Una ruleta rusa financiera
Paul Kugman
Crisis
Económica Norteamericana
Cuando el Departamento del Tesoro estadounidense permitió
que Lehman Brothers quebrase, escribí que el secretario del Tesoro, estaba
jugando a la ruleta rusa financiera. Sin duda, había una bala en la recámara:
la quiebra de Lehman hizo que la crisis financiera mundial, ya grave de por sí,
empeorase mucho más. Las consecuencias de la caída de Lehman quedaron de
manifiesto en cuestión de días, pero los principales actores políticos han
desperdiciado el tiempo. Ahora han llegado al momento de la verdad: más les
vale anunciar o la economía mundial podría sufrir su peor recesión desde la
Gran Depresión.
La crisis actual comenzó con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, que causó una morosidad hipotecaria generalizada y, por lo tanto, grandes pérdidas en muchas instituciones financieras. La crisis inicial se ha visto agravada por los efectos secundarios al verse forzados los bancos a reducir su actividad por falta de capital, lo cual ha inducido una caída aún mayor del precio de los activos, y a su vez ha provocado pérdidas todavía mayores, y así sucesivamente, o sea, un círculo vicioso de desapalancamiento. La pérdida generalizada de confianza en los bancos, incluso por parte de otros bancos, ha reforzado este círculo vicioso. La espiral descendente se aceleró después de la caída de Lehman. Los mercados de capital, que ya lo estaban pasando mal, se cerraron a efectos prácticos; uno de los chistes que circulan por ahí es que ahora mismo lo único que la gente quiere comprar son bonos del Tesoro y agua embotellada.
La crisis actual comenzó con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, que causó una morosidad hipotecaria generalizada y, por lo tanto, grandes pérdidas en muchas instituciones financieras. La crisis inicial se ha visto agravada por los efectos secundarios al verse forzados los bancos a reducir su actividad por falta de capital, lo cual ha inducido una caída aún mayor del precio de los activos, y a su vez ha provocado pérdidas todavía mayores, y así sucesivamente, o sea, un círculo vicioso de desapalancamiento. La pérdida generalizada de confianza en los bancos, incluso por parte de otros bancos, ha reforzado este círculo vicioso. La espiral descendente se aceleró después de la caída de Lehman. Los mercados de capital, que ya lo estaban pasando mal, se cerraron a efectos prácticos; uno de los chistes que circulan por ahí es que ahora mismo lo único que la gente quiere comprar son bonos del Tesoro y agua embotellada.
La respuesta a esta espiral descendente por parte de las
dos grandes potencias monetarias mundiales, EU y los 15 países que utilizan el
euro, ha sido lamentablemente inadecuada. Europa, que carece de un gobierno
único, ha sido incapaz de trabajar unida; cada país ha ido inventándose su
propia política, con escasa coordinación, y las propuestas para responder con
una sola voz no han llevado a ninguna parte.
EU debería de haber estado en una posición mucho más
fuerte. Cuando se anunció el enorme plan de rescate hubo una breve oleada de
optimismo. Rápidamente quedó claro que el plan adolecía de una falta crítica de
claridad intelectual. La propuesta de gastar 511.000 millones de euros en
"activos problemáticos", valores hipotecarios tóxicos, de las
entidades financieras, pero no logró explicar de qué manera resolvería esto la
crisis.
Muchos economistas coinciden en que lo que se debería
haber propuesto, es una inyección directa de capital en las empresas
financieras: el Gobierno estadounidense proporcionaría así a las instituciones
financieras el capital necesario para funcionar, para de este modo frenar la
espiral descendente, a cambio de una participación. Cuando el Congreso modificó
el plan, introdujo disposiciones que hacían posible, pero no obligatoria, una
inyección de capital de este tipo.
El Gobierno británico, haciendo gala de la lucidez de
pensamiento que se ha echado en falta a este lado del charco, anunció un plan
para proporcionar a los bancos un capital nuevo de 62.000 millones de euros. Es
decir, el equivalente, si se tiene en cuenta el tamaño de la economía del Reino
Unido, a un plan de 368.000 millones de euros en EU; además de numerosas
garantías para las transacciones financieras inter-bancarias. Y ahora los
responsables del Tesoro estadounidense dicen que piensan hacer algo parecido,
utilizando la autoridad de que no querían disponer, pero que el Congreso les ha
otorgado de todas las maneras. La cuestión ahora es si estos pasos son
demasiado cortos y se han dado demasiado tarde. Creo que no, aunque será muy
alarmante si pasa este fin de semana sin que se haya anunciado con credibilidad
un nuevo plan de rescate en el que participe no sólo EU sino todos los actores
importantes.
¿Por qué necesitamos cooperación internacional? Porque
tenemos un sistema financiero globalizado en el que una crisis que empezó con
una burbuja en los chalés de Florida y las McMansiones de California ha causado
una catástrofe monetaria en Islandia. Estamos juntos en esto y necesitamos una
solución compartida.
¿Por qué es necesario que se lleve a cabo lo más pronto
posible? Porque resulta que en Washington han tenido lugar dos reuniones
importantes de altos cargos financieros de las principales naciones avanzadas,
y tras ella la reunión anual del FMI y del BM. Si
estas reuniones acaban sin que se llegue por lo menos a un principio de acuerdo
sobre un plan de rescate mundial -si todo el mundo se va a casa sin más que
vagas declaraciones de que piensan controlar la situación-, se habrá dejado
pasar una oportunidad de oro, y la espiral descendente podría fácilmente
empeorar todavía más. ¿Qué se debería hacer? EU y Europa deberían adoptar el
plan británico. Aunque no es perfecto, los economistas están en su mayoría de
acuerdo en que representa, con creces, el mejor modelo para un rescate más
amplio. El momento de actuar es ahora. Puede que piensen que las cosas no
pueden empeorar más, pero sí que pueden, y si no se hace nada, lo harán.
Artículo tomado de: www.elpais.com
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