostrar que el movimiento es algo imposible.
Tuvo dos discípulos, Zenón
de Elea y Melisso de Samos que demostraron racionalmente la
imposibilidad del movimiento mediante aporías, razonamientos de los
cuales si admitimos los fundamentos tenemos que admitir las conclusiones.
De la unidad no puede
surgir la pluralidad, porque supondría el paso del ser al no ser. A partir de
Parménides los filósofos adoptan el pluralismo, es decir, admiten una
pluralidad de realidades que existen desde siempre y que por lo tanto son
eternas.
El primer pluralista
fue Anaxágoras (s. V a. C.), según el cual la realidad está formada por
unas partículas que denominó homeomerías, que traducido literalmente
significa todo está en todo y participa de todo.
Para explicar el cambio
de estas partículas, el movimiento, nos habla de un nous o entendimiento
universal: una realidad espiritual, divina, que imprime el movimiento a esta
partícula provocando su mezcla y la creación de sucesivos y eternos mundos. Es
un concepto muy importante, pues es la primera vez que aparece la idea de una
realidad divina.
Sin embargo, una vez
llegado a este punto no acierta a completar sus teorías: ¿creó esa realidad divina las partículas?, ¿es eterna?
Recurre entonces a una
segunda explicación mediante el éter, homeomerías especiales en eterno
movimiento, que imprime éste movimiento a las restantes. Anaxágoras pues se
debate entre el finalismo y el mecanicismo.
Demócrito de Abdera (s. V a. C.), recibe
su influencia de los planteamientos de Parménides: existe una única realidad en
el Universo, pero esa realidad no tiene por qué ser esférica. Para él los átomos
o partículas que forman el Universo tienen multitud de formas y son eternos,
múltiples desde la eternidad.
Para explicar el
movimiento, Demócrito afirma que es precisamente el no ser, el hecho de que
"el no ser no exista", lo que explica el movimiento. Expliquemos esta
idea: el no ser significa la ausencia, el vacío, un vacío que sirve como campo
de acción para que se produzca el movimiento, para que el átomo se dirija a
éstas zonas y se combine. El movimiento no surge en un momento determinado, es
eterno.
¿Existe algún orden,
una realidad que le confiera una finalidad? No, según Demócrito el Universo no
tiene finalidad externa ni está sometido a un Dios. Se define pues totalmente
por el mecanicismo: para él los movimientos se producen al azar.
Responder lo Siguiente:
1. Redacte tres inquietudes sobre la idea del arjé como origen explicativo de la naturaleza.
2. ¿Qué opinión le merece lo afirmado por los filósofos presocráticos, llamados los filósofos de la naturaleza como Tales de Mileto, Anaxímenes, Pitágoras y Heráclito, en cuanto a la concepción que expresaron sobre la idea del arjé, como origen explicativo de la naturaleza?
Taller 4 Cisnes Negros
¿Cómo gobiernan eventos altamente
improbables cada faceta de nuestras vidas? Aquella imagen
perturbó sus sentidos. Cuando en 1606 los europeos descubrieron Australia,
sin pensarlo, también se toparon con un animal nunca visto. Antes de esta
fecha existía la certeza de que todos los cisnes eran blancos, pero entonces,
un cisne negro se alzó frente a sus ojos. Esta es la historia
de los cisnes negros; aves que representan hechos sin precedentes, cuyo
plumaje desafía lo que damos por cierto. Ahora
bien, suponga que un hombre del pasado tiene la oportunidad de visitarnos.
¿Qué podría pensar de eventos como internet, el ascenso de China, la caída de
la Unión Soviética, la evolución del precio del petróleo, el descalabro
económico de 1929, o el Tsunami en el Océano Índico? Para el autor libanés
Nassim Nicholas Taleb, estos son ejemplos perfectos de cisnes negros que han
transformado nuestra historia. […]
Pero ¿cómo lucen estas aves negras? Según Nassim Taleb es posible identificar
un cisne negro como un evento con tres características: |
Nadie en el pasado pudo imaginar que fuera posible, acarrea un impacto enorme y solo lo podemos explicar luego de que ha acontecido. Frente a tal rareza de animal, cualquiera pensaría que nace esporádicamente. Pero los cisnes negros emergen más frecuentemente de lo que creemos. "Epidemias, ataques terroristas, religiones, artes, escuelas, desastres naturales o desarrollos tecnológicos, todo lo que tiene significado en este mundo, hace parte de la dinámica de los cisnes negros", explica Taleb.
Si lo piensa, su propia vida también transcurre a partir de hechos impredecibles como lo es conocer a su futura(o) esposa(o), días claves en su carrera profesional o la muerte.
El cisne negro hecho hombre
Taleb profeta de la incertidumbre. Y como muy pocos hombres, tiene la capacidad
de hacernos transitar por sus callejones. Para este autor es mucho más
importante aquello que no conocemos que lo que creemos conocer.
En carne propia ha experimentado la presencia de un cisne negro […] creció leyendo filosofía. Su fluidez en distintos idiomas solo se compara con su amplio conocimiento de autores como Popper, Montaigne, Hegel y Schopenhauer. Su juventud transcurrió en completa calma hasta que estalló una guerra sin precedentes entre cristianos y musulmanes en el Líbano que lo obligó a trasladarse a Estados Unidos.
"Tengo en mi memoria cómo los expertos de la época quisieron tratar de entender la guerra. Entre más inteligente era el experto, más convincente su teoría. Sin embargo, nadie pudo nunca explicar un hecho de tal magnitud", recuerda. Ya en EU, Taleb toma la decisión inesperada de estudiar negocios en Wharton School. La vida es caprichosa, pues siendo un estudioso de la suerte, la probabilidad y el conocimiento, al graduarse decide trabajar como corredor de bolsa. Pero entonces el llamado lunes negro, octubre 19 de 1987, hace caer la bolsa de Nueva York más de 40% en un solo día.
"Las ganancias de muchas instituciones financieras durante más de 50 años se perdieron en horas. Esa noche muchos de mis compañeros se suicidaron", cuenta Taleb.
Este fue
el momento crítico en la vida del autor. "Fue una sensación extraña
presenciar esta crisis y en el fondo pensar ¿tal vez tengo razón? El hombre es
lo suficiente-mente arrogante para creer entender un mundo totalmente
impredecible", expresa. A partir de entonces dedicó su vida a estudiar los
cisnes negros.
Sin
embargo, si bien a Taleb le interesa comprender la dinámica de los cisnes
negros, una pregunta cautiva aún con mayor fuerza su atención: ¿por qué los
seres humanos permanecemos ciegos frente a su presencia? Es decir, ¿por qué nos
enfocamos en los centavos y no en los pesos, sin predecir las grandes
tendencias por venir? Su libro es una fuerte crítica a los "científicos
sociales", que, en su opinión, operan bajo la falsa creencia de poder
medir la incertidumbre con estadísticas. Y, por sobre todo, en sus palabras
pretende "mostrar cómo leer el periódico en realidad es la mejor forma de
reducir su conocimiento del mundo".
La biblioteca de Umberto Eco
Sus visitantes quedan perplejos. Al parecer la biblioteca personal del escritor
y filósofo italiano Umberto Eco cuenta con más de 30.000 títulos. Al respecto
Eco ha manifestado que su biblioteca le permite distinguir a sus visitantes en
dos grupos. A la gran mayoría de la gente la agrupa por la típica pregunta ¿y
los has leído todos? Pero también algunas personas entienden el verdadero
significado de una biblioteca personal con estas características.
"Estos libros no son para lucir sino para investigar", diría Eco. Según Nassim Taleb, Umberto Eco es de los pocos autores para quienes los libros sin leer tienen más valor que los que ya se han leído. El mensaje de esta simple anécdota es que el mundo se podría visualizar como los visitantes a la biblioteca de Eco.
"El ser humano siempre se va a sentir más cómodo con lo que siente conocer. Y desechar lo que es desconocido", asegura Taleb. Este afán del hombre por la certidumbre proviene de tiempos remotos. Dicha influencia se acentuó desde los griegos particularmente gracias a Platón, quien pensaba que el conocimiento debe estar basado en verdades justificadas. A esto es lo que Nassim Taleb llama arrogancia epistemológica. "El platonismo nos ha empujado a creer que entendemos más de lo que creemos", argumenta. La idea es que para sobrevivir en un mundo terriblemente complejo, el ser humano ha aprendido a simplificar las cosas, pero esto, sostiene Taleb, es lo que nos ciega ante los cisnes negros. Incluso este es el origen de las profesiones. "Todo hace parte de nuestro propio ego. ¿Cuántas veces le ha escuchado decir a un experto decir ¡no sé!?", se pregunta el autor.
La
trampa del pavo
Tenga en cuenta el siguiente titular del 13 de diciembre de 2003 de la cadena
de noticias Bloomberg News, "La bolsa sube, el terrorismo sucumbirá
gracias a la captura de Hussein". Ahora revise este apenas unas cuantas
horas más tarde, "La bolsa cae, la captura de Hussein pone nerviosos los
mercados".
Esto por su puesto no tiene ningún sentido. Pero aun así aquello que no
conocemos solemos dejarlo en manos de expertos. Sin embargo, ¿no ha pensado que
para escribir noticias como esta los periodistas tienen apenas pocos minutos?
Esta arrogancia la comparten todas las ciencias sociales y naturales. "El ser humano tiene gran capacidad de echar
y creerse sus propios cuentos", dice Taleb. Piense por ejemplo cómo
hace unas décadas en las zonas rurales de Colombia se pensaba que era saludable
quitar todos los dientes y remplazarlos por una caja.
Ahora
suponga que un pavo pudiera ir midiendo su bienestar. Son unas cuantas semanas
antes de año nuevo. El pavo se levanta día a día y percibe cómo lo alimentan
mejor y mejor. ¡Hasta que un día pasa a ser el banquete de alguien! Para Nassim
Taleb esta visión del pavo sacrificado antes de año nuevo es lo que muchas
veces nos sucede frente a los cisnes negros. Estamos acostumbrados a revisar en
el pasado el desempeño futuro. Por ejemplo, a finales del siglo pasado,
revisando las tasas de crecimiento del país, nadie hubiera pronosticado que
caeríamos un 4 por ciento. Los grandes proyectos de inversión de la época se
realizaron con estimaciones de economistas según los promedios anteriores.
¿Alguna similitud con el pavo?
Bill
Gates, Chávez y un mundo extremo
En 2004 el Departamento de Estadísticas de EU estimó que el precio del petróleo llegaría si mucho a US$27 el barril luego de 25 años. Tan solo seis meses más tarde el precio rondaba los US$ 54 y luego tocó un máximo de US$ 83. ¿Cómo puede un cisne negro ser tan potente? Taleb explica que cada vez estaremos más expuestos a cisnes negros. Y su impacto crecerá ampliamente con los años. Todo esto porque el mundo está cada vez más interconectado y, se conforma por extremos
Considere variables como el nivel de ingresos, el éxito profesional, el poder político o el conocimiento. ¡No hay nada estándar! "Vivimos en un mundo cada vez más desigual, lo cual amplifica el poder de los cisnes negros", explica Taleb. Esta tendencia se puede ver en todo. Tan solo los cinco hombres más ricos del planeta, incluido Bill Gates, pueden representar un buen porcentaje de la riqueza mundial.
Pocos éxitos editoriales, por ejemplo, representan más del 80% de los libros vendidos en distintos países. El éxito de los artistas o los futbolistas son casos similares. Apenas unos cuantos seres humanos, entre ellos algunos presidentes, pueden tener un impacto directo en el precio de un commodity como el petróleo. Hoy día, nuestro destino está en manos de unos pocos. ¿Capta la idea?
Los economistas: exceso de dopamina
En los
60 se descubrió que la enfermedad de Parkinson se trata suministrando directamente a los
pacientes dopamina, un neuroransmisor que no pueden producir por ellos mismos.
Al parecer, la dopamina corresponde a la parte biológica en nuestro cerebro que
incide en el nivel de certeza que tenemos del mundo. Incluso, son crecientes
los casos de demandas interpuestas por pacientes que luego de grandes dosis
pierden grandes cantidades de dinero apostando en casinos. La dopamina los
convierte en adictos a las apuestas. Bien, para Taleb, de las distintas
profesiones los economistas son quienes presentan mayores niveles de dopamina
El caso de la firma Long-Term Capital Management
LTCM perdió en 1998 US$ 4,6 billones en
pocos meses y ocasionó una fuerte crisis financiera es apenas un ejemplo de
esta idea. Uno de los fundadores de LTCM, Robert C. Merton, ganó el premio
Nobel en economía un año antes de la crisis, precisamente por el desarrollo de
modelos gaussianos de equilibro general en los que se basa la economía
neoclásica hoy en día.
Los economistas contemporáneos parten de un supuesto difícil de aceptar bajo
la óptica de los cisnes negros: que los seres humanos somos racionales en nuestras
decisiones
"Las matemáticas de los economistas solo tienen un efecto. Elevan barreras de entrada a otros pensamientos. Aquellos que no son buenos matemáticos no tienen cómo demostrar a los demás que lo que dicen no tiene sentido", opina Taleb. Cree que en este proceso la historia ha dejado de lado excelentes economistas que no son tan arrogantes. Tan solo revise los pronósticos de los llamados ‘expertos’ sobre las distintas variables económicas y encontrará una importante tasa de fracasos. Esta historia se repite en profesiones que miran el futuro como si lo entendieran, analistas de riesgos, Militares, corredores de bolsa.
"Si algún mensaje quiero dejar con mi
libro es el valor de aprender a decir: no sé", dice Taleb. ¿Para dónde va
el dólar? ¿Cuáles serán los efectos del TLC? ¡No sé! Otras disciplinas como psicología,
publicidad, mercadeo o sociología, entre otras, también operan bajo el
paradigma de la campana de Gauss. Para Taleb, un ‘fraude intelectual’
que les hace daño a las ciencias sociales. ¿Qué puede decir una desviación
estándar de la riqueza de Slim, sobre las crisis inmobiliarias, los ataques del
11 de septiembre o la concentración del poder en el mundo?
¡Cada
vida! Un cisne negro
Además
de sencillez, el principal mensaje que podemos extraer de los cisnes negros es
aprender a reemplazar parte del tiempo que dedicamos a tratar de pronosticar
para empezar a prever un futuro cada vez más complejo. El énfasis debe estar en
la prevención. Por otra parte, como lo resaltó el autor Ori Brafman, en
entrevista con Dinero, debemos desarrollar nuestra capacidad para convivir y
trabajar en un mundo ambiguo. Desafío que se le suma a las nuevas generaciones.
Ya no es posible tener en la cabeza todas las variables y actividades en una
empresa como pasaba con los gerentes de antaño. Esto implica aprender a confiar
en los demás.
Si usted es escéptico sobre la existencia de cisnes negros piense en su propia
vida. Cada ser humano sobre este planeta es en realidad un hecho con probabilidades
bajísimas de ocurrencia. Como un grano de arena en un inmenso mar. Genuinamente
el universo tuvo que conspirar para que usted naciera tal como es. Es por esto
por lo que los cisnes negros son reales.
Es una metáfora que desarrolló Nassim Nicholas Taleb, que
encierra el concepto de que cuando un suceso es una sorpresa (para el observador),
con un gran impacto después del hecho, suceso sorpresivo que es racionalizado
por retrospección, y en la cual explica:
§El desproporcionado papel de alto impacto, difícil de predecir, y los sucesos extraños que están fuera del ámbito de las expectativas normales de la historia, la ciencia, las finanzas y la tecnología.
§La no computabilidad de la probabilidad de los sucesos raros consecuenciales utilizando métodos científicos (debido a la naturaleza misma de las probabilidades.
§Los sesgos psicológicos
que hacen a las personas individual y colectivamente ciegas a la incertidumbre
e inconscientes al rol masivo del suceso extraño en los asuntos históricos.
La Teoría Cisne Negro se refiere a sucesos inesperados de
gran magnitud, consecuencia y su papel dominante en la historia. Estos hechos,
considerados atípicos extremos, colectivamente juegan roles mucho más grandes
que los sucesos regulares. Los sucesos tipo Cisne Negro fueron descritos por
Nassim Nicholas Taleb en su libro El Cisne Negro, donde se refiere a casi todos
los grandes descubrimientos científicos, hechos históricos, y logros artísticos
como cisnes negros, -sin dirección e inesperados. Señala como ejemplos de
sucesos Cisne Negro: Internet, la computadora personal, la Primera Guerra Mundial, y los ataques del 11 de septiembre de 2001.
El término cisne negro fue una expresión latina, cuya
referencia conocida más antigua proviene de la descripción de algo que hizo el
poeta Juvenal, que es: rara avis in
terris nigroque simillima cygno, frase en latín significa un ave rara en la tierra, y muy parecida a un cisne negro. Cuando
la frase fue acuñada, se presumía que el cisne negro nunca existió. La importancia
del símil radica en su analogía con la fragilidad de cualquier sistema de
pensamiento.
La frase de Juvenal era una expresión común en el Londres
del siglo XVI como una declaración de imposibilidad. La expresión de Londres
deriva de la presunción del Viejo Mundo de que todos los cisnes deben ser
blancos, porque todos los registros históricos de los cisnes informaron que
tenían plumas blancas. En ese contexto, un cisne negro era imposible o por lo
menos inexistente. Después que una expedición holandesa, dirigida por el
explorador Willem de Vlamingh en el río Swan en 1697, descubrió cisnes negros
en Australia Occidental, el término se transformó para denotar que una
imposibilidad percibida podría ser refutada más tarde. Taleb señala que en el
siglo XIX John Stuart Mill utilizó la falacia lógica del cisne negro como un
nuevo término para identificar la falsificación.
En concreto, afirma Taleb en el New York Times: “Lo
que aquí llamamos un Cisne Negro (y con mayúscula) es un suceso con los tres
atributos siguientes. En primer lugar, es un caso atípico, ya que se encuentra
fuera del ámbito de las expectativas regulares, porque no hay nada en el pasado
que puede apuntar de manera convincente a su posibilidad. En segundo lugar,
conlleva a un impacto extremo. En tercer lugar, a pesar de su condición de
rareza, la naturaleza humana nos hace inventar explicaciones de su presencia
después de los hechos, por lo que es explicable y predecible. Me detengo y
resumo el triplete: rareza, impacto extremo y retrospectiva (aunque no
prospectiva). Una pequeña cantidad de Cisnes Negros explica casi todo en
nuestro mundo, desde el éxito de las ideas y las religiones, a la dinámica de
los acontecimientos históricos, hasta los elementos de nuestra vida personal”.
La
identificación de un suceso de cisne negro
Basado en los criterios del autor:
- El suceso es una sorpresa (para el observador).
- El suceso tiene un gran impacto.
- Después de su primer registro, el suceso se racionaliza en
retrospectiva, como si pudiera haber sido esperado (p. e. datos pertinentes
estaban disponibles, pero no se contabilizan)
Hacer
frente a los sucesos cisne negro
La idea principal en el libro de Taleb no es tratar de
predecir sucesos Cisne Negro, sino construir robustez frente a las actitudes
negativas que se producen y poder aprovechar las positivas. Taleb sostiene que
los bancos y empresas comerciales son muy vulnerables a sucesos peligrosos
Cisne Negro y están expuestos a pérdidas superiores a los pronosticadas por los
modelos estadísticos y matemáticos, que él considera defectuosos.
Enfoque
epistemológico
El Cisne Negro de Taleb es diferente de las primeras versiones filosóficas del problema, específicamente en la epistemología, ya que se trata de un fenómeno con propiedades específicas empíricos y estadísticas que él llama el cuarto cuadrante.
Taleb señala que otras distribuciones no se pueden utilizar
con precisión, pero a menudo son más descriptivas, como fractales, leyes de
potencias o distribución escalable; y que el conocimiento de estas podría
ayudar a moderar las expectativas. Más allá de esto, se hace énfasis en que
muchos acontecimientos simplemente no tienen precedente socavando la base de este tipo de
razonamiento completo. Taleb también aboga por el uso del razonamiento
contra-fáctico al evaluar el riesgo.
Cisne Negro. El impacto de lo altamente improbable
La psicología ha carecido en las últimas décadas de una adecuación conceptual y metodológica, a lo que el escritor John Brockman ha denominado la “tercera cultura”. Para Brockman esta “filosofía natural” la conforman dos campos de saber; uno, un nuevo humanismo que concibe la cultura, el lenguaje y al hombre dentro de una explicación naturalista, y que además hace uso de la sabiduría, la literatura o el arte para la comprensión del hombre y el Universo. Para esta nueva concepción epistémica, también denominada “nuevo humanismo científico”, el hombre de ciencia no es enemigo de la tradición literaria, filosófica o de sabiduría; la ciencia ilumina su ejercicio de comprensión con otros saberes. Por lo demás, este nuevo humanismo no se opone a la ciencia y a la tecnología contemporáneas. Estas nuevas ciencias y estas nuevas tecnologías son el segundo campo propio de la “tercera cultura”.
La ciencia moderna renovada en el s. XX con especializa-ciones y campos de investigación, que han pluralizado los objetos de indagación científica, las tecnologías y sus aplicaciones, y que se expresan en disciplinas, técnicas, hipótesis o ciencias como la astrofísica, la nanotecnología, la física cuántica, la informática, la incertidumbre, el caos, la complejidad, los fractales, la ingeniería genética, los sistemas emergentes. Uno de los objetos renovados, por la ciencia contemporánea, es la “mente”; un concepto ahora dentro de un marco postmetafísico, esto es, una explicación evolucionista o naturalista de la mente.
El ensayo El Cisne Negro, de Nassim Nicholas Taleb, está concebido dentro de esta nueva visión epistemológica. Taleb se presenta a sí mismo como un pensador de la incertidumbre más que un hombre de ciencia, matemático o un científico. Su libro, lo afirma, trata de la incertidumbre. Una de las fortunas de la “tercera cultura”, o esta nueva cultura tecno-científica que surgió en el siglo XX, es la habilidad de estos científicos para divulgar sus ideas, más allá de las fronteras aldeanas en que habitan los expertos.
Taleb, de origen libanés (o levantino, como gusta a este pensador ser nombrado), y residente en E U, es profesor de la U. de Massachussetts - Ambherst; sus especialidades son las probabili-dades y la incertidumbre. A diferencia de una epistemología “anarquista”, como la de Feyerabend, la oveja negra del popperismo, o de la epistemología “postestructuralista”, en que todo es historia o lenguaje, Taleb, como matemático “empírico” se ha ocupado de investigar las reglas y la lógica del juego, la suerte, las probabilidades, la incertidumbre y las estructuras mentales humanas que la niegan, entre otros fenómenos conexos, desde una orientación naturalista o práctica.
En este ensayo se ocupa de explorar la incertidumbre. Para su investigación recurre a una metáfora; “El Cisne Negro” es su metáfora sobre la incertidumbre. Nuestro mundo está gobernado por lo imprevisto: “[…] el mundo en que vivimos tiene un número creciente de bucles de retroalimentación que hacen que los sucesos sean la causa de más sucesos”, lo que genera un efecto de bola de nieve, que “afecta todo el planeta” (p. 28).
El concepto de “cisne negro” fue empollado por Karl Popper. Era el corazón de su demarcacionismo científico; para discernir entre una teoría científica, siempre conjetural, de las no ciencias, tales como el psicoanálisis o el marxismo, tenemos que aplicar el “falsacionismo”. Su propuesta se resumía así: lo que podemos hacer, con una teoría científica, no es verificar si “todos los cisnes son blancos”, sino si hay al menos un cisne negro. Si encontramos un cisne negro, una hipótesis predominante quedará “falseada” o “refutada”. O en el sentido de la sentencia de Taleb, “falsar es demostrar que se está equivocado”. La hipótesis (“todos los cisnes son blancos”) que resista un cisne negro, merece el adjetivo de “científica”. Por otro lado, y es su horizonte filosófico, Taleb considera a Popper como el único filósofo de la ciencia que se lee y quien escribe para los hombres reales del mundo. Taleb busca, al igual que Popper, ser tomado como un filósofo de la ciencia (o un “filósofo científico de la historia”) con su concepto del Cisne Negro: “lo desconocido, lo abstracto y lo incierto impreciso”, que se manifiesta en lo que llamamos con tanta impresión, pero con cierta confianza, como realidad.
Su investigación se ocupa, en sus palabras, de los sucesos trascendentales, altamente improbables. No sería la primera vez que un economista se convierte en filósofo. La zoología ha comprobado, por su parte, la existencia de estas aves, en apariencia seres fantásticos de la epistemología popperiana. Los cisnes negros existen; su hábitat es Australia. Más allá de este descubrimiento empírico, una consecuencia para el pensamiento contemporáneo de este evento es la importancia vital de entender la incertidumbre.
La idea
del Cisne Negro se basa en la estructura aleatoria de la realidad empírica.
Taleb explora la noción de incertidumbre aun en las estructuras mentales que
hacen posible que siempre ideemos explicaciones “después del hecho [un cisne
negro, por ejemplo], con lo que se hace explicable y predecible”. Tenemos la
tendencia natural (“el empirismo ingenuo”) a fijarnos sólo en los casos que
confirman nuestra historia y nuestra visión del mundo. Cuando nuestra mente se
habitúa a una determinada visión del mundo considera únicamente los casos que
la confirman. A esta tendencia es posible contraponerle el ‘empirismo negativo’:
los hechos corroborativos no constituyen “necesariamente una prueba”. Ver cisnes
blancos no confirma la inexistencia de cisnes negros.
Nuestro bagaje, contrario a lo que se piensa, no aumenta a partir de una serie de hechos confirmativos.
El ejemplo del pavo es ilustrativo para Taleb.
El filósofo Bertrand Russell había refutado al “empirismo confirmativo” con un pollo. El problema de la Inducción o el Problema del Conocimiento Inductivo, la “madre de todos los problemas de la vida”, es la tragedia del pavo antes del día de la Acción de Gracias. Una tarde el pavo tiene que revisar su creencia; su generoso alimentador, en los últimos 999 días, se convierte en verdugo. Entre mayor grado de confianza del pavo, más altas son las probabilidades de riesgo.
Esta generalización ingenua nos acosa en cada forma de leer el mundo. Poner en duda nuestras interpretaciones sobre la realidad, agota. Nuestras obras artísticas y científicas son productos de nuestra necesidad de “reducir las dimensiones e imponer cierto orden en las cosas”. Tanto una novela, un mito o una teoría científica nos ahorran la complejidad del mundo, y nos protegen de su aleatoriedad. Tendemos a utilizar el conocimiento como terapia, como estrategia curativa contra la incertidumbre.
La biología confirma esta tendencia humana a reducir las dimensiones del mundo para darle un orden. En los estudios sobre neurotransmisores se ha descubierto la relación entre la dopamina, por ejemplo, y la búsqueda innata de patrones.
Nuestra mente está presa de nuestra biología. Una porción extra de dopamina disminuye el escepticismo, que se “traduce en una mayor vulnerabilidad” para la detección de patrones. La aplicación de L-dopa (droga que se emplea para el tratamiento del Parkinson) puede producir una mayor propensión hacia “la astrología, las supersticiones, la economía y la lectura del tarot” (p. 121). Entre los efectos secundarios de la L-dopa, está la compulsión al juego (pacientes que creen ver patrones claros en números aleatorios). Taleb advierte al lector que no pretende reducir la dopamina como la explicación de nuestra interpretación exagerada o sesgada del mundo, sino mostrar una correlación física y neural en el funcionamiento cognitivo. Esa misma tendencia a simplificar (somos primates “ávidos de reglas […] [y necesitado de] reducir la dimensión de las cosas”) nos empuja a creer que el mundo es menos aleatorio de lo que es. Nuestro cerebro está diseñado para aprender lo preciso y lo general, no aprende reglas sino hechos y sólo hechos. Por eso preferimos más lo anecdótico que lo experimental. Desdeñamos con pasión lo abstracto. Cada prueba experimental muestra que pensamos mucho menos de lo que creemos, “a excepción, quizá, de cuando pensamos en esta misma realidad”.
La realidad la abordamos con la “platonicidad”, o el “deseo de dividir la realidad en piezas nítidas”. Nuestro cerebro-mente confunde el “mapa con el territorio”, y nos centramos en ‘formas’ puras y bien definidas, sean objetos, como los triángulos o las ideas sociales. La platonicidad es el sesgo mental que nos hace pensar que entendemos más de lo que en realidad entendemos. Confiamos demasiado en lo que sabemos más que en lo que no sabemos.
La historia es un ejemplo de esos “trastornos” o “sesgos” cognitivos: (a) La ilusión de comprender cuando el mundo es más aleatorio de lo que aspiramos o creemos; (b) “la distorsión retrospectiva”, que permite evaluar los hechos después de ocurridos, y luego, con retrovisor, organizarlos y explicarlos con una coherencia que asombra; (c) la “valoración exagerada de la información factual, y la desventaja de los eruditos” que “platonifican” la realidad sobre los hombre de la calle. A esa tendencia natural de prestar atención a los casos que confirman nuestra historia y visión del mundo, Taleb la denomina empirismo ingenuo: confirmamos con facilidad, desconociendo que “una serie de hechos corroborativos no constituye necesariamente una prueba”. Por paradójico que parezca, dice Taleb: […] sé qué afirmación es falsa, pero no necesariamente qué afirmación es correcta. Si veo un cisne negro puedo certificar que todos los cisnes no son blancos. Si veo a alguien matar, puedo estar seguro de que es un criminal. Si no lo veo matar, no puedo estar seguro de que es un criminal. Taleb lleva el falsacionismo popperiano hasta su límite: nos acercamos más a la verdad mediante ejemplos negativos, que mediante la verificación. Podemos aprender de los datos, pero no tanto como anhelamos.
Esos ‘sesgos’ (errores sistemáticos “que de forma coherente muestra un efecto positivo, o negativo del fenómeno”) hacen que nuestra mente tienda a considerar como más predecible algunos hechos de lo que en realidad son. El cerebro, esa hermosa máquina de explicar, hábil para hilar sentidos y encadenar explicaciones, está incapacitada para la idea de lo impredecible. Una de las frases favoritas de Taleb refleja esa impredictibilidad: “La historia y las sociedades no gatean: avanzan a saltos”. La historia no tiene un progreso instrumental y planeado; está bajo la sombra del Cisne Negro.
Esa “platonicidad” se apoya en nuestra memoria limitada y filtrada; recordamos lo que coincide con los hechos. Sin embargo, el conocimiento puede tener un valor dudoso al igual que la información. Esa tendencia a la reducción para interpretar el mundo, puede hacernos olvidar fuentes de incertidumbre que pueden tener consecuencias que quizá no podamos ni quiera especular (una catástrofe nuclear o estelar, las guerras, la mayor crisis bursátil de la historia moderna, etc.).
En una media, Mediocristán, el reino utópico del promedio, lo importante es la regla que afirma que “Cuando la muestra es grande, ningún elemento singular cambiará de forma significativa el total”. En el otro reino, de las singularidades, Extremistán, la regla es: “las desigualdades son tales que una única observación puede influir de forma desproporcio-nada en el total” (por e., promediar las fortunas de 999 hombres comunes y un multimillonario como Bill Gates).
Casi
todos los fenómenos sociales habitan en Extremistán. Taleb propone una lista de
esos fenómenos: la riqueza, los ingresos, las ventas de libro por autor, las
citas bibliográfica por autor, el reconocimiento de nombres como “famosos”, el
número de referencias en Google, la población de las ciudades, el uso de las
palabras de un idioma, el número de hablantes de una lengua, las guerras
civiles, entre otros imprevistos que inciden en nuestras vidas, individuales y
como especie.
En el reino del promedio, confundimos la afirmación de “casi todos los terroristas son musulmanes”, con el aserto de “casi todos los musulmanes son terroristas”. O la aclaración de J. S. Mill, citada por Taleb: “Nunca quise decir que los conservadores en general sean estúpidos. Me refería a que la gente conservadora normalmente es estúpida (p. 102).
La idea de Taleb es más radical de lo que en apariencia postula. En una de sus páginas leemos: “Una pequeña cantidad de Cisnes Negros explica casi todo lo concerniente a nuestro mundo, desde el éxito de las ideas y las religiones hasta la dinámica de los acontecimientos históricos y los elementos de nuestra propia vida personal”. Pero el libro de Taleb no merecería tal importancia si solo explorara estos sesgos cognitivos (o conceptos como “la especificidad de dominio”, “la falacia narrativa”, “el sesgo de confirmación”, la información, “las pruebas silenciosas”, entre otros), con sus plurales ejemplos, o la radicalidad filosófica en que el arjé o principio del universo es la incertidumbre; el libro tiene una pretensión epistémica y política, que Taleb nombra como “libertarismo académico”.
Entre sus múltiples dianas de su militancia, podemos tomar dos: la “ciencia económica” y la aplicación de la estadística a las ciencias sociales, como divisa de rigor. En estas ciencias los expertos se sienten obligados a dar una razón. Taleb ha indicado previamente que “tenemos profesiones en que los expertos desempeñan un papel, y otras donde no hay pruebas de la existencia de destrezas”. Su lista, ampliada, la toma del psicólogo James Shanteau.
“Expertos que tiende a ser expertos”: “los tasadores de ganado, los astrónomos, los pilotos de prueba, los tasadores del suelo, los maestros de ajedrez, lo físicos, los matemáticos […], los contables, los inspectores de grano, los intérpretes de fotografía, los analistas de seguro […]”.
Expertos que tienden a ser no expertos: “los agentes de Bolsa, los psicólogos clínicos, los psiquiatras, los responsables de admisión en las universidades, los jueces, los concejales, los selectores de personal, los analistas de inteligencia [v.g. la CIA], […], los economistas, los analistas financieros, los profesores de economía, los politólogos, los ‘expertos en riesgo’”, entre otros. En este campo abundan, sin embargo, los “másteres del universo”.
Como asesor financiero, Taleb ha aplicado sus investigaciones a los comportamientos económicos. Su sentencia es perturbadora: predomina lo aleatorio.
Los organismos multinacionales como el Fondo Monetario Internacional FMI, en que se encuentran algunos de los más renombrados economistas del mundo, tienen tan pocos aciertos que parece más una logia de adivinos que de científicos. Los economistas ganan fortunas, son estrellas mediáticas y los asesoran equipos que mascan números y proyecciones, y sin embargo no predicen nada; hacen previsiones después del acontecimiento económico (un “crack” financiero, la bonanza económica, el futuro de los intereses, etc.). De un millón de artículos en economía, análisis de inversión y política, pocos tienen comprobaciones sobre las cualidades predictivas de sus conocimientos, sentencia Taleb.
Predicen poco, pero cada uno de estos expertos gana cada vez mayor confianza en sus propias destrezas más que en sus vaticinios. Los economistas ignoran cualquier información por fuera de su mundo (leen demasiado periódicos financieros, olvidando, según Taleb, que “la lectura del periódico disminuye nuestro conocimiento del mundo”). Los expertos cuentan, no obstante, con el recurso de la erudición y el buen decir para simular ese conocimiento profundo en el reino de lo imprevisto como son la economía y la política.
Para este matemático la predicción es la auténtica prueba de nuestra comprensión del mundo; sólo que esa comprensión es limitada, y casi inexistente en los fenómenos que investigan las ciencias sociales. Tenemos una tendencia natural a escuchar a los expertos, aun “en campos en los que es posible que éstos no existan” como en la política y la economía.
De igual modo, Taleb nos recuerda, de paso, que atribuimos nuestros éxitos a nuestras destrezas, y nuestros fracasos a la aleatoriedad. Los homo sapiens somos máquinas de autoengaño. En las ciencias sociales proliferan los métodos estadísticos complejos y sofisticados que no dan necesariamente previsiones más acertadas que cuando se utilizan métodos sencillos en los mismos fenómenos. El uso de la curva de campana de Gauss, es uno de esos refinamientos metodológicos inútiles para predecir sucesos políticos, sociales, económicos o climáticos. Estos fenómenos tienen demasiado ruido aleatorio (ruido que se confunde con la información).
Taleb,
con este libro tan provocador como sabio, pretende continuar con la labor de
los filósofos, a los que considera como los “perros guardianes del pensamiento
crítico”. Para este matemático de probabilidades, la filosofía debe transcender
la academia o la propia filosofía; la raíz de la filosofía, según esta
concepción popperiana que toma como suya Taleb, son problemas por fuera de su
dominio de pensamiento. Los problemas filosóficos mueren si esas raíces se
secan.
Frente a la tendencia “platónica” de la mente, Taleb exalta las virtudes de las mentes “aplatónicas” (contrarias a las mentes “platónicas”); son abiertas, escépticas y empíricas. Hacen parte de las estirpes del filósofo Sexto Empírico, quien quizá fue el primer en descubrir el Cisne Negro en el siglo II de nuestra era. Si algo pretende esta filosofía sería, casi como una fórmula de vida, es “aprender a vivir sin una teoría general” (p. 265).
Por otro lado, este libro es tan sensato que es casi impracticable. O para tomar en préstamo una expresión de Taleb, es un libro contrario al “redil platónico”, que es impune a la presencia de los Cisnes Negros.
Los expertos de las matemáticas podrán encontrar este libro frívolo. A ese comentario falsamente aristocrático de una élite experta, Taleb responde que su ensayo es una meditación compulsiva, no un informe científico. Él también se lamenta, al igual que sus detractores, que las metáforas y las narraciones tienen más fuerza que las ideas.
El libro frívolo o no, es una introducción divertida y filosóficamente sana para adiestrar a nuestra mente a la presencia, cada vez mayor, de Cisnes Negros.
Este libro combina tan sabiamente metáforas, historias e ideas, que quizá sus críticos o sus detractores pierdan poco si se lo toman en serio. Además, para expertos y no expertos, el libro tiene un capítulo técnico (“La curva de campana, ese gran fraude intelectual”) y un breve “glosario” y “notas” que explican los conceptos de uso propios de la incertidumbre, así como autores y comentarios que los soportan. No sobra advertir que el libro de Taleb es ya un Cisne Negro.
Luego de la lectura y análisis, responda lo
siguiente
con argumentación, claridad conceptual y analítica.
1. Ha tenido algún evento que podría calificarse como un cisne negro que ha transformado su experiencia personal
2. Describa 5 ejemplos de sucesos tipo cisne negro que hayan ocurrido durante su existencia en el mundo.
3. ¿A cuáles cisnes negros le teme más?
La certidumbre es la certeza sobre algo, dando por hecho que un evento se cumplirá, se dará o realizará o también la obligación de cumplir algo. Según esto:
4. ¿Qué pregona o difunde
un evento cisne negro?
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