¿Por qué los estudiantes colombianos no comprenden lo que leen?
Aunque mejoraron su desempeño en lectura durante la última edición de las pruebas
Saber 11, esta asignatura sigue siendo una de las principales falencias del
país en los exámenes internacionales.
Los resultados de la última prueba Saber 11 para calendario A -a
la que muchos estudiantes aún llaman popularmente el examen del Icfes- dejaron
contentos al Ministerio de Educación y al gobierno nacional. Tanto así, que el
presidente Santos los presentó a finales de octubre con bombos y platillos, y
dijo que eran un paso firme hacia su meta de convertir a Colombia en el país
más educado de América Latina en 2025.
Y no es para menos: los estudiantes lograron superar el promedio
global del año pasado en siete puntos (pasó de 250 a 257, donde 500 es el
puntaje máximo) y aumentaron la calificación en todas las materias del examen.
Además, avanzaron principalmente en lectura crítica (que pasó de una puntuación
promedio de 49,7 en 2015 a 52,6 en 2016), la que había tenido la peor
calificación el año pasado y no ha salido bien librada en exámenes
internacionales.
Pero aunque el resultado muestra un repunte, los expertos siguen
preocupados. Sobre todo porque este año se conoció un estudio de la Red de
Lectura y Escritura en Educación Superior, liderado por la Universidad de La
Sabana, en el que los estudiantes universitarios de primer año no salen bien
librados. Según el análisis, en el que participaron 13 universidades
colombianas, la mayoría de los primíparos llegan con falencias en comprensión
de lectura, no saben escribir ensayos ni textos críticos y tienen mala
ortografía.
“En Colombia leemos poco y lo hacemos muy mal. Mucho peor de lo
que la gente supone”, cuenta Julián de Zubiría, director del Instituto Alberto
Merani y consultor de Naciones Unidas en educación para Colombia. De hecho,
según las pruebas Pisa (el Programa para la Evaluación Internacional de
Alumnos) practicadas en 2012 a estudiantes de 15 años de varios países del
mundo, el 47 por ciento de los bachilleres colombianos está por debajo del
nivel mínimo en la prueba de lectura. En ese mismo examen, solo 3 de cada 1.000
estudiantes alcanzaron el nivel de lectura crítica, lo que significa que muy
pocos asumen una postura argumentada frente a los textos que leen.
“La lectura crítica va más allá de la comprensión: es leer con
cierto grado de autonomía y de independencia. Y quien lo logra tiene criterios
propios y puede discernir la información”, explica Rafael Silva, director de la
Maestría en Estudios Sociales y Políticos de la Universidad Icesi. Esto implica
leer un texto entre líneas, captar las intenciones comunicativas, las
estrategias retóricas, los argumentos empleados y tomar una posición frente a
ellos.
Los expertos creen que esta falencia académica es grave y tiene
implicaciones en el día a día del país. Para De Zubiría, por ejemplo, no se
puede ser ciudadano del siglo XXI sin un pensamiento crítico: “Así no se puede
participar en el debate político de forma correcta. Si uno no puede entender un
párrafo, ¿cómo va a poder votar Sí o No en un plebiscito sobre unos acuerdos de
más de 300 páginas? ¿Cómo va a diferenciar una noticia falsa de las que
aparecen en Facebook de una real? Sin una población que lea críticamente no hay
democracia que valga”.
Como si fuera poco, la comprensión de lectura -que se supone un
paso anterior a la lectura crítica- tampoco ha salido bien librada en las
pruebas internacionales. En el examen del PIRLS (Estudio Internacional del
Progreso de Competencia Lectora), hecha en 2011 con estudiantes de 48 países de
entre 9 y 10 años, los colombianos (3.966 niños) terminaron en un nivel bajo
comparados con los participantes de otros países. Y en las mismas pruebas Pisa,
un poco menos de la mitad de los jóvenes del país no captaron completas las
ideas expuestas en los párrafos, sino solo algunos elementos por separado.
Cambios de fondo
Parte del problema es que el índice de lectura siempre ha sido
bajo en el país. Según las cifras oficiales que publica el Dane, los colombianos
leen entre 1,9 y 2,2 libros al año, mientras que en Argentina o Chile llegan a
5. Para Jael Stella Gómez, directora de literatura infantil y juvenil de Norma,
los profesores tienen gran parte de la culpa. “Uno ve en los colegios que
alejan a los estudiantes de la lectura en vez de acercarlos. Cuando uno no
logra compenetrarse con una historia, no la va a entender ni la va a disfrutar.
La literatura no se debe enseñar desde la pedagógico, sino desde la vida
misma”.
Por eso, desde hace algunos años las autoridades adelantan una
serie de estrategias para fomentar la lectura. El Plan Nacional de Lectura y
Escritura, por ejemplo, ha repartido 5.978.525 libros que han beneficiado a más
de 7 millones de estudiantes y, en paralelo, organiza maratones y tiene
programas especiales con las bibliotecas escolares y las escuelas ubicadas en
zonas vulnerables. Además, capacita a bibliotecarios y profesores, que son
quienes impulsan a una persona a convertirse en lectora. Pero no es suficiente.
Los que conocen el tema, además, piensan que el problema está en
el modelo pedagógico, por lo que una solución estructural implicaría cambiar
los currículos, mejorar la formación de los docentes -muchos de los cuales ya
vienen con falencias en lectura crítica- y enfocar el sistema educativo en
desarrollar competencias y no en transmitir información, como funciona ahora.
El área de lenguaje, por ejemplo, se enfoca en enseñar
gramática, ortografía y conjugaciones verbales, y aunque son temas importantes,
no le dedican suficiente tiempo a desarrollar competencias en lectura. “Este
tema no debería depender solo del profesor de español, sino que debería ser
transversal a todas las materias: matemáticas, sociales e incluso educación
física. Hay que poner a los estudiantes a leer, a comprender lo que leen y a
interpretar críticamente los textos”, asegura De Zubiría.
El ministerio, por su parte, dice que según la Ley General de
Educación cada establecimiento educativo debe definir los enfoques, modelos y
metodologías pedagógicas: “El ministerio brinda lineamientos y orientaciones en
el marco de los referentes curriculares para promover habilidades en lectura
crítica que deberán ser contextualizadas por las instituciones educativas”,
explicó en un documento enviado a SEMANA.
Para eso, están fortaleciendo las
herramientas curriculares y en 2015 publicaron un documento con instrucciones
pedagógicas para cada materia, que, en el caso de lectura crítica, permite a
los profesores diseñar rutas de enseñanza grado a grado.
Y aunque aún hace falta mejorar mucho, la última versión de la
Saber 11 hace pensar que los esfuerzos están comenzando a dar frutos. La prueba
de fuego para comprobarlo llegará cuando se den a conocer los resultados de la
última versión de los test Pisa, que 13.459 estudiantes tomaron en mayo del año
pasado. Por ahora, la comprensión de lectura en Colombia sigue en cuidados
críticos.
http://www.semana.com/amp/index?id=507868&type=1
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